El tiempo se agotaba. Reforzó el bucle sobre Izzy. Unos pocos microsegundos más para desentrañar la combinación. Repasó mentalmente toda la información que tenían de Labios de Seda. Probó una docena de combinaciones que no eran la correcta. [...] El bucle explotó devolviendo a Izzy y Labios de Seda al flujo normal del tiempo. El tiempo se había agotado.
Hasta los bucles temporales tenían un límite, incluso ella era incapaz de conseguir un tiempo infinito, porque para eso se necesitaría una energía infinita. Había forzado su poder al máximo y estaba agotada. La combinación que acababa de introducir era la correcta: un led cambió de rojo a verde, y oyó el reconfortante clic de las barras de seguridad abriéndose dentro de la caja. Solo tenía que girar el picaporte y coger el contenido.
Pero el tiempo había vuelto a su cauce normal. Miró a Izzy, que estaba haciendo un gesto con la mano, como si fuera a apretar un botón. Podía correr hasta ella y llevársela de allí con uno de sus saltos. O podía abrir la caja y coger el contenido. Sabía que no podría hacer las dos cosas, no con su poder temporal agotado.
Amanda miró a Izzy a los ojos. Aquellos ojos que ya no eran los de ella, aunque en el fondo, muy en el fondo, quedaba una chispa de su antigua amiga. Aquella chispa de resignación parecía decirle “Vete, ya es tarde para mí”. Después de aquel viaje entre la luz y la oscuridad, pasando a ambos lados de la línea constantemente, después de haber llegado al mismísimo fondo de la botella y ver que no quedaba ni una gota, Izzy pensaba redimirse de la única manera que veía posible. No había salvación para ella, pero se aseguraría de llevarse consigo a Labios de Seda.
Ary cerró los ojos con fuerza para retener las lágrimas mientras abría la caja, metía el contenido en la bolsa y visualizaba en su mente el cuartel en los muelles.
*Clic*
La explosión fue impresionante, hizo volar en pedazos el local y el bar de Rusty encima suyo, y provocó el derrumbe del edificio que había encima. La onda de choque rompió las ventanas de la mayoría de pisos del barrio. En la pizzería de la Plaza Miller, un chico de diez años dejó caer el cómic de superhéroes que estaba leyendo para llevarse las manos a la cabeza, mientras su hermano mayor salía de la cocina para abrazarlo.
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En el Valhalla, Amanda se sentó a llorar, sola. De los cinco que habían empezado aquel caso, solamente quedaba ella. Con las lágrimas aún resbalando por sus mejillas, comprobó el contenido de lo que tanto le había costado recuperar.
Allí estaban todas las cuentas del prestamista: nombres, cantidades, fechas, todo. También los nombres de todos los policías corruptos del Distrito 43. Había información financiera sobre las actividades de los Falzoni en el barrio. Había documentación suficiente para asegurar la desaparición de la mafia de aquel barrio, si la ponían en manos de policías honestos.
También había una invitación a la gala anual celebrada por Alessandra Falzoni. En aquella gala, según pudo comprobar Amanda por notas del propio Labios de Seda, era donde los Falzoni servían un banquete con Ambrosía que daba los poderes de resistencia a sus esbirros. Poderes que duraban un año, y que debían renovar periódicamente.
Habían acabado con los Falzoni en la Plaza Miller, pero sus tentáculos sobre la Ciudad aún eran alargados.
-------------- FIN ------------------
EPÍLOGO
La lluvia vuelve a caer sobre la oscura Plaza Miller. La cámara va haciendo zoom lentamente hasta el colmado de la esquina, donde la cinta policial amarilla ha sido arrancada y echada a un lado. Desde el interior se puede oír el sonido de objetos siendo removidos. De repente, las luces de la tienda se encienden. El cartel de neón parpadeante del exterior cobra vida: COLMADO 24 HORAS. Tras la puerta de cristal, una figura robusta gira el cartel de CERRADO a ABIERTO. La cámara sube lentamente hasta mostrar la cara de Sam Saddle, destrozada, pero sin duda con vida.