Won gritó mientras sus pistolas soltaban plomo sin parar. Maldijo a esos estúpidos monos y toda su estirpe en su chino natal, citando los 64 infortunios que aflijirían a su prole aunque huyeran en las ocho direcciones cardinales y les amparara el emperador celestial y su cohorte de santos de jade. Su grito murió cuando se cerró la cápsula y sintió como las balas enemigas rebotaban inutilmente en la cubierta exterior. el blindaje de la pequeña nave era más que suficiente para cualquier calibre que no fuera un cañón de riel de 50 mm, así que bajó las pistolas de asalto humeantes y se dejó caer en uno de los asientos.
Won miró por la escotilla como la nave se alejaba y como la estación se hacía pedazos, eliminando todas las pruebas de cualquier error que hubiera podido cometer. La embajadora estaba a salvo y su misión cumplida. Suspiró aliviado. Por desgrácia eso no significaba unas agradables y merecidas vacaciones para el esforzado Won. No tendría un justo fajo de billetes y unas semanas de asueto para satisfacer sus perversiones más oscuras es. En cambio, le esperaba una caída al infierno verde de Paraiso. No había paz para el honrado ciudadano del estado-imperio.
Echaba de menos las drogas... miró distraído su ComLog, desconectado ahora de la red de conocimientos global que le diría si había ranas que pudiera chupar en Paraiso.
- Dan Ba...- murmuró.