Las rodillas ya le dolían a Alimorel, había perdido la cuenta de las horas que había permanecido de rodillas orando en la pequeña capilla de Sanpoint. Era un pequeño pueblecito costero con una industria floreciente cuya capilla tras un incendio años antes estaba siendo sustituída por una catedral de piedra financiada por las mejores famílias del pueblo. En la soledad de la nueva construcción aún no terminada agradecía la paz del lugar. El padre Abstalar Zanthus era un buen hombre, desde su llegada la había cuidado como su fuese una hija siendo el primero que la cuidaba cuando terminaba agotada del entrenamiento al que la sometía Brodan. El viejo Brodan... El y Zanthus la habían salvado de algo más que perder el alma por completo, ellos dos, el clérigo y el guerrero eran los únicos que habían creído que ella podía ser algo más que una mala bestia y asesina.
Su mente como tantas otras veces voló hacia Korvosa y aquella última noche con Gaedren Lamm. Su primer recuerdo de la infancia esa Gaedren, quizá la secuestró cuando de pequeña iba con sus padres al mercaso o quiza una matrona irresponsable de algún orfanato la vendió a Gaedren. O quizá simplemente fuese una niña de la calle a la que Gaedren le prometió comida y refugui. No, fue su padre que la vendió porque ya veía el mal en ella, sabía que era un monstruo... Sea como fuese pasó varios años como una de los Pequeños de Lamm, recordó las palizas hasta que no lograba traerle alguna chuchería de algún mercader o el anillo de alguna dama. Pasaba hambre y frío y recordaba las noches en que Lamm se llevaba a alguno de los niños menos productivos para que el pequeño jamás volviese a aparecer. Recordó como los demás niños tenían miedo a una chica mayor y que les sacaba una cabeza de alto y como sobrevivía un poco mejor que los demás por su fuerza.
Hasta que alguien murió, Gaedren era un cobarde y de inmediato la volvió a vender no sin antes dejar una huella que jamás podría olvidar. Recordó como entraron los dos en el almacén donde la habían encerrado, Gaedren y el orco. Apestaban más a bebida que habitualmente y se abalanzaron los dos sobre ella, Orco la agarró por las muñecas y la aplastó contra el suelo la cabeza contra las pocas sábanas sobre las que dormía, sintió que le ataba las muñecas y todo el fétido aliento de borracho sobre su rostro. Luego le tocó jugar a Gaedren, le arrancó los sucios pantalones y las bragas dejándolas caer sobre el sucio suelo. Las palabras del viejo quedaron grabadas por siempre en su mente.
-Vas a ser una buena puta pero me jode no estrenarte porque te bajaría en precio. Así que he decidido que te reventaremos ese culo tan mono para que te acuerdes de quien fue el primero que te metió carne dentro putilla. A pesar de que pataleaba con todas sus fuerzas no pudo revolverse contra dos adultos, el recuerdo de las callosas manos de Lamm separando sus nalgas y el terrible dolor que sintió cuando primero él y lego el orco la violaron quedó marcado a fuego en sus recuerdos la risa del anciano limpiándose el falo con su ropa para luego dejarla caer sobre la mejilla de una muchacha de 12 años que apenas podía moverse por el dolor y los golpes.
Escuchó las campanadas del templo, era ya la hora de oficiar la misa así que se levantó del reclinatorio, las rodillas crujieron protestando por las horas. Y de su regazo cayó una carta de Tarod Varisiano con una nota en el reverso.
Se lo que Gaedren te ha hecho.
Tambien a mi me ha causado un terrible dolor.
Se donde se esconde en la actualidad más
yo no puedo hacer nada contra él. Ven a
mi casa en el número 3 de la Calle Lancet al
anochecer. Otros como tú estarán tambien
presentes. Gaedren deben enfrentarse a su
destino, y la justícia debe cumplirse.
Gaedren y su querida mascota.
Antes de que Alimorel pudiese levantar la mirada de la tarjeta del Tarod o simplemente pudiese girarla sintió una presencia a su espalda. Su primera reacción fue llevar la mano a la cadera para buscar su arma, apretó el puño sobre la nada, no se entraba en una iglesia armada hasta los dientes y menos en aquella.
Sintió una tos lejana a unos pocos metros de ella, fingida sin duda para avisar a la mujer de su presencia para no soliviantarla. A veces a Alimorel le costaba acordarse de que estaba entre amigos, al menos en Sandpoint los tenía alejada de su pasado.
Alimorel giró la cabeza ya presuponiendo quien sería la persona a la que encontraría. El padre Abstalar Zantus esperaba pacientemente y con rostro preocupado la silueta de la mujer de rodillas en el duro reclinatorio. Su rostro enjuto con una cuidada barba azul y una incipiente calva mostraba la preocupación que se suele mostrar frente a un animal peligroso que nunca ha sido amaestrado del todo. Llevaba la túnica azul perfectamente pulcra y planchada, como el edificio se usaba para varias fes llevaba el símbolo de su Dios bajo la túnica por respeto a los demás.
Querida -preguntó el hombre preocupado- ¿Te encentras bien? Llevas casi todo el día encerrada aquí dentro, ningún Dios exige a los suyos que se castigue de ese modo día tras día.
Doblé el mensaje con cuidado. Asentí con firmeza, los recuerdos de mi vida pasada me asolaron de repente, y sentí que nada de lo que hiciera por bondadoso que fuera podría salvarme. "Tu alma está maldita...".
- Tengo tanto expiar que creo que ningún castigo será suficiente. - Miré con seriedad a Zantus y bajé la vista un leve instante. - Gracias por advertirme hermano, quizá tengas razón. Saldré a dar un paseo.
Hacía años que deseaba darle caza a Gaedren, sentí la ira en mí y me obligué a refrenarme. Aún no era momento de sacar a la bestia, pero sin duda Dios se complacería si conseguía alcanzar aquel horrible hombre. Quizá mi vida hubiera sido muy distinta si no hubiera llegado a él.
Sin dudar, me dirigí de inmediato hacia el lugar que indicaba el mensaje deseando que aquellas palabras fueran ciertas y que por fin pudiera encontrar a Gaedren.