Partida Rol por web

- ¡Hai, Sama! dice Taro, con una gran inclinación.
Es un honor que Orawa Sama, se dedique a mi persona con el título de Sama. No debo defraudarle.
- En cuanto termine este turno de guardia, os buscare. A continuación vuelve a inclinarse, tanto o mas que antes.
Taro se siente nervioso. Su porte firme y su vista al frente solo se ve traicionado por una gota de sudor perlado que cae por su sien.
¿Qué querrá de mi?

Sonríe con humildad ante la cortesía de su compañero y se sorprende al ver que alguién tan amable tenga capacidad de matar.

Tras hablar con Taro-sama me dirigí a la capilla. Mi mente estaba algo turbada por lo que estaba a punto de acontecer y necesitaba meditar, pero antes había de pedir ayuda a las eternas y celestiales protectoras.

Las Fortunas estaban esperando mis rezos diarios y no debía faltar a tan escrupulosa cita. Admiré la buena manufactura del sitio por parte de mis compatriotas, la belleza de la locaclización, los árboles que la rodeaban y la meticulosidad con la que la estaban limpiando el interior los monjes. Descalzándome en la entrada, con los calcetines contra el entarimado, fui deslizándome como un susurro sordo, hasta el frontal de la estancia.

A raíz de lo que se había discutido en la reunión, comencé rezando a Fukurokujin para que hiciera que la sabiduría prevaleciese sobre la ira en este incipiente conflicto que se avecinaba. Así también le solicité que me ayudase a ver con claridad por encima de las mentiras que mi enemigo derramaría sobre mis oídos al día siguiente.

El sonido de unos pasos. El metal repiqueteando. Un escalofrío mordiendo un camino invisible en mi nuca. Me giro para ver quién se acerca y el joven Taro está allí, recortándose su silueta contra la luz de la mañana en el dintel de la puerta. Termino mi plegaria y me levanto en un solo movimiento, fluido como el aire. Hago una pequeña reverencia ante las palabras del samurai y me acerco a él.

-Busquemos un lugar más cómodo y apartado para charlar.

Vagamos por los bellos jardines hasta algún lugar donde no haya muchos transeuntes, ni demasiado arbustros tras los que esconderse. No quisiera que la historia se repitiese. Camino conversando con Taro-sama, sobre su estancia en el castillo o sobre cualquier otro tema trivial hasta encontrar ése rincón idóneo. Con un meticuloso vistazo me cercioro de que nadie observa, luego me dirijo hacia mi acompañante con una voz más grave.

-Iré directo al grano. Un superior me ha solicitado que presencie y ayude en un interrogatorio que tendrá lugar mañana, y se me ordenó que a mi lado caminase y permaneciese un bushi. Pensé en usted, Taro-sama, porque es el único guerrero que he conocido desde mi estancia aquí.

Levanto mis blancas cejas, en espera de que Taro-sama, asimile mis palabras y medite una respuesta.

Taro acompaña por el hermoso jardín a Orawa - Sama, esperando no haberle importunado sus rezos a las fortunas.
Mantienen una charla amena y agradable, hasta llegar a una zona apartada y discreta.

- Me honráis con vuestra petición Orawa - Sama. Contad conmigo, por favor. Dice Taro respondiendo a la pregunta formulada por éste.
- ¿Sabéis de quién se trata?

Taro también echa un vistazo a su alrededor, para constatar que la conversación es privada.