Yosef vio abrirse el cielo cuando el caballero Ceferino habló. Pues por fin podrían salir de este maldito lugar y escoltados por hombres de armas, nada menos. Bajó rápidamente de su escondite y empezó a juntar las mulas, como sabía, con una sonrisa feliz en el rostro.
¿Lobos? Pues lobos y que el Infierno se llene de ellos si salimos de aquí con vida. Que no creo yo que los lobos se acerquen por estos parajes endemoniados. Y la boca cerrada, que la mejor manera de que no le pillen a uno contando mentiras es no sacando la lengua a pasear. Total, si contamos la verdad y nos creen, nos quemarán en la hoguera, y si no nos creen, nos tomarán por locos y nos echarán a palos. Así que lo mejor en estos casos es salir de este pueblo teniendo a los hombres a caballo por confiados aliados.
Por un momento pensó Elías que habría de enfrentarse a estos cuatro hombres a caballo y, estando ya herido, sintió que era su fin... pero esa Dolca, que tiene un pico de oro, les sacó del entuerto. Luego el navarro dijo lo de los lobos y, bueno, por qué no, qué más daba si lobo o gente que es, pero no es. En fin... lo importante es salir de aquí antes de que aparezca el hombre lobo ese o el demonio o la madre que los malparió a todos... -lobos, eso, lobos, acabó farfullando más para sí que para los hombres a caballo.
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Hora de salir a escena, sonrío y me bajo los bajos y mientra salgo me los voy subiendo, como si viniera de mear o algún asunto más oloroso.
- ¡Ya va, ya va! ¡Qué son esos gritos! ¿Acaso una anciana no puede tener un alto para hacer sus necesidades? ¿Que es este alboroto? -
Mientras me termino de ajustar la ropa, alzo la vista, - vaya, que fuertes mozos nos honran, señora Dolça. ¿Vienen a echar una mano tras la terrible tormenta de ayer? - Alzo la vista y sonrío. Y aunque por tormenta estoy pensando en el endemoniado cura y la que lió, me cuido mucho siquiera de hacer mención alguna a este hecho.
Miro las marcas y trazos de sus ropas y pertrechos, pues bien sé, que los señoritingos marcan a sus hombres como al ganado con símbolos y marcas, pero poco sé de ello y no reconozco al amo al que sirven.
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Motivo: Cultura (heráldica)
Tirada: 1d100
Dificultad: 20-
Resultado: 51 (Fracaso) [51]
Heráldica no hay, pero tiro por cultura a palo seco.
Se trata del escudo de armas del rey Fernando IV, sin duda. La tirada sería Cultura x 3, dado que el escudo del rey es bastante conocido.
Los soldados del rey van viendo salir de sus escondites a Dolça, Yosef y Yedra. Tanto el sargento como sus aguerridos hombres se abstienen de hacer comentarios por respeto a la señora Dolça, que pese a ser forastera y aún gentil, parece persona de calidad, y quizás incluso de influencias; pero es evidente que estos callados castellanos desconfían del grupo.
La caravana abandona las ruinas de Monegros con el sol de noviembre entre las nubes, por encima de las cumbres que les rodean. Aunque la mañana está desapacible, fría y con viento, el grupo siente un cierto alivio cuando las casas de Monegros desaparecen tras el cerro.
Los hombres de armas lideran la comitiva, y tras ellos la reata de mulas de la comerciante judía. Dolça monta una hermosa mula, y las demás llevan la carga de telas, que, al parecer, no ha sufrido ningún desperfecto durante la agitada noche. El balanceo de la montura le provoca un fuerte mareo, y el recuerdo del vuelo del cementerio y de la caída le vuelven a erizar el vello. ¡Qué dolor y qué sentimiento de impotencia!*
Su congénere y protector Elías, el gigante de la maza, también tiene la cabeza rota, y la misericordiosa mujer le ha permitido montar otra de las mulas, cuya carga ha repartido entre las demás. La herida vuelve a sangrar de tanto en tanto, y el buen hombre se deja ir cabizbajo y callado, apretando los dientes y lamentando su mala suerte.
El apuesto Oier lamenta no tener un digno caballo como los que montan los soldados del rey. Sus heridas** no le molestan demasiado (aunque no quiera Dios que se infecten) y echa de menos alguien con quien rememorar los buenos momentos de la noche y con quien ponderar las virtudes de las mozas, que no por ser espíritus dejaban de estar apetecibles, y si los cuchillos de los monegrinos cortaban, entonces las carnes de las monegrinas... El pensamiento de Oier se interrumpe cuando el joven repara en la vieja espada que cuelga de su cinturón: la espada que encontraron en casa de Ticio. Acariciando el oxidado metal y recordando alguna enagua entrevista la noche anterior, Oier se pone a canturrear. Para su sorpresa, de hecho, canturrea bastante bien. Es curioso, él siempre tuvo voz de pato, y ahora le ha sonado estupendamente. La fortuna le sonríe, ahora no habrá moza que se le resista.***
Yosef, que hace las veces de arriero de Dolça, camina junto a las mulas, azuzándolas o dirigiéndolas según sea el caso. El muchacho va callado, no tanto por el dolor de su herida como por estar concentrado en lo que ha visto esta noche y en el camino que tomará a partir de ahora su complicada existencia.
Entre otras cosas, Yosef se pregunta si la misteriosa Yedra cumplirá sus promesas. Desde que han salido del pueblo, la mujer se ha separado del grupo en repetidas ocasiones, perdiéndose en el bosque con su caldero al hombro, y reapareciendo cuando la caravana realiza alguna parada para refrescar los caballos o arreglar los vendajes.
A este paso un tanto mortecino, aunque aliviado, el grupo se acerca, cuando ya cae la tarde, al Castillo de San Leonardo, con la pequeña aldea de Yagüe a sus pies. El castillo es el destino de los soldados y, como fortaleza militar que es, no está preparado para alojar a viajeros.
-- Señora mía --aclara el sargento cuando el grupo se encuentra en la bifurcación que lleva al castillo o a las cabañas de la aldea-- en el pueblo de Yagüe encontraréis quien os ceda su casa, y en una jornada más de camino llegaréis a Burgo de Osma, a tiempo para la feria de adviento. Nosotros hemos de volver a nuestro servicio. Quedad con Dios.
Los soldados del rey comienzan su ascenso hacia la fortaleza, y os dejan en el camino, a un tiro de ballesta de las primeras casas del pueblo.
El sol desciende sobre el valle del Duero. La última vez que visteis descender el sol estabais en lo alto de los montes de Urbión, y lo sucedido en esa noche, y los seres que habéis visto, es un recuerdo que os hiela la sangre. ¿Deberían nuestros héroes seguir juntos o separarse? ¿Se curarán sus heridas sin la ayuda de Yedra, o les dejarán secuelas para siempre? ¿Será el demonio Guland un ser vengativo y rencoroso? ¿Qué habrá sucedido con Glancio? Al oponerse al demonio e impedirle quedarse con las reliquias, ¿habrán tomado partido en una lucha que los supera enormemente y que no los dejará escapar por toda la eternidad?
* Habíamos olvidado un poco el hecho de que Dolça tiene un tremendo golpe en la cabeza, de 6PV, nada menos. Creo que no lo tienes reflejado en la ficha: ¿puedes restarte 6PV? Estás Herida, además. Eso significa que pierdes tu bonus de daño y que tu movimiento en combate está reducido.
** Las heridas de Oier sí que han sido roleadas a gusto, pero no las veo reflejadas en la ficha. ¿Lo pusiste al día?
*** ¿Por qué será esto de que de pronto Oier tiene una voz agradabilísima cuando canta?
Bueno, pues no sé si resulta evidente, pero la partida ha terminado. Estos son los Puntos de Aprendizaje que podéis añadiros:
+40 por terminar la aventura con vida.
+10 por encontrar las reliquias en el cementerio: todos.
+10 por salvar a Xuxo: Dolça, Elías, Oier, Yedra.
Los PAp se reparten de la siguiente manera: si la competencia está a un nivel entre 00 y 30, cuesta 1 PAp por cada punto que aumentemos la competencia; de 31 a 60, cuesta 2 PAp cada punto; de 61 a 80, 3 PAp; de 81 a 90, 4 PAp; y de 91 a 100, 5 PAp.
Podemos comentar cómo repartir vuestros puntos en la escena de creación de personajes o en las notas de juego de la escena de Epílogo, como prefiráis.
He abierto una escena de epílogo para el que quiera participar en ella, aunque a partir de este momento ya no es obligatorio postear nada.
El que quiera desarrollar un poco más su personaje, puede aprovechar el epílogo como interludio entre aventuras. Podéis rolear qué camino toman vuestros pjs, podéis dialogar entre vosotros, podéis pulir la ficha sin rolear (curación, compra de equipo, aprendizaje, etc.)
Por lo que a la aventura respecta, es todo. Gracias.
Bueno, pues hemos terminado. Supongo que lo imaginabais desde hace un par de turnos, aunque no he querido mencionarlo para no quitaros el gusanillo de si vuelve a aparecer Guland o alguna otra cosa. Por cierto, Guland despareción dejando una amenaza, eso no se me va a olvidar.
Quiero daros las gracias por vuestra participación en esta mi primera partida como director en Comunidad Umbría. Me lo he pasado genial. Cada vez que escribíais me maravillaba cómo enriquecíais el mundo y a vuestros personajes, incluso mutuamente. Mira que es una aventura sencillita y tontorrona, pues a mí me teníais en un vilo cada vez por ver qué escribíais. ¡Le he cogido cariño a vuestros pjs, cosa que no es muy sana siendo máster de Aquelarre!
Como escribo por ahí, podemos seguir desarrollando los pjs en el epílogo, pero la partida la doy por terminada. ¡Muchas gracias a todos!