Aquellos monjes se ofendían rápidamente. Aunque en aquella sociedad en la que casi todo era una ofensa al honor del prójimo, no era algo demasiado raro. Aquella conversación no les iba a llevar a ningún lado, salvo quizás a una confrontación con aquellos monjes, por lo que mejor sería dejar de forzarles para que confesaran lo que podían saber o no.
- Siento si se han sentido atacados por algo. - Se disculpó la sobrina del daimyo. - No les robaremos más tiempo. Rezaremos por el hatamoto y luego nos marcharemos. Y... - Hizo una leve reverencia. - Le trasmito de nuevo mis más sinceras disculpas. Nunca fue mi intención venir a ofenderles a su casa.
Dicho aquello, rezarían unas oraciones y buscarían información en otra parte. Al fin y al cabo, no parecía que fuera a sacar nada mejor por las buenas con aquella gente y a no ser que sus acompañantes tuvieran algo más que decir, aquella conversación habría acabado.
Los monjes todavía habían sido gentiles con la descarada Kata-sama, quien no sabia donde se metía al sumarse a los rezos de los monjes, los cuales bien podían durar el día entero. Sin embargo ahora mismo con aquel agravio en ciernes no había una manera mejor de enmendarlo que demostrar un sincero interés por la salud del hatamoto. Masachiko no insistió sobre las gestas de aquel hombre, no quería tensar más la cuerda los ánimos ya estaba lo suficientemente enrarecidos.
- Nada más lejos de nuestra intención poner en duda las capacidades de vuestra Orden, hermano*.- dijo Nori ante el comentario ofendido del monje.- De hecho, es más bien al contrario. Me sentiría muy honrado si me fuera permitido conocer a los médicos de vuestro señor, para poder aprender los retazos de sabiduría que tuvieran a bien compartir.
Aprovechando el momento, Nori intentaba darle la vuelta a la situación y sacar una ventaja de lo que podía haber sido un escollo. Sería muy importante entrevistar a los cuidadores si querían averiguar si estaba pasando algo raro.
* Lo siento si esto suena demasiado cristiano, no sé si es correcto para dirigirse a un monje aquí. ^_^
El yojimbo se había unido a los rezos predicando con el ejemplo a la espera de que sus compañeros hicieran los mismo, aquello iba a ser largo y duro sobre todo para Useigi Kata-sama, sin embargo ahora mismo era la única opción de ocultar sus deslices. Que sus actos demostrasen lo que no se había conseguido con palabras.
Tendría que hacer de tripas corazón y arrodillarse para rezar a una diosa, que si bien le caía simpática, no era su predilecta. No le quedaba más remedio que hacerlo si no quería parecer lo que en realidad era, una interesada. No obstante, prisa no tenían, pues lo que realmente, lo que habían ido a hacer allí, no era a velar por la salud del hatamoto, sino a desentrañar las posibles traiciones hacia el daimyo, que se estaban cociendo en aquel lugar.
Con resignación, comenzó a orar. Sabía algunas oraciones y rezos, pues eran de cultura popular y en ello, la bardo estaba más que familiarizada, aunque claro estaba que se le acabarían muy pronto, mucho antes que al resto de monjes. Podría repetirlas una y otra vez o simplemente pensar en otra cosa, porqué a fin y al cabo, no creía que fueran a orar en voz alta y si lo hacían, bastaría con reproducir lo que los monjes estuvieran diciendo.
Nori se encogió de hombros y se unió al rezo. Seguramente de los tres era el que menos dificultad tendría para ello, pero para esto no habría hecho falta sacarlo de su refugio en las montañas.
Se dedicó una reprimenda interna. Rezar nunca era una pérdida de tiempo, sino lo contrario. Quizá Amaterasu tuviera a bien enviarle alguna revelación. Relajó la postura, respiró profundamente y se unió a la letanía de los monjes.
Pasasteis todo el día rezando junto a los monjes, los cuales parecían simplemente incombustibles. Para cuando terminasteis, teníais tanto las rodillas como las piernas agarrotadas, y la espalda dolorida de permanecer en la misma postura pero ellos se levantaron sin problema aparente, se despidieron con una reverencia y se empezaron a encaminar hacia algún otro lugar de la Pagoda. De hecho, hubo dos que incluso se pusieron a murmurar algo entre ellos.
Ahora la estatua de Amaterasu centelleaba con los tonos anaranjados del sol poniente como si estuviera en llamas. Aunque en unos minutos el hermoso espectáculo se apagaría pues el astro estaba a punto de ocultarse tras el horizonte.
Habían perdido gran parte del día arrodillados. Kata estaba entumecida y dolorida, pero lo peor era que estaba cabreada como una mona, aunque trataría de no demostrarlo. Ya suficiente había metido la pata hasta el momento. De haberse mantenido en silencio, no tendrían que haber malgastado el tiempo en aquel templo.
- Se ha hecho tarde. - Dijo al salir del templo y miró a sus compañeros de rezos. - Última hora de la tarde... - Asintió con la cabeza mirando al cielo. - No me gustaría perderme la cena. Creo que deberíamos regresar al castillo y buscar a Kaori. Espero que haya tenido mejor suerte que nosotros...
Para sorpresa de Nori el yojimbo parecía bastante familiarizado con el rigor de los rezos, al levantarse tuvo molestias como los demás, aunque parecía mucho más habituado a ellos que otros hombres. El bushi despidió de los monjes uno a uno dándoles las gracias por permitirles compartir sus rezos con ellos, una reverencia digna de un daimyo. Cuando iban a marcharse trato de escuchar los susurros de los monjes antes de dirigirse a Useigi Kata-sama.-Si os parece bien mi señora antes de marcharnos deberíamos presentar nuestros respetos al abad, el muy ilustre y sabio Tetsuo-sama. Luego tengo una promesa que cumplir, pues todavía os debo una taza de té y unos dorayakis de judía roja.- comentó con sonrisa paternalista antes la muchacha. Bien sabía que para ella más que para nadie las horas de rezos habrían sido muy duras, y al yojimbo siempre le agradaba premiar un genuino y sincero esfuerzo. Era la pequeña manera que tenía el yojimbo de corresponder el esfuerzo de su señora por enmendar sus faltas.
Motivo: Percepción
Tirada: 1d20
Resultado: 13(+12)=25 [13]
- Bien... - Sonrió. - Despidámonos del abad y tomemos ese té con dorayaki de judía roja... - No le apetecía nada ese té ni los pastelitos, pero no podía decirle que no a aquel hombre tan recto y dedicado. Un hombre que sabía estar siempre a la altura. El hombre que a cada palabra y a cada gesto que realizaba, más atractivo le parecía a Kata y por el que casi empezaba a suspirar como una adolescente. - Vamos a presentarle nuestros respetos, si... - Añadió. Y luego, una vez en el castillo se daría un baño. Y si su querido guardaespaldas quería frotarle la espalda, no pondría impedimento. De hecho, dejaría que frotase lo que quisiera, donde le diera la gana...
Nori miraba de reojo a sus dos compañeros, preguntándose por primera vez si quizá había algo entre ellos. Pero no, era imposible. No con Kaneda-san, el yojimbo era demasiado honorable como para meterse en un lío de faldas con alguien que tenía un estatus muy superior.
- Vayamos. Por aquí.- dijo Nori, indicando el camino donde Tetsuo-sama se despidió de él aquella mañana, esperando que sus estancias estuvieran por allí.
Aguzaste el oído para intentar captar lo que murmuraban dos de los monjes en su marcha.
—Si el hatamoto no mejora es posible que tengamos que elegir un nuevo Kannushi... Dicen que Tetsuo-dono va a heredar el feudo.
—¡Por el Sol Radiante! Espero que no. Es decir, espero que nuestras plegarias sean escuchadas... aunque si tristemente Amaterasu-sama decide levárselo a su glorioso seno, nuestro deber es apoyar a Tetsuo-dono.
Llegasteis al lugar de la pagoda en el que os habíais despedido de Tetsuo sólo para enteraros que el anciano ya se había ido hace horas. El cielo era ahora de un bonito tono púrpura claro en el horizonte que avanzaba pro el azul oscuro conforme se recorría la bóveda celeste con la mirada.
Masachiko miró al cielo, sería mejor emprender el camino de regreso hacia el castillo, pero antes tenía una promesa que cumplir.- Useigi Kata-sama en breve será hora de cenar y deberíamos volver al castillo Masaki antes de que anocheciera, permitidme obsequiaros con algunos dorayaki de judía roja para el camino y mañana tenéis mi palabra de que os acompañaré gustoso hasta la casa de te si así lo deseáis.-con el permiso de la señora el yojimbo se acercaría al puesto de alguna mujer mayor donde se vendieran dichos dulces indicando que eran para sus señora, para que el heimin tuviera claro que no podía ofrecerle un producto cualquiera. Una vez hecho le entregó a la muchacha un pequeño hatillo envuelto en un pañuelo con cuatro de los dulces para amenizar el camino al castillo.
-Debo decir que los rezos han dado sus frutos, los monjes temen por la salud del hatamoto, pues si eso sucede deberán nombrar un nuevo Kannushi.-miró a Nori dando a entender que ambos sabían muy bien que significaba aquello. Tetsuo-dono era el heredero legitimo, pero su posición como Kannushi no haría decoroso que volviera a la vida samurai. Aunque la genuina preocupación de los monjes daba a entender que Tetsuo-dono parecía convencido a volver a recorrer dicha senda en el crepúsculo de sus días.
Useigi Kata sonrió ante la ofrenda del yojimbo. Esperaba poder devolverle con creces su amabilidad, aunque era posible que no se dejase. Kaneda tenía muy interiorizado el protocolo, los escalones entre clases sociales y todo aquel tedioso entramado social. De hecho respetaba todos aquellos asuntos mucho más que Kata, siendo de origen noble y sin duda creía en que no quebrantar toda aquella parafernalia.
- Sois muy amable Masachiko-san. - Le dijo complacida y mirándolo con devoción. - Me gustaría compartir contigo los dorayakis... - Le dijo con una evidente sonrisa bobalicona. Entonces reparó en que Nori también iba con ellos. - Y con usted por supuesto. - Le acercó a Shimara el paquete. - ¿Quiere?
Y entonces salió la interesante conclusión a la que había llegado el yojimbo. Además de valiente, guapo y atento, también era inteligente.
- ¿Insinuáis que los monjes creen que Tetsuo será el nuevo hatamoto? - Le preguntó intrigada. - ¿Qué pasa con Ichiro? Es el siguiente en la sucesión, ¿no?
-Desconozco el protocolo exacto en estas situaciones, estoy seguro que Nori-san podrá asesorarnos al respecto. Lo que si me llama mucho la atención es que alguien que ya ha hecho honores para ganarse el retiro se muestre interesado en retomar un cargo de samurai, si Tetsuo-dono no se hubiera mostrado interesado los monjes no se preocuparían por tener que nombrar un nuevo Kannushi. Parece que tenemos una pieza más en juego, que muy probablemente se haya excusado ante Nori-san porqué tenía "asuntos" que atender.-todavía era muy pronto para lanzar acusación alguna, pero sin duda alguna la actitud de Testuo-dono había sido algo extraña, como si quisiera ocultar algo. De todas maneras aquella tarde había estado plagada de pequeños éxitos, poco a poco iban recopilando datos desconocidos e iban viendo los movimientos de los Masaki.
Se puso a la par de su señora y después de que Nori hubiera cogido uno de los dulces él tomó otro, no porqué tuviera hambre en si o porqué le placería, sencillamente porqué su señora quería compartir uno con él. Y la palabra de Useigi Kata-sama era ley para el yojimbo.
Nori aceptó el dulce, no porque realmente le apeteciera, sino para no ofender a Useigi-san. Kaneda-san hizo lo propio, y Nori pensó que sería por el mismo motivo. Debía ser un fastidio tener una posición tan elevada que nunca supieras si la gente realmente apreciaba lo que hacías, o simplemente lo hacían porque era lo correcto.
- Aunque Tetsuo-sama ya tuvo que colgar los hábitos una vez antes para asumir la regencia, hasta que el actual hatamoto fue mayor de edad, personalmente no lo veo inclinado a hacerlo de nuevo.- dijo Nori con un encogimiento de hombros ante el comentario de Kaneda-san.- Aunque por supuesto lo haría si fuera necesario, pero todo parece indicar que Ichiro-sama será su sucesor.
Los tres se encaminaron al castillo Masaki. Aquel día no había resultado ser tan diferente del típico día normal de Nori en su retiro, pero algo le decía que los siguientes no tendrían nada que ver.