Fue en algún momento entre el ante ultimo vaso de vino aguado y la breve caminata hasta las proximidades de la chimenea cuando una mujer en la que no había reparado (quizás ya estaba muy ebrio), comenzó a hablarles a todos como uno de esos curas pescadores de conversos que tan comunes eran en las grandes ciudades.
Sorprendido por el timbre de la voz femenina – cosa a la que no podía negarse – Slaine se volteo hacia la desconocida “comiéndose” el cuerpo de la fémina con los ojos.
La escucho un breve instante hasta saber que le importaba tanto como un trozo de mierda seca de caballo el mensaje que aquella tenia para comunicar.
Y aparte estaba muy flaca.
Aunque claro, si la mujer quería sus buenos 110 kilos encima de ella rebotando como el fuelle de una herrería.
El no iba a decirle que no.