Mañana cumplo 5 meses de embarazo. La panza ya me está empezando a estorbar y no se qué hacer. A veces siento que mi bebé es lo único que me mantiene cuerda y me empuja a seguir luchando, a no rendirme, pero al mismo tiempo siento que ha sido un error conservarlo. ¿Qué futuro le espera? No hay nada que le pueda ofrecer. Ni siquiera puedo garantizar su seguridad. Me pregunto qué pensaría Pavel si estuviera aquí conmigo.
Tengo miedo. Hasta ahora he podido arreglármelas bien y aportar al grupo, pero dentro de poco no voy a ser más que una carga y si este niño, si mi hijo nace lo voy a ser todavía más. Ellos no me van a cuidar por siempre, va a llegar el día en que deban elegir si ellos o yo, y se que tendré todas las de perder. No los culpo, yo también lo haría. ¡Dios! Ni siquiera debería estar pensando en estas cosas. No tiene sentido y es comerme el coco por gusto. Tengo que ocuparme del hoy, del ahora, de sobrevivir a este día y así con todos los que le siguen, pero no puedo. La vida que llevo en el vientre me lo impide. Me aterra el mañana y sin embargo no puedo dejar de pensar en el.
Tengo algunas medicinas en la mochila, es nuestro botiquín de primeros auxilios. Tiene poco más que lo básico, pero cuando menos sirve. Las cosas iban mucho mejor cuando teníamos la ambulancia, ahí habían muchas más cosas y era segura, pero ponchamos una rueda y no teníamos tiempo para cambiarla.
El sonido de la llanta al reventarse los atrajo como moscas a la miel. Pavel y yo metimos todo lo que nos cupo en las mochilas. El se hizo cargo de lo más pesado, latas de comida y cosas para defendernos. Yo, en cambio, me ocupé de las medicinas. No podíamos cargar con los botiquines, así que metimos lo básico en mi mochila y salimos corriendo.
Todavía no se cómo lo logramos, pero seguimos aquí.
Encontramos un grupo de supervivientes y nos hemos unido a ellos. Hay niños y algunos están enfermos. Pavel y yo estamos ayudando en todo cuanto podemos, pero es complicado, no tenemos muchos medios.
Por la tarde un grupo de tres salieron en la camioneta. Encontraron un supermercado sin saquear y aseguraron que podían entrar sin riesgo. Regresaron sólo dos y uno de ellos venia herido. En cuestión de horas había enfermado, pero al menos tuvo tiempo de despedirse de su esposa e hijo. Los hombres lo llevaron a la parte de atrás y acabaron con él. No podían hacer más. Ninguno podía.
Estoy sola. Pavel se ha ido. Todavía no sabemos cómo, se suponía que el lugar era seguro, pero entraron y en cuestión de minutos estaban por todos lados.
Corrimos hacia el único lugar que podíamos: los baños. Nos encerramos allí, pero las puertas no eran lo suficientemente firmes y pronto comenzaron a ceder. Perdimos a dos durante la huída y a Pavel lo infectaron. Tuvimos que dejarlo atrás.
Ahora somos diez.
Un zombie nos detectó hoy. Sentí que el corazón se me detenía cuando lo oí arañando la puerta a eso de las nueve y media de la noche. Mikolaj y Vilem se lo cargaron con la ayuda de Lenore que se encargó de la puerta. Rubén también estaba cerca de ellos, listo para actuar. Yo me quedé atrás, para variar, cerca de la puerta que daba al pasillo por si tenía que correr hacia las escaleras.
Ya no nos queda comida, tampoco gas. Dimos cuenta de la última ración de arroz que teníamos por la tarde y que habíamos cocinado con el último suspiro que le quedaba al tanque. Mañana tenemos que movernos. No tenemos otra opción. Además que este lugar ya está comenzando a apestar por culpa del zombie ese y dentro de unas horas el olor va a ser insoportable. Pero bueno, mejor no me quejo del hedor porque el putrefacto aroma zombie oculta el de nosotros y no nos huelen. Cuando menos podremos tener una noche más tranquila y descansar.
Espero no tener pesadillas.
Hijo mío, estuve a punto de darme por vencida, me avergüenza decirlo pero fue así. No es la primera vez que veo morir a alguien a manos de estos monstruos y ya tendría que estar acostumbrada, no debería impactarme así, pero lo de hoy me superó... me acordé de nosotros, de tu padre y de mí; sólo que en este caso el final fue diferente, ellos no alcanzaron a escapar. Pensar en que esa mujer pude ser yo, pensar que si me atrapan esa será mi suerte, pensar en lo que te ocurrirá me hace llorar, me angustia, me supera.
A lo mejor nunca leas ésto, a lo mejor ni siquiera alcanzas la edad suficiente para entenderlo o no hay nadie que te pueda enseñar a leer. Ojalá pudiera decirte que estaré contigo, que cuidaré de ti, pero ni siquiera se si sobreviva a la próxima hora. Hijo mío, quiero creer que aún estando en mi vientre puedes escucharme, que eres capaz de oír mis pensamientos y que sabes, que sientes lo mucho que te amo; espero también que entiendas mi dolor y que perdones mi egoísmo. Que me perdones por obligarte a pasar por todo ésto, por aferrarme a ti. Por desear que nazcas, por querer tenerte en mis brazos y besarte. Por traerte a este infierno, por hacerte pasar por todo ésto; pero tu madre es débil y una cobarde. No tuve valor para interrumpir este embarazo cuando aún era tiempo y menos puedo hacerlo ahora que te siento con tanta fuerza.
Hijo mío, si tú o alguien más está leyendo ésto quiere decir que no lo conseguí, que he muerto, sin embargo hay cosas que debes, que necesitas saber para defenderte y sobrevivir, cosas que registraré a diario para ti.
- El olor a podrido nos permite darnos cuenta de cuándo están cerca.¹
- Pueden olernos, pero puedes ocultar tu aroma si te impregnas con el de ellos.²
- El ruido los atrae como moscas a la miel.
- No les gusta la luz, en especial la del sol. Consigue luces potentes, focos halógenos, flashes, cualquier tipo de luz pero que sea potente, de esas que si te dan directo a los ojos te ciegan, porque te van a servir para asegurar tu refugio durante la noche.
- El único modo de matarlos es destrozándoles la cabeza o reventándoles el cerebro, cualquier otra cosa que intentes con ellos sólo te va a servir para ralentizarlos.
1.- Diario de Lenore.
2.- "El putrefacto aroma zombie oculta el nuestro y no nos huelen". (Diario de Tereza)
Nos moveremos apenas aclare lo suficiente. Lenore y Vilem van a ir por el velero, mientras que Miko y Rubén van a tratar de entrar a un supermercado que hay a un par de manzanas de donde estamos, necesitamos alimentos y agua, sobre todo agua. Yo voy con ellos, los voy a esperar al volante, en el camión.
Se supone que Rubén y yo tenemos que hacer guardia, pero le he dicho a Rubén que trate de descansar, el pobre se pasó horas frente al volante y está agotado. Se quedó dormido, aunque dudo que profundamente, encerrados, con el calor que hace y encima con esos bichos fuera descansar suena a quimera. Yo estoy aprovechando de escribir amparada en los rayos de luna que se cuelan por la ventana y acabo de ver algo interesante: los z's no saben nadar. Algunos se cayeron al agua y se hundieron cual peso muerto -nunca mejor dicho, por irónico que suene-; seguir vivos siguen, pero están en el fondo del Moldava.
Ha empezado a amanecer, pero la luz aún no es suficiente para arriesgarse a salir, todavía andan demasiadas de esas cosas allá afuera. En cuanto Lenore y Vilem despierten les voy a contar lo que descubrí.
Bufff, me pesan los ojos y no paro de bostezar. Espero no dormirme...