Partida Rol por web

Los ojos de Vilem se inyectan de sangre. Su respiración se acelera, aún más, cuando dentro de la "cueva" puede ver una mano pequeñita, regordeta, arrancada de su muñeca, en un charco de sangre. El pequeño índice aún parecía moverse...

Con un rugido salta hacia adelante, la rabia escupida como espuma de su boca. A las patadas desarma el lugar, vuelan cartones, cajas, recipientes plásticos. El monstruo en su interior intenta salir y atacarlo, pero Vilem se ha convertido en algo peor que él, más violento, más terrible, un ángel vengador como una torre de músculos que baja el brazo y destroza la cabeza del z con sus golpes, una y otra vez. Y otra. Y otra, hasta que solo quedan restros de pelo pegados a trocitos de craneo blanco, todo manchado de sangre, sesos y bilis.

La bilis es propia, por cierto, y Vilem sale hacia del callejón. En su camino, saliendo de la cueva, tropieza, se dobla y vomita. Vómito seco, de un estómago vacío y ardiendo. Levanta la vista, y ve con lo que ha tropezado: un carrito de bebé, manchado de sangre, pero derecho. Dentro, primorosamente dispuestas, las partes de un ser humano, lo que alguna vez fuera un ser humano, de seguramente menos de un año. Como un rompecabezas, los ojos vacíos, muerto, sí, definitivamente... y con una colcha a los pies, como para que no tenga frío. Le falta una mano; Vilem todavía puede verla a centímetros de él.

Los vómitos vuelven y se incorpora tras ellos, apoyado en un viejo contenedor. Escucha pasos que se acercan, aunque mucho no le importan ya. El cadaver que ha destrozado, ahora sin cabeza, es de una mujer de unos 40 años. Le parece que sus brazos, en lugar de levantados para atacar, están en posición de suplicar.

Las lágrimas comienzan a correr por sus mejillas, mientras oye que Rubén dice algo...

- No mires, dice Rubén mientras intenta contener a Tereza, hacer que no mire, abrazarla para que el macabro carro de bebé no toque sus ojos. Pero él mismo no puede evitar pensar, ver, reconocer... que todo se está yendo a la mierda. Mierda profunda, oscura y olorosa. Mierda de la buena, sí señor. 

Con la mano libre se santigua, y piensa que nunca fue religioso. Hoy ya no sabe si pensar que esto es una demostración de que Dios no existe o es, realmente, una señal divina y tiene que empezar a creer en los castigos divinos. Si existes... piensa,

- Eres un reverendo hijo de puta. La frase cuelga en el aire, apenas...

--- EN EL BARCO ---

Martin comienza a desarmar los cabos del bote. Si vamos a rescatar a tus amigos, mejor será que vayamos ahora. Se encoje de hombros mira mientras mira el barco y señala a Lenore que suba. No me vendría mal la compañía, y tampoco es que ella se fuera a ir a ningún lado sin mí.

Una pequeña risa por lo bajo hace que Lenore frunce el ceño. Tal vez el hombre ya está perdiendo la cordura...

- Subes o no? dice Martín empuñando un par de remos.

--- EN EL BARCO ---

Lenore se quedó quieta un instante, observando a Martin, con una mirada analítica y la boca ligeramente abierta. ¿Qué le causaba gracia a este tipo?
Sacudió la cabeza, como descartando sus inquietudes. No había tiempo para eso. Tenían que llegar hasta Vilem y, al fin y al cabo, ella no era la persona más indicada para ponerse a juzgar la salud mental de nadie.

Asintió.

—Ok, vamos.

Saltó dentro del bote.

—¿Sabes cómo manejar uno de estos? —le preguntó a Martin.

-¡Suéltame, suéltame!

No hizo caso a las palabras de Rubén y mientras él más se empeñaba por alejarla, por evitar que mirara, ella más luchaba por hacer todo lo contrario. Y entonces lo vio y la visión la enmudeció. Los ojos de Tereza estaban abiertos como platos, a punto de salirse de sus órbitas, aterrados, tristes...

En un ataque de desesperación, de frustración, de pánico, comenzó a golpear a Rubén con sus puños, a pelear con él para que la soltara. Las lágrimas corrían copiosas por su rostro pero seguía sin articular palabra alguna, era todo gemidos y gruñidos.

Rubén no hacía nada, se protegía de sus golpes como podía pero no la soltaba. Tereza quería salir corriendo, huir de ese lugar, huir de todo. Había visto muchas cosas, había soportado muchas más, pero nada, nada se comparaba con eso... nada se comparaba con la visión del futuro, si es que a eso se le podía llamar futuro, que le esperaba a su hijo...

--EN EL BOTE--

—Claro que sé —respondió Martin.

Se sentó en un costado del bote, cogió un remo y lo hundió en el agua. De pie, a sus espaldas, Lenore se hacía sombra sobre los ojos, con una mano y observaba a sus compañeros, a la distancia. Luego bajó la vista hacia Martin, que comenzaba a remar.

—No hay tiempo para eso —le dijo—. Los están rodeando.

Se agachó hacia la popa del bote y tiró de la cuerda del motor, que cobró vida con un sonoro ronroneo.

Martin se dio la vuelta y la miró con gesto azorado, mientras el bote aceleraba, rumbo a la orilla.

—Ese ruido atraerá a todos los jodidos muertos en veinte calles a la redonda. ¿Acaso estás loca?

—Ese es parte del plan y sí.

—¿Sí qué?

—Sí estoy loca —respondió Lenore, con énfasis—. Trastorno Bipolar Tipo Uno y, para tu información, hace dos semanas que no tomo la medicación, así que no me llevarás la contra, si sabes lo que te conviene.

La mueca de sorpresa de Martin se convirtió en una media sonrisa, soltó una risilla nerviosa, sacudió la cabeza y miró hacia la proa.

—Lo que usted diga, capitana.

Martin se inclinó hacia delante y frunció el ceño, tratando de agudizar su vista.

—¿Qué diablos es eso?

Lenore se acercó a mirar y vio un grupo de extraños bultos de color naranja, que se arracimaban, flotando en la superficie, a unos cincuenta metros delante del bote.

Martin soltó un juramente en checo.

—¿Qué…? —quiso preguntar Lenore, pero Martin apoyó su peso sobre el timón, con tal brusquedad, que el bote dio un bandazo y a punto estuvo de caerse al agua.

Lenore escuchó el coro de familiares gemidos guturales y el corazón le dio un vuelco.

Una figura gris, con los ojos desorbitados y el rostro desencajado, saltó del agua, con los brazos extendidos y metió medio cuerpo en el bote, intentando coger a Lenore, con movimientos espasmódicos. Se aferró con ambas manos a una de sus piernas y tiró de ella con una fuerza inesperada, para alguien que debía llevar muerto varias semanas. Lenore lanzó un grito de espanto, manoteó a su alrededor, con desesperación, y logró asir un remo. Lo estrelló con fuerza contra la cabeza del muerto viviente, cuyo cráneo se partió, como el cascarón de un huevo. Su cuerpo inerte se deslizó por encima de la borda, pero no se hundió en el agua. Lenore se dio cuenta de que llevaba puesto un chaleco salvavidas naranja. Miró alrededor y vio que, al menos, de dos docenas de muertos flotaban con sus torsos, por encima de la superficie y manoteaban torpemente, intentando impulsarse hacia ellos. Todos permanecían a flote gracias a los chalecos que llevaban puestos. El violento cambio de dirección de Martin les había permitido esquivar por poco al grupo de zombies navegante, al que había atraído el ruido del motor del bote.

Lenore apoyó la cabeza contra la borda y suspiró profundamente, intentando recuperar un ritmo normal de respiración.

—¡JA! —se rió Martin—. Eso estuvo cerca.

—Pensándolo mejor, la próxima vez puedes llevarme la contra —dijo Lenore, mientras se incorporaba.

Vio que sus compañeros se acercaban a la orilla y señaló en su dirección.

—Por ahí.

Se puso de pie y agitó los brazos, por encima de la cabeza.

—¡Eh, por aquí! ¡Venid por aquí!

Rubén, Tereza y Vilem consiguieron verla, y comenzaron a correr hacia el bote.

-Debemos... debemos tranquilizarnos todos.- dice Vilem, tomando aire y reponiéndose en parte de la situación. - Tenemos que llegar al...

Su frase se vio interrumpida por los gritos de Lenore

-¡Eh, por aquí! ¡Venid por aquí!

-¡Es Lenore!- Vilem pareció aliviado de que no le hubiera pasado nada a la extranjera- ¡Vamos! - dijo a sus compañeros.- ¡Podemos llegar al barco!

Vilem empieza a avanzar hacia el barco, junto a sus compañeros. Algunas criaturas han sido atraídas hacia la zona debido al ruido de la embarcación, pero Vilem, con fuerzas renovadas utiliza el cuchillo de Miko para cortarle la cabeza de un tajo.

 Rubén apartaba la cara de los golpes de Tereza, si bien no eran fuertes, dolían igualmente.

 - Vayamos, no tenemos nada que hacer aquí, Lenore lo ha logrado, nuestra salvación.

 Al partar la vista de la escena, el español miró por dónde se había colado este último ser que Vilem había destrozado. La grieta de ese edificio...

 - Vilem lleva a Tereza, daré un vistazo rápido, quizás haya algo que podamos aprovechar...

 Sin esperar respuesta se acercó a la grieta y dió un vistazo al interior... no veía un pijo, estaba todo a oscuras y, siendo más delgado que Vilem, se aupó y se deslizó dentro. Uuoooohh. Al estar oscuro no vió donde ponía el pié y se cayó por el suelo.

 - No es nada.- Dijo a los demás para que no se asustaran.

 Atientas se levantó, el suelo estaba mugriento, tenía una extraña textura aceitosa. Por suerte estaba demasiado oscuro como para distinguir exactamente que era. A medida que sus ojos se acostumbraban a la oscuridad y distinguía contornos y sombras empezó a andar por la zona abriendo armarios en busca de latas de conserva, agua embotellada, sobres de sopa instant.

 Quizás haya algo, un poco más adentro... Poco a poco se fué internando en el piso tanteando hasta que alcanzó lo que debería ser una escalera comunitaria, toda en penumbra en lugar a de a oscuras gracias a un tragaluz en la parte superior de esta. Ups, mejor regreso dentro... Con la sensación de angustia creciendo en su interior, Rubén intentó de desandar el camino trazado a tientas cuando sintió que algo se movía, una presencia. No sabía que era. Pero en su mente había multitud de respuestas y ninguna de ellas esperanzadora.

 El problema es que esa presencia estaba en medio del camino... no podía coninuar por allí.

 ¡Mierda!

 Sin dudarlo, con la angustia devorándole en el interior, se fue corriendo hacia la escalera, quizás pudiera salir al exterior por esta escalera comunal...

Rubén comienza a subir por la escalera, sintiendo todo el tiempo como un horrible aliento le sopla en la nuca. Tal vez sea su imaginación, algo real, o una corriente de aire levantando el olor a miasma y muerte a su alrededor, pero consigue con los ojos desorbitados salir a la calle, jadeando, apenas en pie.

Una mano fuerte lo toma del brazo y lo arrastra. Al comienzo se resiste como un condenado, hasta que Vilem lo apresa y obliga a mirarle a la cara. 

Sin más miramientos lo lanza hacia el bote donde esperan Lenore, Tereza y un barbudo desconocido. El checoslovaco se ha quedado como último hombre y así salta hacia el bote, que ya se aleja raudo de la orilla, hacia la paz del canal... y el barco allí anclado.

Fin del Episodio II