Partida Rol por web

Aquella enorme caja de hormigón y metal que hacía de complejo en mitad de la Antártida, tenía una sola puerta, o al menos, que la mayoría conociera. Era la puerta por la que habían llegado y delante de la cual habían quedado para reunirse con Hanta, el conductor del vehículo.

Al llegar a la puerta interior, que ya estaba bajada, pudieron notar el ambiente algo más frío que en el resto del complejo. Nathan estaba ya allí, junto con Andy y quien parecía ser Hanta.

En el suelo había varios bultos que Hanta estaba subiendo a un pequeño carro con ruedas gruesas. Debía de ser el equipo de la expedición, ya no solo mochilas, sino también los aparatejos que Michael pudiera necesitar o las herramientas que Andy quería llevar.

Hanta parecía no hablar mucho inglés, ya que se comunicaba mucho con señas. Así que, según el resto del equipo fue llegando, indicó que dejaran sus cosas sobre el carro para llevarlo al transporte.

Erin fue la siguiente en llegar. Se la veía más tranquila y con su sonrisa habitual. Se había vestido con varias capas que incluía ropa para el intenso frío de fuera y para el supuesto calor que encontrarían dentro de la cueva, y llevaba el maletín médico que ella misma había preparado por si tenían cualquier emergencia. Iba a preguntar qué era del resto del equipo esencial de exploración, y de los trajes protectores, pero vio que ya estaba todo preparado.

Saludó a Nathan y Andy con un asentimiento de cabeza y fue a darle un apretón de manos al conductor.- Hola, yo soy Erin, la doctora- habló despacito y claro porque no sabía si el tal Hanta la entendería. -Esto- y señaló a al maletín que llevaba en la mano que mostraba una clara cruz señalando material médico -va siempre conmigo- se señaló a sí misma, dejando claro que no se separaría de él. Lo normal era llevarlo atado a la mochila, así que eso haría en cuanto se la colocara.

Una vez hecha la presentación se colocó al lado de Andy y espero a que le indicaran dónde sentarse o qué debía hacer a continuación.

No diría que se había calmado, pero al menos había templado los nervios. Quería largarse de aquel complejo a la mayor velocidad posible para que, con suerte, las visiones se acabaran. Si era algo relacionado con el complejo, las visiones acabarían, si no, al menos lo sabría. Había estado pensando. Si era algún ataque con ondas tendría que ponerse algún tipo de casco para hacer una jaula de Faraday, si era algo químico no sabía como evitarlo.

Con paso inseguro se acercó a la zona donde estaba el vehículo que los llevaría fuera. Hamta resultó ser una especie de sherpa con problemas de comunicación, aunque se hacía entender. Michael dejó la mochila donde le indicaba y extendió el pulgar a modo de asentimiento y agradecimiento. Miró de reojo a Andy pero no dijo nada. Su sonrisa perenne parecía haberse extinguido. Miró en dirección al corredor que llevaba al complejo y dijo

- Espero que el resto llegue pronto. Cuanto antes descubramos lo que hay aquí antes podremos irnos. No habrá manzanas, ni hormigas, ni serpientes, ni visiones...

Suspiró y consiguió esbozar una sonrisa.

- Espero que valga la pena arriesgas la cordura por esto. - Se sonrió - Solo me he emborrachado una vez en mi vida, y acabé haciéndome un tatuaje en la base de la nuca.... Pero ni siquiera ese día había llegado a alucinar. - Se ajustó las gafas antes de decir - No sé como es en sus países, pero en Noruega te encierran si vas diciendo que tienes visiones...

Cargado con una mochila a la espalda y una gran bolsa en la mano, el capitán Silvan apareció al poco. Vio que Michael hablaba con la doctora, Nathan y otro hombre al que pronto le presentaron.

-Buenos días. Capitán Hugh Silvan, seguridad de la expedición. -estrechó con rotundidad la mano de Hanta, mirándole a los ojos y como siempre, calibrando e intentando averiguar cualquier rasgo característico del conductor.  Señaló que mochila y bolsa "viajaban" con él, y no en el carrito.

Con un asentimiento de cabeza saludó a Erin, al microbiólogo, y a Natha. No creyó necesario añadir nada más en este momento. Se giró hacia el pasillo, esperando al resto de los expedicionarios. Luego miró de nuevo a Hanta.

-Hanta, ¿cómo está el día? ¿Lleva usted armas de algún tipo, un cuchillo?

Al bajar a la entrada, Nathan y Hanta ya estaban allí, pero aún no había nadie más. - Dobroye utro* - le dije a Hanta y este sonrió devolviéndome un "Gur Mornin". - ¿Aún no hay nadie? - pregunté a Nath, pero tal como lo dije, la rubia melena de la doctora hizo acto de presencia, quien apenas nos dedicó un asentimiento de cabeza y se presentó ante Hanta. Mientras la doctora le explicaba a Hanta que su maletín iba con ella, apareció Michael.

Alcé ambas cejas con sorpresa cuando Michael hizo mención a su noche loca que terminó con un tatuaje en la base de la nuca. - Todos tenemos un pasado oscuro. En mi caso fue cerca de Iraq, estaba estudiando las escrituras Amoritas y me dieron un té extraño que terminó conmigo en un trance y un bonito tatuaje de regalo. - Nathan me miró sorprendido, posiblemente porque eso nunca se lo había contado y me encogí de hombros. - Que todos penséis que soy una santa, no significa que lo sea. - dije, colocándome bien las gafas de pasta.

El siguiente en llegar fue el capitán Silvan, quien apareció cargado y se presentó también a Hanta, haciéndole señas como la doctora para indicarle que sus mochilas iban con él.

Le preguntó a Hanta por su día y se iba armado y Hanta me miró. - Sprosite, nosite li vy kakoye-libo oruzhiye* - Miré a Michael y sonreí, porque el debía de estar entendiéndolo, pues estaba hablándole a Hanta en ruso.

El hombre asintió y respndió que "Pistolet i nozh". - Dice que un arma y un cuchillo. - le indiqué al capitán. Unos nuevos pasos al final del pasillo me hizo girarme y vi a Markus llegar. Saludó a Hanta chocando el puño y dejó su mochila sobre el carro. Hanta preguntó si faltaba alguien más. - Da, zhenshchina propala. - Le indiqué buscando indicios de Miller.

-Antes de que comience la expedición, ¿podemos hablar un momento, capitán? - pregunté a Silvan. - Michael, Hanta habla ruso perfectamente, si no no entiende algo de inglés, puedes decírselo en ruso. - le expliqué al microbiólogo con la intención de alegarme un instante junto al capitán para hablar con él.

Carla finalmente apareció por el fondo del pasillo. Caminando se sentía una cebolla con tantas capas de ropa. Bajo la carpa militar llevaba un forro polar, la casaca del uniforme y una camiseta interior, todo ello estrictamente reglamentario. En la espalda portaba su mochila abultada y cargaba un par de grandes bolsas de nailon, una en cada mano. 

Al final se había retrasado y eso le jodía. Era la última en llegar. 

Tras la conversación con Silvan se había ido a recoger su equipo, pero antes de cargarlo había querido comprobarlo una vez más y no se había dado cuenta de lo tarde que se le hacía. 

Al llegar a donde se encontraban el resto, su mirada recorrió a los presentes hasta detenerse en los ojos de Silvan. 

— Siento el retraso, señor. — Tan sólo se dirigió hacia su superior, ya había saludado no hacía ni una hora y no sentía que tuviera nada más que decirles.

Miró al conductor y arqueó ambas cejas al comprender sus indicaciones. Enseguida comprendió que el hombre no hablaba su idioma y hacía gestos para hacerse entender. Dirigió su mirada hacia el carro y frunció el ceño. Al igual que su capitán, no le gustaba la idea de separarse de su equipo, pero era consciente de que tampoco podía llevarlo todo en el vehículo. 

Dejó las bolsas en el suelo y se quitó la mochila. La metió en el carro, junto a una de las bolsas, procurando no aplastar el equipo de los civiles. Cogió la otra bolsa del suelo y la cargó en su hombro, con la intención de llevarla encima. 

La inquieta doctora era incapaz de quedarse callada por mucho tiempo así que parloteaba sobre cosas insustanciales como el clima, lo "guapos y abrigados" que iban todos y por qué había tanto trabajador filipino en la base. Saludó efusivamente a todo el que entraba incluso al capitán, pues no era una mujer rencorosa y creía en las segundas oportunidades. A parte que sabía que un ambiente laboral tenso era malo para la salud y su deber era equilibrar la balanza en ese aspecto, muy descompensada con el par de "juerguistas" que les había tocado como miembros de seguridad. Seguro que eran la alegría de cualquier fiesta.

El comentario de Misha sobre su taturaje se lo habría tomado como simple anécdota si no fuera por lo que Andy dijo sobre el suyo y que se parecía demasiado a su propio caso. Entonces se acordó de lo que le había dicho Markus pocos minutos antes; ¿Por qué solo ellos tenían esas visiones? ¿Qué tenían en común? Era una locura que aquello tuviera que ver, pero ¿Podría ser que la tinta tuviera algún componente que reaccionara con lo que fuera que les estaba afectando?

El noruego había dicho que lo tenía en el cuello así que podría comprobar con rapidez si había alguna anomalía a simple vista. Se acercó a él:- Misha, ¿me permites que eche un vistazo a ese tatuaje?-

Seguro que ya estarían pensado los reprimidos de la clase que quería meterle mano al científico... 

-Justo en los 20 minutos, Miller. -respondió sin cambiar de expresión. No preguntó si había revisado de nuevo el equipo porque seguro que lo hizo. La conocía bien.

Asintió con un pestañeo a la traducción de Andy.

-Andrea, dígale que quiero ver el arma y el cuchillo.

Estaban todos. Aguardó a que Carla colocase las bolsas y que Hanta le mostrase sus armas. La arqueóloga le sorprendió con su petición. Miró a la chica, serio. Si iba de sermón la enviaría a tomar viento. Aunque suponía que no sería eso, la predicadora era la doctora y su acólito Michael. Si bien, Erin se había mostrado tan desenfadada como antes. Y tan cansina.

-Claro, Andrea. - Silvan se situó a su lado y caminó junto a ella unos pasos. 

La última que faltaba por llegar, Miller, lo hizo. Se disculpó por el retraso y miré la hora. Llegaba puntual, tal como le recalcaba su superior. - Sí, claro. - le dije al capitán cuando pidió ver las armas de Hanta.

- Kapitan khochet uvidet' vashe oruzhiye. - le dije al conductor, quien miró al capitán con cierta desconfianza, pero lo hizo sin más, con una sonrisa. No se las entregó, solo se las mostró. 

Esperé a que el capitán Silvan terminara de revisar las armas, observando como la doctora volvía a ser alegre y hablaba con Michael sobre su tatuaje, el cual me dio curiosidad, pero no me entretuve en querer verlo, ya que el capitán accedió a hablar conmigo, así que nos alejamos unos pasos del grupo, pero en el mismo pasillo.

Una vez los alejamos del grupo, miré al capitán un tanto de reojo, incómoda por la situación. - Quería... disculparme por mi actitud esta mañana. He dormido bastante mal y llevo una semana muy estresada. No quería poner en entredicho su autoridad ni ir de listilla, no es mi estilo. - Dije apartando la mirada porque era orgullosa y me costaba admitir errores, no obstante, cuando sabía que los había cometido, solía intentar remediarlo.

-A diferencia de usted o Miller, yo estoy aquí porque quiero, no porque esté contratada como tal y no quiero hacer más difícil un trabajo que, de por sí, no le agrada. - le dediqué una fugaz mirada antes de volver a desviarla. - Espero que pueda disculpar mi falta de amabilidad. Me desperté con la sensación y la ira de su disparo y me caí de la cama golpeándome con la mesita, así que comencé el día torcido. - me excusé. -No volverá a pasar.

Uno tras otro fueron llegando. El capitán sonrisas les obsequió con un cabeceo de lo más sociable al que contestó levantando la mano un par de segundos. Tampoco es que tuviera muchas más ganas de hablar después de lo ocurrido en el comedor. Con la certeza de no caerle bien lo único que podía era minimizar conflictos, porque dos no peleaban si uno no quería, y él no quería. Lo vio saludar al conductor vigorosamente cuando salió el tema de las noches locas que ,quien más quien menos, había tenido antes de llegar allí

Andrea reaccionó a su comentario diciendo que ella había tenido una experiencia parecida. Michael abrió mucho los ojos. Aquello le estaba empezando a dar mucha grima. Resopló y finalmente, forzando su sonrisa dijo

- Amsterdam, una noche loca en el barrio rojo. Nunca había fumado, ni creo que vuelva a hacerlo, una mujer de oriente medio y un tatuaje de recuerdo. Si era Iraquí o Argelina no puedo decirlo, los recuerdos de aquella noche están bastante difusos. - Se sonrió y negó con la cabeza - Nadie piensa que seas una santa, al menos yo.

Y es que las santas no pateaban por debajo de la mesa ni sabían disparar. Se fijó que lo que hablaban Andy y Hanta era ruso. Le devolvió la sonrisa a Andrea y asintió. Así que el hombre iba armado, no sabía si era bueno o malo, pero era lo que habia. Cuando Andrea pidió un aparte con el capitán Michael alzó las cejas con una sonrisa, interesante. Asintió a la arqueóloga y se acercó al conductor para decirle

- Privet, menya zovut Maykl. Yesli vy kogo-to ne ponimayete, ya mogu byt' dlya vas perevodchikom. *

Se fijó que la doctora parecía haber recuperado su confianza y como iba parloteando de aquí para allá, incluso con el capitán. Debía irle la marcha, o que le dieran caña, así que salvo una sonrisa nada dijo. Se dio la vuelta para hacer una última comprobación a su equipo y finalmente decidió coger el móvil y el powerbank y llevarlo con él. Sabía que aguantaban el frío, pero, sin ellos no podría trabajar, y al menos a él le cabían en los bolsillos. Con todo lo que pretendían meter los militares como equipaje de mano irían estrechos.... Fue entonces cuando la doctora se le acercó, sobresaltándole en el proceso.

La miró, había inquietud y preocupación en sus ojos, aquella situación lo tenía tenso como un alambre a punto de partirse. Sonrió, más por instinto que por otra cosa. Enseñar el tatuaje equivalía a quitarse la chaqueta, con todos los cierres y cinchas, y tampoco es que hubiera mucho por ver. Era pequeño, ni siquiera sabía que significaba el símbolo. Se encogió de hombros y le dijo

- Te va a decepcionar. Si esperas un águila, un dragón o un tatuaje de macho alfa..... es un símbolo, sin más, y no sé que significa. Me di cuenta que lo tenía dos meses después de volver de Amsterdam.

Empezó a abrir cierres de la chaqueta, y cuando se pudo librar de ella se bajó la ropa térmica de cuello alto que utilizaba para soportar el frío. En la base de la nuca, tal y como había dicho Michael, residía un pequeño tatuaje de cinco centímetros de alto con un signo extraño.

Le dejó que mirara un par de segundos y se volvió a subir el cuello de su ropa térmica, se sonrió y dijo

- Nada muy espectacular, ya te lo había dicho. Me podrían haber tatuado algo bonito, tipo carpa koi, un kanji y no esa cosa que ni sé lo que es.

-Me temo que yo no sé nada de simbolismos o caracteres raros, con eso a lo mejor te puede ayudar nuestra experta lingüista, solo quiero ver que tu piel en esa zona esté sana. Yo también tengo un tatuaje y pensé que quizás fuera algún componente de la tinta que nos hiciera más sensibles o produjera esa reacción tan anómala. Era por descartar.

Bueno y por METERTE MANO -dijo esto último bien alto para que le escucharan todos y hacer la graciaeta.

Erin se puso seria y oscultó con cuidado esa zona de la piel, buscando anomalías al tacto y a la vista.

La mueca con la boca un punto torcida se suponía que representaba una sonrisa de corte cínico. O descreída, era difícil de asegurar con Silvan. O simplemente su manera de aceptar las disculpas de la joven.

-Acepto sus disculpas. Andrea, no son necesarias, no me sentí ofendido. Es usted un ángel si la comparo con la gente que me encuentro. 

Remordimientos. Algo de lo que carecía el capitán. No los necesitaba en su vida. Molestaban, más que ayudaban.

-Le aclararé un punto. Se equivoca cuando dice que no me agrada este trabajo. Montañas, aventura, un misterio. Me siento como un profe llevando de excursión a la clase de primaria -¿era ese su sentido del humor?- Los soldados como yo no se plantean si te gusta o no la misión. Obedecemos órdenes y cumplimos. 

Los ojos de Silvan casi sonrieron a Andy. -No sabe si volverá a pasar. -Se fijó en la frente y la cabeza de ella - ¿Le ha vistola doctora el golpe?

Cerca, a pocos metros, ahí estaba justamente Erin. -¿Ve? Eso es lo que no debería volver a pasar. Dice una cosa y al poco lo contrario.  

Cuando el capitán aceptó mis disculpas, sentí que un poco de peso desaparecía de mis hombros. Asentí con una sonrisa breve de apenas medio segundo, aunque cuando me llamo "ángel" rodé los ojos, cansada de escuchar siempre que era una buena chica. Que lo era, nunca me metía en líos, ni me emborrachaba, ni me drogaba... pero eso no significaba que me gustara que todos me vieran como una inocente criatura del señor.

Los ojos del capitán recorrieron mi rostro, haciendo que me ruborizara ligeramente. -No. - dije con la boca pequeña cuando me preguntó si la doctora había visto el golpe. - No fue nada. - aclaré. Me giré para mirar a Erin, quien estaba pegadita a Michael diciendo en voz más alto de lo necesario que le iba a meter mano.

-No tiene suficiente con ser guapa, necesita que todos se lo recuerden. Posiblemente, no tuvo suficiente confirmación por parte de su padre y por eso necesita que los hombres la validen. - dije, más para mí, que para el capitán. Al darme cuenta, estiré un poco la espalda, casi queriendo aparentar más valor del que sentía en ese momento. 

Miré al capitán por si lo que acababa de decir le parecía una falta de respeto, pero vi en sus ojos algo que me hizo sentir confusa. ¿Estaría teniendo otra visión? Di un paso hacia él, casi queriendo saber si me estaba mirando a mí o a través de mí. - ¿Se encuentra bien capitán? - pregunté en un murmullo.

-Ya estamos todos. - dije y le hice un gesto a Hanta. Ese hombre y yo habíamos aprendido a comunicarnos mediante gestos y, aunque agradecía que Andy nos tradujera, ahora estaba ocupada, tanto como el científico que estaba siendo observado por la doctora. - Con la cantidad de ropa que lleva ahora doctora, no podrá meterle mucha mano. Le recomiendo llegar a la cueva pronto, allí hace mucho más calor y les aseguro que les sobrará más de la mitad de lo que llevan puesto. - Miré a Markus. - ¿Tú sabías que Andy tenía un tatuaje?- preguntó y este negó. Estaba con la mirada fija en la doctora y sus movimientos. Era más que evidente que Markus estaba interesado en ella y esperaba que su ego no chocara con el del capitán o el científico, aunque este último parecía inofensivo.

Hanta indicó que era momento de irse. - Caballeros, señoritas, nos vamos. - les indiqué haciendo un gesto para que se prepararan. - Capitán Silvan, Andy, nos vamos. - alcé la voz para que los que estaban al final del pasillo nos escucharan.

Hanta tomó el carro con el material y lo empujó hasta el final del pasillo, tras la compuerta que se abrió pulsando un botón, había un enorme vehículo híbrido entre tanque y coche.

Su interior, con capacidad para 10 personas, era justo lo que necesitábamos en ese momento y como Hanta había venido en él, no dudaba que el interior estuviera cálido. Ayudé al conductor a meter las bolsas en el compartimento que hacía de maletero y dejé que subieran primero los que no estaban tan acostumbrados a esas temperaturas, haciendo por lo menos -25 grados.

Nathan no le dio ni un segundo para echar un vistazo al tatuaje y eso le hizo pensar de nuevo que no estaba ahí por sus facultades médicas. La insinuación de que se lo mirase en la cueva, también la dio a entender que prescindirían de los trajes protectores que habían sugerido. Había gato encerrado desde luego.

Erin le dio un par de golpecitos suaves a Misha en el hombro para hacerle entender que lo dejaba -Gracias, creo que el señor Grey me acaba de confirmar que el tatuaje no tiene nada que ver - le susurró aprovechando la cercanía.

Se volvió a poner los gruesos guantes para la nieve, recogió el maletín del suelo y fue a sentarse en el interior del vehículo.

Mientras el capitán se alejaba unos pasos para hablar con Andrea, Carla se mantuvo a un lado, con la bolsa de lona* apoyada sobre su hombro. Prestó atención a la doctora intentando mirar el tatuaje del científico, sin comprender cuáles eran sus intenciones, hasta que escuchó la explicación que le daba.

«Que gilipollez»

— Acabaría antes si nos preguntara a todos si tenemos alguno. — 

Le dijo con un tono seco y se volvió para salir del complejo. Abrieron las puertas y allí les estaba esperando el vehículo que les llevaría a su destino. 

A pesar de la ropa polar y las capas de tejido que llevaba encima, el intenso frío que hacía en el exterior la golpeó como si se tratara de un titán. Apretó los dientes y salió al exterior, caminó hasta quedarse junto a la puerta del vehículo para ayudar a quién lo precisara a subirse y asegurarse de que todos podían acceder sin ningún problema.

-Sí. Sí. Claro. -Hugh se sintió confundido unos instantes – Estoy bien. -Miró a la chica, a sus ojos, a su cara en general.

“¿Qué coño me pasa?

Le había dio algo acerca de la doctora pero no lo pilló todo- Tal vez. No haga suposiciones.

Quizás fue algo rudo, como respuesta a la emoción o recuerdo desvaído que Andrea le trajo a la memoria y a los sentidos. Se apartó de ella.

-Nathan nos llama. Tenemos que irnos.

Caminó un paso, se giró hacia ella -¿Usa algún perfume? Me suena de algo.

El capitán regresó junto con Andrea y se unió al grupito general camino de la salida. En los ojos de Silvan se leía cierta confusión, que duró solo unos pocos segundos.

-Al fin en marcha -comentó, con aire distraído. Miró a Carla, se fijó en su expresión. Hablaban de ¿tatuajes?

-¿Todo bien, Miller?

El intenso frío les saludó, ajeno a sus historias y visiones. Silvan se puso ya las gafas protectoras, observando el cielo azulado que les saludaba desde lo alto. Muy lejos del mundo.

El vehículo resultó ser una máquina soberbia, al menos en cuanto a carrocería. Confiaba en que fuese lo mismo de mecánica. La sonrisa suave se pinto en sus labios al verlo, probablemente era, en lo material, lo que más le gustó hasta ahora de la expedición. Sólido. Tangible. Real.

-Le felicito, Hanta. -debía ser una gozada conducir un vehículo así.

Aguardó a que todos subiesen al vehículo, y lo hizo el último. Cuando se instaló en su asiento, volvió a mirar a Andrea, pensativo.