Aquello tomó del todo desprevenido a aquel mejicano. Que el borracho tomara la iniciato, aunque fuera para vomitar, no fue algo que Joaquín hubiera pensado que pudiera suceder. Se quedó expuesto y sabiendo que Scott no tenía buenas intenciones para con él, no le quedó otra que disparar. Esperaba dar en el blanco, de lo contrario se iba s desatar un infierno en aquel local.
- ¡Órale pues! - Dijo al apretar el gatillo. - ¡Ya te la pelaste!
Motivo: Iniciativa
Tirada: 1d100
Resultado: 24 [24]
Tirada de Protagonista
Motivo: Disparar
Dado principal (1d6): 3 = 3
Dado salvaje (1d6): 5 = 5
Total: 5 = 5
Dificultad: 4
Resultado: Exito
Motivo: Daño
Tirada: 1d6
Resultado: 4(+1)=5 [4]
Iniciativa: 24/2= 12 rey de oros.
Las palabras del mexicano fueron silenciadas por el estruendo del disparo de la Peacemaker, una bocanada de humo lo cubrió todo mientras el cuerpo del difunto enterrador caía violentamente hacia atrás con un disparo en la cabeza1. Así morían los codiciosos, no con oro en las manos, si no con una bala de humilde metal en su cabeza.
No hubo tiempo para más reflexiones, en ese momento el beodo de golpe pareció adquirir lucidez2 y se abalanzó puños en ristre a por el mexicano que ya llevaba dos muertes aquella mañana, sin embargo Joaquín anduvo ágil de reflejos y consiguió apartarse a tiempo de ver cómo el puñetazo de aquel hombre golpeaba el aire.
Motivo: Iniciativa enterrador
Tirada: 1d100
Resultado: 48 [48]
Tirada de Daño
Motivo: Daño Joaquín Colt
Dado principal (1d6): 2 = 2
Dados de daño (2d6): 3+3 = 6
Total: 2+6+(1) = 9
Dureza: 5
Resultado: 1 herida
Orden iniciativas:
Joaquín: Rey de oros
Enterrador: Rey de copas
Borracho: 6 espadas.
1Tiro por ti y aclaro: en su momento tiré 1d6 extra de daño, eso fue porque sacaste un aumento en la tirada de disparo. En este caso no se ha dado así que habría que tirar por el daño de la Colt que es lo que has disparado: 2d6+1. Has sacado éxito con aumento. Lo matas (es un personaje extra y un éxito con aumento ocasiona aturdimiento y herida en la misma tirada, para un extra una única herida supone la muerte).
2Por si no lo has deducido, te lo cuento porque si el otro jugador no lo había deducido lo sabe: el beodo es un pj
¡Y te toca!
- ¡Ya bájate los huevos! - Le dijo al borracho alzando la pistola. - ¡No hay pedo, más!
Aquellas frases incomprensibles para un yankee, trataban de ser conciliadoras. Que el beodo lo entendiera así, era simplemente cosa de suerte. Lo único cierto era que el mejicano se echó varios pasos atrás y dejó de apuntarle. Acababa de cometer el segundo crimen del día y no quería cometer un tercero. Con un poco de suerte nadie habría escuchado ese nuevo disparo y si alguien lo había hecho, podía tener el tiempo suficiente como para registrar la vivienda de aquel hombre y llevarse lo que necesitara para sobrevivir hasta el próximo pueblo.
- No quiero hacerte daño. - Le dijo al borracho. - Sólo quédate quieto mientras cojo lo que necesito y luego me iré...
Tras alejar un par de pasos al único que quedaba como testigo de los acontecimientos más recientes, el pistolero empezó a registrar la estancia de un lado a otro. Abrió una cajonera que tenía por ahí y encontró una derringer, una pistola de reducido calibre que sería fácil de esconder pero que requería estar casi a quemarropa para ser efectiva. Siguió rastreando aquella habitación sin encontrar mucho más hasta que dio con un ataúd que permanecía a un lado de la sala en un estado inmaculado.
Sin dudar mucho lo abrió y allí encontró lo que buscaba: un fajo de billetes atado por una cuerda, a una rápida ojeada lo calibró de 50$.
Advirtió entonces que "su prisionero" había empezado a moverse lentamente de manera algo errática por la habitación pero siempre hacia la puerta. Mientras caminaba comenzó a hablar:
–Creo que no nos hemos presentado como es debido, yo me llamo Homer Smith ¿y tú? –Suspiró y continuó–. Por cierto, ¿no tendrás por casualidad un cigarrillo?
Tirada de Protagonista
Motivo: Notar
Dado principal (1d4): 1 = 1
Dado salvaje (1d6): 6+(6+4) = 16
Total: 16 = 16
Dificultad: 4
Resultado: ¡Exito con aumento!
Tiro por ti en notar.
Ya puedes postear! Eso sí, quería pedirte que si no vas a hacer nada con él, avances porque dependo de vuestra resolución para avanzar al tercer jugador (eso de los desafíos que pide empujar siempre hacia delante).
Joaquín se palpó el pecho sin dejar de mirar a Smith. Metió la mano en el bolsillo de su camisa y lentamente sacó dos puros.
- Tengo puros. - Dijo. - Joaquín. Joaquín Vélez. - Se presentó.
Acto seguido agarró el dinero y el arma que acababa de encontrar y se dispuso a salir del lugar, no sin antes recargar el tambor de su revólver. Cincuenta dólares era su pasaporte a otra villa en la que esta vez, si comenzar de cero. Pero necesitaba provisiones y necesitaba un caballo.
- Y ahora, señor Smith. - Le dijo al beodo. - Voy a marcharme. Ese hombre me tendió una trampa y cuando volví a pedir explicaciones... - Negó con la cabeza. - Bueno, ya sabes el resto. Espero no me delates... - Y dicho aquello se marchó.
Su intención era ir a la tienda de comestibles que se hallaba en la entrada del pueblo. Si tenía que marcharse no podía irse de vacío.
No tardó Joaquín, o como sería apodado desde aquel momento en Cotton Moore “El Mexicano”, en poner tierra por medio dejando atrás la estela de una nube de polvo. No lo hizo sin antes acopiarse provisiones para un par de días y recuperar a su caballo 1 que no se había movido de donde le había dejado.
La marcha fue tortuosa y frenética y se dilató a lo largo de varias horas hasta que decidió acampar para dar tregua al animal y a sus posaderas. En su recorrido fue capaz de divisar varios pueblos, pero no se adentró en ninguno de ellos pues aún estaba demasiado cerca de donde la había liado, pues en cuanto saliesen los carteles de recompensa alguno empezaría a hilar y a sospechar de todos los hombres de tez morena que encontrasen por el camino.
Al tercer día accedió a entrar a por provisiones en un pueblo que se encontraba en la frontera entre dos estados 2.
–Cada día se ven a más de los tuyos por aquí –observó el dependiente en cuanto depositó el pedido encima del mostrador–. No me mires así, quiero decir morenos y de México. ¿Porque eres de por allí no? No se os entiende demasiado bien cuando habláis.
Miró entonces todo lo que había depositado y tras un par de cuentas mentales, emitió su veredicto:
–Son dos dólares todo esto. Por cierto, te recomiendo pasar por la oficina del sheriff si no quieres acabar en el calabozo. Hay que entregar las armas mientras estés en el pueblo.
1 Llegaste a caballo, así que tenías.
2 Estoy acelerando esto en el tiempo. A ti ya no te afectará en un principio lo que pasé en Cotton Moore pero dejo en tus manos hacia donde huiría tu PJ, me lo imagino saliendo del estado porque supongo (desconociendo cómo funcionaría la ley entonces) que mientras que el delito no sea federal, no sería buscado fuera del estado. Lo mismo me equivoco.
- Si, me lo dicen mucho... - Respondió el mexicano. - Lo de que de cada vez se ven más, me refiero.
Carraspeó. Al parecer eso de depositar las armas era una costumbre muy arraigada en aquel estado. Una costumbre que para nada le gustaba por otra parte. ¿No se suponía que los Estados Unidos eran una tierra de libertad? No lo parecía...
- Pretendo seguir mi viaje, señor. - Le dijo a aquel tendero. - No pasaré aquí demasiado.
Cogió lo que había comprado y salió de la tienda. Quería poner tierra de por medio. Había dejado dos cadáveres en Cotton Moore y cuanto más lejos estuviera de aquel lugar, más lejos estaría de la horca.
- Disculpe... - Se giró hacia aquel hombre de nuevo. - ¿Hay una barbería por aquí?
Si se quitaba el bigote sería mucho más difícil de reconocer si finalmente el sheriff de Cotton Moore había puesto una recompensa por si cabeza y alguien había descrito su aspecto para realizar un retrato. Esperaba que no. Prácticamente nadie le había visto en Cotton Moore, que estuviera viva el menos. Pero por si acaso. Podía tomarse un rato para un rápido afeitado. O eso creía al menos.
—Eh... sí, sí. Un par de locales más allá está el barbero —contestó sorprendido por aquella pregunta—. Le reconocerás por ir repeinado y por llevar su bigote muy arreglado, lo empalma con las patillas. No hay otro así en todo el lugar, así que no hay pérdida.
Las señas que le habían dado fueron precisas y en apenas media hora, Joaquín Vélez había perdido su característico mostacho y un dólar1. Eso fue la suma que le cobró el hombre, se la cobró de antemano al igual que querían cobrarle en Cotton Moore. Pudo sin embargo, comprobar cómo al cliente que entraba una vez estaba él fuera, no le pedían nada por delante permitiéndole ocupar el taburete sin problemas.
Podía dejarse llevar una vez por la ira como había hecho unos días atrás, o podía dejar todo aquello atrás y empezar una nueva vida como en aquel lugar, o en otro...
1Me he tomado la libertad de hacerte elipsis para avanzarte. Siento no actualizarte antes pero ayer anduve liado y como eres el que lleva el ritmo más acelerado me lo tomé con calma ;-)
Joaquín sintió rabia. Se llevó la mano a la empuñadura de su revolver. Podía volarle la tapa de los sesos al barbero y a ese otro hombre, ese cliente al que no cobraban por anticipado, aunque él no tenía culpa. Sin embargo, si se había cortado el bigote, no era para volver a ser un forajido y escapar de las autoridades allá a donde fuera. No, sería una muy mala idea volver a matar y más aún por aquel motivo tan estúpido.
Soltó su arma. Miró con asco y rabia al peluquero y salió del local con ganas de marcharse cuanto antes de allí. Todavía quedaban algunas horas de sol y para cuando tocara cerrar los ojos y descansar, podía haber puesto mucha tierra de por medio. Su fiel caballo "Juanito", le sacaría de aquel pueblo de mala muerte y una vez cruzara la frontera de aquel estado, ya podría empezar a pensar en asentarse en algún otro lugar de mala muerte.
Si, ese era su objetivo. Con algunos dólares en el bolsillo todavía, podía intentar cambiar su vida. Darle un nuevo rumbo a su vida y desde luego, no volver a hacer el idiota. Porque bien sabía que las armas las cargaba el diablo y si bien ese cabrón rojo y con cuernos había estado hasta ese momento de su lado, bien podía cambiar en cualquier momento y que un disparo acabara con él. No, Joaquín Vélez deseaba comprar una granja, echarse una buena y bonita mujer y tener hijos y cuidar a los animales. Ese era su objetivo y lo iba a cumplir.
- ¡Ya vámonos, Juanito! - Le dijo a su caballo. - Salgamos de este pueblo de canallas...
Algunos meses más tarde Joaquín Vélez había dejado de correr.
Le había costado varias millas hasta que llegó a un sitio en el que el nombre de Cotton Moore no resultaba conocido para nadie. Allí se había asentado en una edificación destartalada que con mucho mimo y tiempo la convirtió en un lugar habitable, con ella venía suficiente tierra como para sobrevivir. No era la más fértil del mundo pero por lo que había comprobado, producía lo suficiente como para alimentarse e intercambiar o vender el excedente.
En ese momento iba a vender al pueblo parte de ese excedente: batatas1. No tenía un carro para llevarlas y había optado en su lugar por llevarlas en un saco de lona que había colocado sobre el lomo de su fiel Juanito. Con aquel caballo había vivido mucho y por un momento creía que lo iba a perder por el esfuerzo, afortunadamente quedó todo en un susto.
Al enfilar hacia la calle principal del pueblo, advirtió cómo en aquel momento, la luz se proyectaba de tal manera que acabó por recordarle el momento en el que entró en Cotton Moore. Hasta entonces nunca preguntó acerca de qué había sucedido en el pueblo tras su marcha. No convenía que le relacionaran con aquello2.
1Espero que no te importe que para dar a tu aventura ese final que se merece haga una elipsis, por lo que has contado en el post anterior vas a correr hasta que veas un lugar que sea mejor que lo que has visto hasta ahora, bajo tus criterios. Me he tomado la libertad de imaginarte en ese futuro.
2Cuéntame para ponerlo en el siguiente post, ¿cómo te llaman allí? ¿Tienes nombre, apodo?
Había borrado su pasado, aunque bien sabía que el pasado siempre le persigue a uno, aunque al menos de momento, le estaba dejando respirar. Podía ser que regresara en cualquier momento a cobrarse su cuenta, pero Joaquín o Manuel Montoya, cómo le conocían en Broken Creek.
La batata le gustaba. Su sabor era mucho más dulce que la patata y a él le gustaba lo dulce. También le gustaba su nueva vida. Mucho más tranquila, mucho más pacífica. No tener que matar a nadie para sobrevivir era un alivio. Cierto era que también era una vida mucho más aburrida y sedentaria, pero a Juanito le venía bien un poco de descanso. Estaba viejo ya y no gozaba de la mejor salud.
En el rancho, por llamarlo de alguna, tenía campo suficiente para trotar y pastar y casi no era necesario darle nada más al bueno de Juanito. Le estaba saliendo barato ciertamente. Aunque le faltaban alginos arreglos a la vieja casucha, las iba haciendo poco a poco. Ya solo le faltaba una buena mujer para acabar de encarrilar su vida.
Ya conocía a varios colerciantes en Broken Creek. Buena gente. No le miraban demasiado mal, aunque todabat tenían cierto recelo de él. No podía pedir más de aquellos hombres blancos. Pero al menos le compraban el excedente de batata.
Primero iría a ver a Tedd Moviliewsky. Un nombre extraño para un norteamericano. Era el dueño de una tienda de comestibles. Solía comprarle casi todo el excedente. Si podía comprarle una buena cantidad iría al saloon gastar unos dólares y a ver a Dolores. Le gustaba esa mujer. No le importaría que se convirtiera en su esposa, con el tiempo.
Enfiló el paso Manuel hacia la tienda de comestibles sin dudarlo, hasta que de pronto algo atrajo poderosamente su atención: se había formado una especie de corrillo en torno al porche de entrada del Saloon, algo extraño pues en aquel pueblo no eran muy dados a beber y de juntarse lo hacían en su interior.
–Así es, véanlo y recuerden su nombre – decía una voz masculina y rota que parecía como si viniera desde la mismísima ultratumba–. Joaquín Véles.
Entonó el nombre de Joaquín como acostumbraban a hacer en Norteamérica, lentamente y con un acento muy particular que parecía convertirlo en otro nombre y no el que le puso su madre. Aún así el recién llegado lo sintió suyo, un nombre de su pasado que había vuelto… Era imposible no sentir atracción por los acontecimientos.
–Fíjense en él, “el Mexicano” ahí donde le ven, como cualquiera de ustedes, es un asesino del sur que mató a sangre fría a dos personas, buenos trabajadores que se ganaban el jornal en California, después huyó como sólo las ratas hacen. Lo he estado rastreando y ha viajado siempre hacia el Este, a lo largo de mi viaje varios me han hablado de un mexicano que apenas se quedaba y siempre estaba de paso, sí... Sé que es él –el pueblo dio un respingo por tal atroz crimen y a continuación empezaron a murmurar. Aprovechó en aquel momento el cazarrecompensas para poner su cebo:
–Díganme si hay por aquí un mexicano cabrón y señálenmelo, les daré cincuenta dólares si me ayudan a dar con este asesino.
De pronto alguien se fijó en el que observaba desde la distancia, tocó un hombro al tiempo que le susurraba, después a otro. Antes de que Manuel alcanzara a darse cuenta de lo que sucedía, todos se habían girado mostrándole lo que les atraía tanto.
–¡Aquí sólo hay uno pero se llama Manué! –dijo uno con los que había frecuentado en el Saloon, no se podía decir que eran amigos pero se toleraban con frecuencia y hablaban entre medias.
Después de todo lo que has liado y por ser un desafío... El cuerpo me pide este final para ti.
No le quedaba otra que disimular. Aún habiéndose quitado el bigote y cambiado el nombre, seguía siendo él. Joaquín Vélez. Su rostro era como el de la imagen que mostraba aquel cazarrecompensas. Cómo sabía su nombre y cómo habían logrado un retrato tan similar a la realidad, era todo un misterio para Joaquín. Pero allí estaba, el pasado regresaba a por él, pues siempre se cobraba sus deudas, o casi siempre lo hacía al menos.
Manuel Montoya giró en la primera calle que encontró. Trató de ser silencioso y desaparecer rápidamente. No iba a ser fácil. Allí había mucha gente. Seguro que alguien le había visto y no podía disimular su acento. Por las fechas en las que llegó a Break Creek y por por su apariencia, pronto sumarían dos más dos y descubrirían el pastel. Debía huir de nuevo y debía hacerlo rápido.
Por suerte había traído a Juanito consigo y podría volver a escapar a lomos de aquel viejo caballo. Su compañero de desventuras había sido siempre un gran amigo y le había sacado de muchos atolladeros. Reencontrarse con él y salir echando leches de ahí era lo más importante en esos momentos. Por suerte acababa de vender casi todas las batatas, tenía dólares y algunas batatas para pasar unos días. No tenía todas sus armas, pero si su revolver Colt Peacemaker del 45, pues nunca salía de casa sin él.
Nada más enfilar el callejón, salió corriendo en busca de su montura. Era imperioso salir de ahí cagando hostias de ahí. Su cuello era lo que estaba en juego y esperaba poder huir sin echar a perder una sola bala.
Pero entonces se detuvo... alguien le había tocado el hombro y le había susurrado algo. ¿El qué? No lo sabía, no le había prestado la atención debida, pues estaba en otra cosa en esos momentos. Pero la curiosidad, impropia de él, le venció en ese momento. Se detuvo, se dio la vuelta y miró atrás. Tenía que saber quien diantre era ese tipo y que quería.
Tirada de Protagonista
Motivo: Sigilo
Dado principal (1d4): 1 = 1
Dado salvaje (1d6): 3 = 3
Total: 3 = 3
Dificultad: 4
Resultado: Fallo
Tirada de Protagonista
Motivo: Ateltismo
Dado principal (1d4): 3 = 3
Dado salvaje (1d6): 4 = 4
Total: 4 = 4
Dificultad: 4
Resultado: Exito
Para cuando puedas, con calma que lo primero es lo primero. Te paso lo que puse en el post anterior
De pronto alguien se fijó en el que observaba desde la distancia (en ti), tocó un hombro al tiempo que le susurraba, después a otro. Antes de que Manuel alcanzara a darse cuenta de lo que sucedía, todos se habían girado mostrándole lo que les atraía tanto.
A ti te han visto, por eso te lo digo. Otra cosa, dijiste tu nombre a uno con quien intercambiaste puros ;-)
–Así que… Manué –dijo el cazarrecompensas mientras le escrutaba con atención–. La verdad es que no te pareces mucho al tipo de este retrato, a los mexicanos os veo a todos iguales con vuestro bigote y sin embargo, tú no tienes...
Suspiró mientras valoraba sus opciones, entonces lanzó sus dados:
–¿Cuánto hace que llegaste aquí? –le inquirió.
La desconfianza propia de un cazador cuando siente que está a punto de alcanzar a su presa hizo que el pasillo que se había formado se abriese aún más.
Desde que llegó a Broken Creek la hazaña de Wild Bill Hickok en un duelo todos querían ser testigos de un acontecimiento tan magno como el que daban fe los relatos de los testigos que habían estado allí de cuerpo presente. Por ello nadie se marchó, nadie quería perder detalle de lo que quiera que estuviera por suceder.
- ¿Cuanto hace? - Le preguntó. - Menos de un año supongo. - Se encogió de hombros. - Cultivo batatas y ésta es la segunda recogida que hago... - Se quedó pensativo. - Suelen sembrarse entre los meses de abril y junio y se recogen a los cinco o seis meses. - Comenzó a menar la cabeza. - ¡Puede que ya lleve un año aquí! - Advirtió. - ¡Como pasa el tiempo!
Realmente no había contado las fechas. No tenía demasiado claro el tiempo que llevaba en Broken Creek, pero desde luego no era más de un año, ni más de seis meses. Suerte tuvo de que encontró en las tierras del antiguo rancho donde se asentó, una gran cantidad de batatas silvestres, que fueron las que recolectó y vendió la primera vez que las llevó al pueblo. Estas segundas si que eran sembradas suyas, pero aquello podía darle la coartada perfecta para que el cazarrecompensas creyera en su versión.
Si todo salía mal y aquel hombre no le creía, su fiel revolver tendría que volver a ser desenfundado, aunque en aquella ocasión los testigos serían mucho más difíciles de callar, pues serían multitud y puede incluso que de entre esa multitud, alguno de ellos se sumara al tiroteo en su contra. Tenía todas las de perder desde luego. Además, deseaba que le dejaran tranquilo. Era feliz en aquel pueblo, que dentro de unos márgenes bastante aceptables, le había acogido con cierto cariño.
Tan solo quedaba esperar a la reacción del cazarrecompensas y ser más rápido que él desenfundando si se daba el caso.
Tirada de Protagonista
Motivo: Persuadir
Dado principal (1d6): 4 = 4
Dado salvaje (1d6): 3 = 3
Total: 4 = 4
Dificultad: 4
Resultado: Exito
–Así que batatas… – repitió el cazarrecompensas masticando la argumentación que le había dado. Se retiró el sombrero y se pasó la mano por su pelo sudoroso antes de mirar al público para ver si había alguna laguna en la versión, sin embargo, ellos le miraban sin variar un ápice en su mirada, como si esperasen una reacción sin haber desmentido la historia.
Sostuvo entonces la mirada al mexicano durante varios segundos, sin moverse como si estuviera escrutándolo. Sin embargo, éste no hizo amago de defenderse, eso en cierta manera le convertía en inocente. Un culpable habría intentado matarle y después volver a huír.
–Parece que decís la verdad –reconoció con resignación mientras volvía a colocarse el sombrero–. Perdona, pero estos retratos… ya sabes, te dicen que es mexicano, un nombre y un bigote…
–¿Y habéis visto algún mexicano por aquí? –la decepción se asentó en la informe masa de gente que esperaba una historia que contar.
–De cuando en cuando viene alguno, intenta conseguir dinero y se larga–contestó tras una larga espera uno de los testigos.
–La mayoría entran por El Paso pero otros vienen de otras áreas, no se suelen quedar demasiado, uno se paró sólo para dar de beber a su caballo.
–¡Está bien! –concedió retirando el cartel de “Se Busca” y dirigiéndose a su caballo.
En cuanto picó espuelas para seguir avanzando en la misma dirección esperando encontrar al escurridizo fugitivo, todo el pueblo volvió a la rutina, todos menos Manuel.
Y por mi parte, con esto terminamos tu parte de la aventura. Si quieres narra un post de conclusión.
Se había salvado. Aquellos putos yankiees eran unos imbéciles integrales. Se creían que todos los mejicanos eran iguales, pero ahora sabía el porque, sus ojos de blanco no podían diferenciar a uno de otro. Por primera vez en su vida, se alegraba de que los americanos del norte, discriminaran así a su gente. La desaparición de su bigote, le había salvado la vida. Un simple hecho como aquel le permitía salvar la papeleta. Al menos de momento, pues lo cierto era que en cualquier momento, cuando uno menos se lo esperaba, el pasado podría regresar.
Joaquín se dio media vuelta. Estaba mucho más tranquilo, aunque su corazón todavía latía acelerado. Regresó junto a Juanito. Aquel viejo caballo le había acompañado desde México en aquella aventura que emprendiera hacía ya cuatro años. No sabía que haría cuando le faltase, era su mejor amigo. El único del que podía fiarse al ciento por ciento. Entre aquella gente blanca, eran pocos los que valían para hacer amistad y aunque había empezado a encajar en aquel polvoriento pueblo, todavía no podía considerarse que fuera uno más de aquel asentamiento.
No obstante, lucharía por conseguirlo. Le gustaba Broken Creek, no podía negarlo. Sólo esperaba que nadie apareciera un buen día reclamando las tierras en las que se había asentado. El rancho en el que vivía y cultivaba sus batatas, era suyo. Se lo había ganado con el sudor de su frente. Había arreglado la construcción y había arado y sembrado el campo. Nadie podía reclamar aquello que despreciaba de aquella manera. Si ese día llegaba, tenía a su fiel carabina y su precioso revolver y mucho campo donde enterrar los cuerpos de aquellos bastardos que pretendieran robarle lo que era suyo...
- Ya vámonos Juanito... - Le dijo a su caballo. - Tenemos mucho que hacer en casa. - Le acarició el cuello. - Ya bajaremos la semana que viene al pueblo. Tengo ganas de ver a esa chica. - Besó a su caballo en el carrillo. - Pero no hoy. Hoy hay que descansar. - Soltó una risotada. - ¡Ya tuvimos demasiadas emociones! ¡Nos agarraron tragando pinole, pero ya no ay pedo!
Y de esa forma, con el sol cayendo sobre el horizonte, Juanito y Joaquín, alias Manuel Montoya, se alejaron del pueblo en dirección a su rancho...
¿FIN?