Partida Rol por web

—Cuánto es la pasta para entrar —preguntó O'Callaghan sin ningún tipo de rodeo una vez alcanzó la mesa más cercana—. He tenido un día de mierda así que cuento con que la suerte me deba una.

Había añadido la última coletilla con una sonrisa al tiempo que depositaba su mano encima de la mesa, como para reforzar sus intenciones.

Sarah se acomodó los revólveres a los costados de las caderas, para que el sarape los ocultara. Entrar armado a un lugar evita muchos problemas, y también algunas oportunidades. Después de la entrada que habían hecho en el pueblo, no creía necesario tener que hacer una demostración de fuerza.

Observó que James seguía directo a la mesa, y ella fue sin atajos también a la barra.

—Tres viandas de lo más decente que tengas para llevar y dos para comer aquí —pidió dejándose caer en el banco. No esperaba nada muy bueno y todavía le quedaba algo de dinero de su ultimo trabajo. Pronto necesitaría buscar un poco más. 

—Una para comer acá solamente, y un vaso de cerveza para pasarlo —corrigió luego. James pediría su propia comida cuando termine con sus asuntos. No se quitó el sombrero, ni el cinturón. Había cambiado de idea con respecto a jugar un poco. Aprovecharía mejor el tiempo para dormir un poco y hacerle mantenimiento a sus armas en la comisaría. Se giró en el banquillo para observar desde ahí las mesas. Sobre todo en la que estaban jugando cartas.

En la mesa que se había acercado O'Callaghan los tres tipos estaban bebiendo de una botella, mientras uno de ellos manoseaba torpemente una baraja de cartas. Levantaron la cabeza para mirarlo y luego dos de ellos se volvieron al que a todas luces era el jefe. Este asintió.

-Claro amigo. Sientese. En realidad ibamos a echar una partida entre amigos, pero si quiere jugarse su dinero es bien venido. ¿Le parece bien a...digamos cincuenta centavos para abrir la apuesta?-

Mientras James se sentaba el tipo siguió hablando.

-Y dígame. ¿qué hacen unos forasteros como ustedes por aquí? Van con un ranger de Texas. No es normal verlos tan al norte de su territorio. Y menos en un pueblo como este. Bright Soul no es que esté en los mapas precisamente. Al menos no todavía, y si no nos dejan solucionar los problemas que tenemos será aún más complicado hacerlo.-

Mientras tanto el barman se había quedado mirando a Sarah, sobretodo sus revolveres, y puso cara de sorpresa cuando la pistolera le mandó preparar comida.

+Señorita. Esto es un salón, no un albergue. Aquí servimos bebida hasta a los niños si hace falta. Pero de comer no tenemos.+

Iba a dejarlo ahí, pero otro vistazo a las dos pistolas en las caderas le hicieron añadir algo más en un tono más respetuoso.

+Pruebe si quiere en el hotel, tienen un pequeño comedor y seguro que estarán encantados de prepararle algo. No es que tengan mucha clientela que digamos.+

Sarah observo fijamente al barman, durante un momento. Le molestaba tener que ir de un lugar a otro. Se planteó buscar a alguien que le hiciera el mandado, pero al final se levantó del banco con mal genio. Iria a echar un vistazo al hotel.

Al salir, llamo la atención de James colocándole una mano en el hombro —Dejaré unas viandas a cargo de Amon. Búscalo cuando termines.

Dudaba de que Norris fuera la clase de persona que deja sin comida a un amigo, más bien, parecía del tipo que la comparte, pero no mentiría si no dijera que se sentía más segura si dejaba la comida en manos del predicador. Había comprobado en el tiempo que llevaban viajando, que esa barriga que se gastaba el ranger, no era solo de cerveza.

Sonrió James en respuesta a la pregunta. Su plan era hacer las preguntas y ya por forastero se habían invertido los roles.

—Da cartas anda... —pidió antes de contestar—. La verdad es que vinimos por comodidad, quiero decir... No buscábamos esto, íbamos por la pradera hacia el bosque y vimos el pueblo a lo lejos así que aprovechamos para hacer noche atechados. Y en mi caso, aprovecho y me relaciono.

Sin que tuvieran tiempo de contestar, la joven pasó por su lado y asintió en respuesta a sus palabras.

—Aquí van las ciegas, medio dólar —dijo mientras apoyaba la mano sobre las cartas, más antes de levantarlas optó por disparar sus preguntas—. ¿Y vos? Antes oí de cuatreros y de indios. Incluso alguno dijo que andábais malditos, ¿eso va en serio, qué mas les ha pasado? Perdonad, es para romper el hielo, pero contadme y ya me callo durante la partida si lo prefieren.

En ese momento levantó las cartas un dedo, lo justo para ver el número y el palo, suspiró y las dejó apoyadas contra la mesa.

—Chuck: deja que haga yo la primera guardia. No se me pierde nada en la taberna y quizás tú puedas lograr información antes de que la gente se vaya a dormir. Luego me relevas. ¿Te parece?

- Gracias Padre.  Y sin más dejó a Amon con Stumpy y Jimmy con la esperanza de que le contaran más cosas. Por su parte se dio una vuelta por el pueblo para echar un ojo. Si no veía nada interesante, iría al Salón donde trataría de averiguar cuanto fuese posible. Además, empezaba a tener hambre. Nada había tan bueno como los guisos de Agnes, pero tampoco hacía ascos a los frijoles ni a la comida local. Tenía que alimentar su curva de la felicidad, sí señor.

El sacerdote cogió una de las sillas que había tras la mesa del sheriff y la reclinó contra la pared tras sentarse en ella. Sacó su biblia y por un momento parecía que iba a ponerse a leerla pero la apoyó temporalmente sobre la mesa mientras miraba al enterrador.

—¿Joe era el del rifle? ¿Quienes son esos Burdette y que tienen contra los indios?

Amon sabía que la gente que necesita esconder sus pecados busca rápidamente chivos expiatorios. Y eso era lo que pintaba el indio de la celda: un chivo expiatorio de manual. Nada más fácil que cargarle cualquier depravación a los pieles rojas.

Sarah salió algo molesta del saloon y se dirigió al hotel. Tal y como le había dicho el barman allí había un pequeño restaurante, y en cuanto entró una joven mejicana se le acercó sonriedo.

-Buenas noches señorita.*-

-¿Que se le ofrece?-

En cuanto la pistolera pidió la comida esta asintió contenta.

-Ahora mismito.* Ya verá como le gusta. Y dígame ¿Se va a quedar mucho en el puebloi? ¿Tiene donde pasar la noche? En el hotel tenemos habitaciones de sobra. Las camas son limpias y el sitio muy tranquilo. Nada que ver a las habitaciones que tiene el saloon, esto es una casa decente.-

El tipo que llevaba la voz cantante del trio, que se llamaba Joe, escupió al suelo cuando escuchó a James preguntar.

-Todo el maldito oeste está maldito. El infierno está comiendose la tierra y al parecer quiere empezar por Bright Soul. O Doom Soul como parece que se va a acabar llamando. Aunque si tengo algo que decir al respecto, que lo tengo, la cosa no quedará así.-

Cogió sus cartas y empezó a ordenarlas, seguramente emparejandolas. El tipo no parecía muy listo la verdad.

-No obstante la cosa empeoró hace unas semanas. Empezamos a encontrar ganado despedazado. Algunos a medio comer pero la mayoría parecían muertos porque sí. Y la cosa no se paró ahí. Una semana después una granja fue atacada y la familia masacrada. Una de las paredes había sido derrumbada incluso, y los que se encontraron con aquella escena vieron a un grupo de indios allí. Afortunadamente llegaron antes de que les cortasen las cabelleras a la familía. Por eso no tuvimos miramientos cuando ayer encontramos a otro grupo fisgoneando los alrededores. Matamos a dos de ellos y capturamos al jefe. El estúpido del viejo quiso esperar al sheriff, pero está todo clarísimo. Y le aseguro que de una forma u otra se hará justicia. Muy a pesar de su amigo ranger.-

La verdad es que James no esperaba que estuviese tan hablador. Se le notaba el aliento a whisky desde donde estaba, y eso siempre ayudaba.

-Se lo advierto. Dígale a su compadre que el indio tendrá lo que se merece.-

Norris salió a la calle y respiró un poco de aire. No era tan puro como el de la pradera, pero no se notaba tanto la civilización. Aún así pudo darse cuenta de que la calle estaba desierta, y las sombras parecían un poco más oscuras y tenebrosas de lo habitual. El Ranger sabía que en ellas había a veces cosas más peligrosas que un forajido desesperado.

Iba a moverse al saloon cuando vio como Sarah salía del mismo y entraba al hotel, que estaba justo enfrente.

El viejo se sentó para poder estirar la pierna, y empezó a masajearsela a la vez que sacaba una botellita del cajón de la mesa del sheriff y le echaba un trago.

-Es algo medicinal. Para el dolor.-

Se encogió de hombros antes de darle otro trago y guardarla.

-Sí su eminencia. Joe Burdette es uno de los terratenientes del pueblo. Ha puesto mucho dinero y se cree con derecho a todo. De hecho no me extrañaría que se presentase a alcalde en cuanto se decidan unas elecciones. Y menos aún de que no ganase, ya sea de forma honrada u de otra.-

Se rascó la cabeza como trantando de ordenar sus ideas.

-No es que tenga especial mania a los indios. Con los mejicanos o los negros le pasa otro tanto. Lo que sucede es que los indios le han dado excusa. Y quiere anotarse tantos.-

-Hará cosa de dos semanas, más o menos, se empezó a encontrar algunas reses de ganado despedazado. Lo más extraño es que no se lo habían llevado, ni siquiera comido. O apenas comido. Parecía que alguien se había estado divirtiendo matandolos porque sí. Después empeoró cuando Tomas, el tipo del almacen, fue a llevarle unos suministros a  Jack McQueen. Se suponía que tenía que haberlos recogido él mismo pero no pasó. Y había algunas medicinas para su hija. Así que cogió al gandul de su hijo y se fueron a la granja. Según comentó luego se encontró allí a un grupo de indios, los cuales se marcharon en cuanto llegaron ellos. Dice que vio a toda la familia muerta. Su mujer y su hija y su cuñado. De manera salvaje también. Y que la casa tenía paredes echadas a bajo.-

-En cuanto lo contó Joe y algunos de los suyos salieron a buscar a los indios. Diciendo que eran los culpables. Al parecer los encontraron y abatieron a algunos de ellos. Al que está en la celda lo trajeron a rastras atado a una cuerda, y le habían pegado una paliza. Yo dije que había que esperar a que volviera el sheriff, pero hoy ya no aguantaron más y pensaban lincharle. Hasta que llegaron ustedes.-

Norris no era nadie para entrometerse en la vida privada de una señorita. Ahora bien ¿acaso necesitaba su ayuda? Le lanzó un silbido para que ella fuese consciente de su presencia mientras se dirigía al Salón.

Amon hizo una mueca con la boca levantando un carillo de una forma muy característica que cualquier podría interpretar que algo le desagradaba.

—No fueron los indios.— sentenció.

Y sin decir nada más tomó la biblia de la mesa y empezó a leerla. Empezaba a tener clara la imagen de lo que estaba pasando en aquel lugar. Y ahora comprendía el motivo por el cual el Señor los había encaminado hacia allí.

Sarah saludó con el sombrero antes de quitárselo y echarse aire con él. Era tentador no dormir en el cuchitril al que esta gente llamaba comisaria.

—¿Tienes alguna con tina? —decidió después de meditar un momento. Hurgo por detrás de uno de los cintos de la pistola y sacó un billete verde con una nota de "I WILL PAY" y el sello de Washinton D.C. que puso en la barra de recepción.

—Cuando termines, busca a un mozo que traiga las cosas que tiene mi yegua. Recuérdale que vengo bien acompañada —su mirada hizo se inclinó sobre las fundas de los revólveres. Esperaba que la recepcionista entendiera el mensaje. Tenía solo un poco de cambio con ella: tanto su equipo de viaje, como sus balas y el resto de su dinero estaban en las alforjas que tenía su yegua ¿Quién sería tan tonto para intentar robarle?

—Necesito también que me suban la comida, un balde con agua caliente y el resto de las viandas las lleven a la comisaria.

Después de unos segundos de comprobar su lista mental y que todo estuviera bien, agregó —Gracias, quédate el cambio.

Pensó que debería aprovechar su tiempo para darle cariño a sus acompañantes. Uno de los martillos estaba un poco más duro de lo común y necesitaba aplicarle aceite, y ambas necesitaban una limpieza porque comenzaba a acumularse el residuo de la pólvora en el cañón y los barriles.

—Si es lo que merece, estoy seguro que estará de acuerdo en que lo hagáis... —contestó dejando en suspenso que no eran ellos quiénes para decidir si lo merecía o no, y eso era en lo que el ranger difería con el pueblo. Anduvieron en silencio mientras iban pidiendo cartas y terminando de apostar.

—Full de reyes y cincos —celebró el irlandés mostrando las cartas—. ¿Alguien da mas?

Una vez se resolvieron las jugadas y el resultado de las apuestas volvió James a la carga con la duda que ocupaba sus sienes::

—La familia esa... ¿Cómo les mataron? Quiero decir, ¿tenían heridas de balas o de flechas?

El viejo se quedó mirando por un momento a Usher, y después de un breve vistazo a las celdas asintió.

-Aja. Seguramente tenéis razón pater. Uno ya es perro viejo, y un poco apaleado, y ya sé que hay cosas que el hombre no debería encontrarse nunca. Así que me alegro que haya llegado al pueblo y brindaré por usted y sus amigos antes de irme a dormir.-

Después de aquello se calló y se dedicó a limpiar una escopeta que parecía tan vieja como él.

Al rato apareció un chaval mejicano con unos paquetes.

+La  guapa*  señora de las pistolas me ha dicho que traiga esto aquí. Para que  ustedes*  puedan cenar.+

Eran tres fiambreas con comida caliente. Un rancho con carne y patatas que olía muy bien y sabía aún mejor. La fiambrera mantenía bastante bien el calor.

Sarah no pareció escuchar a Norris, pero no se la veía alterada de ninguna manera. Tras esperar un poco no salío del hotel pero tampoco se escuchó ningún jaleo.

El ranger iba a dirigirse al saloon cuando el plumilla le interceptó.

-Por favor Ranger Norris. ¿Sería tan amable de contestar a unas preguntas?-

Sin dejarle tiempo a responder, el joven siguió.

-¿Qué es lo que están haciendo realmente en Doom Soul? ¿Saben quién está detrás de esos ataques? ¿Van a hacer algo al respecto? ¿Qué va a pasar con el piel roja?-

La mujer sonrió cuando escuchó preguntar a la pistolera.

-Por supuesto señorita*. Ningún problema. Mandaré a Raúl a por sus cosas y después llevará la comida a la oficina del sheriff. No sabía que había vuelto ya. Margarita le preparará el baño.-

La habitación resultó más que aceptable. Se veía limpia y no olía mal. Al poco un jovencita, aún más joven que la que le había atendido abajo, apareció con un par de cubos de agua caliente y los echó a la bañera que había a un lado. Junto a ella puso unas toallas y una barra de jabón.

Salvo sonreir, decir hola y adios la joven no dijo nada más y se marchó en cuanto estuvo llena de agua caliente la bañera.

Cuando Sarah terminó de disfrutar de su baño llamaron a la puerta. Era la camarera de antes, que le traía la comida.

-Espero que esté todo de su agrado señorita*. Cualquier cosa que necesite pídalo. Mi nombre es Ana, y mi marido Pedro está en recepción.-

La partida estuvo entretenida, al principio los lugareños parecían estar ganando a James. Pero en la última ronda, cuando se estaban jugando todo lo que había perdido de momento, y un poco más, el irlandes se sacó de la manga un poker de ases. Además bastante literal, afortunadamente nadie pareció darse cuenta.

Mientras se jugaban las manos el charlatán siguió indagando. Los tipos, concentrados como estaban en la partida pues iban ganando, no dudaron en contestar rápido para no perderse detalle y descentrarse.

-No lo parecía. No estábamos allí, pero la persona que los encontró habló de desmembramientos y huesos destrozados. Ni siquiera alguien con un gran mazo habría hecho tanto destrozo.-

Después de ganar el dinero ninguno tuvo ganas de seguir jugando. Se acabaron la botella y se marcharon del saloon.

—Buena partida señores, y buena compañía. —Iba diciendo el tahúr cada una de las fórmulas habituales para despedirse de los enfurruñados y embotados perdedores de la partida. —Desde luego que ha sido inesperado esto, creía que estaba en vuestras manos pero parece que la suerte me ha acompañado.

Se quedó un par de minutos recostado mientras repasaba lo que le habían dicho y lo contrastaba con las averiguaciones que habían efectuado hasta aquel momento: 

—Parece que he venido al lugar adecuado —se dijo O'Callaghan para sus adentros mientras apuraba el último trago de su vaso—. Por aquí parece que también se está paseando Belcebú.

Tras dar aquello por finalizado y confirmar que nadie iba a pedirle cuentas por los resultados de la partida, se levantó satisfecho con la intención de buscar al Padre Usher para tomar algo de condumio, la partida y las copas de más para procurar que las lenguas se soltasen le habían dado un hambre terrible.