Partida Rol por web

Subiste a tu flamante moto, aparcada enfrente de callejón. Afortunadamente conservaba todas las ruedas. Claro que era de día y sólo había niños en las calles. Por la noche habría sido diferente.

 Desde la casa de Veronika no debería llevarte mucho llegar al hospital. En menos de 2o minutos, contando con el tráfico del centro, llegarías al centro donde tu compañera se recuperaba. Fyodor probablemente tardaría un poco más, pero eso te convenía. 

Sin querer romper ninguna marca de velocidad piloté lo más rápidamente posible desde el lugar donde mi moto se encontraba aparcada hasta el hospital. No se me ocurrió que la policía podía pararme, aunque tampoco había ninguna razón para que lo hicieran. Quizá sólo la creciente paranoia de estar metiéndome en líos por mi pertenencia a la Compañía de la Luz. Si las cosas se salían de madre con el agente Lébedev, preparado para interrogarme, tendría que recurrir a mi superior jerárquico o alguien de influencia similar.

—Espero que no me provoques pesadillas durante una década o algo así —murmuré para mí mismo mientras pensaba en Arinka, mi pobre compañera a la que ya había alcanzado dos veces con mi don.

Paré la moto frente al hospital y me acerqué a recepción a preguntar por la habitación en la que se encontraba mi compañera. Probablemente mi paso estaba garantizado.

De camino al hospital empezó a nevar. No mucho, pero constante. En unas horas la ciudad se cubriría de un manto relumbrante que le daría un aspecto mágico. Poco después, una capa de barro marrón viscoso convertiría el cuento de hadas en una pesadilla para el tráfico.

Ahora no tienes ningún problema en llegar hasta la habitación de Arinka, dónde unos hombres de uniforme y aspecto aburrido custodian la habitación.

Nieve. Si había una constante en la vida de todo moscovita, era la nieve. Una película occidental titulada «El Cuervo» hacía decir a su protagonista, tristemente fallecido mientras la rodaba: «No llueve eternamente». Quizá fuera cierto, pero en la Madre Rusia había zonas donde parecía que nunca había parado de nevar. Sibería, la región maldita por excelencia, tenía bellos paisajes muchos de los cuales estaban tapizados de nieve casi todo el año. La tundra siberiana era un espectáculo digno de contemplar durante horas. Nada que ver, desde luego, con esa pasta sucia que partían sus ruedas bastante antes de su llegada al hospital.

Al ir a entrar a la habitación de Arinka, y viendo que estaba siendo custodiada, decidí no correr riesgos y mantener la situación lo más normalizada posible.

—Soy Piotr Vasili Shskshín —dije con las manos ligeramente alzadas para que viesen que no portaba ningún arma—. He quedado en esta habitación, en la que se encuentra una amiga, con la policía para hacer unas declaraciones. ¿Puedo pasar?

- Ummm... - Uno de los guardias te gruñó un poco. - Si, el agente Fyodor nos avisó. Está en camino. Podemos dejarle pasar, pero tendrá que esperar a que él llegue para irse.

Te fijas en que van bien armados, cargando más hierro que los agentes que has podido ver en las calles. Quizás es algo un poco excesivo para custodiar a alguien en un hospital o quizás es el protocolo habitual, no lo sabes. Sin embargo, eso te provoca una sensación ambivalente entre estar bien protegido y la posible amenaza que suponen.

Tampoco es que tuviese demasiadas opciones en ese momento, así que me vi obligado a pasar a la habitación de mi compañera y confiar en que los «gorilas» de la puerta no se pusiesen tontos conmigo. Arinka estaba tumbada en la cama, aunque me estaba dando la espalda y no estaba seguro de si estaba despierta o no. Tenía muchas cosas que contarle, algunas de las cuáles aún no había logrado yo mismo encajar del todo.

—Arinka, soy Piotr —dije en voz baja, ya que no deseaba despertarla si aún dormía—. ¿Cómo te sientes?

Esperé algo nervioso su respuesta.

- Piotr... - murmura. Se da la vuelta con evidente esfuerzo y lo que ves te revuelve el estómago. Está más pálida de lo habitual y lo que parece una gran serpiente roja le cruza la cara por el lado izquierdo, desde la sien hasta la mandíbula y perdiéndose por dentro del pijama de hospital.

- Me han dicho que me salvaste la vida... Después de intentar matarme - ahora que te está mirando, tambien te fijas en sus prominentes ojeras. Si no fuera por lo grave de su situación, parecería que se había maquillado para un concierto de trash metal. - ¿Que coño pasó en el matadero? ¿Encontraste lo que buscábamos?

«Bózhe moy!», pensé. Y después pensé que eso se lo había hecho yo. Bien por culpa de la sobrecarga eléctrica, causándole quemaduras o bien al salir proyectada hacia otro sitio y herirse. El caso es que esa herida la tenía en su hermosa cara por mi culpa. ¿Cuándo aprendería a que nunca, jamás, debía permitir que nadie se acercase a mí?

—Arinka... Lo siento —musité—. Salieron tres tipos que intentaron pasarse de listos contigo. Yo quería atacarles pero no sabía cómo y tú me señalaste un punto desde el que lanzar electricidad sin que se notase mi don. Pero algo salió mal y te alcanzó a ti. No sé qué decir —en aquel mismo momento hubiera deseado hacerme pequeño y desaparecer o morirme en el acto—. Pasé a la Penumbra sin querer y allí Voron, de la Compañía de la Oscuridad, me mostró mi propio cuerpo muerto.

Pude ver su gesto de incredulidad y me adelanté.

—Pero no era yo. He descubierto que tengo un hermano gemelo, o parece gemelo al menos. Es idéntico a mí en todo. Por desgracia su cuerpo era el que íbamos a descubrir en el matadero —sonreí amargamente—. Llegué tarde otra vez. Como siempre. Y lo peor de todo es que te hice daño otra vez —no supe como seguir—. Dime... ¿cómo te sientes?

- No muy bien. Estoy como si me hubieran dado con un martillo pilón en la cabeza - te dijo. - Cuéntame más, ¿Cómo que tu cuerpo? ¿Un gemelo? ¿Y que hacia Voron allí?

Luego añadió, con voz lastimera - Yo no he notado nada. Por casualidad, no tendrías algo que perteneciese al cadáver, ¿verdad? Puede ayudarme, o eso espero.

La pobre Arinka había recibido demasiada información al mismo tiempo en su débil estado. No obstante, Piotr sabía que esa mujer era bastante más inteligente que él, así que no tendría que ser demasiado repetitivo para explicarle lo que había sucedido. Le contó cómo, en la Penumbra, encontró a  Voldor que le hizo creer que el cuerpo de su hermano era el suyo. Cuando menos, no hizo nada para evitar este pensamiento. Después le contó todo lo sucedido a su salida de la Penumbra en la Calle de la Fruta 7 y, por último, le dio la fotografía.

—Esta foto estaba en casa del tipo que he deducido que era mi hermano por las pocas pruebas que he visto —le tendí la fotografía—. Como puedes ver, detrás están nuestras iniciales... porque él se llamaba Vladimir... y su aspecto es prácticamente igual al mío. ¿Podrías usar tu don con esta foto?

Cuando le ofreces la foto, Arinka extiende la mano para cogerla pero a más de un palmo de ella se detiene. Cuando la miras a los ojos, los tiene completamente en blanco, girando en las cuencas sin ningún control. La situación no dura más de unos segundos, tras lo cuál la mujer cae exánime.

Al cabo de unos minutos, parece recuperarse y te mira. - Creo que estás en gran peligro, Piotr. No puedo describir lo que he visto, nunca había sentido nada tan fuerte, pero hay algo ahí fuera cazando Otros. - Para unos segundos y luego añade - Y, por algún motivo, creo que te quiere a ti.

Cuando le preguntas acerca de su visión, Arinka se aturulla bastante. Nunca la habías visto tan afectada, ni a ella ni a ninguna adivina o visionaria de las que conoces. Al cabo de un buen rato, consigues sacarle que ha visto una gran bestia blanca que te destripaba en el matadero. Lo que quedaba por discernir es si la visión era del pasado o del futuro. Posiblemente no fueras tú, sino Vladimir.

Nunca había oído hablar de algo que cazase a los nuestros. Al menos no de algo que no fuese humano, claro está. Una bestia blanca puede ser cualquier cosa, pero todo parece indicar a una criatura de gran tamaño y letalidad asegurada.

—Sé que estos dones no vienen con un manual, pero sería de vital importancia averiguar... —y me callé de nuevo. Si Arinka no sabía decir si la imagen era del presente o del futuro, es que no tenía forma de averiguarlo.

No debía forzarla, y menos aún en su estado actual. Ya era mucho que hubiera conseguido hacer el esfuerzo necesario para «leer» la foto y darme los datos que había dado.

—No te preocupes por mí —le dije en tono de sorna—. Con un poco de suerte la cosa esa me mata y ya no tendrías que preocuparte por mis calambrazos... —y mi voz se volvió muy seria repentinamente—. Hablando de lo cual, me gustaría pedirte perdón de nuevo. Si hubiera sabido que te podía pasar algo, nunca hubiese empleado mi maldición contigo cerca. Lo siento, Arinka, no sabes cuánto.

Esperaba que apareciese el agente Fyodor y me impidiese seguir lamentándome como un idiota ante Arinka, la única mujer que había logrado despertar mi interés en mucho tiempo y a la que casi había matado en dos ocasiones ya.

Tus ruegos son escuchados y Fyodor aparece un rato después, aunque un poco más tarde de lo que te gustaría. No te ha salvado del silencio incómodo que sigue a la conversación con Arinka, aunque ella en un momento dice - No te preocupes - con lo que te parece una pobre excusa para salir del paso.

El agente Lébedev le hace unas rápidas preguntas a la mujer recostada, pero pronto queda claro que no recuerda nada desde el calambrazo. Parece que la historia de un fallo eléctrico repentino le encaja. Las cicatrices y marcas ayudan, nadie se haría eso sólo para encubrir una mentira.

Dejando que Arinka descanse, te saca de la habitación y te lleva a una sala adjunta, mucho más pequeña. Ves como el agente cambia perceptiblemente, deja de ser el simpático y bonachón policía a punto de retirarse para convertirse en algo más... duro. - Bien señor Vasili - empieza. - Usted y yo tenemos una conversación pendiente. Yo tengo muchas preguntas y espero algunas respuestas. Empiece por el principio y no se deje nada.

- ¿De qué conocía al señor Vladimir Nóvikov? ¿Por qué se encontraba en el lugar de su muerte? Y lo mñas importante... ¿Que hacía en su casa? - Parece que te espera un largo y aburrido interrogatorio, aunque eso sí, no deja de ser informal y podrias negarte a responder a las preguntas, como te recuerda Fyodor con una sonrisa.

Me siento acorralado por preguntas tan concretas y con respuestas tan difíciles de formular y de creer. Pensé que quizá podría contar la historia eludiendo aquellas partes que dejarían en evidencia la existencia de la Guardia de la Noche o de los Otros. ¿Por dónde empezar que se correspondiese con la realidad?

—No tengo nada que ocultar, así que responderé a todo lo que me pregunte —dije con aparente ánimo colaborativo—. Si puedo ayudarles en algo, me estaré ayudando a mí mismo, como ahora verá.

Así que la visión de ese cuerpo tan idéntico al mío no había sido una fantasía o una macabra alucinación provocada quizá por algún Otro. Tenía que reordenar mis pensamientos lo mejor posible para dar una historia creíble, que coincidiese con la realidad, pero no totalmente.

—Esto es algo complicado, agente Lébedev —comencé mientras le tendía la foto encontrada en casa de Vladimir—. Estos dos niños que ve en la imagen somos Vladimir Nóvikovy yo. Con siete años, según parece. En algún momento de nuestra infancia nos separaron. Durante años había escuchado rumores de un tipo que se parecía mucho a mí, pero no les presté ninguna atención. Me pareció una tontería. Pero la otra noche me dejaron un número de teléfono con el mensaje de que llamara. Un tipo de voz grave y profunda —pensé en la voz de Voldor en ese momento—. Me dijo que había alguien que tenía que ver con mis propios ojos. Me dio la dirección de la Calle de la Fruta número siete. Fui con mi moto y una vecina de Vladimir, que al principio me confundió con él, me permitió pasar a la casa, donde rescaté esa foto que tiene en las manos. Me he reencontrado con mi hermano sólo para perderlo.

Miré por un instante a Arinka, esperando que me sonriese siquiera, pero no tuve esa suerte.

- Mmm... Me está diciendo que Vladimir era su hermano, que no le conocía y que un tipo de voz profunda le dió la dirección de, casualmente, la casa de Vladimir - Te mira con gran sospecha. - Aún suponiendo que todo eso sea cierto, ¿Cómo explica que se encontrara precisamente en el lugar de la muerte de su supuesto hermano? Con una victima de violencia a su lado, para más inri. Disculpeme, pero creo que aquí hay algo que huele muy mal.

- Se me da bastante bien leer las expresiones de la gente y no creo que usted sea culpable. Eso no quiere decir que no pueda equivocarme, simplemente que de momento, le dejaré marchar - Fyodor se levanta de su silla. - No salga de la ciudad y avíseme de cualqueir cosa que se le ocurra que pueda ser de utilidad. Le espero dentro de 3 días en comisaría para terminar con el papeleo.

Dicho esto, recoge las anotaciones y se marcha. Le oyes comentar algo entre risas con los guardianes de la puerta antes de marcharse

Sin duda aliviado, al menos por el momento, me despedí del agente Lébedev que había realizado tan dignamente el papel de «poli malo» en su interrogatorio. Respiraba incluso más tranquilo a pesar de que, en realidad, no me había descartado como sospechoso de nada. Sencillamente había decidido creerme por ahora.

Me senté de nuevo en la silla junto a la cama de Arinka. Mientras hablaba con el agente de policía había tenido una idea, y sólo mi compañera podía ayudarme. Quizá fuera un tiro a ciegas, pero me pareció lo más correcto en ese momento, que me había quedado sin pistas y sin idea de cómo proceder.

—Arinka... estas son las llaves de mi moto —le dije tendiéndoselas—. Necesito que me digas si captas lo mismo que con la foto o, por el contrario, tienes otra visión diferente. Es la única firma de saber si esas imágenes son del pasado, de la muerte de mi hermano, o mías, del futuro.

Arinka está sumida en un sopor intranquilo inducido por las drogas, pero tras un rato ves como parece que se despierta. Cuando se ubica y reconoce el luga, un ramalazo de dolor cruza sus facciones.

- Hey Piotr... Ya sabes que no funciona así - se toma unas pastillas que le han dejado en la cabecera, prboablemente cuando tu estabas en la sala de al lado. - Además, estas drogas no ayudan. Pero lo intentaré de todas formas.

Toma las llaves con la mano y pone cara de concentración. Lamentablemente pasan unos segundos y te vuelve a mirar negando con la cabeza. - Lo único que te puedo decir es que a veces las visiones no son literales. Una bestia blanca puede ser cualquier cosa, desde un Otro transformado a una marca de verduras. Puede que incluso sea una gran bestia blanca - sonríe mientras te mira. - Me parece que vas a tener que averiguarlo tu solo. Yo empezaría en la sede, preguntále al gran hombre en persona o usa los ordenadores.

Tras eso, las pastillas empiezan a hacer efecto y ves como se recuesta, dispuesta a pasar un par de horas de sopor tranquilo.

Nunca supe exactamente cómo funcionaban los disparadores del poder de Arinka. Algunos de los Otros activaban sus dones a voluntad pero muchos, como era el caso de Arinka, precisaban de ciertas condiciones o incluso de activadores inconscientes para su activación. Y no había ninguna otra manera de hacerlo funcionar.

—Gracias, Arinka —le dije a pesar de saber que no me estaba escuchando ya—. Cuando esto termine haré todo lo que pueda para... Haré lo que pueda —concluí mirando su cicatriz rojiza.

Salí del hospital a la calle, donde aún seguía nevando, y busqué la cabina telefónica más cercana para hablar con mi superior. Debía informarle de todo lo sucedido hasta ese momento y solicitar nuevas instrucciones, si es que había alguna.

- Esto ha sido un desastre - la voz ronca del otro lado no parece enfadada, sólo muy apenada. - Arinka llamó hace un rato, pero no recordaba mucho. Lo que me cuentas es aún más preocupante. Voy a poner un equipo completo a rastrear la vida de Vlad, igual nos vendrían bien tus capacidades en la oficina. Aunque puede que tú seas el énico que pueda recabar más información sobre el terreno ahora mismo.

- Lo que voy a decirte ahora es completamente confidencial - la voz de heser se tornó casi en un susurro. - Es el séptimo ataque en las mismas circunstancias. Tú no lo pudiste ver desde la Penumbra, pero aquí los cadáveres estaban cubiertos de runas y glifos. Antiguos, muy antiguos. Y Vladimir fue el primer no Otro atacado. Si lo que cuentas de que era tu hermano desaparecido, debes tener cuidado. Creo que iban a por ti.

Sonreí amargamente a pesar de que a través del teléfono no podía notarse ningún inflexión en la voz. Al menos mi sonrisa no era tan abierta como para que se notara la ironía del gesto.

—No me preocupa que vengan a por mí, señor —dije con toda sinceridad—. Mi miedo es que ataquen a Arinka. Necesitaría a alguien para protegerla y cubrirla. Personas con dones —seguí hablando—. Por otro lado, ya he estado allí y he encontrado cuanto podía ser encontrado. Quizá un Otro rastreador o presciente podría ser más útil que yo. Creo que podría servir de ayuda en la oficina, señor.

Tras despedirme, cuelgo el teléfono y me acerco no muy rápido, para no resbalar en la capa de nieve que por debajo ya empieza a convertirse en hielo, a mi moto.