Partida Rol por web

Lowen escuchó las palabras del caballero con sentimientos encontrados. Los últimos acontecimientos le habían hecho percibirse a sí mismo como un torpe combatiente, carente de la experiencia necesaria. Pero era cierto que quizá estaba siendo injusto consigo mismo: habían logrado una proeza, y él había sido siempre el bastión de aquel grupo iluminado por los dioses. Presto a luchar y a morir, siempre recibiendo los golpes del enemigo. La magia de sus amigos le había sanado, pero había que recibir los golpes para poder curarlos. A medida que las palabras de Sir Brannthor resonaban en sus oídos, cierto orgullo emergió. Sus hermanos escucharían algún día todo aquello, y le mirarían admirados, en torno al fuego del viejo salón de sus padres. Sí, Lowenherz sería un caballero de Solamnia.

- Vuestras palabras me honran, Sir Brannthor. - y después añadió, conteniendo la emoción - Ser vuestro escudero es un sueño hecho realidad. Acepto el honor, por supuesto. - y se inclinó ante el caballero en señal de deferencia*.

Sin embargo, las palabras del único caballero presente en la estancia pronto viraron hacia el tema que sus mentes venían evitando varios días: los prisioneros del campamento y la nidada de huevos de dragón. Aquella era una gesta para auténticos héroes, y era evidente que en la región no debían de abundar quienes tomasen tan magnánimo papel. Pero Lowen tenía claro que su destino estaba en aquel lugar, para bien o para mal.

- Podéis contar conmigo para retornar a ese lugar, y terminar el trabajo que no pudimos completar la última vez. - Lowen sentía aún los escalofríos fruto de las terribles heridas que había sufrido en la misión anterior, pero no flaqueó - Pudimos entrar una vez, y a buen seguro que podremos lograrlo de nuevo, Kylian. - le dijo al clérigo, sonriendo en su recién renovada confianza - Aunque sin duda cualquier otra cosa que podamos saber nos vendrá bien.

Confiaba en que sus amigos se unieran a aquella tarea, pero tenía ciertas dudas de que fuesen a hacerlo. No se habían mostrado muy dispuestos a entrar de nuevo dos noches atrás, y la situación ahora era sin duda peor que antes.

Yo tengo una deuda para con el espíritu de Ethani, que dio la vida para que algunos prisioneros de Belleria escaparan pero sin lograr rescatar a su prometido. Ya lo manifesté días atrás y lo vuelvo a hacer ahora, aunque con el sentimiento de haber perdido un tiempo precioso en llegar hasta aquí. ¿Quién sabe cuántos cautivos esclavizados quedarán con vida para cuando logremos regresar al campamento enemigo?

Convencimos mediante engaños a Lyam para que desamparara a sus compatriotas, asegurándole que al hacerlo estaba cumpliendo los deseos de Sir Brannthor. Nos equivocamos al abandonarlos a su suerte y eso es lo que ahora nos dice el viejo señor del castillo, aunque con modales educados y ofrecimientos de recompensas. Ese es un error que pesará en nuestras consciencias y que debemos subsanar sin demora; solo que ahora ya no contamos con la guía de su escudero, que conocía las cuevas.

—Al inspeccionar el campamento hostil desde cierta distancia, Glin y yo creemos haber encontrado un punto que podría considerarse vulnerable en sus defensas. Lo suficiente al menos para poder infiltrarnos. Si nos descolgamos desde las colinas por detrás del bosquecillo situado en el sur, los árboles ocultarán nuestro descenso y nos encontraremos lo suficientemente cerca como para entrar en las cuevas antes de que puedan descubrirnos o, al menos, antes de que puedan detenernos. Pienso que si alguien creara una distracción en el extremo opuesto del campamento y huir, tendríamos más posibilidades de colarnos sin ser vistos en el complejo de cavernas. Y, si nos infiltramos mientras los prisioneros estén trabajando en ellas, será más sencillo que pernoctar allí y esperar a que nos los traigan.

—No quiero ni imaginar las consecuencias que podría tener para Krynn el regreso de la Reina Oscura, suponiendo que revivir a una diosa muerta fuera algo posible. Esas son cuestiones que caen dentro de las consideraciones teológicas de aquellos cuyos conocimientos aventajan en mucho los míos. Por eso he tenido que enviar a Lyam a Solanthus, para que el Consejo Plenario esté al corriente y pueda actuar en consecuencia implicando al Sumo Sacerdote en Palanthas.

»A mí me corresponde tomar parte en cuestiones más prácticas, como el frustrar los esfuerzos de aquellos que pretenden traer más dragones malignos a este mundo. No dispongo de mapas de las montañas Astivar y menos de las cuevas que las recorren, pero cualquier cartografía que podáis elaborar durante vuestra incursión será muy valiosa para nosotros. Sobre las tribus nativas de la región, dudo que nadie sepa mucho. Dicen que los bosques al sureste de aquí estuvieron durante la época de la Purga de Dragones bajo el control de un terrible dragón verde, o negro, no lo sé muy bien, nunca llegué a verlo. Tal vez semejante dominio tiránico corrompiera a los lugareños. Se sabe que algunos Señores Supremos usaron la magia y su propia esencia dracónica para corromper a sus súbditos. Solo puedo recomendaros que los evitéis en la medida de lo posible.

»Lo que sí puedo hacer es encargarle al sargento Markguth que reúna un grupo de voluntarios y que os escolten en vuestro viaje. Su número será muy inferior al de las fuerzas enemigas, pero seguramente sean suficientes para crear para vosotros esa distracción que necesitáis para infiltraros los cinco en las cuevas, como proponéis. 

Los dioses nos asistan, está pasando, realmente está pasando... ─pensó para sí el joven elfo.

El grupo, como se había temido, ni se planteaba la posibilidad de esperar a que fuera un ejército y no ellos los que se encargaran del problema. Él, inocentemente, había albergado esa esperanza. Cosas grandes para gentes grandes, ejércitos contra ejércitos. Pero no, se planteaban en serio volver allí, al campamento.

La infiltración no iba a poder ser como la última vez. Habían perdido la posibilidad de volver a hacerse pasar por mercenarios del ejército incursor. Seguramente incluso habrían hecho correr sus descripciones entre los vigilantes del campamento. No, la incursión tendría que ser desde las colinas, descendiendo directamente a las cuevas.

Pues si iban a hacerlo, Glinthalas tendría que cuidar de ellos, habría que ejecutarlo con precisión.

─Si hay que hacerlo, hagámoslo bien. Necesitaremos cuerdas, o incluso una escalera de cuerda que facilite el descenso. Lluvia Estelar y yo os guiaremos hasta la entrada de las cuevas. Para no brillar como farolillos, impregnaremos las partes metálicas de las armaduras con betún o alguna sustancia similar de la que dispongáis.  Ir envueltos en capas marrones o grises podría ser de ayuda. Llevaremos un espejito de acero pulido para dar la señal al grupo de escolta, que deberían poder crear una buena distracción, tal vez un incendio en el bosque. Sería estupendo que tuvieran fuego alquímico, pero aceite y hojarasca en cantidad deberían bastar. Y recomendaría que llevaran varios kilos de abrojos, porque necesitarán frenar a los lagartos gigantes sobre los que cabalgan los goblins. Que al menos uno de los escoltas sea explorador, por todos los dioses, que prendan el bosque cuando el viento vaya hacia el campamento y no al revés... Y nosotros aprovecharíamos la confusión para descender y adentrarnos en los túneles. Para lo cual necesitaremos linternas, aceite, alguna antorcha (por si acaso) y yesca y pedernal (o alguna otra cosa más rápida, si disponen de ella). Un frasco con ácido podría ir bien si nos encontramos con alguna puerta que no podamos abrir, pero si no hay, ya nos las apañaremos. También necesitaremos caballos. Mi mula puede quedarse aquí unos días a descansar, se lo tiene bien ganado. Si hay que huir será mejor hacerlo cabalgando que arrastrando una mula. Mmmm, raciones de viaje, por supuesto. Dos semanas para cada uno parece razonable, por lo que pudiera pasar. Ah, y de buen grado cambiaría mis armas y lo que hemos recuperado de nuestros enemigos por un arco de buena calidad, e imagino que a mis compañeros les pasará lo mismo...

Solo puedo sentir admiración por el nivel de detalle con que Glinthalas plantea nuestras necesidades para la incursión. Ojalá yo lo tuviera tan claro pero reconozco que soy más de improvisar y confiar en que la ayuda de mis antepasados será suficiente en cualquier situación.

Mientras que los preparativos no retrasen de manera dramática nuestra partida, estoy dispuesta a darle a sir Brannthor unas horas para que reúna lo que le hemos pedido. Pero no más tiempo que ese. No cuando la libertad e incluso la vida de los inocentes está en juego.

Kylian escuchó las peticiones del explorador, se encogió de hombros y sonrió. Al parecer Glinthanas aprovecharía para reponer su equipo de viaje, las alforjas y además monturas nuevas. Ya que iban a trabajar gratis, liberando a los esclavos y acabando con la amenaza de los dragones le parecía un pago más que justo. Al fin y al cabo, concederles las pertenencias de los vencidos era lo mismo que vender humo. Por otro lado, y ya que habían sido reclamadas las provisiones el añadió.

- Nos harán falta hojas de papel, velas, cáñamo y tinta para poder cartografiar la zona. No estaría de mas equipo de sanación nuevo, antídotos y dos tiendas de campaña. No creo que os cueste conseguirlos pero son de vital necesidad si queremos empezar a comprender mejor la amenaza. Por otro lado, saber que los humanos salvajes son hombres pervertidos por la magia de los señores supremos es fascinante, si tenemos oportunidad de apresar uno de ellos con vida podríamos interrogarlo y observarlo para averiguar más sobre su verdadera naturaleza.

Allí se encontraba, nuevamente, frente a otra gran solicitud de favor de parte de los Bellerianos y en este caso en particular, del caballero de Solamnia. Arriesgarse y atravesar nuevamente las penurias del viaje era algo que en lo profundo de su ser realmente quería evitar y rechazar; en especial cuando ya había obtenido la influencia que buscaba. Sin embargo... ¿Era aquella decisión producto del raciocinio, o del miedo? Lo primero era loable, lo segundo, algo para nada permisible en su figura. El costo beneficio de aquella relación comenzaba a decrecer mientras más se extendía, eso era claro.

Mas, por otro lado... El riesgo y costo a largo plazo, podía suponer uno mucho mayor. Los riesgos que pudiese decidir no atravesar ahora, podrían convertirse en un grave peligro y enormes pérdidas a la larga. Tenía que ser consciente del panorama más general. Los puertos de Kalaman no se encontraban demasiado lejos de Belleria, y por consiguiente del campamento principal y nido de los dragones. Para ellos, los mares no serían un impedimento ni su flota una barrera. Por el contrario, tenían mucho más recursos que ofrecer que una pequeña villa saqueada.

Se trataba de una situación frustrante, ya que de eliminarla antes de surgir, se trataría de una amenaza que nadie reconocería y una proeza sin retribución clara. Su persona no conllevaría ninguna responsabilidad, mas sí sufriría de todas las pérdidas. No quería que su ciudad terminase en una catástrofe como en el pueblo belleriano, por muy frustrante que fuese no tener a nadie más a su disposición para enviarle dicho encargo. No quería terminar en una situación deplorable, humillante y vergonzosa, mendigando favores y sin ninguna clase de riqueza, como el Noble de Certret. Por mucho que le disgustase... Terminaría ayudando gratuitamente a sus hermanos sin que ellos tuvieran que mover un dedo en pago o sacrificio.

- Lo haremos. - Sentenció de brazos cruzados, tras un extenso silencio en su meditación interna. Una decisión firme, que bien ocultaba un conflicto personal bajo ella. Quizás, al fin y al cabo, se trataba de que simplemente no tenía opción. Se encontraba entre la espada y la pared, si bien no actualmente pero sí virtualmente. Tenía que endurecer aquello, para no tener que endurecerse ante algo mucho peor. Aquellos relatos de dioses renacidos y héroes... Aún escapaban de su consciencia, nublada por muchas otras preocupaciones.

- Cualquier escolta que nos puedan ofrecer, no será menor. Mas requeriremos de tiendas de campaña, alimentos y suficiente equipo para pernoctar sanamente. Si el carruaje capturado de Belleria se encuentra en condiciones y contase con los corceles necesarios, desearía también solicitar la prestación temporal del mismo. Mi séquito ha tenido que soportar numerosas penurias durante el viaje, las cuáles no desearía ver reiteradas tampoco en sus hombres, dentro del margen de sus posibilidades. - Solicitó educadamente por su parte Briand, esperando pudiesen cumplir con aquello. Un viaje de esas cualidades era algo que realmente no deseaba volver a atravesar, no al menos en esas mismas precarias condiciones. Si bien ellos sabían, realmente no existía una relación formal de servidumbre entre ellos, continuaba siendo conveniente pretenderlo con el fin de poder solicitar y obtener aquellos servicios para todos, por medio de su nombre.

Lowen no pudo menos que enarcar una ceja cuando escuchó a Glinthalas hablar de incendiar el bosque. Creía que los elfos amaban los lugares naturales, pero estaba claro que aquello debía de ser algo del pasado. Por lo demás, el elfo parecía saber lo que hacía. Previsor, como siempre, planeaba una entrada que Lowen habría abordado de un modo más sencillo. El guerrero no dijo mucho más: sus compañeros se desenvolvían bien en esos ambientes, y él confiaba en sus habilidades. Su escudo y su mangual estarían allí cuando hiciese falta golpear con mayor dureza.

- Parece que tenemos un plan.

Hizo el comentario con una sonrisa, feliz de que sus amigos se hubiesen decidido a ser parte de todo aquello.

─Bien pensado, mi señora ─dijo el elfo haciendo un ademán servil no demasiado creíble─ pero el carro sólo nos retrasaría y, dada la escasez de alimentos, será preferible la premura antes que la comodidad. En general, en este caso, la premura puede ser de importancia caudal...

Glinthalas propondría partir cuanto antes, con su cargamento completo de flechas ─al regresar le faltaban 13 para completar sus 2 carcajs de repuesto─ y con Yonyo. Si no podía cambiar a su terca y fiel mula por un caballo, prefería llevársela consigo para que transportara todos los enseres.

─Distribuyamos bien el peso del nuevo equipo entre las bestias de carga, así irán más descansadas y, si perdemos alguna, no perderemos todo el equipo.

El joven elfo se veía apurado, razonando sin parar sobre las posibles dificultades del camino y de la empresa a conseguir. Era un cometido de gran envergadura, como nunca había tenido en su vida, y apenas si sabía cómo enfrentarse a él. Su mente iba por libre, tironeando de su lengua a ratos hasta que lograba calmarse. Un estado que últimamente conseguía eludirle con considerable eficiencia.