Partida Rol por web

Kylian por fin llegó a la zona donde el combate se estaba llevando a cabo. Estaba sudando por la carrera, pero tenía la férrea determinación de acabar con la amenaza aunque fuera fin aquel mondadientes que portaba como espada. En circunstancias normales era posible que ni llevará a atravesar las escamas de la criatura, pero con todas las bendiciones de Gilean sobre si persona, podía llegar a ser peligroso. 

- ¡Oh Gilean, entregame un arma espíritual para que pueda dañar a mis enemigos! - Imploró entonces. Difícilmente serviría de mucho en aquella situación, pero podía ser que al menos entretuviera al dragón. 

Al fin sus compañeros estaban haciendo algo de provecho. Era evidente que antes de llegar al cuerpo a cuerpo poco iban a lograr, excepto Enrielle, pero la arquera del grupo lo estaba pasando mal intentando que sus flechas lograran abrirse paso entre las duras escamas del dragón. A base de dentelladas y bastonazos el dracónido de repente debía estar planteándose cómo unas criaturas como aquellas podían estar logrando dañarle, aunque fuera superficialmente. Tal vez, sólo tal vez, se replantearía lo que debía hacer.

Si sus cálculos no fallaban, la emprendería a ataques con aquel que le hubiera hecho más daño. O quizás con los molestos cocodrilos que estaban tratando de herirle con tanta obcecación. Al fin y al cabo eran de un tamaño más que considerable. Un enano que no había vuelto a lanzarle ningún hechizo ofensivo desde que se aproximara a la fortaleza voladora sino que se había esforzado por mantenerse a distancia debía, por fuerza, convertirse en un objetivo secundario.

Thorwyn, aplastado contra la pared más lejana al dragón, rebuscó entre sus pertenencias para sacar uno de los pergaminos recién inscritos con el hechizo de Impacto verdadero, recitándolo prácticamente de memoria y extrayendo su magia para canalizarla en sus ojos. De repente el futuro apareció claro ante su mirada y supo dónde apuntar con precisión. Y aquel futuro se acercaba a paso agigantados, de manera que se dispuso a coordinarlo con el lanzamiento de otro hechizo...

Sacudido de un lado a otro por el enérgico batir de alas del dragón azul, Jilhazhí intenta concentrar su aliento ardiente en un punto de la espalda pero su llamarada se desvía inevitablemente de su objetivo por la violencia de los movimientos, dejando en su espalda una línea de escamas ennegrecidas. El gruñido irritado del wyrm queda apagado por los ruidosos rugidos que continúan escuchándose en el interior de la torre del homenaje.

Inasequible al desánimo, Enrielle toma un nuevo puñado de flechas encantadas y dispara una vez más sobre su objetivo. La mayoría de ellas continúan rebotando inofensivas contra su cuerpo, pero una consigue colarse entre dos escamas carbonizadas por Jilhazhí y hundirse en su carne hasta las plumas. Por primera vez, escucháis al dragón rugir de rabia y de dolor.

Constatando que no es invulnerable, Klunurig y el monstruoso caimán que ha convocado continúan acosándolo con renovada intensidad ahora que se encuentran bajo el sortilegio de Thorwyn. Por desgracia, sus furiosas dentelladas siguen sin encontrar una zona lo suficientemente blanda donde hincar los colmillos. Makuwa, que hasta entonces ha estado siguiendo a su amo, se detiene ahora a pocos pasos de él, reacio a acercarse más al intimidante dragón.

Es en ese momento cuando Kylian aparece doblando la esquina de la torre del homenaje y convoca junto a la escamosa bestia azul el bastón sagrado de Gilean. Hecho de pura fuerza divina, nada puede hacer el dragón para evitar los golpes que le llueven de manera enérgica, salvo gruñir dolorido y sorprendido.

Viendo que la atención de su atacante se centra en otros, Thorwyn aprovecha para rebuscar en el estuche donde guarda sus rollos de pergamino y extraer uno de los que ha transcrito más recientemente. La tinta se desintegra ante sus ojos a medida que pronuncia las palabras del encantamiento y el papel arde una vez que termina de recitarlo, confiriéndole una momentánea capacidad presciente.

Apaleado y acosado, el dragón retrocede un paso para tomar distancia de sus atacantes al tiempo que inhala una gran bocanada de aire. Lo que surge de sus fauces al exhalar es una auténtica cadena de relámpagos que se ramifican a la velocidad de la luz alcanzando a todos los que se encuentran a su paso.

Enrielle bufó, pensando impaciente en qué maldito bicho se había colado en la torre que rugía sin parar. Quizás era uno de esos leones que Kylian era capaz de llamar y que se comió más de un arquero nerakano... ¿o había sido Klunurig?

El pensamiento se interrumpió cuando vio al dragón abrir las enormes fauces y supo que algo iba a salir por ahí. Instintivamente, y sobreponiéndose al malestar tan horrible que la había invadido, Enrielle rodó por el suelo. Un instante después los relámpagos provocaron un violento y doloroso espasmo. Torpemente intentó incorporarse, y con la rodilla clavada en tierra. Tenía *náusea* que apuntar  allí donde las escamas habían sido quemadas por Jilhazhí. Tenía... tenía... Cerró los ojos sin darse cuenta. Estaba increíblemente pálida. Joder, lo que tenía un mareo horrible, y un dolor de cabeza aún peor...

Jiłhazhí

El pequeño dragón de Latón observó con auténtica fascinación cómo su montura Azul desataba una auténtica tormenta con su chisporroteante aliento. Toda una exhibición que hacía palidecer su propia llamarada.

Pero el asombro se mezclaba también con el horror que sentía por ver a la tía Enrielle atrapada entre aquellos rayos. De haber estado menos ocupado y no haber tenido en medio al descomunal cocodrilo salido de nadie sabía dónde, posiblemente hubiera reparado también en la pequeña goblin electrocutada.

Deseando vengar a su tía favorita (todavía no tenía del todo claro que Kylian era su tío, su tía o su tíe), Jiłhazhí arremetió una vez más con garras y dientes contra el lomo del Azul. Y una vez más sus esfuerzos resultaron estériles.

Aquella maldita bestia acaba de exhalar un aliento eléctrico mortífero. Sus amigos eran duros, pero aquella bocanada del dragón era digna de ser recordada. Muchos hubieran perecido ante semejante ataque, pero confiaba en que, aunque parcialmente abrasados, sus amigos lograrían sobrevivir. Deseaba que sobrevivieran.

En cualquier caso, aunque fuera como acto de venganza y rebeldía, o como pura obcecación enanil, Thorwyn, pese a la escasa distancia que le separaba del gran reptil, se arriesgó. El pergamino que había consumido le proporcionaba la práctica seguridad de impactar con su siguiente ataque y el que se disponía a lanzar era, sin duda, el hechizo de ataque más poderoso del que disponía en esos momentos.

El theiwar se aplastó contra la esquina de las paredes, gesticuló con precisión y alzó la voz lo justo para poder escucharse a sí mismo el pronunciar las arcanas palabras que llevarían hasta sus manos una auténtica lanza de llamas. Un rayo abrasador saldría de ellas para ir a estrellarse exactamente donde las llamaradas previas de Jilhazhí habían abierto algo de hueco. No era una gran oportunidad, pero armado con el conocimiento aportado por el hechizo de adivinación, casi era difícil de errar.

Klunurig-lagarto vio con sorpresa cómo aquel maldito gusano azul invocaba el poder de los cielos y abrasaba con sus rayos todo cuanto podía alcanzar. Pensó en Makuwa, el estúpido cocodrilo cobarde de la ciénaga, broma cruel enviada por el pájaro-de-llamas-azules para burlarse de sus esperanzas, y estuvo seguro de que la electricidad lo freiría como a un pez en el espeto. Pero al mirar, allí seguía, paralizado como si en vez del más temible depredador del pantano, fuese una culebra que se esconde del pico de una garza.

- ¡Pffssss! - siseó de nuevo, queriendo decir a Makuwa "¡Sígueme, cocodrilo estúpido, o morirás abrasado por los rayos!"

Después redobló sus esfuerzos en el afán de morder a aquel dragón infame, pero sólo logró partirse un colmillo en el proceso, y a punto estuvo de meter la cabeza debajo de su cola y morir aplastado por ella. El cocodrilo traído por el pantano también parecía a punto de dejarse la dentadura en el proceso, quizá, con un poco de suerte, esta quedaría clavada en el dragón antes de descoyuntarse.

Aquel maldito dragón se había apartado dejando al bastón espiritual recién convocado lejos de su alcance. Mientras estaba pensando en aquello una nube eléctrica surgió de las fauces de aquella criatura abrasando todo a su paso y ella no fue una excepción. El dolor fue intenso, más cuando no pudo ni reaccionar para tratar de evitar el impacto comiéndose de lleno aquella nube de energía eléctrica.

- ¡Maldito! - Gritó enfurecido. - ¡Sufrirás la ira de Gilean! - Le amenazó. - ¡Oh Gilean, envíame un bastón espiritual para acabar con esta vil lagartija alada! - Imploró lleno de rabia y dolor, aún con sus pelos humenates.

Un nuevo bastón espiritual surgió de la nada a espaldas del dragón. La goblin se concentró para hacer que el primero de los invocados avanzara hasta su adversario y entonces... una lluvia de bastonazos cayó sobre la criatura. Algunos con más y otros con menos suerte, pero sin duda alguna, de no morir ese día, aquella bestia alada, recordaría los palazos de Gilean por el resto de su vida.

Si bien es cierto que Jilhazhí demuestra una gran perseverancia atacando con sus diminutas garritas al dragón azul, no es menos cierto que no está teniendo la menor oportunidad contra él debido a la enorme diferencia de tamaño que los separa.

Mejor fortuna está teniendo Enrielle, o al menos eso piensa ella después de haber logrado herir a su enemigo con una de sus encantadas saetas flamígeras. Sin embargo, cuando se disponía a disparar una nueva andanada para poner en fuga a la bestia, ésta responde con su aliento electrizante. La exploradora de la Legión consigue esquivar lo peor de la descarga, pero no evitar por completo los calambres incontrolables que la recorren de los pies a la cabeza y que la hacen disparar su siguiente flecha hacia donde no lo pretendía.

La saeta de fuego hace diana en el indeciso Makuwa, disipando al instante cualquier duda que pudiera tener acerca de quién debería convertirse en su almuerzo. Más sorprendido y furioso que herido, el enorme cocodrilo da media vuelta para lanzarse con poderosos saltos contra su involuntaria atacante, hundiendo en la pierna de Enrielle sus poderosos colmillos y derribándola en el proceso.

El otro cocodrilo gigante, el convocado por Klunurig, medio achicharrado por el aliento del dragón y medio enloquecido a causa de ello, se lanza contra él en un temerario ataque colándose por debajo de su vientre y mordiéndole en el cuello. Un zarpazo del Azul le obliga a soltarlo, pero arrancando varias escamas cobalto en el proceso y haciendo que la sangre brote abundantemente de la herida abierta.

Es entonces cuando una enojada Kylian invoca un segundo bastón espiritual para que se ensañe con vuestro atacante y ambas armas divinas comienzan a apalear sin piedad al intruso, castigándolo por su insolencia.

Al ver por el rabillo del ojo que Makuwa se lanza a por Enrielle, Klunurig le ordena regresar a su lado en la lengua reptiliana que ambos comparten. El cocodrilo gigante le fulmina con la mirada pero tras un tenso segundo parece dispuesto a obedecer a su amo. Momentáneamente distraído del combate por el comportamiento de su temperamental mascota, a punto está el transformado druida de cometer un error fatal.

Un error que afortunadamente el dragón no aprovecha porque precisamente en ese momento, desde su retaguardia, Thorwyn lanza contra él un inevitable rayo ardiente. A tan escasa distancia, con un objetivo tan grande y con la guía de su conjuro anterior, fallar era casi imposible. Varias escamas de su muslo izquierdo se ennegrecen y caen al suelo, mostrando la carne enrojecida y ampollada debajo.

Con un nuevo rugido de dolor y rabia, la bestia se revuelve atacando con todas sus fuerzas. Lanza un zarpazo con su garra derecha al cocodrilo gigante, decidido a rematarlo, pero la criatura convocada reacciona con rapidez y el ataque solo araña su dura piel pero sin lograr atravesarla. Colérico, el dragón gira violentamente hacia su izquierda, donde sus mandíbulas y su otra garra alcanzan a Klunurig-lagarto. Retrocede unos pocos pasos y barre con su cola el espacio situando tras él, golpeando violentamente a Thorwyn contra el muro. Y bate con tal violencia sus alas tratando de alzar el vuelo y quitarse de encima a Jilhazhí en el proceso, que se disloca una de ellas y vuelve a aterrizar pesadamente en el patio de armas.

Su gemido ahora es de puro terror al darse cuenta de que no puede escapar de vosotros y que su única posibilidad de supervivencia pasa por mataros a todos.

La bestia estaba herida, y Klunurig-lagarto sabía que era el momento de aprovecharlo. Con un siseo, llamó al cocodrilo furioso a acabar con el gusano azul. Sus escamas estaban dañadas y había sitio por donde hendir la carne.

- ¡Pffffffssssssss!

Se arrojaron a por él como hienas a por su presa, mordiendo allí donde ya habían abierto brecha. De reojo, Klunurig-lagarto pudo ver cómo el monstruoso cocodrilo del pantano desgarraba la carne llegando al vientre de la bestia, y luego ya no vio nada, porque la sangre negra de la criatura le bañó los ojos por un instante. Pero, aún así, siguió mordiendo allí donde notaba que las escamas cedían y la carne se rompía. Ya no le importaba nada, solo la sed de sangre que le invadía en ese momento. Si hubiese podido reir, lo habría hecho a carcajadas.

Atrapado, golpeado, con el último álito de consciencia que le quedaba, el enano perserveró. No moriría sin hacer nada, sin enfrentarse al destino y probar suerte una última vez. Devorado por un dragón quedaba bastante épico si alguien decidía escribir sobre él. Pero quedaría mucho mejor algo como "murió devorado por un dragón a la avanzada edad de 500 años al enfrentarse a su enésimo adversario dracónido"...

Su cuerpo alimentado todavía por la magia del hechizo de Acelerar, sus movimientos normalmente lentos y pesados propios de su raza se habían transformado en llenos de celeridad y energía. Y pensaba aprovecharlo. Necesitaba distancia para poder girarse y lanzar un nuevo hechizo de ataque. No le quedaba gran cosa, pero al menos el Proyectil mágico siempre acertaba en el blanco. Decidido a conseguirse esa distancia para no ser devorado mientras convocaba un nuevo hechizo, Thorwyn dejó que sus piernas le llevaran a toda la velocidad de la que era capaz siguiendo la pared, brincando y esquivando, hasta colocarse fuera del alcance del dragón.

Entonces se volvió a tiempo de ver cómo Klunurig... o uno de sus cocodrilos del pantano, desollaban al monstruo. ¿Sería necesario su hechizo? ¿Habían acabado con un dragón?

Jiłhazhí

En su intento desesperado por librarse de su pequeño polizonte y de escapar de los bastonazos que le llovían inmisericordes, el Azul se dañó un ala y ya no fue capaz de remontar el vuelo. Jiłhazhí sintió como propio el dolor de su congénere y no pudo evitar imaginarse a sí mismo en una situación semejante. Desesperado, malherido, rodeado de enemigos...

Pero Jiłhazhí había sufrido también en sus propias carnes la ira de dos dragones Azules y sabía que podían ser despiadados. Si le daban la oportunidad de rendirse, probablemente la aprovecharía para acabar con todos ellos con una nueva vaharada de su aliento mortal.

Por eso, con todo el dolor de su corazón, continuó esforzándose por acabar con él. Sus esfuerzos seguían siendo inútiles, pero sus intenciones habían sido mortíferas y ahora tendría que vivir con esta decisión hasta el final de sus días.

El dragón estaba recibiendo si merecido. Atacarles sin razón en su propia fortaleza era cuanto menos un suicidio. Ellos eran, como bien decía el enano embarrado: un vendaval de muerte y de nuevo lo iban a demostrar. 

Sus compañeros dieron buena cuenta de dragón y pese a que sus bastones espirituales en esa ocasión no lograron impactar contra el reptil alado, éste parecía ya moribundo. Aún así, la goblin corrió con todas sus fuerzas tratando de llegar finalmente al combate y tratar así de acabar con el dragón con un golpe de maza. 

- ¡Vamos, ya queda poco! - Gritó Kylian casi sin aliento por la carrera que se acababan de pegar sus cortas piernas verdes.

Enrielle no daba crédito. Tras errar tan ntes de poder darse cuenta, Makuwa, o el otro cocodrilo de Klunurig, se había revuelto, la había derribado y estaba intentando arrancarle una pierna. Desesperada, Enrielle chillaba y daba puñetazos en las duras escamas de la cabeza del gigantesco cocodrilo, pero las fauces se habían cerrado sobre su carne sin piedad.  Gracias a los dioses el maldito animal soltó la presa y se volvió al dragón, y Enrielle pudo retroceder arrastrándose sobre sus nalgas y dejando un camino de sangre.

Jadeante y sangrando profusamente, alzó la mirada para ver al dragón acosado por todos, azotando desesperadamente con las alas incapaz de huiir, pero aún dispuesto a matarlos a todos. Trabajosamente logró ponerse en pie y disparar una última flecha. Última porque si volvía a escupir otra tormenta de relámpagos, posiblemente muriera.

Enrielle vio cómo el dragón azul por fin cayó muerto entre las fauces de un igualmente gigantesco cocodrilo. Una lucha de monstruos terribles, uno de los cuales, el más estúpido, por poco la mata. Con un alarido, a la maltrecha exploradora le falló la pierna herida y cayó otra vez al suelo. Los jirones de su armadura de cuero y de su ropa se entremezclaban con jirones de piel y músculos desgarrados.

Quería tumbarse y taparse la cara con las manos, cerrar los ojos y exhalar un largo suspiro para que se le pasaran las malditas ganas de vomitar, pero no se fiaba ni un pelo del cocodrilo idiota.

—¡Lagartija estúpida! —siseó, llevándose las manos a la pierna destrozada, y arrastrándose como pudo a la pared mientras miraba con odio a Makuwa. — ¡Thorwyn! —chilló — ¡Haz callar a ese condenado león, maldita sea! — miró alrededor del dragón, sin ver a Thorwyn por ninguna parte. —¿Thorwyn...? — llamó de nuevo, esta vez con voz vacilante, temerosa de que finalmente su amigo enano hubiera terminado en la barriga del dragón. Al menos, si estaba ahí dentro, el lagarto pequeño y gordo lo iba a sacar en un momento con el festín grotesco que se estaba dando.

Y al fin la bestia se desplomaba en el patio de la fortaleza. Lo hizo mientras el antiguo pícaro enano trataba de huir de él a toda prisa, su velocidad aumentada por efecto del hechizo de Acelarar. Aunque no estaban siendo las maniobras más eficaces que había llevado a cabo.

Con el último aliento del dragón, Thorwyn se alzó, clavó la mirada en el cadáver del monstruo, para asegurarse de que no volvería a respirar... y entonces bajó la mirada hacia sí mismo, comprobando los daños que la bestia le había causado. Tenía el brazo izquierdo con señal de mordedura desde el antebrazo y hasta el hombro, regalo del escamoso azul, y le dolía respirar. Seguramente tenía una o más costillas rotas, gracias al golpe que le había propinado cuando ya por fin se había decidido a centrar su atención en los demás. Aquellas heridas tardarían semanas, sino meses, en curar...

Seguro de haber asistido hasta el último estertor del azul, el arcanista le pateó con saña, aunque no tanta como para llegar a hacerse daño él mismo. Eso bastó para reaparecer a la vista de los demás.

─¡Kylian, creo que necesitaremos una ayudita para sanarnos o tardaremos semanas en volver a estar completamente operativos...! ─gritó el enano por encima del ruido del león, siempre pragmático.

Observando al resto del grupo, no cabía duda sobre dónde había acabado el aliento eléctrico del dragón. Él había recibido lo suyo, cierto, pero el resto no había quedado mucho mejor parado que él mismo. Pero parecía que todos habían sobrevivido.

─¡El león dejará de sonar en seguida¹! ¡Y me ha salvado la vida, el dragón era capaz de seguirme gracias a su olfato incluso estando invisible! ¡Sin ese ruido hubiera sido un blanco muy fácil!

"Y el dragón me hubiera arrancado la cabeza" estaba implícito en la anterior frase. Le había salvado la vida un truco mágico al alcance de cualquier aprendiz de mago... aunque con mucha más potencia, claro está. Eso daba que pensar, sobre todo por el tema de la elección de hechizos para cada jornada. Y esta experiencia le serviría para replantearse los hechizos con los que se debía hacer. ¿Había algo a su abasto capaz de teleportarle aunque fuera una corta distancia? Tenía que revisarlo. Y, si estuviera disponible, debía hacerse con él para su grimorio.

En cualquier caso, una vez superada la crisis había que poner las cosas en su sitio: estaban todos vivos, la fortaleza no había sufrido apenas daños y ahora tenían un dragón en su patio. Eso era potencialmente muy provechoso...

─¡Voy a poner al corriente a Lluvia, vuelvo en seguida!

Los rugidos y los gritos de dolor procedentes del nivel interior de la torre que siguieron a la noticia de que un dragón volaba hacia nuestra fortaleza me mantuvieron en tensión hasta que Thorwyn regresó a mi lado para informarme de que el peligro había pasado y todos estaban vivos. Incluido Jiłhazhí.

—Gracias, Thorwyn, eres un buen amigo —le reconozco con lágrimas en los ojos. No hay nada que pueda compararse con la angustia de una madre sin saber qué le ha ocurrido a su pequeño.

Parece gravemente herido y estoy convencido de que seguramente otros compañeros nuestros habrán salido mal parados del enfrentamiento. Lamentablemente, atrapada como estoy en esta esfera de energía, no puedo aliviar sus padecimientos. No hasta que hayamos cruzado las montañas y encontrado un lugar seguro donde aterrizar.

 —Tenéis que contármelo todo. Me ayudará a mantenerme despierta las horas que todavía tengo por delante. Pero primero alguien tiene que ocuparse de ese brazo, ¿de acuerdo? —le pido, dedicándole una sonrisa cariñosa—. Si Kylian no puede hacerlo, encontraréis vendajes y algunos emplastos de plantas calmantes en mi mochila, en mi habitación del torreón noreste. Coged lo que necesitéis. Os atenderé en cuanto sea seguro, os lo prometo.

Resulta muy poco educado por mi parte tener que hablar con él sin dejar de mirar al techo en lugar de poder mirarle a la cara. Pero temo estrellar la fortaleza si distraigo mi atención de lo que estoy haciendo.

—Gracias, Thorwyn, de verdad. Habéis hecho un trabajo estupendo salvándonos a todos.

Klunurig-lagarto siguió arrancando pedazos de carne y entrañas del dragón, dándose un baño con su sangre y disfrutando de un truculento festín. En aquella forma, los instintos depredadores del animal que habitaba se apoderaban de él, y le hacían alimentarse con violencia, tanta como había puesto en la cacería salvaje que había protagonizado. Al fin, el enviado del pantano se desvaneció junto a él, con una nube de vapor, y la presa quedó para su solo disfrute. Pero pronto apareció otro invitado: el gran Makuwa, que se acercaba a devorar una presa que no era suya.

- ¡Fsssssssssssssshhh! - siseó amenazante Klunurig. - Apártate de la presa que no has cazado, Makuwa el cobarde. - Decía en reptiliano.

El enviado de Krik'k lettz respondió con un gruñido, y comenzó a buscar trozos de carne. Claro, aquel lagarto estúpido hacía siempre lo que le venía en gana. Bueno, lo cierto es que Klunirig ya estaba lleno, y tampoco necesitaba alimentarse de aquello. Aburrido de la conversación, retornó a su forma bakali, sacudiéndose los restos de sangre y vísceras en el proceso.

- ¡Humph! - gruñó - El gusano infecto del pantano ha debido enviarnos a uno de sus lacayos para acabar con nosotros. ¡Ahora sabrá qué puede hacer el vendaval-de-muerte! Ahora estoy cansado y el favor de Krik'k lettz se agota, pero mañana le enviaré a Mohrlex el infame un pedazo de su cachorro. ¡Humph!

Dicho aquello, se acercó a ver cómo estaba Enrielle-flechamuerte.

- No debes resistirte al pantano. ¡Humph! Él intenta penetrar en tí, y tú te resistes. ¡Por eso vomitas, como una debilucha! ¡Humph! - la miró fijamente a los ojos - Debes dejarlo entrar.

Dicho aquello, le puso una mano en la pierna herida, untando barro en ella, y entonó uno de sus obscenos cánticos. Pronto el barro se secó, y el dolor bajo el mismo menguó.