Cuando aún estaban en el salón, Enrielle cerró los ojos y, mientras se masajeaba las sienes, se prometió a sí misma acordarse de amordazar y maniatar también a Klunurig Tzé, además de arrojarlo en un sótano, mientras durase cualquier reunión que hicieran.
La situación al menos había facilitado reunirse con mayor tranquilidad con Sombrasilente. Estaba apoyada entre las almenas, observando las siluetas que se alejaban, cuando su superior le habló. Enrielle le devolvió la mirada. Su expresión era grave, pero el brillo de sus ojos delataba la emoción que la embargaba. Las dudas, los miedos y la vergüenza que albergara desde el enfrentamiento con Sir Kragger, todo fue barrido por una oleada de orgullo y determinación.
Meses atrás, Enrielle había aceptado el trabajo sin saber bien lo que implicaba. Simplemente era hábil pasando desapercibida, sabía defenderse y tenía buen oído. Eso había gustado a Sombrasilente y ella pensaba en lo que pagarían cuando terminase.
Sin embargo, durante el tiempo que había durado su misión, sin darse cuenta había ido descubriendo que había nacido para ser Legionaria de Acero. Desde que fuera una niña, cada paso la había traído hasta donde se encontraba en ese preciso momento para continuar con el legado de Sara Dunstan. Pero aún le quedaba camino por delante. No sabía si mucho o poco, pero lo que sí sabía, en su corazón, era que ese sería su camino. Aunque tuviera que renunciar a su familia. Por un momento sintió la punzada de la nostalgia. La misma sensación que cuando calzó las botas y se marchó de Fair Meadows años atrás. Pero era su destino.
—Será un honor continuar con el Legado, ser los ojos y oídos donde se necesiten y luchar contra la injusticia con coraje, sea donde sea. — declaró, alzando la barbilla e hinchando el pecho, y entonces sonrió. Se sentía verdaderamente emocionada. — Nunca me ha atraído el camino fácil. Acepto unirme a la Legión de Acero y llamarte hermano.
Arrugó el entrecejo. ¿Cuál sería su mote? Venían algunos a su mente. Eran los que le habían puesto otros niños o sus propios hermanos durante su infancia. Ninguno lo recordaba con demasiado cariño. Entonces se le ocurrió el último que le habían puesto, y además muy recientemente. No estaba del todo mal, a pesar de que era algo de lo que no se enorgullecía especialmente y aún tenía ganas de agarrar al autor por las orejas y zarandearlo con fuerza... pero no quitaba su parte de razón.
—Me haré llamar... — dudó un instante antes de decidirse finalmente— Flecha de Muerte.
—Flecha de Muerte... me gusta, muy apropiado —admite con una media sonrisa antes de volver a ponerse serio—. Puede que esto que te voy a decir te sorprenda, pero la Legión cuenta con buenos informadores entre los draconianos de Teyr. La mayoría de la gente de Ansalon piensa que son criaturas que deberían ser totalmente erradicadas, pero muchos solo intentan sobrevivir como nación y dar un futuro a su especie y sus crías. En realidad no son tan diferentes de cualquier otra raza y tienen buenas razones para no sentir ningún aprecio ni a los caballeros de Neraka ni a su difunta reina.
»De ellos hemos oído rumores en la misma línea de las cartas que nos habéis enseñado esta noche. No tenemos pruebas, pero sí indicios de que los enanos de Zakhar (ahora Thoradin) han encontrado una maza maldita y están ofreciéndola al mejor postor. No hemos podido confirmarlo porque sus tierras están lejos de aquí y en territorio de ogros.
»Los solámnicos son bienintencionados, pero demasiado rígidos como para actuar con la premura que esto requiere. Confío mucho más en ti y en tu singular grupo para recuperar esos artefactos que en ningún otro. No puedo imaginar a nadie capaz de arrebatar esta fortaleza a los caballeros de Neraka y si esto lo habéis conseguido, os creo capaces de cualquier cosa.
»Intentaré obtener información sobre la localización de otros artefactos y compartirla con vosotros si estáis dispuestos a tratar de recuperarlos antes de que caigan en manos de los fanáticos de Takhisis. Tal vez a tu mago enano se le ocurra una forma de que podamos mantenernos comunicados.
Enhorabuena, Enrielle ya es una Legionaria de Acero de pleno derecho.
Enrielle asentía gravemente la información que le brindaba Sombrasilente. Incluso Nudillos, aún agarrado al antebrazo de la recién nombrada Legionaria, parecía escuchar con suma atención. Se confirmaba, pues, que la conquista de algo que se le había antojado imposible en su momento, capturar la ciudadela flotante, había resultado tan sólo una parte pequeña de la misión que se desplegaba ante ellos, y que era de una magnitud impresionante.
Pensó en sus amigos y supo que, cada uno por sus razones, estarían de acuerdo en continuar. Incluso Kylian, aunque fuera por devolver la neutralidad al mundo. Mientras que Klunurig... bueno, ya lo convencería con algo acerca del pantano.
—Entiendo... — respondió tras meditar brevemente la información —Puedo decir en nombre de mi grupo que estamos más que dispuestos a hacer todo lo que esté en nuestra mano para impedir que los fanáticos se hagan con esos artefactos, así que en nombre de todos ellos agradezco la información que puedas encontrar. De hecho... — sacó de uno de los bolsillos interiores de la capa la mitad de la piedra de recado. La miró unos segundos — Esta piedra está comunicada con su otra mitad, que ahora posee maese Runavieja. Sólo permite un mensaje corto cada día. Puede ser suficiente, pero los poderes arcanos de ese enano parecen crecer por días. Le preguntaré si tiene otra forma que pueda mantenernos en comunicación y, si no la hay, llevarás esta mitad.—movió la piedra en su mano. Luego miró al interior de la fortaleza y sonrió ligeramente — ¿Te gustaría ver también el dragón azul?
Yo por mí le daría la piedra ya, pero por no tomar decisiones unilaterales de equipo común (ya me regañaron con el tridente xDD) se lo voy a decir antes al personal! Lo roleo con ellos o se lo digo en el off para agilizar la escena?
Cómo mola la Legión de Acero *_*
Os reencontráis todos frente al cobertizo norte, del que en su día escaparon los goblins prisioneros para acabar descuartizados en el patio. Del interior del edificio surge una peste imposible de enmascarar dado que durante más de una semana los restos del dragón azul han estado pudriéndose a la intemperie y solo os habéis ocupado de esconderlos aquí ante la inminente llegada de invitados.
El cuerpo hinchado y repugnante no es mucho mayor que el de un caballo, pero lo parece por el área que ocupan sus escamosas alas, descoyuntadas y extendidas de forma imposible bajo su cuerpo.
—Impresionante... —murmura Sombrasilente, lagrimeando a causa del olor y cubriéndose la nariz y la boca con el brazo izquierdo—. Había oído hablar de los dragones, pero nunca había visto uno de verdad con mis propios ojos.
La hija venerable Climentsa usa un pañuelo perfumado para soportar el hedor y pincha con su bastón las escamas azules, ahora reblandecidas por la podredumbre.
—Una pena, no sé por qué me imaginé que habíais acabado con un adulto. Este ejemplar apenas estaba en edad puberal —comenta algo decepcionada, no con vuestro logro, sino con sus expectativas—. Con los años se hacen más grandes, sus escamas se vuelven tan duras que incluso pueden repeler la magia y su sola presencia hace que los corazones más valientes se encojan de terror. Os digo esto para que no os confiéis en el futuro. Os he oído mencionar a Mohrlex y debéis saber que es el dragón Negro más grande y poderoso de Ansalon, posiblemente el mayor de todos los dragones que sobrevivieron a la Purga y la posterior aniquilación de los Señores Supremos. Está tranquilo en su pantano y creo yo que es mejor dejarlo así, todos lamentaríamos que volviera su atención fuera de sus dominios.
A continuación, con una actitud más despreocupada, añade señalando con su bastón los despojos del pequeño azul.
—En fin, ¿y qué pensáis hacer con este?
-Si le somos sinceros, no nos pareció nada pequeño ni inofensivo cuando vino a por nosotros... El tema es que ahora es un cadáver putrefacto, así que imagino que lo más apropiado sería limpiar el cráneo para quedarnos con un trofeo y deshacernos del cuerpo. En Kalaman me hice con un pergamino de Sirviente invisible que mañana mismo inscribiré en mi grimorio, así que pronto lo pondré a trabajar... Salvo que usted tuviera en mente una idea mejor, claro -dijo el enano, siempre abierto a hacer negocios.
Aquella mujer era, con diferencia, la persona más abierta y cercana de las que habían participado en la cena. Su buena disposición invitaba a la sinceridad y a la amabilidad. Y a tener suficiente confianza en ella para hacer buenos negocios. Al fin y al cabo les había ofrecido una información de inconmensurable valor sin pedir contraprestación alguna. Eso merecía un respeto.
No puedo reprimir un escalofrío cuando la anciana elfa nos dice que el dragón azul al que mis compañeros consiguieron dar muerte de forma tan heroica era poco más que una cría. ¿Cómo de grande puede ser entonces un dragón tan viejo y poderoso como Mohrlex? No puedo ni imaginármelo, pero sí predecir con toda certeza que ni todas las flechas de Enrielle, ni todos los cocodrilos del pantano invocados por Klunurig podrán matarlo. Y eso por no mencionar que cuenta con la protección de la naga Esmani y posiblemente de todos los bakali de Mohrlexctlan y hasta de Nordmaar al completo.
Cualquier esperanza de acabar con él y liberar así a unos hombres-lagarto que no desean ser liberados de su dominio, se desvanece de mi mente.
Me hubiera gustado dejar todo este asunto de los artefactos mágicos en manos de gente más competente que yo misma, fingir que todo está bien y olvidarme de dragones y dioses muertos. Por desgracia, ahora sé que los planes de los fanáticos son factibles pese a que a los solámnicos parezca que eso no les preocupe demasiado. No tanto al menos como los saqueos, las conquistas de territorio por parte de los goblins o hacerse con nuestra fortaleza para emplearla como un arma de guerra.
El mundo está perdido cuando la única persona que toma en serio nuestras advertencias es una viejecita cuya ocupación principal es la de prestar dinero a cambio de intereses. Mucho me temo que mirar hacia otro lado ya no sea una opción para mí, aunque ni siquiera sepa por dónde empezar a buscar esos objetos sacrílegos.
—Oh, no, no, por supuesto que no, querido. Nada pequeño y nada inofensivo para un grupo tan reducido como el vuestro. Sin duda acabar con él fue un gran logro del que podéis enorgulleceros —os asegura la anciana sacerdotisa con sinceridad—. Pero ahora parece que es más un estorbo que otra cosa. Los sirvientes invisibles están bien para empuñar escobas y barrer el polvo. En cambio, para ocuparse de un dragón muerto...
»La verdad es que habéis prestado un gran servicio a Kalaman con esto de quitarles la fortaleza voladora a aquellos que planeaban atacarnos. Yo todavía recuerdo cuando vi la primera de ellas hace más de cincuenta años sobre nuestra ciudad, con los draconianos lanzándose desde el aire y planeando hasta aterrizar directamente tras nuestras murallas. Deberíais ser recompensados por vuestra valerosa acción y me parece que los rectos caballeros de Solamnia no van a hacer justicia con vosotros en esta ocasión.
»Así que, os propongo una cosa. Si me sacáis de la fortaleza estos restos putrefactos, yo estoy dispuesta a pagaros a cada uno de vosotros cinco, cien piezas de platino. Ya veré qué se me ocurre hacer con eso. Igual lo mando a algún taxidermista y lo pongo en el templo para recordarle a los comerciantes que vengan a visitarlo que el peligro ahí fuera sigue siendo muy real. ¿Qué me decís? No tenéis ninguna obligación de aceptar mi mecenazgo, claro, pero creo que es bastante justo. A Shinare no le gusta que la balanza del equilibrio esté rota.
NOTA: 100 ppt = 1000 pa.
Enrielle observaba el dragón putrefacto tapandose la nariz con su capa, pero el hedor penetrante se colaba a través de la recia tela como si nada. ¿Y era poco más que una cría? Sintió un escalofrío. El relámpago que había escupido casi la había dejado frita, y gracias a los dioses que había podido esquivar la peor parte. Un dragón adulto, viejo y gigantesco como Mohrlex... mejor no pensarlo. Que se quedara en su pantano para siempre. Lo sentía por Klunurig y Kylian, pero ella no iba a ir a buscarlo ni a liberar ningún pueblo bakali.
—Tuvo que ser una visión terrible ver sobrevolar estas fortalezas sobre la ciudad dejando caer draconianos. Ojalá los caballeros de Solamnia tuvieran una memoria tan buena como la vuestra, pero supongo que si muchos de ellos no habían nacido o eran críos, es más difícil. —como ella misma, ciertamente, pues en aquel entonces serían sus padres quienes estarían naciendo.
»Es un pago muy generoso, Hija Venerable Climentsa. — respondió a la anciana, inclinando la cabeza. —Lo llevaremos al templo esta misma noche. Temo que si nos quedamos un día más, los caballeros cumplan su promesa. ¿Están aún los camareros por aquí? — trató de buscar a los mozos del salón, pero desde allí no veía a ninguno. Ya que habían cobrado tanto les daría recoger unos cubiertos y platos sucios como los restos podridos de un dragón azul.
Sus ojos toparon con Thorwyn. Ver que ahora con la anciana sus maneras eran más adecuadas había disipado las ganas de agarrarle de la barba con enfado. Supuso que si alguna vez quisiera enfadarle bastaría con amenazarle con quitarle algo valioso. Lo que llevaba inevitablemente a la siguiente cuestión, tal vez algo espinosa para el avaro enano...
—Por cierto maese Thorwyn, tal vez lo hayáis comentado ya, pero esa maza maldita no es el único artefacto que puede estar en juego. Ya sabes que muchos ojos ven más que unos pocos, así que entregaré mi mitad de la piedra de recado a Sombrasilente y tú me darás tu mitad. La red de la Legión de Acero es muy amplia y tiene ojos en muchos lugares. Y cuando esos ojos vean algo y Sombrasilente lo sepa, nos lo comunicará. — la recién nombrada legionaria tendió su mano para que Thorwyn depositara en ella la piedra de recado. En la otra mano llevaba la otra mitad. —A no ser que puedas idear alguna otra forma de tener comunicación rápida, a muchas leguas de distancia y por el aire.
—La tengo yo —puntualizo a Enrielle, mostrando la otra mitad de la roca parlante—. Thorwyn me la dio cuando os fuisteis a comprar a Kalaman para que supiera cuándo aterrizar la fortaleza.
Miro al discreto individuo que no nos ha querido dar ni su auténtico nombre.
—Si de verdad puedes ayudarnos a localizar esos objetos y Enrielle confía en ti, yo también lo hago. Tómala —le ofrezco, antes de instruirle en su uso—. Con ella podrás comunicarte con la mitad que tiene Enrielle desde cualquier parte o, al menos, no hemos descubierto por el momento que haya una distancia límite. Y además la comunicación viaja en ambos sentidos. La única restricción es que solo puede enviarse un mensaje al día y que este mensaje debe ser breve, veinte o veinticinco palabras a lo sumo.
Kylian se había mantenido en un segundo o tercer plano durante todo el tiempo que duró la recepción de las autoridades de Kalaman. En más de una ocasión estuvo a punto de saltar enfurecido por algo que habían dicho los incrédulos y desagradecidos invitados, pero no lo hizo.
Seguía sin sentirse cómodo con su nuevo cuerpo. Tenía ciertas ventajas con el hecho de no tener cuerpo, pero seguía siendo un transporte demasiado pequeño, demasiado verde y demasiado hembra. Quizás pudiera llegar a adaptarse a él en el futuro, pero no guardaba muchas esperanzas. Era por ello vital que Thorwyn se pusiera de inmediato con el "sombrero de disfraz".
- Eso facilitaría mucho las cosas... - De dijo a si mismo.
Atento a todo lo que allí se decía, pero sin intervenir, Kylian parecía imbuida en la narrativa. Sólo Lluvia se dirigió a ella para sugerir que anotara las historias que acababa de narrar la anciana de orejas picudas y no pudo más que asentir e ir a por material de escritura para obedecer la sugerencia de la bárbara.
Mucho le extrañó a Kylian el hecho de que nadie le mirase por encima del hombro, le incomodase su presencia o sugiriera que se marchara a comer a los establos con los animales. Podía ser que ni tan siquiera hubieran reparado en su presencia. Por suerte, su aspecto no parecía haber creado un problema de una forma tan evidente como el propio bibliotecario había vaticinado en sus adentros.
- Ha sido muy amable. - Habló por fin tras mucho tiempo en silencio. - Cuanto más tiempo paso entre gente poderosa, más prepotentes me parecen y a la vez más ignorantes. No es su caso. - La goblin miró con cierta admiración a la venerable anciana. - No se lo tome a mal, pero como casi siempre, la experiencia es un grado y usted tiene mucha experiencia. - Afirmó rotundamente. - Su oferta por los restos de la criatura, es más que generosa y no seré yo quien me atreva a rechazarla.
—Confío en el como confío en un hermano. — respondió Enrielle asintiendo con total convencimiento, viendo cómo la piedra mensajera cambiaba de manos.
Entonces la voz de Kylian la sobresaltó. Miró hacia abajo, buscándola. ¿De dónde había salido? ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Supuso que se había quedado en el salón mordisqueando algún hueso de la cena o el dedo de Valev. La verdad era que no se terminaba de acostumbrar al tono chillón de su voz. Ni a su piel verde. Ni a cómo movía las orejas cuando leía sus libros, ensimismada. Si de verdad Thorwyn que le iba a hacer un gorrito como el de Jilhazhí, al menos la piel verde y las orejas puntiagudas quedarían ocultas...
Sombrasilente acepta el regalo de Lluvia Estelar visiblemente impresionado con lo que la magia es capaz de hacer y se despide de vosotros asegurándoos que se pondrá en contacto tan pronto como tenga algún otro indicio de la ubicación de los restantes artefactos.
Los camareros contratados para la velada de esta noche se niegan a tocar el dragón putrefacto. Sienten hacia él tanto miedo como repugnancia y, aunque algunos parecen deseosos de contárselo a sus amigos en Kalaman, eso no significa que quieran entrar en contacto con él. Tan pronto como retiran la vajilla y se aseguran de no dejar nada atrás, abandonan la fortaleza con unas monedillas de plata en el bolsillo y una buena historia que compartir en las tabernas de la ciudad.
Una vez más sois vosotros quienes tenéis que mover el cadáver del Azul, atándolo con cuerdas a las mulas extraídas de la bolsa mágica de Enrielle. Las bestias de carga arrastran el cuerpo por el patio, dejando a su paso un reguero de sangre y escamas, hasta el exterior. Y, desde allí, hasta las puertas de la ciudad donde la guardia os da el alto y os impide pasar pese a intentarlo en compañía de la hija venerable Climentsa. Ni siquiera su importante influencia en Kalaman consigue franquearos el paso de modo que allí queda abandonado el cuerpo de la bestia con la esperanza de que alguien enviado por la suma sacerdotisa de Shinare venga a recogerlo por la mañana. A fin de cuentas, ¿quién se lo iba a llevar?
Unos sirvientes del templo acuden a vuestro castillo una hora después con veinte saquillos llenos de monedas de platino, entregándoos así el pago acordado. Y, poco después, la fortaleza se eleva en el cielo nocturno para alejaros de la ciudad en la que ya no sois bienvenidos.
Antes de despedirse de ti, desearte buena suerte y perderse en la noche, el representante del Círculo de la Legión de Acero en Kalaman te entrega un medallón con el símbolo de la Legión de Acero.
Te recomienda que lo mantengas oculto, pues tus actuaciones la mayor parte del tiempo serán acciones clandestinas. Pero te asegura que te será útil cuando tengas que tratar con otros miembros de la Legión o cuando trates con gente humilde, puesto que los legionarios de acero sois considerados como campeones del pueblo llano por la mayoría de la gente.
Puede que tu nombramiento no haya sido tan pomposo como el de los caballeros de Solamnia, pero es un orgullo formar parte de una hermandad que se preocupa más por los necesitados que por las tradiciones y las leyes.