Klunurig seguía postrado en el suelo, inmovilizado y amenazado como muchas otras veces habían estado los bakali bajo el yugo de los pustularios humanos, que venían a su ciénaga a esclavizarlos bajo las órdenes de los gusanos negros. Por un momento, había pensado que quizá hallaría en aquellos enanos-barbudos una respuesta a las dudas sobre sus orígenes, pero estaba claro que estos no eran más que unos asquerosos pustularios que solo querían extender su dominio y su poder sobre pueblos como los bakali, o lo que fuera que fuesen aquellos ¿Chakar? Klunurig no lograba recordar el nombre, ni tampoco era capaz de identificarlos con una imagen. Pero en su mente comenzaron a tomar la forma de una suerte de bakalis, alojados en su hogar y repentinamente invadidos por pustularios enanos-barbudos asesinos como aquellos que le apuntaban con sus picas.
Él tenía otros propósitos. Había viajado con el vendaval-de-muerte para impedir que los pustularios despertasen a la reina-de-los-gusanos, pero ¿qué importaban unos pustularios u otros? Podían esperar a los humanos-pustularios y destruirlos ayudados por el poder de Krik'k lettz, en vez de trabajar para aquel enano-barbudo subyugador que les atacaba sin motivo, y que le llamaba un nuevo nombre que nunca había escuchado, pero que no le gustaba.
Se mantuvo en silencio, mientras dirigía una mirada llena de gélidas promesas de enemistad eterna a aquel enano-barbudo y toda su pustularia cohorte.
Enrielle miró con desconfianza a los enanos que estrechaban el cerco, y ceñuda al reyezuelo loco. Lo que se dijera de la Legión o que pensara que a ella la movía la codicia no le importaba lo más mínimo, pero que tuviera apalabrada la Portadora de la Noche (¡por fin recordaba el nombre!) era una noticia nefasta. No se fiaba de que esos "estudiosos" realmente fueran tal. Como estaba el mundo, lo más probable es que fueran fanáticos de Takhisis que finalmente se habrían hecho con ella. Así debía tomárselo la legionaria y no a la ligera pensando que habían sido unos inocentes eruditos que al parecer tenían los bolsillos llenos.
Tenía muy claro que no quería ayudar al genocidio de aquel Severus, rey de un agujero que por muy impresionante que fuera no era más que eso, un apestoso agujero lleno de enanos en mitad de ninguna parte. ¡Maldito fuera él y su fanatismo! Pero por muy tarado que estuviera ese rey necesitaban la portadora de la noche o el de los Zhakar podía no ser el único genocidio que lamentar, porque la Reina de la Oscuridad estaría un paso más cerca.
Y todo con aquel maldito Severus metiendo prisa mientras ella intentaba poner en orden sus pensamientos. Tenía ganas de tirarse del pelo. ¿¡Qué debía hacer, maldición!?
—No. — respondió Enrielle finalmente tras coger aire, alzando la barbilla. Miró a sus compañeros, especialmente a su amiga Kylian. — Lo siento, no puedo formar parte de esto. Rey Severus Stonehand, — le dedicó una ligera reverencia, algo forzada — os agradezco vuestra generosa oferta, pero por mi parte he de rechazarla. No es la codicia lo que me ha traído hasta aquí, sino el compromiso con el legado de Sara Dunstan. Y no lo honraré si ayudo a desencadenar una nueva guerra, por justa que pueda ser.
Lo había decidido. Podría encontrar otra forma de hacerse con la Portadora de la Noche, pero no colaboraría en la "purga de los enanos no-de-bien". Ya había demasiada violencia y muerte en el mundo, y no hacía tanto tiempo que había derramado sangre inocente. No podría soportar de nuevo esa horrible sensación.
Sus ojos se encontraron con los de Klunurig, y al hacerlo se dio cuenta de que, por mucho que ella le quisiese arrojar por las almenas frecuentemente, le molestaba muchísimo que aquellos pustularios idiotas le estuvieran tratando mal.
Tras la negativa de Flechas de Muerte a tomar parte en la contienda y de Klunurig a contestar siquiera, Severus Stonehand da órdenes de que seáis acomodados en aposentos individuales, donde tendréis ocasión de meditar sobre lo que aquí se ha hablado y de reconsiderar vuestra postura.
Eso sí, aislados los unos de los otros y con guardias armados apostados de forma continua a la puerta de vuestros dormitorios.
Aquellos que finalmente decidáis no tomar parte en la contienda, no seréis enviados de regreso a vuestra fortaleza, sino que tendréis que seguir disfrutando de la hospitalidad de Thoradin por el momento. El Profeta de Reorx no obligará a ninguno a luchar, pero tampoco os liberará hasta haber ganado su guerra su guerra contra Zhakar.
Razonar con Klurunig era tarea difícil y Kylian no sabía como debía abordarla. El trato que había recibido era sin duda motivaba que el pseudo-bakali hubiera inscrito al Alto Thane y a sus secuaces en su lista de pustilarios a los que debía purificar. Difícilmente le harían cambiar de opinión sobre su decisión de abandonar Thoradin sin combatir al enemigo del pueblo enano. Lo que si le sorprendió un poco más, fue la negativa de Enrielle. Sus estúpidos escrúpulos iban a dificultar las cosas. Sabía que era difícil hacerles cambiar de opinión, pero tenía que intentarlo.
Sabiendo que iban a ser aislados, Kylian no perdió la oportunidad de acercarse a Klunurig durante el traslado a sus nuevas dependencias y trató de argumentar con él los motivos por los cuales debía acompañarles en aquella misión.
- Klurunig, sé que puede parecer que no hacemos lo correcto. - Comenzó en susurros. - Yo mismo no quería venir hasta aquí y trasladé mis dudas en más de una ocasión. De haber podido convencer al resto, hubiera limpiado de ogros pustilarios las regiones que dejamos atrás, pero entendí que quizás conseguir esa estúpida maa era más beneficioso a la larga. - Cogió aire. No creía que aquello que le estaba diciendo pudiera surtir efecto alguno y lograr que cambiara de opinión. - Me gustaría que viniras. Allí abajo también hay pustularios. Estoy covnencido de que no son mejores que el rey con el que hemos tratado. Te han tratado mal y no comprenden lo que es realmente necesario para purificar el Ansalon, pero estoy convencido de que si nos acompañas allí abajo encontrarás mejores opciones de lograr tus objetivos, que quedándote aquí arriba encerrado como un prisionero. - Hizo una pausa. - Si no eliges venir con nosotros, te echaré de menos, hermano. - Le dijo posando una mano sobre su embarrado hombro. - Espero no obstante regresar, que el Alto Thane cumpla su promesa y una vez tengamos el maldito martillo, poder regresar al pantano y segar la vida de los gusanos alados. - Sonrió con ciert melancolía. - Decidas lo que decidas, volveremos a luchar juntos por el pantano y por la liberación del pueblo bakali, tu pueblo, digan lo que digan...
A continuación, haciendo caso omiso de las hoscas miradas de sus escoltas enanos, se acercó a Enrielle. Con ella se podía razonar más que con el bakali barbudo y no obstante, ella era quizás más complicada de convencer. Si bien una sola palabra podía tocar la tecla para que Klurinig decidera unirse a la causa, o por contra, decidiera lanzarle un rayo para acabar con su vida, con Enrielle la conversación podía ser más larga y compleja.
- Sé que aceptar la propuesta del Alto Thane puede contradecir los valores de los que se consideran siervos del bien, Enrielle, pero a veces hay que mirar un poco más allá. - Hizo una pequeña pausa para ordenar sus propios pensamientos. - No creas que no he pensado en ello. Sé que ese ser de fuego es la balanza en este asunto. Sé que el equilibrio en esta zona concreta depende de esa criatura. Si es destruida, uno de los bandos podrá alzarse con la victoria. No sé si el Alto Thane representa al bien o al mal, pero si sé una cosa, el desequilibrio aquí, puede ser equilibrado en el futuro, pero si quien ha depositado el oro para la puja de la maza, son nuestros enemigos, al regresar con el resto del oro, se harán con el objeto que logrará el equilibrio a nivel global. Eso es lo que debemos impedir. - Se quedó mirando a Enrielle unos instantes. - Una vez esté en sus manos, puede que perdamos su pista para siempre y de ser así, completarán el ritual de resurrección de la reina de los dragones. Un mal menor para un bien mayor que supondrá el mantenimineto del equilibrio. - Se detuvo para que la arquera reflexionara unos instantes. - Piénsalo. Te necesitaremos allí abajo. - Y dicho aquello se marchó.
Klunurig escuchó las palabras del espectro-vengativo cuyo cuerpo de plaga ya no podía ver, y no entendió mucho de lo que decía, pero comprendió que sus caminos habrían de separarse allí.
- ¡Humph! Nuestros caminos se separan entonces. ¡Que los pustularios se maten unos a otros, y no quede ninguno! Sé fuerte, espectro vengativo. Si vuelves a morir, búscame y pediré a Krik'k lettz que te dé otro cuerpo. ¡Juntos liberaremos a mi pueblo, los bakali! - chocó su cabeza contra la del espectro vengativo, a la forma bakali, luego se tocó los genitales con la izquierda y tocó el hombro del espectro-vengativo.
No comprendía muy bien porqué el vendaval-de-muerte libraba aquella batalla que nada tenía que ver con los bakali ni con la reina de los gusanos. Podían esperar a los pustularios humanos y masacrarlos cuando hubiesen comprado el palo-grande de la muerte que resucitaba a la reina, y entonces llevárselo.
Varias horas más tarde, tras haber sido encerrado en sus dormitorio, utilizó la magia del pantano para abrir un agujero entre su habitación y la de Flechamuerte.
Convertido en serpiente, se coló a través de la abertura y se plantó en los aposentos de su compañera para explicarle su plan de fuga. Tendrían que pedir la ayuda de Krik'k lettz y quizá matar a algunos pustularios enanos-barbudos, pero no parecía una gran pérdida.
Enrielle se había quedado pensativa tras las palabras que Kylian le dijo antes de que los separaran de nuevo. Desde entonces no había comido, pero sí bebido mucho, todo lo que le llevaron, y junto a lo fuerte que era la cerveza enana había perdido la noción del tiempo. En un momento dado estaba sentada en el suelo, con la jarra vacía en el suelo escupiendo maldiciones entre dientes, cuando Klunurig apareció en su habitación.
Lo miró como si estuviera a través de una bruma, con los ojos enrojecidos y la nariz colorada.
—¿Qué demonios haces tú aquí?— le dijo arrastrando las palabras por el alcohol. Y antes de que le propusiera su plan de fuga Enrielle continuó —Tenemos que ayudarles, Klunurig. A ese estúpido rey, pero no por él, sino para ayudar al estúpido Kylian, al estúpido Ulfgar y a estúpido Ailaserenth. Los van a matar ahí abajo, ¿sabes? Lo sé. Nos necesitan. No podemos dejarlos sólos... ¡Son nuestros amigos! Y tampoco podemos dejar que esos estúpidos pussstularios de Takhisis se queden el estúpido martillo, o resucitarán a la estúpida Reina-de-Gusanos. Y entonces todo se llenará de gusanos negros y de todos los colores. Será asqueroso.— se pasó torpemente la mano por la cara y miró al druanti como si no lo hubiese visto nunca — Sabes Klunurig, tú también eres mi amigo. A veces te arrancaría las barbas, pero te quiero mucho. Ven, dame un abrazo. Hace mucho que no me dan un abrazo y me hace mucha falta. No quiero matar a ningún inocente más. Se pasa muy mal. — y aferrada fuertemente a su embarrado maestro volvió a llorar.
Flechamuerte había cambiado de parecer, y ahora quería ir con los demás a la guerra de los enanos-barbudos.
- ¡Humph! Krik'k lettz no desea que ayude a los esclavizadores de mi pueblo, que, igual que los humanos de la pústula, me han golpeado y encerrado. Seguro que ellos encerrarían a los bakali. Cuando se marchen, esta pústula estará medio vacía, y podremos matar a los pustularios que queden y llevarnos el palo-largo que resucita a la reina-de-los-gusanos. ¡Ven conmigo Enrielle-flechamuerte!
Pero Flechamuerte no iría con él, e incluso se arrojo a extender sus brazos sobre su cuerpo, algo que no entendió, pues los bakali no se daban abrazos, y solo hacían esas cosas para estrangularse unos a otros. Pero Enrielle-flechamuerte no quería estrangularle. Klunurig la observó, vio cómo se llenaba de barro, y gruñó. Al fin se vestía de pantano.
- Volveremos a vernos, Enrielle-flechamuerte. Que todos los pustularios mueran, y podamos purificar este lugar. ¡Humph!