Partida Rol por web

28 Hiddumont 433 AC

Bugambilia y el cuarteto de guardias silvanesti que viajan con vosotros sufrieron algunos sobresaltos al veros aparecer inesperadamente en la fortaleza sin haber detectado vuestra presencia. Todos ellos habían estado muy atentos los últimos días tanto a vuestro regreso como a un posible ataque por parte de los ogros de la región o incluso de los enanos.

Si Agapanto, atareado en su cocina, se ha dado cuenta de vuestra ausencia no da muestra alguna de ello y os prepara el mejor almuerzo que puede con las provisiones que tenéis. Están algo mermadas pero todavía hay suficientes para diez o doce días.

Quienes esperarais poder conseguir más de los agradecidos ejércitos de Thoradin os lleváis una decepción. Las puertas permanecen cerradas para vosotros y los guardias de la barbacana os informan de que su rey no quiere volver a veros. No considera que tenga ninguna deuda con vosotros y no sois bienvenidos en sus dominios. Es más, afirman que tienen órdenes de emplear su artillería contra vosotros si no abandonáis de inmediato las puertas de su fortaleza. Conozcan o no los motivos de estas órdenes, lo cierto es que no los comparten con vosotros.

A lo que sí responden es a las preguntas de Enrielle sobre el paradero de Bruma Gris. El animal nunca llegó a cruzar las puerta de la barbacana y se marchó por su propio pie cuando el calor y la sed comenzaron a resultar demasiado acuciantes. No saben y no les importa qué ha sido del enorme lobo.

- Los designios de Gilean se han cumplido. - Dijo entonces y de forma inesperada la goblin.

Fue entonces cuando reveló su verdadera forma. Dejó el sombrero de disfraz sobre la mesa, luego lo guardaría en un baúl o algún sitio apropiado en su dormitorio. A partir de ese entonces, salvo que necesitara ocultar su verdadera apariencia para no ser atacado de forma indiscriminada, revelaría su verdadera apariencia. 

- Sabemos que ese estúpido martillo ha sido vendido. Posiblemente a nerakanos. - Introdujo la goblin. -  Por lo tanto, debemos recuperarlo. Sí o sí. - Remarcó lo obvio. - La cuestión es que tras el pacto con ese estúpido reyechuzo, creamos un desequilibrio. Matamos al dragón de fuego y los enanos de Thoradin pudieron vencer a su enemigo ancestral. - Sonrió de forma malévola. - La única forma de devolver el equilibrio es regresar allí dentro y sembrar muerte. Y de paso recuperar el martillo. - Apretó el puño en alto. 

Miró entonces a Ailaserenth. Ese elfo estaba allí por algo. Les había sacado del interior de la montaña y les había salvado de una muerte segura. Eso ya de por si, era bastante. No obstante, ahora requería un esfuerzo más por su parte. 

- ¿Puedes devolvernos al interior del reino de Thoradin? - Lle preguntó. - Es un lugar laberíntico, pero Gilean proveerá y... - Sonrió de nuevo mostrando sus afiliados colmillos. - Tengo un as bajo la manga para encontrar la senda...

Klunurig se despertó de forma repentina en algún momento poco concreto, y salió a deambular por la pústula-purificada. Aquella había sido el hogar del vendaval-de-muerte, cuyos miembros habían ido a sembrar la muerte al servicio de los pustularios-barbudos, que en nada merecían esa ayuda. Pero Klunurig no estaba allí para juzgar.

Extrañamente, el enano-bakali sintió algo parecido a alegría cuando vio de nuevo a sus viejos compañeros. ¿Amigos? Esa palabra no tenía el mismo significado para un bakali que para los pustularios, pero sí, en cierto modo podía decirse que lo eran. El druanti había pensado que quizá nunca volvería a ver con vida a Enrielle-flechamuerte, o al espectro-vengativo, o al druanti-metálico, que ahora era el único enano-barbudo vivo que, según sus estándares, no merecía la aniquilación. Se veía solo en la pústula-purificada, rodeado de amigos de orejas afiladas de aquel que matara al otro enano-barbudo que le había parecido digno de no ser aniquilado, y no le gustaba mucho el panorama. ¿Tendría que decirles qué hacer? ¿A dónde volar? ¿Qué harían con la pústula-purificada? Por suerte, esos temores se disiparon, pues el vendaval-de-muerte había vuelto a su hogar, y pronto soplaría con vientos de muerte por el mundo. Tenían muchas pústulas que arrasar, aunque aquella de los enanos-barbudos quizá sería la más difícil de todas.

- ¡HUMPH! Habéis vuelto, vendaval-de-muerte. ¿Vencisteis en la guerra de los pustularios-contra-pustularios? Espero que destruyeseis a muchos.

Se acercó a Enrielle-flechamuerte, extendiendo los brazos en aquel raro gesto de saludo pustulario que consistía en envolverse con las manos pero no estrangular al otro, llenándola de barro en un torpe tropiezo. También saludó con un gruñido al espectro-vengativo, que, al parecer, volvía a tener aspecto de plaga. Si no hubiese sido Krik'k lettz quien le había dado ese aspecto...

- ¡Humph! - gruñó, alejando sus pensamientos asesinos - Ahora que estáis de vuelta, he pensado que debemos hundir el palo-de-metal en barro, y pedirle a Krik'k lettz que el barro sea piedra. Así nadie podrá coger el palo-de-metal, y nadie podrá despertar a la Reina-de-los-gusanos. ¡Humph!

Miró al resto del vendaval-de-muerte. Aquello no era muy habitual, pero, en verdad, Klunurig parecía estar esperando a saber su opinión.

─Maldito sea Severus Stonehand y todos los que le siguen ciegamente. Su avaricia será su perdición, ahora nos tiene de enemigos. ─sentenció el enano con voz grave, su tono tiznado de suave enfado que a buen seguro ocultaba uno mucho más grande.

Ulfgar iba a poner en común el plan de actuación que se le había ocurrido para seguir adelante con su misión cuando Kylian se retiró el sombrero y, durante unos instantes, quedó boquiabierto al contemplar a la pequeña goblin que ocupaba el lugar del gnomo. Pero el clérigo de Reorx se recompuso a gran velocidad.

─Eso explica muchas cosas.

Dejó que la clériga de Gilean explicara su propio plan con su voz chillona tratando de no reconducir la soberana irritación que llevaba encima hacia un odio racial fuertemente arraigado entre los suyos. Era evidente que él no había tenido la culpa. Bueno, algo así bien podría haber sido causado por la forma "neutral" con la normalmente se conducía. De hecho, visto lo visto, casi sería de lo menos malo que podría haberle pasado.

─Dudo que el señor Sëlanar pueda devolvernos allí dentro sin otro pergamino. O mucho me equivoco o era un pergamino de último recurso. Y agradezco sobremanera que lo hayáis utilizado para salvarnos, Ailas, de verdad. Si alguien tiene que volver allí dentro, no obstante, imagino que Klunurig sí podría, si encontrar la motivación adecuada. Y a mi se me ocurre una. Cobrarnos la recompensa que nos prometieron con la destrucción de algo de coste equivalente: las defensas de Thoradin. Seguramente os habréis fijado en que los proyectiles que lanzaron contra nuestra fortaleza estaban inflamados. Pues creo que conozco las propiedades del líquido alquímico que usan, se inventó en Kayolin, de donde soy. Si pudiérais hallar donde se almacena y lográrais que prendieran, la explosión sería monumental. Y justa ─añadió en tono rencoroso─. Imagino que Ailas podría poliformar a alguien, como Kylian, que tan amablemente se ha ofrecido a ello, para colarse más allá de las puertas.

Con eso podía quedar cubierta la parte de la justa y proporcional venganza... Un momento, un momento, ¿qué había dicho el autodenominado druanti?

─Klunurig, ¿tienes la maza? ¿la has robado? ¿en serio?

Era demasiado bueno para ser verdad. No, seguro que no lo había entendido bien...

Recuperar la audición fue un alivio inmenso para Enrielle, pero hasta entonces había estado gritando sin enterarse de nada. Había sido una sorpresa encontrarse a Klunurig durmiendo en el barro, y le correspondió su torpe abrazo, alegrándose sinceramente que estuviera bien.

Ese había sido el único momento alegre que había tenido Enrielle desde su vuelta. Que aquel maldito rey no les dejase entrar, después de lo que habían hecho, y encima perder a Bruma Gris le hervía la sangre.

En aquel momento que estaba el Vendaval reunido en el salón para determinar el nuevo camino a seguir, la Legionaria andaba inquieta de un lado a otro con los brazos cruzados.

—Maldito desgraciado, timador, rey de un estercolero, mentiroso, hijo de mil rameras... — escupía Enrielle envenenada — Creo que se refiere a la Dragonlance de Huma, para esconderla maese Ulfgar. Pero no hubiera sido mala idea que le robase el martillo, maldita sea. ¡Aagh, cuánto odio a ese enano! — se quejó apretando los puños con frustración.

Se quedó mirando con cierta sorpresa a Kylian, verla en su forma auténtica. Se le hacía raro verla sin el aspecto de gnomo feo, pero en realidad era más apropiado. Al fin y al cabo era su cuerpo, no tenía por qué esconderlo. Ahora su voz casaba con su aspecto.

Resopló con impaciencia y se recogió el pelo en una cola alta con movimientos expeditivos.

—No podemos entrar directamente a sembrar muerte indiscriminadamente, pero sí debemos regresar y recuperar el martillo que el muy mentiroso nos prometió por hacerle el trabajo. Y hacer estallar esos líquidos alquímicos puede ser la distracción que necesitamos. Ese imbécil de Severus se pensará mejor a quien estafa cuando vea parte de su estúpida fortaleza saltar por los aires. Pero antes de todo eso tengo que encontrar a Bruma Gris. ¡Esos mierdas no le pusieron ni agua! — furiosa dio una patada a un taburete —Van a pagar por eso también, ratas miserables. — se giró hacia su maestro druanti —Oye Klunurig, ¿por dónde saliste tú?

Klunurig observó a Enrielle-flechamuerte y a Ulfgar el druanti-metálico, asintiendo y gruñendo sin absolutamente ningún sentido.

- ¡Humph! ¡No! No el palo-de-metal afilado, el otro palo-de-metal.

Sin decir nada más, se levantó y se largó a su torreón, rebuscando entre el barro con empeño, hasta sacar la pieza que había extraído de la pústula de los enanos-pustularios. Volviendo al lugar en que estaban sus amigos, arrojó el palo-de-metal al suelo.

- Este palo-de-metal. ¡Humph! - hizo una pausa, recuperando el aliento - Había muchas cosas allí, pero esta tenía la magia maligna de los pustularios a su alrededor. ¡Hizo un gran ruido cuando la pequeña sierva de Krik'k lettz se acercó a él! Luego los pustularios aplastaron a la pequeña serpiente, pero la serpiente-negra - se señaló al pecho - se llevó el palo-de-metal por encima de la cabeza de las enanas-metálicas y rajó sus piernas para castigarlas por no obedecer a la voluntad del pantano.

En realidad esto último no lo sabía con certeza, pero el relato de Klunurig se había ido labrando en su cabeza, y ya no tenía vuelta atrás.

- Podemos encerrarlo en piedra-de-barro y arrojarlo en un lugar profundo para que nadie pueda jamás despertar a la Reina-de-los-gusanos.

Después de todo aquel discurso, recordó repentinamente que sus amigos del vendaval hablaban de purificar la pústula.

- ¡Humph! Yo salí por un pequeño agujero. Pero luego fui Klunurig-gaviota y volé y volé. Podría buscar el pequeño agujero y entraríamos de nuevo hasta la pústula de los enanos-barbudos, pero es un lugar grande y profundo, una herida en la tierra. Krik'k lettz me guió por su interior para encontrar la salida, pero quizá nunca podamos destruirlo.

Klunurig no olvidaba las inmensas estructuras pétreas. Allí, el poder de Krik'k lettz se veía ensombrecido. La diosa le había ayudado a horadar el camino, pero, en realidad, estaba ciega en su interior. Claro que él, Klunurig Tzé, no rehusaría la misión de purificar semejante pústula inmensa, si el vendaval elegía ese rumbo.

Pues sí, sí podía ser. ¿Compensaba aquello todos los problemas en los que les había metido el "bakali"? No, seguro que no. Pero en un enfoque global de las cosas, con esa acción que al parecer no le había supuesto un especial esfuerzo, podía haber salvado indirectamente la vida de miles y miles de personas.

─Estooo, vale. Tienes la maza. Habría que analizarla para asegurarnos de que es lo que habíamos venido a buscar y cuáles son sus propiedades exactamente. En otro orden de cosas, nos acabamos de ahorrar toda una expedición de represalia y ahora se entiende mejor nuestro recibimiento a las puertas de Thoradin. Estábamos exigiendo la entrega de la maza que nos había prometido el rey a cambio del trabajo que habíamos hecho... y no podían pagar porque no lo tenían. Imagino que nuestra presencia a las puertas de la ciudad les habrá hecho pensar que no éramos nosotros los que la habían hecho desaparecer. ¿Quién osaría ir a exigir un pago con algo que había robado previamente? De locos, ¿verdad?

Ese tema en concreto podría haber acabado realmente mal. Lo cierto es que no habían abierto fuego contra el grupo, algo muy positivo, pero podrían haberlo hecho. Si hubieran considerado que la desaparición de Klunurig y la de la maza habían sido demasiado cercanas la una a la otra para ser una coincidencia, seguramente sí habrían abierto fuego y la historia a contar sería muy diferente. Pese a todo quedaban algunos detalles pendientes.

─Recomiendo alzar el vuelo cuanto antes y salir de aquí, antes de que los ogros den con nosotros o, peor, los sicarios de la diosa. Tal vez Bruma Gris esté por la zona y podamos dar con él. Klunurig, ¿serías capaz de localizarlo con la magia del pantano? ─eso era algo que al clérigo de Reorx se le escapaba por completo─ Y, bueno, ¿cuál sería el siguiente objetivo? Creo que coincidimos en que la situación en Palanthas era harto peliaguda, pero no sé si nuestra presencia allí, muchos días después, fuera a cambiar algo...

Enrielle abrió mucho los ojos mirando a Klunurig, luego a la maza, luego a Klunurig. Miró al resto de miembros del Vendaval.

—¿Es esa la maza? — preguntó incrédula, pero si la Portadora de la Noche estaba maldita, y según Klunurig esa apestaba a "maldad pustularia", era muy probable que lo fuera —¡Bien hecho Klunurig! La verdad es que no he entendido exactamente cómo, pero lo has conseguido. — Se acercó a él y lo abrazó humanamente llenándose de barro sin que le importase. Luego lo sujetó por los hombros y lo miró a los ojillos que tenía bajo las cejas musgosas.— Gracias a esto es muy posible que hayas impedido traer de vuelta a la Reina de los Gusanos, salvando a mucha gente. Pero hay que asegurarse que sea el palo de hierro que íbamos buscando. ¿Podéis averiguarlo? — preguntó a los otros.

Ya estaba de mejor humor. La situación había cambiado, aunque restaba encontrar a su lobo, lo que la seguía preocupando mucho.

—Tiene todo el sentido. — respondió a Ulfgar — Ese estúpido rey... Pero desde luego tenéis razón, ya no tenemos por qué regresar a hacerle la puñeta. Caerá por su propia locura.— dicho eso, dio por zanjado el tema se encaminó hacia la puerta. — Pero no podemos irnos rumbo a Palanthas sin mi lobo. Sin otro sitio al que ir, debería haber vuelto a casa, pero ni Bugambilia ni los guardias lo han visto. Temo que le haya ocurrido algo. — se giró de nuevo al druanti — ¿El pantano te lo puede decir de algún modo, Klunurig?

Siento una profunda indignación cuando los enanos de Thoradin nos impiden tener una nueva audiencia con su rey, pero mi indignación contra Severus Stonehand se convierte en justa cólera contra Klunurig al descubrir la verdadera causa de ello.

En nuestra ausencia, el demente enano ha atacado a nuestros anfitriones, robado en su tesoro y puede que incluso irrumpido en las estancias reales. A ojos del monarca enano, nuestro ofrecimiento solo ha sido una estratagema para alejarle a él y a su ejército de su residencia para poder saquearla a traición. Especialmente si los zhazar encontraron el modo de llevarse el cadáver de la Llama Negra antes de que lo hicieran las huestes de Stonehand. En el mejor de los casos el Profeta de Reorx sentirá un profundo desprecio por nosotros pero aceptará que estamos en paz; en el peor, no quiero ni imaginar la opinión que tendrá y es un milagro que no nos hayan atacado nada más vernos aparecer o incluso enviado a su ejército contra nosotros.

Por lo que a mí respecta, no pienso volver a Thoradin salvo si es para entregar a Klunurig a la justicia enana para que responda por sus crímenes. Hemos estado a punto de atacar el reino enano sin ninguna razón para hacerlo y de causar un daño irreparable a su infraestructura y sus habitantes; puede que incluso de morir por nada, para recuperar un artefacto que ya obra en nuestro poder por los medios más reprobables.

La satisfacción de Flechas de Muerte, tan contrapuesta a mis propios sentimientos, y el hecho de que Kylian se haya revelado finalmente como un engañoso goblin termina de poner patas arriba totalmente mi concepción sobre este grupo y mi continuidad en él. Hasta ahora pensaba que los Héroes de la Desolación eran unos individuos peculiares, pero visto lo visto en Shrentak y aquí comienzo a pensar que en realidad son una banda de villanos que buscan las reliquias de Takhisis para sus propios fines espurios.

Tanto mi presencia como la de Ulfgar aquí responden únicamente a la buena voluntad del Cónclave y a la opinión que tienen de estos sujetos, pero deben ser informados de mis recientes hallazgos para que puedan reconsiderar su favor.

La mía no es una cólera explosiva, sino gélida. Sin mediar palabra, regreso a mis aposentos para disponer en ellos mejores defensas y solicitar a mis compatriotas silvanesti que permanezcan en todo momento en el torreón suroeste. Su seguridad y la mía son más importantes que la de esta fortaleza y por primera vez pienso que aquí podemos no estarlo.

Ayudados por la magia del pantano, la pequeña partida de búsqueda de Bruma Gris por parte de Klunurig y Enrielle se salda con un satisfactorio hallazgo.

El animal, famélico, deshidratado y malherido, es encontrado en el fondo de una hondonada escarpada; con una pata y varias costillas rotas. Resulta imposible saber si cayó a causa de un traspiés o a causa del ataque de algún depredador. Lo cierto es que los animales no abundan en la región pero sí lo hacen los ogros y es posible que considerasen al enorme lobo como una presa suculenta para su tribu.

La operación de rescate en un terreno tan difícil resulta incluso más complicada que la búsqueda, pero seguramente haya sido la desafiante orografía la que ha impedido a cazadores y carroñeros hacerse con su preciado botín.

Con la colaboración de Ulfgar y un complicado juego de poleas diseñado por el ingeniero enano, finalmente lográis sacar a Bruma Gris de la poza en la que estaba atrapado. Una vez fuera, es el poder curativo de Krik'k lettz quien se ocupa de soldar los huesos fracturados del malhadado animal para que pueda regresar a la fortaleza voladora caminando por su propio pie.

El relato de vuestras andanzas en Thoradin es acogido con sumo interés por la señora de Wayreth, especialmente en lo tocante a la presencia de dragones de Caos en las entrañas de las montañas Khalkist.

—No podemos descartar que haya otros aletargados bajo tierra o aliados con fuerzas oscuras. Trataremos de mantener vigilado a ese brujo theiwar del que nos has hablado pero, por desgracia, no podremos hacerlo sobre el terreno. Los enanos y especialmente los fanáticos de Thoradin no permitirán que ningún Mago de Alta Hechicería entre en sus dominios a cazar a ese renegado. Y sabes bien que no permitirnos actualmente un conflicto diplomático con una nación neutral so pena de inclinar su favor hacia nuestros enemigos.

Si a la líder del Cónclave le sorprende descubrir que Kylian es realmente una hembra goblin, no da muestras de ello y se limita a tratar de calmar tus inquietudes:

—Escoger a nuestros compañeros de viaje es un lujo que algunos no siempre podemos permitirnos, Ailaserenth Sëlanar. Si aquellos con los que viajas tuvieran tu sensatez, el Cónclave no habría juzgado necesario enviarte para protegerlos de sí mismos. Somos conscientes de que son inusuales, pero precisamente por eso pueden ser decisivos para el porvenir de todo Krynn. No es tu deber cambiarlos, ni reconducirlos, ni se te exige que respondas por sus faltas; se te pide únicamente que veles por su seguridad con el mismo celo y acierto con que lo has venido haciendo hasta la fecha.

En cuanto a la maza recuperada por Klunurig de Thoradin, es ella quien verifica la autenticidad del arma y se muestra moderadamente esperanzada, aunque también preocupada.

—En verdad se trata de la mismísima Portadora de la Noche de Verminard de Nidus. Habéis conseguido un importante éxito, pero también os habéis expuesto todavía más a la cólera y los ataques de los cultistas de Takhisis.

En cuanto a la situación de Palanthas, la líder de los Túnicas Blancas está muy bien informada. Probablemente porque hace algunos años mantuvo una relación muy estrecha con el emperador.

—El clero de Zeboim ha atacado la armada de Palanthas, manteniendo a las fuerzas del Imperio ancladas en la ciudad para evitar la invasión que se produciría si la abandonaran. No obstante, nos inclinamos a pensar que este movimiento es intencionado y que si mantienen a los solámnicos en ese punto de la geografía de Ansalon es para que estén apartados del frente oriental, donde los nerakanos se han hecho fuertes y llegado a alianzas con goblins y ogros. Hasta ahora sus conquistas han sido discretas o poco significativas, pero existe el temor a que eso esté a punto de cambiar.

No fue otra que la magia curativa de Reorx, a través de Ulfgar, la que sanó la sordera accidentalmente autoimpuesta por el túnica blanca al susodicho. "Un error lo tiene cualquiera", le daría a entender, aunque no osaría decírselo a la cara. Era bien conocida la capacidad de ofenderse de los silvanestis por las causas más nimias. También sería el Yunque Poderoso el que le entregara a Ailas la maza para pedirle humildemente que la analizara, pues aunque se podía suponer que tenían entre manos la famosa arma, no sería sino con un hechizo de Identificación con lo que saldrian de dudas.

Y el veterano ingeniero enano pudo también observar el comportamiento hosco de Ailaserenth e interrogarle al respecto, en confianza y con discrección. Aunque Ulfgar no se contaba entre las personas más carismáticas imaginables, sí estaba dotado de una gran empatía y sentido común, la suficiente para saber cuándo callar y escuchar o cuando ofrecer el apoyo incondicional o decir unas pocas palabras que hicieran reflexionar. Sabiduría, le llamaban. Experiencia decía él más a menudo.

─Vos sois el mayor y más inteligente de nosotros, señor Sëlanar, sabéis que merecéis todo mi respeto por ello. Y nos habéis salvado allí dentro, tenéis mi agradecimiento, por supuesto. Pero ellos, como tan dolorosamente seréis consciente, son jóvenes. Temerarios. Siempre midiéndose, poniéndose en peligro. A veces se equivocan, se meten en problemas y nos arrastran a ellos de forma tan irracional que me sorprende que sigamos vivos. Pero los héroes no aguardan detrás de una mesa, leyendo libros. Actúan. Intentad imaginar por un momento a Klunurig sentado sin hacer nada (o leyendo). Imposible, ¿verdad? Y los poderes del pantano crecen en él día a día. Escuchadme cuando os digo que dejarán huella en el continente. Ya lo están haciendo. Siguen una búsqueda para evitar la resurrección de una diosa malvada a pesar que no hacen más que recibir palos allí donde van, con alguna notable excepción. Siguen adelante. Se esfuerzan. Y no son predecibles, ni por asomo. Eso les hace particularmente poderosos. No usan tácticas estándar, no se ciñen a los planes establecidos, ni siquiera los suyos propios. Eso les hace prácticamente imparables. El enemigo es predecible. Los poderes que se le oponen, también, tal vez más todavía. Ellos no. Y luego entramos nosotros. Nos necesitan, bien lo sabéis. Puede que a veces nos saquen de nuestras casillas, pero sin nosotros perecerían. Y Ansalon no se lo puede permitir. Fijáos lo que ya han logrado: una ciudadela volante, la Dragonlance, ahora la maza de Verminaard... y el apoyo de Solamnia ─dijo señalándose a sí mismo─ y de la torre de alta hechicería ─hizo un ademán para señalar al elfo─. ¿Se merecen dicha ayuda? Yo creo que sí. Pero claro, también soy un viejo enano cada vez más decrépito y sin hijos ni nietos, supongo que a alguien tendré que querer, ¿no?

Las palabras de Ulfgar van en la misma dirección que las directrices que recibo de la señora de Wayreth y, aunque ni una ni otro consiguen apaciguarme, las acepto y las respeto por venir de quienes vienen.

Tras tener oportunidad de estudiar la maza encantada que Klunurig ha robado de Thoradin, estoy bastante convencido de que es la Portadora de la Noche original y la propia lady Brinefolk así me lo confirma. El mero contacto del arma resulta doloroso y debilitador para mí, de modo que me apresuro a devolvérsela a mis compañeros para que le den el uso que estimen más oportuno. Es su trofeo, no el mío.

También comparto con ellos la información que he obtenido recientemente de mis superiores en el Cónclave sobre la identidad de los atacantes de Palanthas. Por qué los sacerdotes de Zeboim están atacando al Imperio es un misterio para mí, pero eso es lo que me han dicho. Eso y que los caballeros de Neraka han hecho pactos con goblins y ogros y están extendiendo sus dominios aprovechando que los solámnicos no se atreven a salir de Palanthas por temor a perderla.

A mí nada se me ha perdido en esa remota ciudad de humanos, pero iré allí donde me lleven. Hasta entonces, trabajaré en mis aposentos en mi siguiente creación mágica.

—Siento mucho haber tenido que dejarte en aquel sitio asqueroso lleno de enanos idiotas. — dijo Enrielle a su animal arrascándole detrás de las orejas. — Intentaré no volver a separarme de ti, ¿vale? ¿Quién es el más gordo? ¿¡Quién es el más gordito!? — dijo aumentando en intensidad sus mimos, a lo que el lobo respondía gruñendo y jugando.

Haber recuperado a su animal y que Klunurig se hubiera hecho con la maza habían hecho que Enrielle estuviera de un excelente humor. Entonces se dio cuenta de que no estaba sola.

Se giró con un sobresalto para descubrir allí la pequeña figura goblin que la acechaba.

—¡Kylian! Me has asustado. — dijo algo azorada.

¿Cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Estaba sólo de paso por el salón o era que la estaba observando? Enrielle no veía con malos ojos que Kylian dejase su disfraz y abrazase su cuerpo goblin, todo lo contrario. Pero ya le había dado algunos sobresaltos. Le parecía más silenciosa y traicionera, y porque ya la conocía, pero con ese aspecto hasta le parecía que miraba con cierta maldad escondida.

— ¿Cómo estás? Me alegro que hayas decidido quitarte el disfraz. Yo también creo que si ha sido la voluntad de Gilean lo mejor que se puede hacer es aceptarlo, ¿eh? — se retrepó en una de las sillas en torno a la larga mesa del salón — Oye, tú también piensas que debemos ir a Palanthas, ¿verdad? Se lo he comentado a Ulfgar y creo que está de acuerdo. A Ailaserenth no le he dicho nada porque casi no lo he visto desde que volvimos. Parece estar más estirado de lo normal, ¿no te parece? Cosas de elfos, supongo... Y a Klunurig... bueno, creo que a él todo lo que no sea pantano le parecerá pustula, así que da un poco igual lo que diga. Tendremos que atarlo en corto cuando lleguemos. Por suerte los solámnicos no tienen la costumbre de mearse sobre nadie, pero tenemos que estar prevenidos para que no nos veamos envueltos en una situación rara. Tú me entiendes.

»He contactado con Sombra Silente. Con este lío que hemos tenido no he podido contactar antes, pero espero que no tarde mucho en responderme sobre si sabe algo más al respecto, o sobre otra cosa, aparte de lo que ya nos ha contado Ailaserenth acerca de que sea cosa de los sacerdotes de Zeboim. Estoy segura de que forma parte de un plan mucho mayor y no me da buena espina en absoluto.

Kylian escuchó atento a lo que narraba Klurunig. Su asombro fue notable, al igual que el de sus compañeros, cuando éste les informó que había robado la estúpida maza de Verminaard. Casi no podía creerlo, pues hasta ese momento había pensado que el más caótico de sus agentes, ni tan solo comprendía que demonios hacía en Thoradin, ni cual era el objeto último de la misión. Pero se equivocaba. El enano musgoso había sido el más astuto de todos ellos.

- ¡Oh Gilean, perdóname por dudar de ti! - Imploró de rodillas. - Tú eres en efecto quien guía nuestros pasos y tejes nuestro destino. Predispusiste que crearamos una distracción suficiente para que el estúpido y traicionero Alto Thane depositara su atención lejos de la maza y guiaste al falso bakali para que la recuperara. - Sonrió emocionado. - Sólo tú conoces la senda. 

Se puso en pie de inmediato. Se acercó con los ojos humedecidos por las lágrimas y se plantó con una sonrisa frente a Klurunig. Sospechaba que no entendería el lenguaje no verbal, pues sus costumbres eran muy diferentes y no podría interpretar con éxito la alegría que sentía al verlo y al entender que el druida del pantano había hecho el trabajo más difícil e impredecible. Se fundió con él en un sentido abrazo de amistad y barro. 

- Buena trabajo amigo. - Le dijo realmente agradecido. - Lo has hecho muy bien. Krik'k lettz y Gilean están contigo. Tú has caminado la senda, hermano. - Le besó en la frente manchándose la cara de barro. - El barro y la neutralidad caminan de la mano. - Sentenció.

Fue entonces, cuando Ulfgar habló sobre lo estúpido de reclamar algo que habían robado previamente.

- Sí... - Soltó una carcajada. - ¡De malditos locos! - Añadió. - Es nuetra naturaleza la que nos conduce siempre al éxito. - Dijo eufórico. - La neutralidad es muy intensa en nosotros.  Ailas y Ulfgar la ley, Klurunig y yo mismo en ocasiones, el caos y Enrielle es la balanza que acaba de equilibrarnos. Somos implacables, imprevisibles y totalmente determinados al éxito. No conocemos el miedo y sembramos la muerte allí donde vamos de ser necesario. ¡Somos el Vendavald de Muerte! - Alzó la voz desbocado por la alegría.

Fue cuando Enrielle intervino, que le habló sobre los planes de futuro. Panthalas era un lugar amado por Kylian, al menos en el pasado. No obstante, no sabía realmente que tenían que ellos que hacer allí. ¿Cambiría algo el resultado final con su presencia? Se trataba de una misión demasiado "ordenada", para ellos. No creía que fuera el lugar por donde continuaba la senda.

- Yo también lo creo. - Le respondió a Enrielle respecto al hecho de revelar su apariencia real. - Empiezo a sentirme cómodo con mi actuala apariencia y actual sexo. Casi no recuerdo como era ser... antes. Y parece que soy bastante más silenciosa e imrpedecible todavía. - Sonrió de forma pícara. - En cuanto a nuestro futuro inmediato, creo que lo lógico sería en efecto ir a Panthalas. Por eso mismo no tenemos que ir allí. No nos guía la lógica, sino la fe. No somos agentes que deban involucrarse en asuntos mundanos, nosotros actuamos en otro ámbito más filosófico y divino. Por ello creo... - Hizo una pausa. - No... creo no, se a ciencia cierta, que deberíamos ir a purificar el pantano de Klurunig y librar al pueblo bakali. Se lo debemos a nuestros amigo y el héroe real de la empresa se Thoradin. Mohrlex el infame debe morir. ¿Estáis conmigo? - Preguntó eperanzado.

─Mira a dónde le ha conducido al rey de Thoradin la fe, Kylian. Si algo he aprendido en la vida es a reconocer un mal ejemplo. Yo voto por Palanthas. Los solamnicos siempre han estado del lado correcto en las últimas grandes guerras. Sus leyes son justas y la protección que brindan, sincera. Si alguien se merece que les ayudemos, son ellos. Y recordad que los caballeros de Neraka pretendían utilizar la fortaleza de Mem para asaltar Kalaman. Para empezar. Con eso hubieran sufragado la compra de la maza que vinimos a buscar aquí de inmediato y tal vez ahora estuviéramos luchando por sobrevivir contra las huestes de la diosa de los dragones cromáticos. Que Palanthas deba ser protegida no me cabe duda, pero mientras Solamnia centra sus esfuerzos en ello toda la periferia de sus tierras quedan al abasto de los carroñeros. Mohrlex, en cambio, no creo que vaya a moverse del pantano en breve. No habrá miles de muertos por su causa a corto plazo. En Solamnia, en cambio...

Ulfgar, una vez parlamentado con Ailas, había vuelto hacia las salas comunes para comer algo, beber un poco y cerrar el día. Había sido un día largo, uno en el que, además, no había podido usar su forja. Y tenía tareas pendientes, vaya que sí. En especial si debían intervenir en algún tipo de batalla, o siquiera escaramuza, sacando partido a la fortaleza en la que se desplazaban. Ya era tiempo de acabar las armas de asedio que le habían encargado fabricar. Había, también, que reforzar (e incluso, en parte, reconstruir) las murallas y torres de la fortaleza. Muchas cosas que hacer y poco tiempo.

─¿Os he convencido?

- No. - Dijo la goblin de forma seca. - A decir verdad, no... - Repitió de nuevo esbozando una sonrisa de apariencia maliciosa. - ¿De que servirá nuestra presencia en Pantallas? - Le preguntó al enano. - Es cierto que merecen nuestra ayuda. Es tan cierto cómo que ese es mi hogar y que allí conozco a mucha gente y tengo a muchos amigos y seres queridos. - Asintió. - Sin embargo, la senda nos conduce a Mohrlex. Lo vi en el zigurat, hace ya... - Empezó a contar con sus afiliados y verduzcos dedos. - ¡Ya no recuerdo cuánto hace de eso! - Afirmó. - Tarde o temprano tendremos que ir. El gusano debe morir. El pantano tiene que ser purificado y el pueblo bakali liberado. - Declaró sus intenciones. - Soy el elegido para llevar a cabo esa misión y Klunurig vino a nosotros para liderar en la batalla a su pueblo adoptivo. - Todos le miraban con cierto agotamiento. ¿Cuántas veces habría hablado de aquello? Sin duda que habían perdido la cuenta. - Si acabamos con Mohrlex y liberamos al pueblo bakali, contaremos con un ejército para combatir a los nerakanos. - Sonrió de nuevo. - O eso creo. Aunque siempre podemos dar un rodeo. El camino se reescribe continuamente. - Miró a Enrielle y luego a Klunurig. - ¿Qué decís vosotros?

Klunurig había dejado que el espectro vengativo le echase los brazos por encima, reprimiendo su impulso de luchar contra el intento de asfixia (que era el único motivo por el que un bakali haría ese gesto). Después, escuchó lo que tenía que decir el espectro-vengativo-plaga-amarilla, que, de repente, volvió a hablar de cosas que Klunurig entendía, en medio de otras muchas cosas que para Klunurig no significaban nada.

- ¡Humph! El vendaval-de-muerte debe volver al pantano y matar al gusano-negro Mohrlex el infecto, que esclaviza a mi pueblo.

Se rascó el musgo que le colgaba del rostro, escuchando las palabras del espectro-vengativo.

- Tal vez yo, Klunurig Tzé, pueda acaudillar a los pueblos bakali y hacer que luchen juntos para purificar más pústulas. Pero los bakali son libres, salvo cuando son esclavos, y suelen preferir matarse entre ellos.

Las guerras entre tribus bakali eran de lo más común. Ciertamente, acaudillarlos a todos bajo el estandarte único de Krik'k lettz insuflaba el espíritu de Klunurig una fuerza extraña. Pero el pantano no acostumbraba a unirse a las causas que nada tenían que ver con él, y dudaba que Krik'k lettz fuese a conceder su favor para una guerra en tierras de pustularios.

- Quizá puedan unirse y acabar con todos los pustularios del pantano...

Era todo lo que Klunurig alcanzaba a poder ofrecer. Pero, en todo caso, a él no se le había perdido nada en otras pústulas, y además ni siquiera habían limpiado las pústulas de plaga de ogros que habían ido encontrando en aquel pantano que no era el suyo. Se dejaría llevar por el viento, como siempre, pero, en su opinión, debía de soplar hacia su hogar.

- ¡Acudamos por fin al encuentro del gusano negro! Ahora tenemos el palo-de-metal que mata gusanos. ¡Humph!

Los ojos verdes de Enrielle se fueron abriendo cada vez más en una expresión de absoluta sorpresa, alternando entre Klunurig y Kylian.

—¡No, no, no! ¡Ni hablar! — exclamó Enrielle levantándose de golpe — ¡Mira Kylian, mira! Si ni siquiera Klunurig confía en los bakali. Esos estúpidos lagartos, y no te ofendas Klunurig porque tú eres un enano... — señaló al druanti instándole a mantener silencio. — Ahora después hablaremos acerca de eso. Lo que digo que esos bakali tienen el cerebro del tamaño de una alcachofa y lo único que saben es matarse entre ellos. Si no se han matado ya entre ellos es porque le tienen miedo a Mohrlex. Si ahora matamos a Mohrlex, lo que ya me parece una tontería porque ese dragón debe ser viejísimo, ¿qué harán todos esos descerebrados reptilianos? ¿Seguir ciegamente al Campeón del Zigurat en forma de goblin hembra? ¿O seguir a un enano loco al que todos ellos arrojaban piedras de pequeño porque le crece musgo en la entrepierna?

Enrielle estaba con los brazos en jarras y mirando a ambos, lejos de terminar su intervención:

—Estáis rematadamente locos si creéis que podéis liberar a los bakali de nada. Son unos salvajes. Se matarán, se comerán las crías de la tribu de al lado y se mearán los unos a los otros en un ciclo sin fin. Si todo el trato que hemos tenido con ellos no os ha enseñado nada yo os lo explicaré: los bakali tienen un enemigo común que no podrán derrotar jamás, y ese no es Morhlex. Es su propia idiotez. — dijo dándose unos toquecitos en la sien. — Hasta Klunurig lo sabe porque los conoce bien. Jamás se unirán para combatir nada más lejos de su pantano.

¡Así que nada de matar dragones ancianos ni liberar a nadie ni de sendas estúpidas! — no había acabado su retahíla— Nos vamos a Palanthas y se acabó. Hay que ayudar a Solamnia. Allí hemos de encontrar más pistas de los movimientos de los nerakanos, que precisamente están intentado alterar el equilibrio. Por no decir que hay millones de vidas en juego si estalla una guerra. ¡Y punto!

Cogió aire por fin y se posicionó junto a Ulfgar con los brazos cruzados para hacer más bulto. ¡Vamos, Mohrlex era justo lo que faltaba a la Legionaria! ¿Sería posible lo que acababa de escuchar?

Kylian miró extrañado a Klunurig. Flechas de Muerte había estallado en una irracional tormenta de ira. Estaba enfadada de verdad y el espectro vengativo no acababa de entender porque. 

- Puede que el estrés de los últimos días le haya pasado factura. - Se mesó su inexistente barba de goblin. - Leí una vez en un extraño libro que la gente que sufría grandes penurias en zonas de guerra, quedaban marcadas de por vida... - Se encogió de hombros. 

- Estará en esos días... - Le dijo al enano musguriento. - La verdad es que no veo la contradicción tan "obvia" - puntualizó con los dedos el entrecomillado - a que el campeón del Zigurat o que un poderoso chamán bakali reencarnado en un enano embarrado, puedan llegar a liderar al pueblo bakali hacia su propia libertad. - Chasqueó la lengua. - Mohrlex debe morir. Eso está claro... antes o después... - Posó su mano sobre el hombro de su colega. - Creo que tendremos que esperar, amigo. Por desgracia necesitamos a los otros agentes. Les convencermos. Te lo aseguro. Pero parece que la senda es en dirección a Palanthas... - Suspiró desencantado. - ¿Lo entiendes, verdad?