Partida Rol por web

- ¡No! - Exclamó Kylian cuando vio las intenciones del chamán bakali, su amigo. - ¡Threltheax no lo hagas...! - Fue tarde. 

De hecho, Kylian no estuvo seguro de que aquel escamoso brujo, que meses atrás le salvo de la muerte y le guío hacia su destino en el interior del Zigurat, le hubiera podido escuchar antes de rajarse la garganta. La goblin cayó de rodillas viendo como el cuerpo sin vida de aquel venerable reptiliano se desplomaba en el suelo embarrado de sangre de la arena de combate. Entre sollozos y gemidos, su rostro de cubrió de lágrimas por la muerte de aquella figura de autoridad que le había mostrado la Sensa a través de los páramos pantanosos. 

Fue en ese momento, al ver cómo Threltheax caía inerte al suelo, cuando supo que viajar de vuelta a aquel lugar había sido un completo error y que por mucho que hubiera disfrutado de la función que narraba sus andanzas, así como del festín posterior, se arrepentía de sus decisiones. 

Klurunig se había convertido en un fanático desequilibrado. Actuaba únicamente en base a sus propias creencias, las cuales creía inmutables y rodeado de todas aquellas almas reptilianas que ahora le adornaban como a un líder, se sentía del todo invulnerable. 

- ¡Threltheax, no había llegado tu hora! - Se quejó amargamente. - ¡Necesitaba de tu sabio consejo! ¡El pantano te necesitaba! - Bajó la cabeza tras unos segundos observando el cuerpo inerte del bakali que más apreciaba de todo Nordmaar. - Lo siento amigo. Es todo mi culpa... - Se mantuvo en silencio unos instantes, con la cabeza en blanco. Después la alzó de nuevo para mirar a Klurunig. - Te has emborrachado de poder. No sabes escuchar lo que el pueblo bakali desea realemente. No sabes ver cómo viven. No aprovecharás la oportunidad de poder hablar en nombre de esta salvaje y primitiva, aunque leal y orgullosa civilización. - Negó con la cabeza realmente decepcionado. - Creí por un momento que podrías liderar a este pueblo con sabiduría, pero te ha cegado el ansía de poder... - Suspiró ofuscado. 

La goblin se acercó al cadáver de Threltheax. Deseaba sacarlo de allí y darle un entierro digno. ¿Quizá desearía ser consumido por sus semejantes y que el pantano acabada de descomponer su cuerpo, logrando así que su esencia se fundiera para siempre con el pantano? Posiblemente así debía ser...

Kylian extraño una daga afilada de una funda que portaba en su cinturón. La alzó por encima de su cabeza y cerró los ojos concentrándose en sus pensamientos .

- ¡Acoge a tu siervo en su seno, oh Kirk'k letzz! - Pidió a la diosa. - ¡Qué Chemosh conduzca tu alma por el río que todos, antes o temprano debemos de navegar! - Le solicitó al dios de la muerte. - ¡Y que Gilean vele por el Equilibrio! - Concluyó. 

Acto seguido hundió la daga en el pecho del chamán a la altura del corazón. No era un experto carnicero, pero no le costó encontrar el corazón en su caja torácica. Lo desprendió con varios cortes y finalmente lo devoró cuando aún estaba caliente. Acto seguido retiró las escasas prendas que portaba el chamán, así como todo objeto que portase consigo. 

- No necesitarás esto allí donde vas. - Le dijo. - Volverás a la tierra así como llegaste, amigo. Buen viaje... - Suspiró. - Creo que nos encontraremos pronto...

Por supuesto, no bebió del Txo-Klatl que Klurunig había preparado. No había nada que celebrar. La muerte de la naga era una gran oportunidad. El enano musgoso podría haber asumido su puesto y desde allí, convencer dragón de que debía seguir la Senda de la Neutralidad. No obstante, eso no iba a suceder. Klurunig desafiaría a Mohrlex y uno de los dos se fundiría con el pantano tras el combate.

- Si muere Klurunig, perderé a un amigo. - Murmuró para si mismo. - Pero si muere Mohrlex, perderé a un amigo igualmente y además el pueblo bakali volverá a estar bajo el yugo de un dictador... - Suspiró apesadumbrada. - ¡Estupido dilema! - ​​​​​​​Gritó con fuerza. 

Mientras Kylian se abre paso a cuchilladas hasta el corazón de Threltheax para devorarlo, a su alrededor los bakali beben el Txo-Klatl, danzan eufóricos, pelean entre sí o se aparean en las gradas del coliseo y en el suelo ensangrentado.

Sin embargo, como todo en la inconstante existencia de los bakali, no transcurre ni una hora antes de que unos y otros vayan dispersándose poco a poco y retirándose a sus quehaceres una vez que la bebida psicotrópica elaborada por Klunurig se termina. Algunos a dormir, otros a llevar la noticia de la muerte de Esmani a sus tribus, otros quién sabe a hacer qué...

Lo que sí sabéis, porque así se lo han revelado a su Chieftain algunos campeones bakali de Mohrlexctlan, es que la guarida de Mohrlex se encuentra en algún lugar bajo las aguas de la Fuente de la Renovación.

El ergothiano, tras asegurarle a Enrielle que no conoce a ese tal Kylian, también se ha escabullido en algún momento entre la muchedumbre dispersa y ahora estáis de nuevo solos para decidir vuestros próximos pasos.

—Has captado el interés de nuestro pueblo —te comenta tu mentor cuando los demás hombres-lagarto se han marchado—. Ahora debes decidir qué hacer y actuar sin demora. Puedes presentarte ante el gusano-negro y convertirte en su nuevo capataz, o puedes acabar con él y los bakali te seguirán ciegamente. Si no haces ninguna de las dos cosas, pronto perderás su atención y decidirán que hay que escoger un nuevo sustituto para la naga. Cada líder tribal, cada chamán y cada caudillo de caza querrá postularse para el puesto y la carnicería anegará de sangre el pantano. Será una lucha gloriosa, sin duda, pero diezmará a nuestro pueblo y lo dejará vulnerable frente a los ataques extranjeros. Tú eres ahora nuestro Chieftain. Tú debes decidir cuál será nuestro destino, por acción o por omisión.

Enrielle no tardó en verse con Bugambilia y Bruma Gris rodeada de los salvajes bakali haciendo cosas de bakali. Y el bufón ergothiano se había largado y Kylian estaba haciendo cosas de goblin. Cada vez hacía más, pero hubo algo que hizo removerse algo de su interior. Algo que la intranquilizó irracionalmente.

—Chemosh... — murmuró para sí.

Tras unos instantes se giró hacia la kender y le indicó que volvieran. ¿Dónde estarían los invisibles Ailaserenth y Ulfgar? No debió haberse alejado, maldición. Ahora tendría que volver más o menos donde estaban e ir llamándolos y palpando el aire.

Y una vez que los localizara se largaría a la chabola. Ella no quería celebrar nada, sólo descansar y perder de vista a los condenados bakali aunque fuera un rato.

La celebración había concluído, y Tzuga Chanti le advertía sabiamente que debían continuar con su periplo. Los bakali no esperarían largo tiempo antes de empezar a desafiarse unos a otros, si no veían a un líder fuerte que los guiase. Klunurig miró a los miembros del vendaval de muerte que habían acudido allí. Sus ojos volvían a ver los rostros, y sus oídos a escuchar las palabras. El sabor pastoso de la victoria se mezclaba con la somnolencia grave que le causaba el brebaje. Por suerte, los demás bakali estarían tan dormidos como él.

- ¡Huuumph! - exclamó, exhausto - Debemos descansar, y prepararnos para enfrentarnos a Mohrlex el infame. El gusano-negro debe morir, para que los bakali sean al fin libres.

Era una gesta ardua, que sería mucho más dolorosa que la que había tenido que confrontar él esa noche.

- Es la hora de que cumpláis vuestra promesa, vendaval de muerte. El viento-de-muerte debe soplar una última vez sobre esta ciénaga, y llevarse consigo la vida del gusano-negro. Yo le entregué la pústula-purificada a vuestro pustulario líder. Ahora debéis ayudarme a cumplir mi destino. ¡Juntos podremos vencer a Mohrlex el infame! Pero debe ser mañana, cuando me haya recuperado de la lucha de hoy. Ya no hay más tiempo.

Miró a Enrielle-flechamuerte.

- Tú me liberaste en la pústula, y siempre hemos luchado juntos. Aunque seas una pustularia, llevas contigo el espíritu del pantano. Escúchale, y él te dirá cuál es tu destino. ¡Trae tus flechas-de-muerte una vez más! La lucha contra Mohrlex necesita de ellas.

Después volvió su rostro hacia el espectro-vengativo.

- No debes sufrir por la muerte de Threltheax. Él era un arrodillado, y la ley bakali no entiende de débiles. ¡El pueblo bakali es ahora más fuerte! Él alimentará la tierra y se unirá a ella, como todos algún día. Es el pueblo bakali el que importa, no un solo bakali. Debemos ser libres. ¡Humph!

Klunurig esperó la respuesta del vendaval-de-muerte. Le habían prometido luchar a su lado contra Mohrlex. Sin ellos, no podría vencerle, ni tendría razón para desafiarle. Tendría que cumplir con su destino y convertirse en su voz, para así evitar que los bakali se desangrasen en una guerra interminable. Si el vendaval le abandonaba ahora, jamás se lo perdonaría.

─Chemosh... Ya veo.

El sacerdote de Gilean, al parecer, había hecho una deriva de lo más "interesante". Aunque inició sus andanzas como un apuesto clérigo humano de Gilean, ahora no sólo había renacido como una goblin, sino una que cada vez se sumergía más y más en su oscura naturaleza. Primero había sido el ritual para traer de vuelta a Flechas y ahora el participar en aquella sangrienta y caótica celebración, rematándola con comerse el corazón del sabio al que supuestamente tanto respetaba y pedirle a otra deidad (nada menos que a Chemosh) velara por su alma.

Todo esto pensaba el enano mientras observaba a la pequeña clériga ensangrentada sin perderse detalle de lo que hacía. Repugnado y fascinado a partes iguales. Lo que estaba haciendo era más allá de una simple falta, era algo que su deidad no podría soslayar. Habría consecuencias, consecuencias graves en aquella deriva.

Y, sin embargo, tenían algo entre manos más acuciante, algo más urgente de lo que preocuparse.

─Klunurig, merecías ganar y lo has hecho. Te felicito. Pero queda la parte más importante: acabar con el dragón. ¿Sigues queriéndolo? Si es así, nos hubiera venido bien la ayuda de esa muchedumbre de bakalis. Algo tan vago como "en algún lugar bajo las aguas de la Fuente de la Renovación" no nos sirve. Necesitamos encontrar el cubil. Y, ya que estamos, ¿dónde está la Fuente de la Renovación exactamente?

Tal vez si esa fuente surgía de algún lugar, tal vez habría un acceso hacia la guarida de Morhlex, aunque fuera oculta o estuviera protegida...

El suicidio es un gran tabú entre los elfos. La muerte natural es recibida como una amiga al final de nuestra longeva existencia. La muerte violenta es una tragedia espantosa para toda la sociedad élfica. Pero el suicidio es algo impensable. No solo supone renunciar a la propia vida, sino escupir en la cara a todos aquellos que durante toda tu existencia te han ayudado a ser como eres con sus enseñanzas, su amistad, su cercanía... Es el mayor desprecio que se le puede hacer a cuantos te han conocido. La declaración más enfática de que los desprecias a todos ellos y a cuanto hicieron por ti.

Por eso la escena del hombre-lagarto quitándose la vida con su propia mano, seguida del escalofriante comportamiento de Kylian, me deja profundamente impactado. Su sola contemplación me provoca arcadas y huyo de allí al amparo de mi invisibilidad, ansioso por conjurar mi refugio fuera de la aldea y encerrarme en él hasta que termine todo este desenfreno salvaje que veo mire a donde mire.