La estancia en la que os encontráis no tiene puertas ni ventanas, de modo que no sabéis si fuera es de día o ha anochecido. Tres grandes lechos con lujosa ropa de cama blanca, roja y negra respectivamente han sido dispuestos en este lugar, junto con una mesa bien servida en la que abundan la carne fría, el pan de semillas, los quesos y los frutos secos.
Es evidente que la Torre de Alta Hechicería de Wayreth os da la bienvenida, pero no la libertad para deambular a capricho por sus instalaciones.
Hilo de cierre del chupito, para que converséis entre vosotros si deseáis hacerlo.
El vertiginoso viaje a través de la magia siempre cogía a Enrielle desprevenida. Se apoyó en la pared esperando a que el mareo cesara, pero alcanzó a ver el brillo del invisible Ailaserenth y a la pequeña Kylian, ¡lo había conseguido! Al menos no tendría que llorar también la muerte de su amiga goblin.
Pero la rabia le vino de golpe.
—¿Cómo he podido dejar a Klunurig allí morir sólo? ¡Malditos sean él y su cabezonería! ¡Y Ulfgar! ¡Cómo odio a todos los enanos testarudos!— con los ojos enrojecidos golpeó la pared con los puños con rabia varias veces —¡Si es que sabía que esto ocurriría! ¡Lo sabía! ¡Aaargh! — rugió mientras daba también varias patadas al sólido muro.
Cuando el arranque de rabia pasó, quedó con la cabeza apoyada en la pared respirando entrecortadamente. Levantó la mirada llorosa hacia Kylian y luego miró al elfo.
—Gracias Ailaserenth. Es la segunda maldita vez que me salvas de un dragón. — dijo mirando hacia el brillo luminoso que emitía y se sorbió los mocos que empezaban a acumularse en la nariz. Entonces reparó en la estancia y la ausencia de salidas, y se irguió alarmada— ¿Dónde estamos? Tenemos que irnos. Bugambilia y Bruma Gris están solos en el pantano. Tengo que ir a buscarlos.
Estaban de regreso en aquella estúpida torre de hechicería. Había salvado su vida, pero no estaba orgullosa de la forma en la que lo había hecho. Atrás quedaba Ulfgar, que había muerto de forma heroica y también el estúpido y cabezota Klurunig. Les echaria de menos, sobre todo al último de éstos pese a que había sido en gran medida, uno de los motivos que le llevaron a confundir la Senda.
Ahora la Senda no le importaba demasiado a decir verdad. Al fin y al cabo, para ella la Senda se había convertido en una espiral de decadencia, que había transformado a un joven soñador con un futuro prometedor por delante y una férrea fe en Gilean, en un pequeó monstruo de garras afiladas, totalmente desquiciada, sin un objertivo claro más allá de causar el caos allá donde fuera, que había ofrecido su fe a un dios corrupto, que le había castigado en el peor de los momentos.
Kylian no sentía rabia, no al menos la misma que estaba expresando Enrielle. La goblin se encontraba sumida en una enorme depresión. No sabía a donde le conduciría la estúpida Senda, pero si tenía algo claro: debería haber muerto a manos de Mohrlex. Si no lo había hecho, no había sido por falta de ganas de seguir golpeándole hasta desfallecer, sino por la certeza de saber que si caía ante las garras del dragón, lo haría entregándole la maza que tanto ansiaban los enemigos de la neutralidad.
Cabizbaja y sollozando, no dijo nada. Únicamente lloraba mirando hacia el infinito que hallaba en el suelo de aquella estancia sin puertas, aunque ella no supiera que estaban encerrados. Le daba igual, lo que pasara con ella. No merecía seguir dirigiendo al grupo, pues haste ese momento les había llevado hacia un vortice de caos y destrucción. No... eso se había acabado y realmente no le importaba lo que pasara con ella a partir de ese momento.
- ¿Por qué no entendí que la Senda no estaba allí? - Se preguntaba. - ¿Por qué no pude ver? ¿Por qué no pude convencerle? ¿Por qué tuve que perderlo todo? Soy una deshonra para... para el Vendaval... - Tragó saliva antes de romper a llorar desconsolada. - ¡Llévame ya, Chemosh! ¡No tiene sentido seguir! ¡Ya no existe la maldita Senda!
—La tercera —puntualizo la imprecisión de mi amiga humana, sin poder evitar la pedantería—. Estamos en la Torre de Wayreth y me temo que estaremos aquí algunas horas todavía.
Miro sin apetito la comida servida para nosotros antes de dejarme caer apáticamente en la cama de sábanas blancas.
Antes de salir de aquí, tengo que recuperar a Shilara e informar al Cónclave de mi fracaso puesto que he perdido a la mitad de los héroes que me encomendaron proteger.
No sé qué será de mí después, ni qué nueva misión se me encomendará después de esto. Posiblemente dedicar los próximos veinte años a enseñar a niños aprendices de mago en vista de mi incapacidad para llevar a cabo tareas de mayor riesgo y relevancia.
En cualquier caso, no tiene sentido lamentarse. El pasado no puede cambiarse y el porvenir es aún un misterio insondable. Venga lo que venga, lo soportaré con la entereza que se espera del sufrido pueblo silvanesti.
—Hasta que no pueda preparar nuevos conjuros, sospecho que no iremos a ninguna parte ni podremos hacer nada por Bugambilia. Ella y el lobo tendrán que apañárselas sin nosotros hasta entonces.
Enrielle golpeó una vez más la pared, impotente. Arrojó el arco a la cama más cercana y se sentó con las manos en la cara.
—¡Wayreth! Estamos demasiado lejos... — levantó la mirada esperanzada —¿De verdad podrás hacernos regresar cuando estés preparado? Es mi culpa. Bugambilia debió quedarse con Agapanto. ¿¡Qué clase de mentora soy!? — suspiró largamente. Una nefasta, visto lo visto. —Los dioses quieran mantenerla a salvo hasta entonces. Tiene la piedra de recado y el saco de supervivencia. Tal vez Bruma Gris sea capaz de encontrar nuestro el propio rastro que dejamos y salir del pantano... Espero que no sea demasiado tarde para ellos.
Se tumbó en la cama y volvió a suspirar. Estando en Wayreth no tenían ninguna forma de salir. Podría dar vueltas por la habitación, pero sólo serviría para poner más nervioso al mago.
El llanto creciente y desconsolado de Kylian hicieron que levantara la cabeza. Cruzó la habitación y se arrodilló junto a ella para abrazarla.
—Me alegro de que estés aquí. Ya he perdido a demasiados amigos como para perderte a ti también.
Permaneció junto a ella, ambas sentadas en el suelo, simplemente para darle compañía en su dolor. Lo hacía por las dos, pues a Enrielle también le reconfortaba sentir la cercanía de su amiga goblin en aquel momento de pérdida.
Kylian simtió el calor del cuerpo de Enrielle, cuando ésta se sentó a su lado. Habló de todos a los que había perdido, pero ella no había perdido a menos amigos. De hecho, ella llevaba en aquel extraño disfuncional grupo desde el principio. Había sobrevivido a todos sus componentes e incluso ella misma había muerto y había regresado. Lo mismo le había sucedido a Enrielle y quizás por ello podía alcanzar a comprender todo lo que estaba pasando por su mente.
La goblin no dijo nada tras recibir las amorosas palabras de la arquera. No obstante las recibió con sumo agradecimiento. La sacerdotisa se acurruró en el regazo de su amiga y entre sollozos cerró los ojos. Deseaba dormir y no despertarse, no obstante eso no iba a suceder salvo quizás por voluntad del propio Chemosh, pues había descartado la idea del suicidio. No era lo suficientemente valiente como para asumir la muerte. De lo contrario, se habría quedado en la caverna de Mohrlex hasta ser aplastada por éste.
Fuera como fuera, los lloros de la ex-bibliotecaria empezaron a cesar, pasando su respiración agitada a una más reposada y finalmente el mundo onírico la invitó a acceder a su mundo, sin posibilidad alguna de rechazar aquella opción. Se encontraba demasiado agusto junto a su vieja amiga, como para tratar de luchar contra el sueño y el cansancio.