Partida Rol por web

Comprendiendo que nunca llegaría al cuerpo a cuerpo contra aquel oponente, Freya contempló aquella maraña brumosa y maligna, que le rodeaba como un portento protector. Sin embargo, las carcajadas enloquecidas de Kylian a su espalda parecían sugerir que la goblin sentía que todo estaba controlado. Nuevos artificios malignos emergían del suelo, mientras Freya contemplaba horrorizada el acto de maldad que sucedía ante sus ojos. ¿Cómo podía su señor Markham tener a su servicio a semejante criatura? Sabía que el Emperador era implacable, y que podía valerse de medios poco ortodoxos. Pero servirse de aquella infame goblinoide era cruzar todas las líneas rojas de la crueldad.

La qualinesti retrocedió, apartándose de aquella niebla y de toda la maldad que emanaba, mientras guardaba su estoque y su daga, y se disponía a sacar su arco. Jamás sacarían a aquel clérigo de allí, así que sería mejor abatirlo.

Tomando posiciones detrás de Kylian, la legionaria de Acero dispara contra el clérigo de Zeboim. Su proyectil pasa rozando la cabeza de la invisible Freya y termina clavándose en el pecho de su objetivo, que brama de dolor y desesperación. Una desesperación y un dolor crecientes cuando de la tierra surgen dos tentáculos pétreos que le azotan con saña mientras la sacerdotisa de Chemosh se burla de él.

Advertida de que el próximo disparo de Enrielle puede acabar en su nuca en lugar de en el malherido minotauro, la maga qualinesti decide apartarse de él y de la malsana niebla que flota a unos cuantos centímetros del suelo.

En entonces cuando, en su frenética desesperación, vuestro enemigo se lanza hacia adelante blandiendo con ambas manos su tridente, ignorando tanto la niebla como los tentáculos que tratan de azotarle y apresarle. En su frenética carga a punto está de derribar a Freya, pero toda su determinación está puesta en silenciar las carcajadas de la goblin.

La incredulidad se refleja en el rostro de Kylian cuando las tres puntas de acero se hunden en su carne, abrasando desde el interior sus entrañas.

En ese momento, se escuchan los gritos asustados de Bugambilia anunciando que alguien se aproxima a toda prisa hacia vuestra posición, un grupo numeroso a juzgar por la gran polvareda que levantan a su paso.

La goblin no alcanzaba a creer que aquel maldito sacerdote hubiera podido evitar todas las trabas que había puesto en su camino. Fastidiada arrugó los labios agarrando con fuerza la empuñadura de su maza. Ahora volvían a estar en una situación comprometida, sobre todo por las preocupantes palabras de Bugambilia. De dónde salían todas aquellas criaturas levantando una polvareda en su dirección, era toda una icógnita. Llevaban dos horas esperando a que el carruaje llegase al punto donde se encontraban y Kylian había creído que no había nadie tan cerca como para acudir en auxilio. No al menos como para llegar tan rápido.

- Maldito... - Le dijo al sentir el tridente rasgando su piel. - Te arrepentirás...

Kylian avanzó un paso para situarse junto al zebomita y lanzó dos mazazos contra éste. Esperaba que con todos los golpes que ya había sufrido, fueran suficientes para acabar con él.

Enrielle temió por la vida de su amiga cuando el sacerdote se liberó de los extraños tentáculos y, como un toro, se arrojó contra ella. Dispuesta a acabar con él y proteger a Kylian, la legionaria continuó disparando sus flechas contra el chamuscado y malherido clérigo.

Capturarlo vivo ya no era algo posible, pues no habían contado con que otro grupo pudiera haberse visto alertado por las tormentas que se habían desatado en el desierto segundos atrás y llegar a ellos en tan poco tiempo. Debía ser otro grupo que estaba de camino. Como fuera, tenían que terminar con él rápido y escapar juntos.

Freya-bakali tensó la cuerda de su arco, apuntando al minotauro que la había rebasado. La qualinesti había interpretado mal sus intenciones, así como la naturaleza de aquella neblina maligna que le rodeaba. Con el mundo aún moviéndose como jalea, tensó la cuerda y comenzó a soltar flechas contra la espalda de la criatura.

Dos certeros disparos de Enrielle ponen fin a la vida del agonizante clérigo de Zeboim y Kylian se asegura de ello golpeándole con la sacrílega Portadora de la Noche hasta que su cabeza queda reducida a un sangriento e irreconocible amasijo de sesos aplastados y huesos astillados.

La sacerdotisa goblin no se detiene hasta que su cuerpo comienza a menguar de nuevo y la maza empieza a resultarle demasiado grande y pesada como para seguir golpeando con ella a su inerte víctima.

—¡Kylian detente! Tenemos que salir de aquí. Deprisa, hay que ver si Balgros sigue vivo. ¡Deja de aplastarle la cabeza y mira si tiene algo útil!

Corrió hasta el voluminoso ogro tendido y se arrodilló a su lado. Le palpó el pecho, le dio un par de tortazos y le tomó el pulso en el gordo cuello, pero lo cierto es que el semi ogro tenía peor cara que los pescados de la lonja de Fair Meadows.

—¡Que vienen, que vienen! — avisaba a gritos Bugambilia. Ya no tenía sentido esconderse allí, así que salió de entre los cactus y corrió hasta donde estaban los demás.

Durante su carrera dejó de escucharse, pero ella seguía gritando.

- ¡Revélame si porta algo mágico! - Imploró a toda prisa la sacerdotisa goblin. 

Acto seguido agarró el tridente de las manos del zebomita muerto. Sin duda aquel objeto sería parte del botín con el qie iba a hacerse. No obstante, si había algo de tamaño pequeño y que desprendiera algún aura mágica, trataría de llevárselo también.

- ¡Rápido, venid por aquí! - Les gritó a sus compañeros del vendabal. - ¡Lanzaré algunos conjuros que retrasaran su avance! - Les indicó con su voz todavía más chillona de lo habitual. - ¡Corred!

Aunque Bugambilia corre hacia vosotros alertándoos del peligro inminente, la mitad de vosotros decidís tomároslo con calma.

Enrielle, arrodillada junto al cuerpo inerte de Balgros, rebusca en su mochila su última poción curativa con la esperanza de poder devolverle la consciencia a su compañero. Arrastrar su enorme corpachón no es una posibilidad mientras vuestros enemigos os persiguen.

Kylian, entretanto, permanece inclinada junto al cuerpo del asesinado clérigo de Zeboim usando su gran tridente a modo de bastón mientras la pide a su dios que le muestre si hay en él algo digno de ser saqueado. No cada duda de que el cuerpo del minotauro asesinado todavía late con energías místicas que se entrelazan entre sí. ¿Algún objeto mágico en su poder o tal vez los restos de la bendiciones divinas de su deidad todavía latentes? A la sacerdotisa goblin todavía le llevará un tiempo desentrañarlo, un tiempo que precisamente no os sobra.

Aunque sus compañeras están entretenidas cada una en lo suyo, la invisible Freya sí se toma en serio las advertencias de Bugambilia y mira en la dirección que la kender indica. Desde donde se encuentra no es capaz de ver qué es exactamente lo que se aproxima a toda prisa, pero sí aprecia una nube de polvo cada vez más cerca.

Freya escuchaba las advertencias de Bugambilia, esperando que sus compañeros se pusiesen en marcha en seguida. Sin embargo, parecían muy entretenidos saqueando el cadáver de su oponente.

- Vamosss, hay que ssalir de aquí. - la qualinesti oía su voz siseante y extraña - ¡Ssssoy Freya! - gritó gravemente - He cambiado de forma.

La invisibilidad y aquella forma podían protegerla del peligro, si no lograban salir a tiempo, algo que parecía propenso a ocurrir. Viendo que el peligro venía del sur, la elfa se aproximó a la pared norte, arrojando un gancho y cuerda a lo alto. Según lo hizo, este se materializó a la vista de todos.

- ¡Escalemos y huyamos de aquí!

Aún invisible, se encaramó a la cuerda y comenzó a trepar.

Enrielle dejó el arco a un lado, descorchó la poción con los dientes y con la otra mano abrió la bocaza de Balgros para verter el contenido en su interior.

—Vamos, vamos... —imploraba mientras mientras el líquido se derramaba en el interior de la boca del semi ogro. —¡Bugambilia! Rápido, súbete a lomos de Bruma Gris.

En ese momento se dio cuenta realmente que Freya era un bakali. ¿Qué demonios? ¿Cómo no se había percatado hasta ese momento? Tal vez era muy natural para ella después del tiempo que había pasado con Klunurig y entre los estúpidos hombres lagarto.

—¡Bruma Gris no podrá trepar! Huiré por el camino y nos reencontraremos lo antes posible. Sólo un momento... ¡Vamos condenado ogro, vuelve de una vez!— gritó al apurar el contenido, dándole dos sendas bofetadas.​​​​

- ¡Vamos, vamos! - Gritó la goblin a Enrielle, Bugambilia y también al lobo, aunque éste fuera a hacerle más bien caso omiso.

Daba por hecho que Balgros estaba muerto. Enrielle estaba con él y había tratado de sacarle de su letargo. Sabía que contaba con medios para hacerlo y si no se había puesto ya en pie, no iba a hacerlo. No es que no le doliese la pérdida de aquel compañero, pero ya eran muchos los que había visto morir y entendía que la guerra era así. No todos sobrevivían y tarde a temprano, hasta ella acabaría en una fosa.

- ¡Maldito seas! - Le dijo a la criatura a la que estaba saqueando. 

De haber tenido más tiempo, le habría rebanado la cabeza. No obstante, no tenía ningún arma cortante más allá de una simple daga y tardaría demasiado tiempo en seccionarle la cabeza. Tampoco tenía ningún hacha minotaura cerca de la que echar mano. Una verdadera lástima, pues con algo de suerte podría haberla interrogado más adelante, pese a que las respuestas que pudeira dar, no fueran del todo correctas.

Miró por encima en busca de algún objeto pequeño que pudiera llevarse, además del tridente que ya estaba entre sus manos. Algún colgante, anillo, brazalete. Algo que pudiera ser valioso y fácil de saquear y de portar. Acto seguido iniciaría la huída y lo haría por el borde de la zona brumosa que ella misma había creado. Con suerte todavía estaría activa cuando llegase la "humareda" y algunos de sus causantes quedasen allí atrapados.

Enrielle vierte en las barbudas y entreabiertas fauces de Balgros el contenido de su último vial curativo sin que éste de la menor señal de volver en sí mientras el líquido le resbala por la comisura de los labios. Dolorosamente consciente de que no hay nada más que pueda hacer por él, la legionaria de Acero se adueña del zurrón de su inerte compañero y monta sobre el lomo desnudo de Bruma Gris.

Para entonces Bugambialia ha llegado junto a ella, corriendo y jadeante. Enrielle la ayuda a subir tras ella y, con la kender fuertemente abrazada a su cintura, emprende la galopada sobre el poderoso lobo gris camino adelante.

Por su parte, Kylian continúa saqueando el cadáver del minotauro. Con ayuda de una de sus dagas, la sacerdotisa goblin despoja al cadáver del vistoso anillo que lleva en su mano izquierda; pero decide abandonar el pillaje cuando se lleva una dolorosa descarga eléctrica al tratar de arrebatarle el colgante que lleva al cuello.

Con la atención puesta en la nube de polvo que se encuentra cada vez más cerca, Kylian no repara en que se dirige hacia un callejón sin salida hasta que se topa con una infranqueable barrera natural de cactus y chumberas. Desesperada, no le queda más remedio que dar media vuelta por donde ha venido, pero ya es demasiado tarde.

La polvareda ha tomado forma en una decena de carros de dos ruedas tirados por ogros, con dos minotauros subidos a cada uno de ellos. La pequeña goblin deambulando entre los cadáveres llama enseguida su atención, puesto que es la única supervivencia a la vista.

Chillando como un conejo asustado, abandonada y sola, Kylian trata de llegar desesperadamente a la pared de la que "alguien" oportunamente ha dejado colgada una soga por la que trepar.

Las flechas de los minotauros silban a su alrededor mientras la goblin trata de llegar a la cuerda y lo único que obstaculiza el avance de los carros, por el momento, es su número, la carreta en llamas en mitad del camino y los cuerpos de los ogros asesinados.

No hay escapatoria posible para Kylian, que reza a su dios desatando todas las plagas que se le ocurren; pero sabe que eso solo retrasará su inevitable final. ¡Morir por quedarse atrás saqueando un cadáver, menuda forma ridícula de acabar una vida heroica!

Desesperada, la sacerdotisa goblin trata de escalar por la cuerda pero esa clase de "proezas" físicas siempre han sido su punto flaco. Sabe que morirá colgada como un jamón, convertida en diana para los arqueros minotauros...

Entonces una fuerza invisible tira de ella desde arriba, mientras Kylian se limita a agarrarse a la cuerda con todas sus fuerzas sabiendo que le va la vida en ello. Una sudorosa, agotada e invisible Freya la espera arriba junto con un caballo salido vayan los dioses a saber de dónde. La Túnica Roja ayuda a su temeraria compañera a encaramarse a la grupa del animal y ambas huyen a galope tendido perseguidas por los carros minotauros.