Partida Rol por web

La idea de atacar el Alcázar de Dargaard a bordo de la Fortaleza de Mem, hacía que un reconfortante y sádico escalofrío recorriese su espinazo. La mera idea de ponerse a los mandos de su hogar de nuevo y huir lejos, muy lejos de Solamnia, era realmete tentador. Por desgracia, era casi seguro que aquel hombre insufrible fuera a dejar la Fortaleza voladora en sus manos y sin nadia que la protegiera de un más que evidente motín. 

- Polvo negro... - Sonrió. - Suena bien... - Comentó. - Me apunto. - Resolvió mirando a Ailas a la vez que asentía con la cabeza.

Como no podía ser de otra manera, el túnica blanca discrepaba y encontraba una nueva vía donde no se había planteado ninguna. Desde luego ocupaba estupendamente su papel de líder de magos, pues al parecer no se le daba nada bien seguir el camino trillado. Ni aunque lo fuera por el mismísimo emperador. Y, sin embargo, aquel variopinto y heterodoxo grupo se había ganado el respeto de James Markham, o al menos su consentimiento para actuar a su manera, incluso desobedeciendo órdenes directas. Tal vez el enfoque de Ailas no fuera tan equivocado al fin y al cabo.

─El emperador les ha sugerido atacar la fortaleza o proteger el Alcázar del contraataque. Humildemente solicito participar del primero para asegurarnos de que quieran hacer el segundo y podamos triunfar en ambos. Quisiéramos, yo mismo y mi escudera, si no es demasiado atrevimiento, acompañar a este grupo. Sus portentosas habilidades sin duda podrían servir de gran ayuda en esa gran distracción que plantea su majestad imperial...

Para él, que estaba hasta cierto punto acostumbrado a la guerra, participar de la batalla allí donde se llevaba a cabo una distracción o donde se ejecutaba el ataque definitivo era igualmente mortífero, los soldados como él eran heridos, morían o eran capturados. Sin embargo había aprendido a entender la importancia táctica de maniobras en las que se sacrificaban hombres a cambio de tener al enemigo haciendo lo que uno quería y no al revés. Una pequeña inversión de hombres podía, a la larga, significar la victoria en la batalla. A veces ahorrando la muerte de muchos más. Pero la maniobra debía ser efectiva. Alguien debía sacrificarse.

Un Solanthian siempre está listo para sacrificarse...

Freya iba a mencionar las mejoras defensivas de la torre, pero las advertencias sobre la ejecución que pendía sobre sus cabezas enfriaron toda pretensión de aplacar a su señor. Cualquier aparente afabilidad era solo una fachada, en su espíritu había enfado, y Freya podía verlo, como también podía ver el sentido práctico de sus decisiones: enviarles de vuelta sería inútil, así que solo quedaba esperar a que la torre resistiese y sacar uso de su presencia en la zona mientras tanto.

- Para mi sería un honor combatir a vuestro lado, mi señor. - dijo, secundando la propuesta de Ailas.

Se ofrecería para cumplir con cualquier otro designio que este le encomendase, pero su presencia allí era una prueba fehaciente de que la obediencia no era su fuerte, así que optó por morderse la lengua.

—No pensaba viajar más que en compañía de lady Coryn y de la Hija Venerable du Juliette, pero supongo que habría cabida para que la Alcaidesa del Paso de Palanthas ejerciera una vez más como mi guardaespaldas y para que otros corazones valientes se unieran a ella si lo desean. El lugar está protegido contra visiones, así que no sabemos realmente a qué nos vamos a enfrentar una vez que estemos allí.

»Es evidente que no se os da bien acatar órdenes, así que no os diré a qué tarea preferiría que os encomendaseis. Atacar a los caballeros negros en el Alcázar de Dargaard, defender la ciudadela flotante o acompañarme a Herida del Alma son todas mejores alternativas que castigaros por vuestra desobediencia o que dejaros marchar de regreso al Paso de Palanthas.

"Corazones valientes" iba por ellos. Era todo un halago viniendo de él. Y el que sólo fuesen a participar 3 personas en un asalto a un lugar, por mucho que dispusieran de polvo negro, parecía más una operación propia de la Legión de Acero y similares que de un emperador. Sin duda entre los rasgos distintivos de Markham estaba el implicarse tremendamente en el éxito de sus empresas. Le estaba cayendo mejor por momentos.

─Si es el deseo del grupo de héroes participar en la incursión en Herida del Alma y a su majestad imperial le place, yo también les acompañaré. Quedo a su disposición ─añadió humildemente el caballero.

El destino de Solamnia estaba en juego. También el del emperador, el de la fortaleza volante y el de un lugar de magia y poderes oscuros. Si todo salía bien Solamnia todavía tendría esperanza, el emperador seguiría liderando el imperio y la victoria estaría al alcance de la mano. Si, en cambio, las cosas se torcían, podía significar el fin de todo cuanto quería. Obviamente haría todo lo que estuviese en su mano para evitar que la desgracia se cerniese sobre Solamnia, su emperador y su amada.

A Enrielle se le alzó una ceja involuntariamente, que luego bajó enseguida al darse cuenta. ¿Sólo Lady Coryn, la desconocida y el Emperador? Tenía que estar muy seguro de sus capacidades o ser un idiota, y no le constaba que fuera lo segundo por mucho que le cayera mal. Una misión arriesgada donde había mucho en juego, Solamnia para más señas, que llevaría a cabo el propio Markham. Eso decía mucho de él, y también contribuyó a que disminuyeran de forma considerable sus ganas de asesinarle por un bien mayor.

Ciertamente la Legión de Acero necesitaba estar formada por células independientes, pero eso también provocaba algunos problemas. Al final, a otra escala, era como aquel juego de cuando niña, "El Mensajero", donde se iba cuchicheando un mensaje que, tras unos cuantos niños, se había distorsionado cambiando su significado.

—Yo también iré con vos, Alteza. — afirmó Enrielle, tras lo que se apresuró a añadir:— Si no tenéis inconveniente.

Tener éxito en esa misión era más beneficioso que intentar reconquistar Kalaman o cualquier otra acción clandestina. Ojalá Sombra Silente siguiera con vida. Tal vez Bugambilia fuera ya lo suficientemente hábil como para tratar de pasar desapercibida, encontrarle y regresar con vida.

- Lo dicho... - Insistió Kyliana. - Vamos a hacer saltar por los aires esa lugar... 

Fuera lo que fuera ese lugar, parecía importante. Hacerlo saltar por lo aires sin duda causaría muerte y destrucción y eso complacería a Chemosh. A ella, no le hacía especialmente feliz aquello, pero esperaba que si complaicera al dios de la Muerte. Si bien, el objeto final de la incursión no estaba del todo en sintonía con el estilo de la Calavara Amarilla, si lo estaba la muerte que provocarían.

- ¿Algún plan? - Preguntó entonces. - ¿A a compartir su Majestad Imperial los pormenores de la incursión, o improvisamos como solemos hacer?

No puedo evitar sorprenderme ante las muestras de entusiasmo por parte de mis compañeros por sumarse a la arriesgada misión que Markham se ha autoimpuesto.

Unas y otros han estado evitándole (cuando no conspirando abiertamente contra él y los intereses del Imperio) y quejándose amargamente ante cualquiera de la pérdida de la fortaleza de Mem. Ahora, en cambio, no se escucha ninguna voz a favor de defenderla.

La sonrisa de la nueva Kyliana y su extraño y repentino interés por destruir un templo consagrado a los mismos dioses oscuros a los que sirve me provoca escalofríos. No temo tanto lo que sea capaz de hacer, como lo que intente hacer. Y, si se vuelve contra la misión, ¿cuántos de los otros se pondrán de su lado? ¿Cuántos acabarán sentenciados y ejecutados allí mismo por el temible espadón del emperador solámnico? Más que por ningún otro, temo por Flechas de Muerte, que no solo es la más cara para mi corazón sino también la más cercana a la ex-goblin.

Por supuesto, guardo para mí mis temores, pues sembrar la duda sobre cualquiera de mis compañeros sería prácticamente condenarles a muerte. No dudo de que Markham sería capaz de ordenar que nos mataran a todos de forma preventiva si tuviera la menor sospecha contra alguno de nosotros.

Parecía que el destino de aquel grupo estaba ahora ligado al Emperador, su señor, del cual renegaban pocos días atrás. Freya no podía sino admirarse de su carisma. Todas las viejas emociones habían aflorado al mismo tiempo, y ahora la desbordaban en contradicción con las nuevas. No dijo nada más, manteniendo su pose firme y su determinación de hacer aquello a lo que se había comprometido. Tal era la voluntad de Markham.

—Como ya he dicho, desconocemos qué nos aguarda en Herida del Alma, de modo que nuestra capacidad de adaptación una vez allí será más valiosa que los planes estratégicos cuidadosamente elaborados. El objetivo es claro: abrirnos camino contra lo que quiera que esté defendiendo el santuario oscuro (dando por sentado que sus efectivos y su capacidad de obtener refuerzos estarán mermados por el ataque al Alcázar de Dargaard), sembrar el templo con barriles de polvo negro, encender la mecha y escapar mágicamente antes de que exploten provocando que las montañas colapsen sobre el complejo, aniquilando cuanto haya allí.