Epílogo 1.
El control del clima pronto se apoderó de su objeto de control. La temperatura comenzó a subir progresivamente, las nubes negras se fueron alejando y se recuperó el clima tropical necesario para el bienestar de aquellas bestias mágicas creadas por la mente enferma de un loco aventurero retirado. Todo había vuelto a la normalidad dentro del fuerte que albergaba las creaciones del señor Hammond, para cuando los aventureros regresaron al edificio principal.
Tan sólo habían tenido que lamentar algunas muertes, como la del señor Muldoon, la de otros tres guardeses de nombre irrelevante y como no, la de dos de aquellos magníficos ejemplares de dracoraptor. Además, con el caos que se había desatado, también fueron víctima de los carnívoros del fuerte, algunos de los dracolagartos herbívoros, de los cuales se encontraron sus restos en días posteriores.
Lo que también se encontró abandonado en el interior de una barcaza que apareció flotando algunos días después de la tragedia, fue el cristal. Sin duda, el plan de Nedrykus no había salido como él hubiera deseado. En el camarote donde se encontró el cristal, además del cristal se hallaron los restos de una matanza. Ropa de la túnica del gordo Nedrykus manchada de sangre, con algunos de sus restos intestinales desparramados por el suelo y algún que otro hueso fracturado. Pero poco más se halló de él.
Sin duda alguna, uno de los hijos de Hammond se había escapado del fuerte a bordo de aquella barcaza y en compañía del traidor, aunque sin que éste lo supiera. El caso es que debió descubrir al polizón demasiado tarde para sus propios intereses. Fuera como fuera, el cristal fue devuelto al fuerte y quedó bajo la custodia de Hammond. El ejemplar que se escapó del fuerte, fue hallado días después, tras causar muerte y desolación a su paso a lo largo y ancho del ducado, aunque esa es otra historia que merece ser contada en otra ocasión.
FIN.