El conductor del carromanto lanzaba imprecaciones mientras intenta desenganchar a los nerviosos caballos, pero los guardias cercanos no muestran ninguna intención de querer ayudarlo; por el contrario, miranban preocupados las colinas cercanas, viendo ahora peligros tras cada roca y cada grieta.
Beorne gruño. La bronceada cara del enano se halla vuelta hacia el cielo, y una pequeña capa de escarcha cubre su barba. “Está cayendo más fuerte” murmura. Con otro gruñido, se vuelve para mirar al conductor metido en problemas.
-No, no merece la pena rescatar las cosas que se han caido ni siquiera el carro-respondió a Oronel señalando una rueda- el eje se ha partido.
-¡Dejalo!- Gritó Beorne al mercader- Al anochecer estaremos cubiertos por la nieve si no nos movemos.
El conductor se enfureció al escuchar la orden de Beorne.
-Después de haber llegado tan lejos, no voy a dejar mi carga aquí, tan cerca de los muros de Bryn Shander! Si no me ayudais a enderezar mi carromato, al menos ayudadme a cargar mis mercancías en el resto de carromatos-respondió airado.
Beorne lanzó una mirada dubitativa al cielo y luego sacudió la cabeza.
-Necesitaremos cada una de las horas de luz que quedan para llegar a Bryn Shander, y los otros carromatos no se pueden permitir la carga extra-volvió a insistirle-. No me arriesgaré a quedarme atrapado en la nieve. Si puedes enderezar tu carro, síguenos tan pronto como puedas. En cualquier otro caso, enviaremos un grupo de vuelta a por ti una vez el tiempo aclare. Que Moradin te guarde-le dijo decidido. Aún tenía que mirar por las decena de carros a su cargo.
Mientras Beorne se da la vuelta dejando confundido al conductor del carromato se dirigió hacia Oronel y los demás.
-Tengo otras vidas en las que pensar aparte de en la de ese estúpido- dice murmurando bajo, aunque su rudo gesto se suaviza un poco-. Sin embargo, los dioses nos encargan a cada uno una tarea diferente. Quedaos y ayudadle si queréis, aunque preferiría que le echarais un ojo a la columna de carros en caso de que hubiera por ahí más de esos gatos bestiales.
Os voy a pedir que, decidais lo que decidais no os dividais xfa
Oronel habló con el díscolo mercader.
-No perdais el norte. Si Bryn shander está a un día, vale la pena volver mañana con otro carromato para cargar lo que dejeis aquí. No me parece prudente que paseis la noche aquí sólo. Nada vale tanto como la propia vida.
Oronel continuara camino, que es bastante egoista
Oskar podía entender que el mercader no quisiera dejar su carga atrás, pero estaba de acuerdo con Beorne. El grupo, el clan, era más importante que el individuo. Además, quien les pagaba y contrataba era Beorne.
-Hacedles caso, Aldo, y volvamos mañana. No podemos dejar la caravana con menos hombres por uno solo y si os quedais probablemente perdais la vida además de la carga. - negó con la cabeza como si fuer una amonestación.
-Venid con nosotros y mañana regresaremos contigo para recuperar tus cosas. - le ofreció
Yo voto por seguir camino. El grupo es más importante que el individuo y Beorne es el que paga.
-¡No! No pienso dejar a mis caballos ni a toda la mercancía estando tan cerca-respondió el hombre aunque el resto de guardias estaban más preocupados del guardia herido que de ayudarle- Si me ayudais podemos poner en pie el carro y arreglarlo. Solo tardaremos unas horas-dijo casi suplicante tratando de convencer a alguien para que lo ayudara.
La orden de marcha era clara y cualquiera que se separara del resto de la caravana perecería. No era lugar para quedarse sólo y no había nadie dispuesto a separarse de la caravana. No era cuestión de ayudar o no ayudar a la caravana sino de sobrevivir en la helada tundra.
- No seas inconsciente Aldo, vas a condenarte a la muerte a ti, a esos caballos y a cualquiera que se quede a ayudarte. Haz caso a Beorne y el resto y no hagas el bobo, mas vale la vida de esos caballos que la mercancía. Cogelos y llevamos a Bryn Sander y desde allí podrás planificar, con cabeza, como recogerlo botarate.
El lo tenía claro y sin mas dilación volvió a su puesto de guardia en la caravana. La supervivencia del barco y su tripulación estaban por encima de aquel que se lanzaba a la mar repleta de tiburones por unas monedas que se le habían caído por la borda.
- No podemos arriesgar la caravana por alguien que no atiende a la razón. Muchas vidas están en juego. Pobres caballos que morirán por culpa de un necio.
Motivo: Persuasión
Tirada: 1d20
Resultado: 5(-1)=4 [5]
Gran tirada de persuasión jajajajaja, añado insultos al discurso para dejarlo acorde a la tirada.
Daelios es un poco bruto pero tiene razón. Yo también soy un artesano y sé cómo te sientes. Podemos llevarnos a los caballos. con este tiempo nadie te robará la mercancía. Ven con nosotros. Nadie va a quedarse aquí a ayudar.
Motivo: persuasión
Tirada: 1d20
Resultado: 11(+5)=16 [11]
-No voy a dejar aquí todas mis cosas. Ayudadme a levantar el carro y guardar las cosas, os pagaré 5 monedas de oro a cada uno cuando estemos en Bryn Shander-insistió el mercader cada vez mas nervioso. El resto de la caravana parecía ponerse en marcha. Beorne había empezado a mover su carro y el resto empezaba a ponerse en movimiento lentamente.
Por gente como ese mercader, Helga aborrecía s los del sur. Para personas como Aldo todo y todos tenían un precio.
Algo dolorida aún tras el "incidente gatuno" se acercó al insistente mercader.
- ¿No les has oído? Coge tus caballos y da gracias que el dientes de sable no hubiese saltado sobre ti. - dice señalándose el zarpazo que recorría su armadura de pieles, cuyos jirones se agitaban con el viento helado.
Dicho lo cual, con un gesto de desprecio rechazó la jugosa oferta. - Y no te preocupes, si llevas comida el hielo la preservará. - bromeó con ese sentido del humor norteño.
- Por los dioses, ya me ha vuelto a entrar hambre. - se marchó refunfuñando para sí...
-¿Y de que nos va a servir el oro muertos por una maldita congelacion, maldito cabezota? - gruño el enanon negando con la cabeza conforme se ponia en marcha junto a la caravana.
Motivo: Persuasion
Tirada: 1d20
Resultado: 6(-1)=5 [6]
Me sumo al carro persuasivo XD
Oronel sacudió la mano como apartara la oferta del mercader de u manotazo, se encogió de hombros y se fue tras la caravana. No se podía hacer nada más.
- Es tu funeral -dijo antes de alejarse y no volver a mirar a atrás.
Oronel trató también de meter algo de sentido común.
Ni siquiera se giró cuando escuchó a Aldo insistir, sin duda la codicia le mataría a él y sus animales si no entraba en razón. Ya había expuesto sus argumentos y no se iba a reiterar, ni menos vender su vida por unas míseras monedas de oro. Pero si que se giró para sugerir al resto de guardias el coger el gato y trasladarlo a Bryn Sander.
- Más dinero nos darán en Bryn Shander por llevar ese gato, sus pieles, colmillos y su carne serán apreciados entre su gente. Sobre todo la carne si la llevamos a una taberna. Oskar, Helga, si podéis cargad en una carreta al gato y nos lo llevamos. Oronel, ¿te sabes alguna buena receta? Dicen que los elfos hacen unas comidas especiadas fantásticas. Igual estaba tirando de prejuicios por ser semielfo pero quién sabía, igual podía cocinarles algo bueno.
Esas especias tan buenas llamadas "predisgitación" xD
Oronel miró a Daelios con un poco de mala uva. No le gustaba que se le juzgara por su raza (o mejor dicho, por su no-raza). No obstante, el artesano estaba en modo diplomacia y contestó de buenas
-No, Daelios, me temo que, lamentablemente, carezco de la formación requerida. Mis especialidades se inclinan más hacia las joyas y las armas y mi magia poco puede hacer en ese campo.
Podria echarle un ilusion menos para que tuviera una pinta de locos, eso si!
- Una pena Oronel, aún así creo que nos podríamos dar un buen festín. le dijo sonriendo. Acababan de desayunar, pero el conjuro de Oskar le había dado un olor a barbacoa al gato y se le había abierto el apetito. Aunque habría que realizar mucho trabajo aún en el gato antes de comerlo.
Podria echarle un ilusion menos para que tuviera una pinta de locos, eso si!
Jajajajajaja, eso se le llamaría comer por los ojos.
El hombre pareció dudar y al cabo de unos segundos le dió una patada al carro con rabia.
-¡Esta bien!¡Maldita sea!-dijo el mercader- Ayudadme con los caballos y rápido, antes de que la caravana se marche-les dijo mientras empezaba a quitar los enganches de uno de los caballos con dificultad.
Los últimos carros pasaban por el lado, algunos de ellos mirando con desprecio o pena al mercader que se había resistido a dejar sus mercancías, pero la niueve caía cada vez con más fuerza y si se levantaba una ventisca podían darse por muertos.
Gruñó, no se sabe bien si de alegría porque el cabezota entrara en razon o de mal humor por tener que ir a por el gato.
- Llevais razon, Daelios. El despiece del gato bien puede valernos unas monedas. Ayudad Oronel y tú con los caballos. Vamos, Helga. No se nos heche la ventisca encima... - dirigiendose entre refunfuños a por el gato.
-Bien pensado -dijo.
Oronel accedió y se encargó de tranquilizar a los caballos para que fuera más fácil desatarlos del carro. Luego se preocupó de atar sus riendas a otro carromato para que los animales lo siguieran. El semielfo se encontraba a menudo más a gusto con los animales que con las personas como Aldo, que, irónicamente, solían mostrarse más irracionales que los animales.
No había llegado a su puesto cuando escuchó como Aldo cedía y pedía ayuda con sus caballos. No pudo evitar sonreír y se dio de nuevo media vuelta para ayudar a Oronel, que ya se había acercado, con los caballos.
- Menos mal que te ha entrado el sentido común. Pobres caballos lo que hubieran sufrido. Démonos prisa que el tiempo está empeorando. Dijo acariciando la grupa de uno de los caballos mientras lo ataban a otra carrera que ya estaba en marcha.
Desde el móvil
Rápidamente mientras Helga y Oskar lograban subir el cadáver de la bestia a uno de los últimos carros los demás ayudaban al mercader a soltar los caballos y lograr unirse a la caravana antes de que ésta se alejara demasiado. No quedaban nada más que unas horas para llegar a Bryn Shander pero la nieve caía cada vez con más fuerza y el viento arreciaba con violencia. Los caballos y bueyes luchaban por arrastrar sus cargas a través de la nieve cada vez más espesa mientras el cielo se oscurecía cada vez más sobre sus cabezas. Pronto llegarían a la ciudad y podrían descansar... quizás.
Fin de la escena