Tenía que dar gracias a haber ido hasta allí con un bendito de los dioses, pensó, mientras veía cómo su pierna volvía a crecer de la nada, tocándola con un leve murmullo de asombro. No era la primera vez que acababa regenerando dedos, y hasta una vez memorable un ojo y buena parte de la cara, pero nunca a aquella velocidad.
-Gracias.
Pisó un par de veces, probando. Como si nada hubiera cambiado.
-¿Retrocedemos y descansamos o nos arriesgamos a sacar más de esas cosas?
El dhampir se cruzó de brazos y gruñó.
-Yo preferiría descansar, la verdad. No quiero arriesgarme a que me maten; ya tengo suficientes puñaladas y heridas encima.
—Aquí entre la basura, se infectarán las heridas, veamos si podemos encontrar un sitio seco para descansar...—comentó Phillip. No se veía durmiendo entre la mierda de las ratas... y no creía que el resto pudiera hacerlo tampoco.
Negó.
-¿Por qué no volvemos? Subimos arriba, nos descansamos y de paso hacemos unas preguntas sobre si los dos que huyeron "preguntaron" por nosotros...
- Lo cierto es que estamos en una situación un tanto complicada. Podriamos tratar de cerrar de nuevo la sala, y descansar en alguna posada de malamuerte de los suburbios aquellos, pero lo cierto es que veo mas acertado descansar aqui... Por mierda no te preocupes, a saber donde duermen las criaturas que vimos antes de entrar.
Perdonad, estoy de "vacaciones" y mi rutina se aleja tanto del ordenador, qeu me es complicado seguir el ritmo umbriano. Ademas, la semana que viene estare fuera y ahi ya si que no tengo ni internet xD
Prepararon el campamento asegurándose de limpiar la zona y mantener a las alimañas a raya. Daneel se dejó caer en su saco. El fuego crepitaba en el silencio sepulcral de la cámara subterranea.
Sweettoth no había estado muy convencido (en absoluto) de quedarse allí, pero la mayoría mandaba, así que estaba ocupado en encender el fuego, arrimando la yesquera y soplando poco a poco hasta conseguirlo. Esperando que el fuego alejara a semejantes ratazas... y a lo que quiera que pudiera haber que sobreviviese alimentándose de ellas... se tumbó en su camastro improvisado, tirado en medio del fango, rodeado por una muerte segura y el depósito de la mierda de media ciudad. Aquello era demasiado simbólico para él: esperaba que el dinero que les debían acabase valiendo la pena.
-Rrrrfffffff... -exhaló, tumbándose en el saco, las manos tras la cabeza.
—Yo haré la primera guardia— dijo Phillip.
Al final habían hecho lo que había sugerido el elfo. Ahi estaban, en el lugar más limpio. Mejor dicho en el lugar menos sucio. Phillip se dispuso a descansar, pero antes estaría tres o cuatro horas de guardia vigilando el sueño de sus compañeros.
Luego se quitaría la armadura y despertaría a... joder, no se fiaba mucho de ninguno. Quizá del elfo. No tenían que dormir mucho.
- Yo no duermo demasiado Philip - dijo Marrath - puedo hacer la segunda guardia y despertaros cuando amanezca.
El elfo quizás no fuese el mejor combatiente, pero si que tenia los sentidos agudos por si alguien pretendia atacarlos por la noche. Seguramente tendría que rezar un par de horas, asi que despertaría a Sleuth para que hiciera la ultima guardia de la mañana.
Sin más se recostó en el suelo. No era la primera vez que dormia en un sitio tan sucio, ni esperaba que fuese la última. Cuando viajabas te arriesgabas a eso, y no era algo que a dia de hoy le importara lo más minimo al clérigo. No era tan exquisito como algunos de sus hermanos de raza.
Pero el cansancio y el dolor eran grandes y el paladín cerró los ojos durante un segundo. Quizá un minuto. Quizá varios.
Tampoco importó. El forjado se deslizó hasta su espalda con una agilidad inhumana y levantó la hoja para colocarla en el hueco entre su cuello y su clavícula. De un golpe certero la hundió hasta su corazón; lo único que pudo hacer fue morir. El perro fue el siguiente. Tapándole la boca con la mano de metal le cortó el cuello. El elfo alcanzó a abrir los ojos en ese momento, pero el forjado giró sobre su mismo y lo empaló en el suelo.
El último fue el no muerto. Chascando la lengua, el forjado se contentó con atravesar su corazón de vampiro. Ya estaba.
En silencio, el forjado empezó a rebuscar entre sus mochilas. Ellos debían de llevar consigo la llave a la forja...
La vida y la misión de Phillip acabaron aquí, en un trágico final.
SABÍA que había sido mala idea. Pero no sabía hasta cuanto.
Forcejeó, mordió y golpeó, sin efecto, mientras la máquina infernal le abría el cuello. Sólo sus capacidades le hicieron sobrevivir, intentando escabullirse cuando estaba ocupado con el resto.
No llegó muy lejos: escapó del forjado, llegó a la pue pero las ratas se vieron atraídas por la sangre. Empezó a apartarlas a espadazos, y luego a patadas, pero pronto fueron demasiadas como para poder hacer nada. Murió a dos pasos de la salida.
Y, al final, no consiguió regenerarse lo suficiente para gritar.