Partida Rol por web

Derian salió sin problemas de la Mansión Trilbanson, luego de que fuera franqueado el paso por uno de los guardias del noble. Preguntando rápidamente antes de que se oscureciera del todo se enteró dónde estaba la posada donde Lomil, el investigador de Agveta, parecía estar pasando sus días.

La "Uva sunildia" se encontró frente a él antes de lo que pensaba, aunque había recorrido bastante tiempo las calles cada vez más oscuras de la ciudad. Cada sombra, cada sonido imprevisto arrancaban del espadachín un respingo y llevar la mano al pomo de su fiel espada de manufactura Trilbanson.

Apenas cruzó el umbral, un silencio llamativo lo recibió con resolución. Dos personas bebían en bancos diferentes, mientras un tabernero de ojos despiertos y buena vestimenta esperaba con las manos apoyadas sobre una de las mesas, observando la poca concurrencia y la llegada del forastero.

-Buenas noches, viajero, ¿qué le puedo ofrecer?- preguntó sin levantar la voz, conociendo las exigencias de su posada para trasladar sus palabras a cada rincón de ésta.

El silencio cayó con fuerza sobre la biblioteca. La luz comenzaba a menguar rápidamente, y pronto la luz de las velas tuvo que sustituir a la luz del atardecer. Las hojas pasaban lentamente, más lento de lo que hubiera querido Volgar, pero ciertamente la forma de escritura, el estilo, la caligrafía, era de una forma no sólo antigua sino también enrevesada y, por varios pasajes, confusa.

La mente que parecía estar detrás de aquella escritura por momentos desvariaba, temblaba, y por otros se volvía fuerte y decidida, entusiasmada y obsesiva. La oscuridad que rodeaba al tomo por momentos parecía sobrenatural, pero Haradon acompañaba a su seguidor. Había cosas ocultas, y no se resistirían a la voluntad del viejo sabio.

De pronto, el sonido de la puerta lo sacó de su ensimismamiento.

-¿Desea algo?- preguntó Aleus claramente ofuscado por tener que servir a un hombre de tan baja alcurnia...

- Oh- Volgar estuvo momentáneamente confuso. La forma en la que lo había sacado de su ensimismamiento había sido como ser despertado bruscamente de un profundo sueño- Gracias, Aleus- dijo- de hecho, agradecería un poco de té y algo sencillo de comer, nada complicado, es solo para engañar al hambre. Debo seguir concentrado en la lectura.

Buenas noches. - dijo Derian, acercándose a la mesa junto a la que esperaba el posadero. Me vendría bien una cerveza, y si es posible algo de comer para acompañarla.

Aparentar normalidad en ambientes potencialmente hostiles era parte del que había sido, desde muy joven, su trabajo. Estar preparado, atento, era la norma. Una que no podía romperse sin consecuencias. Al fin y al cabo, había vivido toda su vida entre los límites de una ciudad. Y no pocas horas en tabernas parecidas a ésta. Esperaría a que los ánimos se tranquilizaran. A fundirse con el paisaje del lugar, a ser otro parroquiano más bebiendo en una mesa. Mientras tanto, vería qué iba sucediendo.

Tiene una buena posada. No he llegado a una hora muy animada, pero me han hablado de ella, recomendándomela. ¿Hay huéspedes alojados? Me vendría bien dormir algo después de la cena.

El viejo mayordomo no pudo contener un pequeño gesto de sorpresa ante la amabilidad del anciano que apenas se diferenciaba en edad de él. O eso parecía. No estaba realmente seguro.

-De acuerdo, le traeré algo- dijo en un tono muy distinto al anterior -¿Se quedará aquí?- preguntó algo sorprendido, ya que él mismo estaba cansado de todo el día.

- Sí- asintió- quiero acabar con todo este asunto lo antes posible. Espero tener tiempo para descansar más adelante.

-Por supuesto, ahora mismo- dijo el hombre con una sonrisa amable -Ha llegado justo para la sopa de pollo de mi mujer... no va a encontrar otra mejor en todo Sunildia... ¡y probablemente en todo Dormenia!- y soltó una carcajada.

-Siéntese donde quiera- dijo abarcando el salón -Ahora vuelvo-

No tardo mucho, luego de desaparecer tras una puerta que parecía ser el depósito y probablemente la cocina también, y volvió con una jarra de cerámica. Cuando la dejó sobre la mesa que había elegido Derian, éste pudo ver la espuma de la cerveza y reconoció claramente que no era de las que servían en tabernas de mala muerte donde con suerte se le podía llamar de alguna forma más que agua mezclada con algo más. Esto era una cerveza buena.

-La comida y la bebida serán dos escudos- dijo con tranquilidad, sin presión alguna.

Cuando Derian le halagó la posada, éste sonrió ampliamente.

-¿No es cierto? Es la mejor, creo yo... y eso que he estado en muchas en mi juventud- y rió con soltura -Me alegro que le guste, está hecha para los viajeros, así que si a éstos le gusta, entonces algo habré hecho bien-

Se sentó junto a Derian luego de echar una mirada hacia los dos parroquianos.

-Sí, pero no se preocupe que hay habitaciones para muchos más- dijo con su sonrisa característica, en donde se podía ver que le faltaban pocos dientes nomás -Cuénteme, ¿qué hace por aquí?-

Aleus se quedó un momento en silencio, como si estuviera meditando sobre sus palabras, o simplemente como si hubiera tardado en procesarlas.

-De acuerdo, como usted desee- dijo el viejo -Si necesita algo, detrás de la puerta habrá un guardia-

El mayordomo desapareció luego de cerrar la puerta tras de sí, y Volgar pudo de nuevo enfocarse en la lectura.

Ni bien volvió a la lectura, pudo notar cómo la lectura se volvía cansina, el cansancio del día comenzaba a hacer mella en él. Pero podía continuar. Tenía que hacerlo...

Poco después, o más bien no sabría cuánto tiempo después ya que estaba profundamente enfrascado en la lectura, llegó un sirviente acompañado de Aleus con una bandeja de comida liviana pero variada.

-Aquí tiene, señor- dijo el sirviente que no llegaría a los 10 años -Que lo disfrute- y sonrió con una boca levemente desdentada.

-Vamos muchacho- dijo Aleus desde la puerta abierta.

Volgar pudo notar la vaina de una espada del otro lado, seguramente del guardia que parecía vigilar la biblioteca.

Sonrío, ante la jovialidad y el buen trato del tabernero. La sonrisa se amplió aún más con otro trago de la jarra cerveza. Era de las mejores que había probado en mucho tiempo.

Tras sopesarlo unos segundos, prefirió ir directamente al grano, y preguntar por Lomil. El trato del posadero y la cerveza habían puesto algo de paz tras todo lo sucedido los últimos días. Quizás la vida era una sucesión de esto, momentos horribles y momentos placenteros. Y ya era cuestión de cada uno pensar si valía la pena o no.

Mi nombre es Derian. Sonrió, afable. Busco a un huésped en especial. Su nombre es Lomil. Me comentaron que reside aquí, y que merecía la pena venir a verle y tomar y comer algo. Y, ahora que he venido, no me extraña. Esta cerveza reconforta, amigo. Hacía falta. Estoy seguro de que la sopa que prepara su mujer también lo hará.

Cuando Derian mencionó de esa forma al investigador, el tabernero no disimuló cierta reticencia.

-¿Para qué lo busca?- preguntó en un tono levemente más frío que antes -¿De dónde viene usted?-

El tabernero se había distanciado un poco. Imperceptiblemente casi, pero lo había hecho. Tal vez había sido el modo en que lo había preguntado, o tal vez era la mirada, pero algo le había hecho sospechar de que aquel forastero no venía con buenas intenciones. ¿Sería la espada al cinto? No todos se podían permitir un objeto de tal valor: o nobles o maleantes. Y Derian no parecía un noble...

Volgar echó un vistazo a la comida. Iba a pegar un primer bocado cuando su mente, aún embotada por la lectura, le envió una advertencia. El anciano observó con ojo experto, buscando señales que delatasen la manipulación de los alientos con aviesas intenciones. El final, el hambre pudo más que las precauciones y no había observado nada extraño así que dio buena cuenta de la bandeja que le habían servido para continuar con su estudio. Todavía faltaba mucho y el tiempo jugaba en su contra.

Necesito hablar con él. Asuntos privados. Si pudiera hacerlo venir, sería perfecto. Vengo... hizo una pausa. Vengo de la mansión Trilbason. Me envía la Señora. Miró al tabernero. No se molestó en más sonrisas, aunque tampoco sentía hostilidad. Miró a la posada, y bebió otro trago de cerveza. Esta es una buena posada, amigo.

La comida era simple: un poco de sopa de pollo, pan, queso, agua y algunas uvas. Estas últimas, realmente exquisitas, haciendo honor a la fama de la península Sunildia y sus vinos de extrema calidad.

La lectura se volvió más amena con el estómago caliente, y con renovadas energías.

El tabernero sopesó la respuesta un momento y pareció confiar más en las palabras del espadachín que en su aspecto de maleante norteño. Se acercó a uno de los hombres que bebía en silencio en un costado, y luego de unas palabras, éste miró hacia Derian. El tabernero se alejó, no sin antes dedicarle una mirada de desconfianza al forastero, y desapareció detrás de una puerta.

El hombre se acercó con la jarra en la mano, y antes de sentarse, le dedicó una mirada escrutadora al espadachín.

Lomil es un hombre de unos cuarenta años que está bastante bien alimentado, por lo que se puede ver por la prominente barriga. En ese momento, y gracias a que el corpulento hombre se ha alejado de su mesa, Derian pudo ver que había varios platos y cazuelas en la mesa del investigador.

-¿Qué es lo que quiere?- preguntó de manera amable, pero con una mirada suspicaz.

Mi nombre es Derian. Un compañero y yo estamos investigando las horribles muertes que han ocurrido en esta villa. Nos contrató el panadero. Hemos hablado con Lord Trilbanson y su mujer, Lady Agveta. Ella me dio su nombre y me habló de esta posada. Es interés de Lady Tribanson, y de todos nosotros, conseguir aclarar todo esto. Y que el culpable o culpables paguen por lo que han hecho. A todos nos vendría bien compartir lo que hemos averiguado hasta el momento.

Miró a Lomil, esperando su respuesta.  

Lomil lo miró un momento, sopesando las palabras del espadachín. Pareció dudar, pero luego le hizo una seña al posadero y se tomó el resto de su jarra.

-De acuerdo, entonces escucho lo que tengan hasta ahora- dijo esbozando una leve pero fría sonrisa.

Apenas un momento después, el tabernero trajo una jarra más de cerveza.

-La paga él, Tomel....- dijo sonriéndole ya más cálidamente al dueño del negocio.