Partida Rol por web

La semielfa silbó al ver cómo el ogro caía derrotado. Aquellos soldados definitivamente estaban hechos de otra pasta.

Bajó corriendo de la torre y se dedicó a buscar flechas, esperando poder recuperar alguna, mientras escuchaba las conversaciones que se llevaban a cabo a su alrededor, por si acaso hubiese información interesante o pudiese echar una mano en algo.

Imprevistamente, la batalla más temida había concluido con unos pocos golpes gracias al frenesí de algunos soldados, y sin otra muerte que la de aquel enorme engendro. 
—¡Por el Gran Oso! ¿Acaso venís del Clan del Lobo? —inquirió con admiración al tiempo que con su hacha señalaba las espadas. —Blandís el acero como verdaderas dentelladas de furia, como si fuerais uno de los colmillos del Lobo Azul.
Sin perder tiempo, la muchacha se encaramó sobre el ogro y le cortó ambas orejas; luego las envolvió rápidamente en un manojo de hierbas y las arrojó a los soldados quienes quizá no comprendían (o sí) la necesidad de aquel rito.
—Que vuestros hijos mantengan viva la memoria de esta batalla —exclamó. 
Sin dudas, los aldeanos de Puente Gris recordarían ese día con canciones, así como el valor de sus soldados... y el asqueroso hedor del ogro que salpicaba con sus tripas el mismísimo puente. 
—¡Ahg! Apesta... —protestó Ella y bajó de un salto de la bestia. 
La brevedad de la batalla y el eco de la extraña canción de Jaskier la habían dejado "sedienta" de sangre enemiga, así que se entretuvo amontonando las armas de los orcos en una gran pila y desorejándolos.
Fue en ese momento que escucho aquello de "asegurar las puertas, antes de sufrir otro ataque."
—¿A qué puertas os referís? —preguntó y alzó la vista de su ingrata labor. 

Fue cuando vio aquellos muros que antes, en la precipitada carrera inicial, había ignorado. Al igual que Libantir, Puente Gris estaba amurallada, asfixiantemente amurallada. Pero, ¿cómo ingresó aquel ogro entonces?

—Voy hacia las puertas —exclamó y, luego de limpiar su hacha y acomodar sus pertenencias, se dirigió hacia allá al trote ligero... no fuera que cerraran las puertas y la dejarán atrapada tras esos horribles muros. 

Al ver que todos los heridos están bien atendidos, Gemnir se acerca al lugar donde Erik y Jaskier departen con los soldados. Eso de que los orcos están extendiendo el alcance de sus incursiones es preocupante, pero antes de que pueda decir nada, Erik pone en palabras su mismo pensamiento. Mientras tanto, echa un vistazo alrededor por si pudiera echar una mano a Morwen encontrando flechas. Es bueno tener a una arquera diestra en el grupo para apoyarles desde la distancia. En ese momento, Ella anuncia que va hacia las puertas.

—Oye... ¿no deberías tomártelo con calma? —le dice mientras pasa a su lado—. Acabamos de pelear y estás recién tratada... 

Aquella joven es asombrosa. ¿De dónde saca la energía? 

Como la zona no es segura, de momento, un par de soldados se dirigen al mecanismo de las puertas que aseguran el puente. Así, en caso de ataque inesperado, aun pueden proteger el puente.

-Como ya he dicho, es el primero en esta ciudad, pero más al norte hubo un ataque. El puente tuvo que ser derribado para prevenir la invasión. Supongo que quieren tomar enclaves importantes para tener vía libre. La verdad es que no hacemos prisioneros orcos. No hablarían tampoco.

Mientras tanto, Morwen y Gemnir consiguen recuperar todas las flechas aunque necesitarán un buen cuidado después de estar bañadas en la sangre orca. Ella consigue encontrar las puertas de la ciudad. Se encuentran forzadas y quizá no puedan cerrarse para proteger esa zona de futuros ataques.

A pesar de la pronta defensa de la ciudad, muchos edificios están en penosas condiciones. 

La pequeña ciudad de Puente Gris quedaría grabada en la memoria de la muchacha no por la batalla con los orcos (y menos aún por el efímero peligro de aquel ogro), sino porque ingresó en la ciudad corriendo y salió de allí de igual forma: corriendo.
—¡Aguardad! —gritó.
De un salto atravesó las puertas y recién se detuvo allí, justo fuera de los límites de Puente Gris. Con atención, escrutó los alrededores de la ciudad y el camino que se dirigía hacia el Bosque de las Almas. Pero poco fue lo que descubrió, más allá de los estragos de la avanzada orca y de aquellos horribles muros.
Luego alzó la voz e inquirió a uno de los guardias apostados en lo alto:
—Oye, ¿ves algún peligro desde allí?
Para algo debían servir aquellos muros, pensó. Al menos como atalaya, si no pudieron contener a los orcos.
Su mirada se detuvo frente a las puertas y observó cada detalle de sus herrajes y las "heridas" sufridas durante el ataque. Necesitarían del oficio de carpinteros y herreros para reparar aquello, y de varias horas de trabajo. Con suerte, al anochecer habrían terminado.
Ella se sentó sobre una roca con la intención de buscar en su mochila algo que masticar, pero vio la negra sangre que cubría sus manos y brazos. —Qué asco —masculló y se dispuso a limpiar aquella infecta sangre mientras esperaba a sus compañeros de viaje.

Seguramente los soldados hubieran repelido el ataque incluso sin ellos. Ya habían visto de que pasta estaban hechos, y eran luchadores valerosos y competentes. Pero al menos, su intervención había evitado más muertes y heridas. Lo que quedaba era atender a los heridos y reconstruir los edificios y defensas, y para eso se necesitaría sanadores, artesanos, materiales y tiempo. Y aparte de Lakara, los demás no iban a marcar mucha diferencia en esas tareas, materiales no era algo que tuvieran, y el tiempo se les estaba agotando para su propia misión, también importante.

-Deberíamos seguir nuestro viaje hacia el Bosque cuanto antes. Creo que aquí hemos hecho ya todo lo que hemos podido, ¿no?-Le preguntó a los otros.

Nada había podido aportar a la batalla contra el gigantesco ogro aunque se había sentido aliviada al ver como, levantando la vista del vendaje que le estaba haciendo a un soldado, el enorme ser era derrotado por los soldados del lugar, haciendo que emitiera un suspiro aliviado.

No podía hacer mucho más si no le traían más materiales puesto que probablemente iban a necesitar cada una de las vendas, de modo que mientras los demás buscaban flechas y, en general, armas caídas, ella se dirigió a uno de los soldados.

- Si no tenéis sanador para atender a todos vuestros heridos, es importante que hagáis lo que os he indicado antes. Hervid sábanas limpias, cortadlas, limpiad las heridas con alcohol y vendadlas hasta que alguien con más conocimientos decida si necesitan ser cosidas o no. Si queréis poder aguantar otra pelea que pueda haber, es importante que cuidéis bien de los heridos si no queréis que las infecciones y los miembros amputados os dejen sin soldados.

No le gustaba la idea de marcharse dejando a la gente sin atender, incluso cuando se trataba de humanos, pero bien consciente era que el tiempo apremiaba y no tenían las horas que necesitaría para dar la atención que correspondía a los soldados y, probablemente, civiles heridos del lugar. Lo único que podía hacer era dar las mejores indicaciones que pudiera en ese breve tiempo, las pocas que un soldado con el cerebro saturado de sangre pudiera entender.

Dicho aquello, se despidió con un gesto de cabeza antes de volver a subir sobre Nair y acercarse donde estaban los demás.

- Gracias Gemnir -le dedicó una sonrisa sincera al enano y guardó las flechas en el carcaj sin poder evitar entonces poner gesto de asco al darse cuenta del estado de las mismas. Se frotó las manos contra los pantalones, intentando quitar el exceso de esencia de orco que pudiese haberle quedado en ellas tras coger las flechas.

- Yo creo que viendo lo visto se las podrán apañar bastante bien. -Añadió intentando tranquilizar a sus compañeros ante la idea de dejar a la gente así. La verdad es que una parte de ella quería quedarse a intentar ayudar algo más, pero el tiempo apremiaba. Y realmente creía que los soldados de la ciudad parecían poder arreglarselas prácticamente solos.

Gemnir hace una leve reverencia a Morwen para quitar importancia a su ayuda, sonriendo ante el gesto de repugnancia de la joven. Él sabe bien lo que es que tus armas acaben impregnadas de la inmundicia de los orcos, y no... no es algo agradable. Después asiente a las palabras de Erik.

—Si los guardias hacen lo que Lakara les ha indicado, y muestran el mismo valor que han exhibido hoy, no tienen mucho que temer de otro ataque —dice—. Nosotros debemos continuar. Si todos estamos listos, pongámonos en marcha.

No hay mucha duda al respecto. Su misión sigue siendo crucial, y deben ocuparse de ella sin demorarse más.

Tras asegurarse que todo está en orden, los aventureros deciden continuar con su periplo hacia el Bosque. Lo cierto es que la silueta del bosque se puede ver en el horizonte. Su objetivo está cerca. Los soldados agradecen una vez más su ayuda y se disponen a asegurar la zona. Les dan algunas indicaciones para seguir hacia el bosque aunque, teniéndolo justo en frente, pocas indicaciones faltan.

Así pues, el grupo sale del pueblo, liderado por Ella que parece tener algún trauma con las ciudades esa zona del mundo.