El Clan de la Ciudad Creciente
Historia
- La Audiencia del Bayou
- Las sanguijuelas
- La llegada de los Danzantes de la Espiral Negra
- El despertar del Oso Negro
Dramatis personae
Aunque no es la capital del Estado, Nueva Orleans definitivamente alberga el alma de Louisiana. La llamada Ciudad Creciente es el producto de un turbulento pasado en el que vampiros y lupinos derramaron tanta sangre como los españoles, franceses y estadounidenses que en un momento u otro de la historia la gobernaron. A los ojos de los hombres, Nueva Orleans no es tan distinta del resto de metrópolis del país, una ciudad del pecado, sí, pero empapada de algo... mágico. Y no se equivocan. Si algo abunda en los pantanos de Louisiana, son los túmulos de los Garou. Por desgracia para ellos, la mayoría están bajo el control de los inmundos Danzantes de la Espiral Negra.
Aun así, unos pocos resisten. Una coalición de Uktena batalla con los sirvientes del Corruptor por los pantanos desde tiempos que ya nadie recuerda, mientras que en Nueva Orleans dos manadas multi-tribales, la Camada del Oso Negro y los Guardianes del Cubil, defienden el túmulo local. La amargura traída por las derrotas sufridas ha llevado a los dos grupos a dejar a un lado sus diferencias e intentar forjar un acuerdo similar al que unía a todos los Fera de las Tierras Puras antes de que llegaran los europeos.
Mucho antes de que Oso se convirtiera en el espíritu patrón del túmulo, eran Uktena y sus hijos los que ocupaban el bayou. Las canciones cuentan que cambiaformas de todas las razas, unidos, guardaban los túmulos de las Tierras Puras meridionales y guiaban a sus habitantes, a un lado y otro de la Celosía.
Todo cambió con la llegada de los europeos. Los nativos ya los conocían, pues no solo habían tenido que lidiar con ellos años atrás sino que también habían oído, por boca de los hombres-cuervo y su propia Parentela, que muchos de los túmulos de las Tierras Puras habían acabado en manos de los invasores. La verdad era que los habitantes de las ciénagas se habían malacostumbrado al desinterés con el que el hombre blanco había bendecido al bayou. El día del equinoccio de otoño se convocó un gran consejo, el mayor que aquellas tierras habían visto, y Fera nacidos a la luz de todos los auspicios de Helios y Selene dieron voz a sus corazones.
Por aquel entonces, el sacrificio de los Croatanos todavía era una herida reciente. Todos estaban de acuerdo en que los europeos habían traído consigo el mal de sus propias tierras. La ciudad que estaban construyendo, decían los Pumonca, debía ser destruida. Solo así se pondría freno al influjo perverso del Corruptor, y se salvarían los pantanos. Los Corax se opusieron pues, ¿no les llevaría eso de vuelta a todos ellos a los tiempos del Impergium? La perspicacia de los hombres-cuervo enmudeció a los Caminantes de la Tempestead, que se retiraron . Por su parte, los Gurahl propusieron enseñar a los extranjeros las tradiciones que habían inculcado a los nativos, pero desistieron tras la negativa de los Mokolé. Los hombres-lagarto llevaban más tiempo allí que cualquiera de los hijos de Oso, y recordaban mejor que nadie el nacimiento del hombre. Era muy tarde para cambiar las costumbres de los europeos.
El día dio paso a la noche y el verano al otoño. Helios desapareció en el horizonte y su lugar lo ocupó Selene, ninguno de los dos capaz de inspirar solución alguna a la cuestión que reunía a los Fera. El desaliento comenzó a propagarse por el valle y, desesperados, los Fera se volvieron hacia los Garou, que no habían pronunciado palabra alguna a lo largo de la audiencia. La más anciana de la tribu, Visión-Nublada, habló en el nombre de los Uktena de los pantanos, su camada.
Lo único que podían hacer, dijo, era lo que ya habían propuesto los Gurahl. Los europeos habían llegado a las Tierras Puras con la ferocidad y el vigor de un huracán, capaces de arrasar con todo lo que se pusiera en su camino. Sin embargo, como todos los seres de aquel mundo, los humanos eran parte de la Triada. Por sus venas corrían a partes iguales la fuerza del Kaos, la ambición de la Tejedora, y el hambre del Wyrm. Era responsabilidad de todos ellos el asegurar que al menos en sus espíritus imperara el equilibrio que no habían sabido llevar a Gaia. Solo de esa forma la salvarían los pantanos.
Con el paso de los siglos, los lazos que unían a los Fera se disolvieron. El recuerdo de la Audiencia del Valle abandonó la memoria de los Garou para convertirse en carne de leyendas y canciones. Por su parte, la ciudad que los europeos fundaron, Nueva Orleans, no solo había continuado creciendo, sino que había arrastrado a muchos de los nativos a los juegos de poder que la rodeaban. Sin siquiera darse cuenta, los gaianos se habían apartado del camino que la anciana Visión-Nublada había marcado para ellos.
La verdad era que Nueva Orleans escondía en su interior un enemigo desconocido para los guardianes de los pantanos. El enclave estaba maldito, contaminado de un mal seductor e insidioso. Con los humanos y su codicia habían llegado las sanguijuelas, parásitos chupasangres al servicio del Wyrm aun sin saberlo. Para cuando los Uktena se dieron cuenta ya era demasiado tarde.
Los indios comenzaron a atacar mayor frecuencia el asentamiento, y la sangre corrió en abundancia dentro y fuera de los muros de la ciudad. Los vampiros demostraron ser enemigos astutos, en el mejor de los casos. Los que no podían plantar cara a una manada se valían de sus vasallos mortales para que libraran sus batallas, mientras que los que sí eran capaces de medirse con los Garou se cobraron la vida de muchos de los Uktena. Ninguno de los otros Fera acudió a prestar ayuda a los hombres lobo, y sus corazones se llenaron de amargura y recelo.
Al final, se firmó un tratado. Los vampiros no abandonarían la ciudad, mucho menos para adentrarse en los pantanos, que eran territorio de los hombres lobo, y estos permanecerían fuera de Nueva Orleans. Pese al pacto, vampiros y lupinos continuaron combatiendo por el control de Louisiana.
El status quo cambió cuando, en la segunda mitad del XVII, un grupo de emigrantes procedentes de Nueva Francia alcanzó la región. Eran el pueblo cajún y, como acostumbraban todos los que ponían el pie por primera vez en Louisiana, trajeron consigo un terrible mal de sus tierras.
El Protectorado de los Pantanos estaba plagado de túmulos que, desde la llegada de los europeos, se habían disputado magos y Garou. Con los extranjeros llegaron los Danzantes de la Espiral Negra, indignos descendientes de los Aulladores Blancos que habían huido de los Colmillos Plateados del norte aprovechando el exilio masivo al que habían sido forzados los cajunes. En su peregrinación por el continente habían combatido con prácticamente todas las criaturas con que se habían cruzado, en busca de su vil versión de la tierra prometida. A su llegada a Louisiana, los Uktena reconocieron en sus hermanos caídos la ruinosa simiente del Wyrm, y atacaron poseídos por la rabia. A medida que nuevos contendientes se incorporaban a la guerra por el Protectorado, los Garou estaban cada vez más solos. La alianza entre los chupasangres y los esclavos del Laberinto Negro probó ser la perdición de los guardianes.
Poco a poco, los diferentes Clanes fueron cayendo ante el empuje del enemigo y, con el paso de los años, las Tierras Puras septentrionales se fueron transformando en un cenagal inmundo habitado por Danzantes de la Espiral Negra y bestias mucho peores. La más temible de todas era, sin duda, la propia ciudad. Nueva Orleans se había convertido en una pústula, un cáncer sobre la faz de Gaia que amenazaba con devorar por sí misma las tierras sagradas de los Garou. Su imparable crecimiento, dirigido a capricho por los vampiros, había llevado muchos de los túmulos que antes pertenecían al Protectorado al interior de sus calles.
Con el curso del tiempo, los túmulos que no se perdieron a los Danzantes cayeron en el olvido. El túmulo del Cubil fue uno de ellos. Ubicado en el llamado bayou de St. John, los Uktena que habían jurado protegerlo perecieron cuando los vampiros dirigieron el crecimiento de la ciudad en su dirección. Su resistencia fue inútil pues si de algo disponían las sanguijuelas, era de tiempo. Dejaron de atacar a los Garou para dar caza a su Parentela, humanos y lobos por igual, y en cuestión de una década el túmulo se perdió en el interior de la ciudad.
Pero su sacrificio no fue en vano. El celo de los Uktena les había llevado a desarrollar rituales secretos capaces de ocultar a los ojos de cualquiera la naturaleza espiritual de sus túmulos. Si no podían mantenerlos, pensaban, al menos no permitirían que nadie más los ocupara. Ni la malograda influencia de los Danzantes ni la caprichosa ambición de los magos tocaron nunca el Cubil.
Sin embargo, no fueron los Uktena los que lo recuperaron, sino un extranjero. El Philodox de los Hijos de Gaia conocido como Crin-Severa alcanzó las tierras de Louisiana durante la segunda mitad del siglo XX dispuesto a hacerse un lugar y un nombre en los pantanos. Su llegada coincidió con el despertar de Oso Negro, avatar de Oso y guardián del Cubil, que aun durante su largo sueño había sido capaz de mantener a la Tejedora alejada de sus tierras. Gracias a él el bayou de St. John no fue nunca urbanizado, sino que se convirtió en el llamado Parque de la Ciudad de Nueva Orleans.
Décadas después de la llegada de Crin-Severa, muchos más Garou se han unido a él. En la actualidad, 2003, dos manadas custodian el túmulo. Pese a ello, los enemigos abundan en todos los frentes, pues el parque se sitúa ahora en pleno centro de Nueva Orleans y no en sus afueras, como cuando fue asimilado.
Oso (Tótem de guerra)
Coste de trasfondo: 5
Oso es sabio en la paz y fiero en la guerra. Es el señor de la curación y el misticismo, pero los Garou desconfían de él, ya que los verdaderos hijos de Oso son los Gurahl (hombres oso sin ningún aprecio por los Garou).
Rasgos individuales: los hijos de Oso ganan un punto de Fuerza, pueden usar el Don Roce Materno una vez al día y pueden hibernar hasta tres meses sin necesidad de comida o agua. Los Garou pierden cinco puntos temporales de Honor (si tienen tantos para perder) y ven reducidas todas sus recompensas de Honor en un punto.
Rasgos de manada: las manadas de Oso pueden usar tres puntos de Medicina y los hombres oso tienen buena predisposición hacia ellos.
Prohibición: Oso no pide ningún comportamiento específico a los Garou. Pedir su favor ya les ha costado mucho en términos de posición entre su propia gente.
- Raza: Homínido
- Auspicio: Philodox
- Tribu: Hijos de Gaia
- Manada: Camada del Oso Negro
- Posición: Alfa, líder del Clan y Captor de la Verdad
El Garou más anciano del septo es también el alfa de la manada. Lester nació bajo la media luna hace ya algo más de sesenta años, y fue él quien, guiado por Oso, expulsó del túmulo a los Danzantes de la Espiral Negra que lo ocuparon cuando los Uktena se retiraron.
- Raza: Homínido
- Auspicio: Ahroun
- Tribu: Fianna
- Manada: Camada del Oso Negro
- Posición: Enemigo del Wyrm
Si Lester es la voz del Clan, Adam es sus garras. Casi tan viejo como Crin-Severa, Rompecolmillos lidera al Clan en la guerra, y el odio que profesa a los vampiros roza ya la leyenda. De hecho, el Luna Llena es el principal motivo por el que el Príncipe Marcel ha prohibido por decreto la entrada al parque a todos sus súbditos restableciendo, de facto, el tratado que los Uktena y las sanguijuelas firmaron siglos atrás.
- Raza: Homínido
- Auspicio: Theurge
- Tribu: Furias Negras
- Manada: Camada del Oso Negro
- Posición: Maestra del Rito
Dee creció en diferentes orfanatos y casas de acogida por todo el país, y fue el destino la que la trajo a Nueva Orleans poco antes de su Primer Cambio. La manada, que acababa de recuperar el túmulo y todavía estaba dando sus primeros pasos, recibió en aquel momento a la primera de los cachorros que con el tiempo pasarían a formar parte de sus filas. En la actualidad, Flecha-Ámbar es una de los Garou más respetados del Clan y la Maestra del Rito.
- Raza: Lupus
- Auspicio: Ragabash
- Tribu: Uktena
- Manada: Camada del Oso Negro
- Posición: Guardiana de la Tierra
Patahumo nació loba en los pantanos y, cuando poco después de superar su Rito de Iniciación se enteró de que uno de los Hijos de Gaia buscaba recuperar el túmulo de la ciudad, no dudó en unirse a él. Desde entonces ha sido la mano derecha de Lester, y su representante con los Uktena. Suya es la idea de restablecer el antiguo Protectorado del Pantano, que unía a todos los túmulos de los pantanos bajo un único estandarte.
- Raza: Homínido
- Auspicio: Philodox
- Tribu: Señores de las Sombras
- Manada: Camada del Oso Negro
- Posición: Maestro del Desafío
Mitchell es de sangre cajún, y un hijo del Abuelo Trueno. Al contrario de lo que los estereotipos sugieren, Pico-de-Cuervo no posee la infame ambición que se presupone a todos los Señores de las Sombras, y es perfectamente capaz de funcionar dentro de la manada como cualquier otro. No obstante, sí comparte con el resto de sus hermanos el ingenio maquiavélico que les hace tan temibles y que en más de una ocasión le ha permitido herir a las sanguijuelas donde más les duele.
- Raza: Metis
- Auspicio: Ragabash
- Tribu: Uktena (Moradores de la Red)
- Manada: Camada del Oso Negro
- Posición: Guardiana
Ituha es una Metis, el producto de la unión de dos Garou y, como resultado del pecado de sus padres, carece de sentido del olfato. Por sus métodos, cualquiera pensaría que se trata de una de los seguidores de Cucaracha, pero en realidad es una de los Moradores de la Red, un extraño campo de los Uktena integrado por tecnochamanes acostumbrados a tratar con espíritus de la Tejedora. Sabedora de que haría más bien en el seno de la ciudad que en los pantanos en los que nació, viajó hasta Nueva Orleans para unirse a la Camada del Oso Negro.
- Raza: Homínido
- Auspicio: Galliard
- Tribu: Roehuesos
- Manada: Camada del Oso Negro
- Posición: Cantacuentos
Jennifer es la joven cantacuentos del Clan, un cometido que nunca ha deseado. Su apodo, Hocico-Sarnoso, se lo dio ella misma, aunque las historias que cuenta no son ni la mitad de malas de lo que el mote sugiere. En cualquier caso, carga con el título como si de una cruz se tratara, y no han sido pocas las ocasiones en que ha intentado convencer a Lester y Diane de que la sometieran al Rito de Renuncia.