- Tranquila, ya todo ha pasado.- Tranquilizó Alétheia a Dimira. Suficiente iba a tener ya con tener un hermano loco que aguantar.- Hemos acabado con ese malvado ser.- Con parsimonia y una gran ceremonia, La Pitonisa del Débil se acercó a la Llama Eterna y rezó una plegaria. Después sacó la lámpara que le habían dado para transportar la llama hasta el pueblo y la encendió con mimo.
- Ahora sí podemos marcharnos.- Al igual que Hosta, tenía muchas ganas de regresar al interior de los protectores muros del Templo, donde se reencontraría con su adorado y venerable Padre Prast. Iba a estar muy orgullosa de ella cuando llegara, flamante, portando la Llama Eterna.
Mientras Alétheia se dedicaba a encender la lámpara con la que transportarían la Llama Eterna de vuelta a Kassen Sigmund se ocupó de la joven Dimira. La conocía de haberla visto en el pueblo numerosas veces aunque nunca había tenido la oportunidad de hablar con ella ya fuese por encontrarse realizando sus monótonas tareas o porque, cuando había tenido la oportunidad, la vergüenza se lo había impedido. La levantó con delicadeza pasando sus brazos por detrás de la espalda y bajo las rodillas. Yo os llevaré con vuestro hermano. – Susurró para no interrumpir la ceremonia de a la Pitonisa. En su cara su sonrisa bobalicona quedó en un segundo plano eclipsada por el intenso color rojo que se adueñó de la piel del joven.
Recojo a Dimira del suelo y la llevo hacia la entrada de la cámara hasta que el resto se mueva.
Con la luz proveniente de la lámpara iluminando su camino y calentando sus corazones, los cuatro compañeros y Dimira se dispusieron a volver a los niveles superiores en busca de Roldare. Cuando antes dejasen aquel lugar mancillado y diesen en el pueblo la noticia de la desgracia que allí había acontecido sería mejor para todos. Sin embargo, antes de que Alétheia se alejase un par de metros del sarcófago de Ekat Kasse, una luz de un intenso color azul inundó la sala haciendo que sus sombras se alargasen.
No sé cómo agradecer lo que habéis hecho héroes de Kassen. – Anunció una grave pero conciliadora voz que llegaba desde sus espaldas. Cuando todos se giraron pudieron comprobar como, frente a la tumba de Ekat Kassen, se había materializado una robusta figura espectral de barbudo rostro y amables facciones.
No os asustéis, ya que no estoy aquí para haceros daño alguno. – Dijo levantando las manos justo después de que Dimira, al ver semejante aparición, perdiese por completo el conocimiento debido a lo debilitado de su cuerpo.
Hostawen dejó a Sigmund que llevase a Dimira y tomase así su puesto. Parecía que los rubores le delataban, aquel muchacho que hace unos instantes peleaba valientemente contra la muerte ahora se meneaba como un flan ante la apuesta muchacha. -Que cosas...- dijo al elfa mirando la escena, hace unos instantes se había dejado arrastrar por la lujuria del momento. Estar tan cerca de la muerte había hecho a la elfa sacar facetas desconocidas. La atracción por el sexo opuesto. El miedo a morir. El futuro de los bosques y la seguridad de los habitantes de Kassen. Como bien había augurado Arnama había sido una experiencia que le cambiaría. Aunque seguramente su mentora no esperaba que la cosa se desmadrase tanto. Mientras Sigmund se llevaba a Dimira, Hostawen tuvo tiempo para acercarse a la pitonisa del débil y susurrarle. -Dices que han entrado saqueadores, ¿crees que Dimira les acompañaba? Si hubiese llegado después de ese intento de saqueo no habría llegado tan lejos, ¿No crees?- dijo algo confusa por lo que había pasado. Las cosas no conectaban y aquella mujer escondía algo. -Quizás Roldare, pueda esclarecer el asunto... SI se tranquiliza.- dijo meditabunda ante la posibilidad de tener que hablar con aquel manojo de nervios. Ese idiota estuvo apunto de matar a la elfa, si no hubiese sido por los cuidado de la pitonisa, ahora mismo no estaría de pie.
Cuando procedían a salir una luz hizo presagiar lo peor, Hostawen se giró hachando mano a una flecha. Al ver a aquel espectro no entendía bien lo que pasaba. Aquel ser parecía los restos de un humano. ¿Cómo podía materializarse? La elfa escrutaba a la aparición algo desconfiada. Aunque si algo había aprendido en aquella cripta es que el mal no arrojaba luz de una manera tan gratuita como lo hacía aquel espectro. Hostawen no hizo más que una reverencia. Que la calma en los bosques de Fangwood y la gratitud de los aldeanos de la noble villa de Kassen sea nuestro regocijo.-1* dijo finamente la elfa con una sonrisa. ¿Había mayor tesoro que el mismisimo Ekat Kassen felicitase al grupo por tan heroica gesta?2 Seguramente no3. La sabiduría adquirida compensaba cualquier objeto material que le pudiese dar4.
Todo mentira1* Sí, si que lo hay2* Anda que no3* Excepto un objeto mágico4*
Ekat caminó con paso solemne hacia los tres compañeros que permanecían más retrasados. Sigmund, desde las escaleras, se encontraba en una gran tesitura y dudaba sobre hacia dónde mirar: ora a la insconciente y bella Dimira, ora al imponente y misterioso espíritu de Ekat Kassen.
Supongo que un enemigo es siempre un enemigo, incluso después de que la muerte separase nuestros caminos tanto tiempo atrás. – Comentó reflexivo aunque sin perder la sonrisa mientras descendía los dos peldaños que separaban el suelo de la cámara del pedestal donde se encontraba su tumba. - Gracias a vuestra intervención mi antiguo enemigo ha vuelto al lugar del que nunca debía haber despertado. Yo tampoco debería estar aquí pero, ya que se me ha otorgado la oportunidad, no la desaprovecharé. – Hubo un pequeño silencio antes de que el espíritu retomase la palabra. Assar y yo…no siempre fuimos enemigos. – Dijo un tanto avergonzado. En otra época compartimos destino y grandes aventuras en compañía de una gran amiga nuestra, Iramine. Fueron buenos tiempos pero, mientras que yo decidí retirarme con lo obtenido del último botín e invertirlo sabiamente, Assar parece que no hizo lo mismo. – Sus palabras, aunque iban dirigidas hacia el grupo, parecían ser más un método de para deshacerse de un amargo recuerdo que de proporcionar información a los peregrinos. Recuerdo… recuerdo que se presentó aquí junto con sus muchos seguidores a todas luces atraídos por la falsa promesa de que yo albergaba grandes riquezas. Nunca se lo pregunté, pero, durante la batalla final, pude leer en su rostro que la envidia y la sospecha se habían instalado en su corazón. – La decepción se mostró en su translúcido rostro.
El espíritu se giró hacia la cámara lateral donde además del sarcófago de Assar yacía el cuerpo inerte del enmascarado. Ekat se mostró contrariado. ¿Alguien más entró aquí además de vosotros? – Preguntó frunciendo el ceño.
Alétheia no daba crédito a las divagaciones de Hostawen que en temas de intrigas parecía más perdida que ella misma en un bosque. Negó con la cabeza y suspiró hondo.
- ¡Claro que no! Dimira se topó con todo esto como todos los demás. Creo que fue Assar, no me hagas imaginar el por qué, el que la trajo hasta aquí abajo.- Había múltiples rituales maléficos que requerían sangre de doncella. ¿Era Dimira virgen?
Seguro que sí. Parece una buena chica.
Alétheia se quedó pensativa teorizando sobre lo que pudiera haber pasado.
- Quizá los saqueadores entraran en la cripta en busca del amuleto de Assar. Puede que ese amuleto fuera el que mantenía su maléfico poder bajo custodia. Al habérselo robado despertaron a su indómito espíritu, dejando abierta una puerta que jamás debió quedar sin vigilancia. No lo sé, son teorías que habrá que confirmar, pero puede que Assar matara a algunos de los saqueadores...mmmm, al no estar su amuleto seguro que alguno logró escapar. Después llegaron los demás para prepararlo todo para nuestra llegada y Assar ya se habría hecho dueño y señor de la cripta.- Sí. Estaba casi segura de que eso es lo que había pasado.
Entonces, cuando encendió la lámpara con la Llama Eterna, el espíritu del venerable Ekat Kassen se les apareció. Alétheia no pudo contener la expresión de gozo en su rostro que llegaba casi al éxtasis. Desde luego no estaba asustada. Cayó de rodillas sujetando temblorosa la lámpara con la cálida llama.
- ¡Oh, alabado seais, Ekat Kassen! No nos deis las gracias pues es nuestro deber. El Débil guiaba nuestro camino.- Escuchó respetuosa las palabras de su héroe de la infancia para después intervenir algo arrebolada por su imponente presencia.- Creemos que unos extranjeros entraron y se llevaron el amuleto que llevaba Assar en su lecho de muerte. ¿Ese amuleto era poderoso?No ha aparecido por lo que creo que se lo habrán llevado.- La Pitonisa mostró al espíritu la máscara arrancada del cadáver del extranjero.-¿Fue eso lo que desencadenó que Assar despertara? Toda la cripta fue mancillada aunque, afortunadamente, hemos solucionado eso. Pronto descansaréis en paz.
El asentimiento del espíritu tras las palabras de Alétheia confirmaron al grupo que las conjeturas de la Pitonisa del Débil no estaban desencaminadas. En efecto, los cristales de nuestros respectivos medallones son los que nos mantenían en nuestro eterno reposo… - Dicho esto, el espíritu se detuvo. Pero, si yo estoy aquí… quiere decir que la joya que adornaba mi medallón tampoco está donde debería. – Comentó nostálgico girándose hacia la tumba donde yacía su cadáver. Su actitud y posturas, pese a tratarse de un espíritu, denotaban gran preocupación. El amuleto como tal…no es poderoso por sí mismo. Son los engarces que tenía cada uno lo que los hacían importantes. Creo…creo que en una de nuestras aventuras encontramos una llave mágica que tenía como parte de sus adornos tres preciosas gemas. Iramine dijo que eran mágicas pero, como desconocíamos qué es lo que abría dicha llave, optamos por separar los engarces y quedarnos uno cada uno. – Explicó Ekat a la vez que su translúcida figura se atenuaba cada vez más.
No tengo tiempo pues el descanso me reclama… - Una losa se desprendió de la parte inferior de la tarima de piedra donde reposaba el ataúd dejando entrever varios bultos escondidos en un pequeño hueco mientras el espíritu hablaba con una voz cada vez más distante. Coged lo que os regalo… No… tiempo… Llave…bóveda. Elfa… - El espíritu de Kassen, agotado por tener que vagar entre planos, no pudo resistir el tirón que su lugar de reposo hacía contra él. Mientras las últimas y misteriosas palabras abandonaban sus espectrales labios la figura se disolvió desapareciendo por completo y dejando tras de sí únicamente una agradable sensación de calma.
Objetos en el hueco de la tumba:
1 Bolsa de contención Tipo I. (Pesa 15 lb pero puede contener hasta 250 lb sin peso adicional)
1 Escudo mediano de acero mágico +1 golpeador.
1 Gema elemental (Agua) - Convoca un elemental grande de agua que obedece durante 6 asatos.
4 escamas de armadura - Cada escama permite al portador volver a tirar una tirada de ataque, salvación o habilidad fallida. Un solo uso.
Rhylen se mantuvo en todo momento en segundo plano. Dejó que aquellos jóvenes muchachos disfrutaran de su momento de gloria, pues ellos eran realmente los héroes de aquella travesía al mostrar un enorme coraje y el valor suficiente con el que afrontar los muchos peligros que habían pasado.
En silencio en uno de los extremos de la sala, un sabor agridulce invadió al viejo guerrero. – Ya terminó todo, vuelta a casa… vuelta a la rutina…, ¡Humm!, necesito unas vacaciones…, suspiró no muy convencido. Dolorido por las heridas recibidas, fue recapitulando todo lo vivido en la cripta mientras observaba con la mirada perdida la oscura espada que pocos instantes antes empuñaba Assar. Centró su recuerdo en el combate contra la sombra el primer día. Una lucha que le dejó muy mal parado, y aunque parecía ya estar totalmente recuperado de las heridas que le ocasionó, Rhylen tenía la extraña sensación que una mancha maligna continuaba residiendo en él. Notaba la oscuridad en su interior…
Cuando el grupo se disponía a partir, todos eufóricos excepto Rhylen, una última visión premiaría a los aventureros. El espíritu de Ekat Kassen se manifestó ante ellos, dejando boquiabiertos a más de uno, entre ellos Rhylen que daba gracias por haber podido vivir aquella experiencia, viendo cosas tan increíbles como aquella y volviéndose a sentir un guerrero.
Contrarreloj, el espíritu de Kassen contó la trama de la relación que existía entre Assar y él. Habló de una tercera persona, Iramine, por la que no tuvieron tiempo de preguntar por ella… aunque de seguir con vida podría tratarse de la elfa con la que se despidió del grupo de aventureros antes de desvanecerse.
Un nuevo misterio se presentaba ante ellos tras esa visita. ¿Quiénes eran las personas que habían invadido la cripta y liberado a Assar? ¿Qué les empujó a ello? ¿Dónde están los medallones? ¿El mapa encontrado tiene alguna relación con todo esto?
Todas estas preguntas enderezaron el ánimo de Rhylen, que veía como tenía la oportunidad de emprender una nueva aventura y liberarse de la rutina que suponían las largas noches en la taberna del pueblo. – Debemos recuperar esos medallones y devolverlos al lugar que corresponden, dijo tras la pausa generada por la visita de Ekat. – Los ladrones que entraron a robarlos lo hicieron por algún propósito, y no bueno me temo. Impostores capaces de perturbar el descanso de los muertos merecen un castigo… vayamos a Kassen e informemos de todo lo ocurrido… después vayamos a recuperar lo que es legítimamente del pueblo de Kassen.
El aire fresco y húmedo de aquel agridulce día del último mes de otoño recibió a los cuatro compañeros y a los dos únicos supervivientes de los aldeanos de Kassen nada más cruzar las dobles puertas de la cripta. El anochecer iba ganando terreno a los rayos de sol y las sombras volvían a hacerse dueñas del estrecho valle donde descansaba el santuario. Sin embargo, por primera vez tras varios meses, el valle volvía ser un lugar tranquilo y apacible. Las huestes de no-muertos y su comandante, Assar, habían sido derrotados por quien menos cabría esperar: tres chiquillos y un soldado retirado.
Como aún tenían un par de horas de sol por delante, el malogrado grupo decidió ponerse en marcha; cuanto antes llegasen a Kassen antes podrían poner en conocimiento de las autoridades lo que allí había acaecido. Además, como muestra del éxito en su empresa, los compañeros portaban la Lámpara de la Llama Eterna la cual iluminaría su camino y serviría, una vez en el Templo del Débil, para recordar de todos aquellos que habían perecido por salvaguardar aquel pequeño pueblo y a sus gentes.
El viaje de vuelta hasta el pueblo fue tranquilo y sin incidentes. El único ser vivo que se atrevió a salir al paso de los seis viajeros fue un lobo hambriento que había seguido el rastro de Hostawen hasta casi las puertas de la cripta. Cuando tuvieron la oportunidad de verlo de cerca, pues permanecía la mayor parte de tiempo apartado a una distancia prudencial, comprobaron que se trataba de uno de aquellos que había asaltado el campamento tres días atrás. El animal, incitado por el hambre y confiado en volver a recibir de manos de la exploradora elfa más carne, se negó a separarse durante mucho rato del grupo por mucho que Alétheia tratase de espantarlo. En el brazo de la pitonisa había quedado marcado el recuerdo, de forma literal, de aquel terrible encuentro que casi acaba con su vida.
Cuando al anochecer del segundo día después de abandonar el valle hundido el grupo alcanzó la puerta norte de las murallas de Kassen en la orilla norte del río Tourondel, un numeroso grupo de ciudadanos salió a la carrera a recibirlos. Como después sabrían, el alcalde Uptal había apremiado a Wisslo, el Capitán de la Cuardia, para que mandase una partida de soldados en dirección a la cripta. Las autoridades, así como la mayoría de la gente que estaba al tanto del viaje de los portadores de la Llama Eterna, imaginaron que algo no iba bien al haber amanecido y no tener noticias de los lugareños que había ido a preparar los desafíos para los tres muchachos. Entre aquellas gentes no podía faltar el Padre Prasst, Amarna, ni la siempre servicial Justina quienes no repararon en abrazos y besos en cuanto vieron llegar a sus seres queridos. Multitud de sentimientos afloraron en aquella congregación improvisada de gentes que, si bien lloraban las pérdidas de sus familiares y seres queridos, también daban gracias al Débil y al resto de dioses por haber devuelto medianamente sanos y salvos a aquellas seis personas. Las noticias que Rhylen y sus jóvenes protegidos traían, no dejaron indiferentes a nadie y, como estaba por verse, traerían muchas más consecuencias de lo que en un principio podría esperarse. Pero, aquello, sería otro capítulo.
Nos vemos en el segundo capítulo: La Máscara del Dios Viviente.