Partida Rol por web

El hombre debe rondar los cuarenta años y profundas arrugas de trabajo al sol marcan su rostro, viste con ropas de viaje y hay barro en su sandalias altas de madera. A la espalda lleva un sombrero de paja y en el suelo hay un bastón caído con un hatillo abultado y una calabaza para el agua o el sake.

-Mi nombre es Subie, Otomo-sama. Un viajero que viene en busca de trabajo. No hace falta que se moleste, ya buscaré yo un médico, tengo algún dinero ahorrado para poder pagarle.

Hace una reverencia algo tambaleante mientras Saiku-san te mira interrogante.

-MM buscando trabajo eh ,esta bien llevaroslo a curar y quiero que esta tarde pase por mi casa veremos que sabe hacer y que peude ofrecerme.

Quizas podria usar a aquel pobre iluso o quizas fuera una trampa ,intentaria haber que sacaba en claro de eso

No parece que el hombre no sea quien dice ser, su herida y su temor parecen auténticos, al igual que sus palabras. Saiku-san se lo lleva de tu presencia y le encarga a la budoka que se lo lleve a un médico y luego a la hacienda. La chica siempre resulta eficaz y concisa y tus sirvientes la obedecen sin demora, sin duda tiene potencial.

De nuevo tu palanquín se pone en marcha, abriéndose camino entre la multitud en dirección a los comercios de moda. Cuando éste se vuelve a detener es porque habéis llegado al destino. Una calle bastante ancha donde abundan los puestos de comida de buenas materias, y sobretodo caras, como puede ser el pescado y el calamar recién traído en caravanas rápidas. Las mujeres exhiben en esta zona sus mejores galas, casi dignas de tu presencia, y los hombres lucen ostentosos con grandes hombreras y decorados abanicos.

Saiku-san te indica un comercio grande donde hay alguna gente esperando a ser atendida. Tiene un frontal colorido con el nombre del artesano que le da su reputación y ves que la gente que está esperando está compuesta por dos samurais del clan Grulla y uno del clan Fénix, y sus respectivos sirvientes.

Saiku-san echa un vistazo al interior del puesto y vuelve a tu lado con tranquilidad.

-Mi señor, conozco a uno de los asistentes del sastre, si quiere puedo conseguir que nos adelantemos a ser atendidos a estos otros samurai. Podría hacerlo, también, de manera discreta si le importa que se sepa, pero tendríamos que entrar por la otra puerta del establecimiento, y a lo mejor alguien se podría estrañar al verlo.

Pues ya tire master

Ninguno de los que tienes delante son suficientemente conocidos para que ni tú ni tu ayudante los conozcáis, por lo que, en principio no deberían suponer mucho problema. Pero nunca se sabe, algunos samurais de bajo rango pueden ser... muy "gritones" para tu gusto.

-Adelantanos,soy un Otomo ,estos inferiores no tiene derecho a replicar nada .
Que los guardias se encargen que no se nos acerquen ni que nos molesten.

Tu asistente se adelanta, siendo observada por todos los presentes, y se dispone a hablar discretamente con una mujer mayor que atiende en la puerta del establecimiento. Hay un par de miradas fugaces de la señora  mayor en tu dirección y al final un asentimiento.

Reju-san se acerca y te comenta que te atenderán inmediatamente.

Mientras te acercas a la puerta una voz a tus espaldas se alza entre el bullicio de las calles.

-Otomo-sama, un hermoso día para participar en las compras pre-invernales, ¿verdad? ¿Tiene alguna urgencia que no desea disfrutar de la actividad urbana en un día como hoy?

Quien ha hablado es uno de los samurais Grulla, un hombre de unos treinta años, con un porte bastante notable, aunque un cicatriz le afea la cara, sesgándola desde el maxilar hasta el lacrimal de la parte derecha. Su pelo teñido de blanco está recogido en un moño más funcional que estético y la vaina de su katana es más práctica que ornamental.

El Otomo escucho la voz del grulla mientras se giro.

-Le agradezco que se muestre interesado por mis compras grulla-san ,pero ciertamente los asuntos imperiales son algo que requiere la maxima celeridad y no pueden de hacerse esperar despues de todo.

Si se ha de pasar delante de una cola,o si se ha de pedir ayuda para ello ,es voluntad y ley imperial y no hay tiempo para pequeñeces ante la ley del emperador ,¿No creeis ,o insinuais acaso que una misera `posicion en una cola esta por encima de la ley y los agentes de su excelentisima,voz de este en el imperio?

Pero perdonad grulla-san si mi tono os ha sonado algo duro por supuesto que creo que no habreis insinuado eso porque sois un verdadero seguidor del señor de los cielos ,no es asi?

Mientras el sol del ocaso torna en anaranjado el pelo blanco del Grulla éste te mira por unos momentos muy intensamente, aunque no hostil. Después parece salir de su trance y tuerce la cabeza haciendo un gesto como para quitarle hierro al asunto.

-Bien, si estáis en misión de cumplimiento de la ley imperial, no seré yo quién os retenga, Otomo-sama. Que tengáis un buen día y hasta que nos volvamos a ver.

Hace una reverencia profunda que no termina de velar el hecho de que no sólo no te ha pedido perdón si no que además su última frase, aunque no ha sido dicha con tono de amenaza, viniendo del que seguramente sea un duelista, por su aspecto, puede interpretarse de muchas formas.

vaya aquel bufon grulla se creia demasiado para alguien de un clan menor,para Arashi todos los clane sno imepriales eran menores es mas solo el otomo era un clan digno de llamarse mayor.

Dejo largarse a aquel pajarraco que creyese que estaba a salvo mejor.

Despues se dirigio a su criada

-Bueno sigamos con lo nuestro mejor no??

Os internáis en la sastrería tan solicitada  y pronto os atienden unos ocupados sirvientes. El sastre os recibe con elogios e inclinaciones, resulta ser un tipo algo extravagante, pero de un indudable talento. Durante una tediosa sesión de mostrar materias primas y de tomar medidas, siempre evitando el contacto físico, os tratan de entretener con algo de picar y un poco de cháchara sobre temas mercantiles que no son de tu agrado. Al final, tu asistente se encarga de la negociación del precio y del acuerdo de la entrega de los dos kimonos que va a confeccionar para ti.

Habiendo casi olvidado la rencilla con el samurai Grulla a la salida te encuentras con una peculiar escena y es que la pareja de samurais Grulla están ahora hablando con dos magistrados Seppun, uno local y el otro Esmeralda. Alcanzas a oír un retazo de conversación antes de que se vuelvan a mirarte cuando sales del establecimiento.

-... un placer veros de nuevo, Kakita-sensei. Oí que estábais de nuevo en la ciudad pero no esperaba veros por las calles. Es un placer ver de nuevo a mi antiguo sensei. Espero que vuestra pierna se encuentre mejor, oí lo de vuestro accidente.

Reconoces al magistrado Esmeralda como Seppun Mikihoto, un hombre bastate devoto y de padres influyentes, aunque él anda algo alejado de la política. Tu asistente te lo confirma segundos después con unas frase apagada y disimulada, casi sin mover los labios.

Los cuatro interlocutores se giran y te saludan con una inclinación de cabeza. La mirada del Grulla con el que cruzaste palabras es fría aunque una sonrisa se dibuje en sus labios.

Mientras partimos,me quedo mirando a los 4 .Asi que el grulla ese tenia contacto con los seppun,lastima que este no estuviera en sus planes de hoy sino le hubiera dado una buena leccion ,hoy.

Les saludo con indiferencia ,quizas con mejor forma al seppun ,por su familia y poco mas..

-Bueno ahora que acabamos las compras deberiamos irnos de aqui ,no teniamos nada mas pendiente verdad??-Me dirijo a mi sirvienta ,esperando por si se entero de alguna cosa mas importante.

Saiku parece haberse quedado mirando por un momento a los reunidos en la cola de la sastrería pero vuelve a la conversación rápidamente.

-Sería propicio comprar algunos regalos menores, para darle alguna chuchería a los huéspedes y a algunos de los cortesanos menos influyentes. Si así lo deseáis me puedo encargar yo de eso. Asi vos podéis volver a casa tranquilamente o visitar algún otro establecimiento, Arashi-sama.

En sus ojos ves la insinuación no pronunciada de la índole del establecimiento al que se refiere.

-El Invierno promete ser largo y las Cortes no pueden proveer de todos los lujos, aunque lo intenten. Y sobre todo no pueden recrear el ambiente de nuestra bella capital.