Se detiene ante los dos leones. Ya está a la entrada del bosque mágico de la isla y ellos son los protectores, aunque parezcan de piedra. Se detiene ante ellos, a una distancia prudencial.
-Buenos días, señores leones. Necesitaría entrar en el bosque, pero he oído que deben hacerme unas preguntas antes que yo pueda continuar con mi camino. Espero no importunarles con mi presencia.
Espera una respuesta por parte de los leones de piedra. Quizá necesita acercarse más o intentar entrar al bosque para que se activen como guardianes y cobren vida. Quién sabe... está a punto de descubrirlo, sin duda. No se siente cómoda llevando el arco y las flechas, pero ha oído que es un sitio peligroso y va sola. Si al menos uno de esos leones quisiese acompañarla.
Pues eso... supongo que me he llevado el arco... y supongo que algo de comida en un atillo. Siento la tardanza.
Aquellos seres los perseguían, no parecían darles tregua, mientras seguían corriendo, pasando entre lianas, telas de araña e internándose más y más en las sombras, y en una neblina de color verdoso que los comenzó a envolver. Sus corazones se agitaron.
- no se pierdan! - gritó la sílfide, pero ya era tarde, la neblina los había atrapado, y uno a uno fueron cayeron sin conciencia, el último en luchar fue el capitán, que vio a sus amigos caer.