Lunes, 12 de abril de 1926, 22:35 horas
En la costa norte de Beacon Island, un pequeño muelle se destacaba en la penumbra con su embarcadero bien definido. Allí, el bote quedó varado y los dos navegantes se apresuraron a ayudar a los demás. Después de la tormenta, la luz central revelaba la tranquilidad de la isla.
Desde el embarcadero, un sendero estrecho de tierra llevaba hasta la entrada de la casa. Al acercarse, notaron que la puerta principal estaba entreabierta y había luz en el interior. A cada lado de la puerta, ventanas con cortinas finas permanecían cerradas. La ventana izquierda desprendía un brillo cálido y acogedor. Junto a la puerta, una vitrina resguardaba un mapa de la isla que señalaba las distintas áreas. Lo más notable era que, según el mapa, habría otro bote en el embarcadero sur y la isla estaba a unos 600 metros de la costa.
El sendero seguía bordeando la casa hacia la parte trasera del faro pasando por hierba alta, donde encontrarían la letrina, la caseta del generador y el taller. Más allá de la casa, se percibía un murmullo, posiblemente el mecanismo del faro en funcionamiento.
Estado de los náufragos:
Vida: Entrar en calor es buena idea, incluso si no te has mojado.
- Bobbie, Marjorie afección grave.
- Dante, Gordon, Arthur afección leve.
- Alistair, Alexander afección nula.
Cordura:
- Alistair afección media.
- Bobbie, Alexander, Arthur y Marjorie afección leve.
- Dante y Gordon afección casi nula.
Objetos:
- Dante, Alistair y Arthur suministros de supervivencia (bote).
- Alexander, Bobbie, Marjorie, Alistair linterna (ver, alumbrar).
Si tenéis dudas, avisadme en OffTopic.
Si queréis lanzar alguna habilidad ahora, avisadme en OffTopic para saber si es adecuado.
Marjorie lanzó una última mirada melancólica al mar, confirmando sus temores: el SS Essex County había desaparecido, engullido no por la oscuridad de la noche, sino por las profundidades marinas. Con las aguas ahora tranquilas, no se avistaba nada en el horizonte; ni marlines, tiburones, ni criatura alguna. Ahora no tenía tiempo de pensar en criaturas, el frío mortal se lo impedía... ¿Habría sido todo imaginado, presa del pánico? ¿Puede que histeria colectiva? No sabría decir. El mar le había arrancado el sombrero y su abrigo se hizo el triple de pesado por la humedad. Se negaba a que el mar se llevase algo más de ella, de modo que se lo tuvo que quitar, pero lo llevó a rastras por el sendero.
Con la ayuda de su amiga Bobbie fueron en busca de un refugio cálido. La base del faro parecía una opción evidente, pero el mapa de la vitrina mostraba una alternativa que prometía calentar hasta los huesos.
—¡Una bañera con ducha! —exclamó con voz temblorosa debido al frío, pero vivaz, señalando el cuadrado en el mapa—. Debe ser de agua caliente, Bobbie. El farero comprenderá que lo necesitamos...
Marjorie proponía usar la ducha para eliminar el frío de raíz. Miró a Bobbie, preguntándose si le parecería buena idea ir juntas, y luego a los hombres empapados. Todos estaban helados y necesitaban entrar en calor, pero sería cortés ofrecer primero el servicio a las mujeres.
Arthur, al pisar tierra firme, comprobó ansioso si su bolso había resistido la invasión del agua. Aliviado al encontrar sus pertenencias secas, expulsó el agua que había ingerido. Se dejó ayudar por Alexander y Alistair, sintiendo la diferencia de calor en sus manos. Necesitaba una fuente de calor, como los demás que habían tocado el agua helada.
—¡Por Dios! El Capitán y sus marineros han muerto ahogados... ¡Debemos avisar a las autoridades cuanto antes y que nos saquen de aquí! Allí dentro debe haber un telégrafo —dijo señalando al faro mientras se ponía en marcha.
Inspeccionó de nuevo el contenido de su bolsa. También se fijó en lo que habían traído los demás. Se notaba que tenía una mente fría y deseaba verlo desde una perspectiva lógica de supervivencia, pero también parecía afectado por las olas.
—Agarré la caja de supervivencia del bote, no la solté. Veo que ustedes tomaron unas linternas. Creo que estaremos a salvo al menos esta noche.
Mirando el mapa, se dio cuenta de que tenían varias opciones. Entrar al faro, visitar las duchas y por detrás otros lugares como la letrina, el generador y una escapada a tierra.
Debían encontrar pronto un remedio contra la hipotermia. Alexander, cuyos rizos permanecían intactos y cuya piel se mantenía cálida, destacando sus atractivos rasgos nativos, no era simplemente un rostro atractivo en la oscuridad de la noche. Con su conocimiento básico de primeros auxilios, prestó atención a las damas y caballeros que estaban empapados. Sus recursos eran limitados para combatir el frío de la noche. Sabía que su única opción en la isla era refugiarse en el faro hasta el amanecer.
—¿Están todos bien? ¿Todos pueden caminar? —dijo el biólogo mientras caminaban, ofreciendo su ayuda a quienes lo necesitaran. Parecía que el mareo por el golpe anterior ya no lo sentía, pero quizás estaba aguantándolo—. Me he visto en esta situación un par de veces en la vida, es lo que tiene el interés marino... Lo mejor que podemos hacer es entrar cuanto antes a la caseta, parece cálida y se ve que hay alguien dentro —señaló las ventanas iluminadas.
¿Sería bueno llamar al farero?, pensaba mientras alcanzaban la puerta.
—Yo... Yo... Lo siento. Vine a Rockport a estudiar la fauna marina y con la tormenta supe que debía esperar a la mañana, no pensé que viviríamos algo así en esta noche. Parece que ustedes saben lo que nos acaba de suceder —dijo mirando a las mujeres y Alistair, que hablaron de marlines, pero también a los otros tres hombres que permanecieron en el vestíbulo del barco—. ¿Qué fue lo que vieron en las entrañas del barco? ¿Por qué el navío se quebró de repente?
El biólogo marino notó que varios más tenían dudas, era posible que los dos grupos que se formaron en el barco descubriesen cosas diferentes. Era buena idea decir lo que sabían antes de pasar la noche en esta isla.
Acabas de vivir una tragedia en la que casi mueres. Además, no sabes lo que has visto dentro del barco, pero sabes que no era un humano precisamente. El miedo te invade, desconoces a lo que te enfrentas y anhelas escapar. Tienes pensamientos intrusivos sobre tu valía como agente. No obstante, el intenso frío domina sobre tu mente, anclándote al suelo mientras tu instinto de supervivencia prevalece. La hipotermia te permite controlar tus pensamientos.
Acabas de vivir una tragedia en la que casi mueres. Otros han muerto por ti. Además, no sabes lo que has visto dentro del barco, pero sabes que no era un humano precisamente. El miedo te invade, desconoces a lo que te enfrentas y anhelas escapar. Tienes pensamientos intrusivos sobre tu valía, sobre tu supervivencia en la isla. Estás en peligro, lo sabes. ¿Cassidy es más importante que tu vida?
Acabas de vivir una tragedia en la que casi mueres. Estás afectado por lo que acaba de ocurrir. No obstante, el intenso frío domina sobre tu mente, anclándote al suelo mientras tu instinto de supervivencia prevalece. La hipotermia te permite controlar tus pensamientos, aunque sabes que podrás sobrellevarlo como una anécdota más.
Ahora puedes lanzar otra tirada de COR. Si aciertas, eliminas ese 1. Si fallas, sumas otro 1.
Llegar a la orilla no fue fácil ya que no solo tuve que nadar contra las aguas turbulentas sino que al tocar costa tuve que usar las pocas fuerzas que tenía para arrastrarme tierra dentro. La adrenalina me había ayudado bastante pero ya podía sentir como se estaba yendo y el temblor de un cuerpo sobre emocionado era sustituido por el temblor de una persona con frio, mucho frio.
- A… Ac…acaso no sientes frio – le replico a Arthur al verlo más preocupado por el barco y sus navegantes que por el mismo, incluso yo que era agente federal estaba más preocupado por mi salud – G…Gra….cias – le dije a Alexander cuando llego a ayudarme un poco, aunque la verdad existía poco que pudiera hacer – Creo… qu..e deb..emos pensar… pr...Primero en… calentarnos – tuve que esforzarme mucho para hablar.
Mi tez era más pálida que antes y sabía que mis labios debían estar demostrando la hipotermia que estaba sufriendo. Seguí a las mujeres hacia el faro – Esta… nec…fuego – señalo un lugar con donde debería prensarse una hoguera – en… cuanto… a la ducha… - miro a las mujeres y les hago seña de que pueden ir.
Motivo: Cordura
Tirada: 1d100
Dificultad: 64-
Resultado: 100 (Fracaso) [100]
Entiendo que debe existir algo para calentar la casa, leña o calefactor.
100 en cordura.
Todo pasó muy rápido, aunque a i se me hizo eterno. Nada más volcar el bote, nos vimos nadando para salvar nuestras vidas. Ente los gritos, el oleaje, la tormenta y el resto de caos reinante, solo pensaba que moría ahogado. El frío me atenazaba los músculos y no podía casi nadar. No sé cómo lo hice, pero me mantuve a flote bastante bien. De vez en cuando veía a alguien cerca, pero las olas nos separaban enseguida. Al cabo de unos minutos, estaba en la playa de la isla donde se encontraba el faro.
Nos habíamos salvado unos cuantos y todos estábamos helados. Lo mejor sería ir al faro para secarnos y entrar en calor, ya que el frío de la noche haría que muriéramos congelados. Se veía luz, así que los fareros estaban despiertos. Un buen fuego es lo que hizo sacar de lo más profundo de mi esa poca energía que me quedaba.
-"Vayamos a la casa y pongámonos al fuego. Hay que quitarse las ropas mojadas y ponerse muda seca." Les comenté a los demás.
Motivo: Cordura
Tirada: 1d100
Dificultad: 59-
Resultado: 77 (Fracaso) [77]
Fallo y pierdo otro puno de Cordura.
El faro era el guardián de los mares. Vigilante, desafiando a la tormenta. ¿Por qué le hacía estremecerse cuando lo contemplaba? La luz que manaba del interior debería haberle ofrecido algo de consuelo. Pero…la puerta estaba entreabierta y el farero no estaba allí. ¿Acaso no había visto el naufragio? Había algo turbio en todo aquello, como el agua de una charca que alguien hubiera removido, levantando el limo del fondo.
Se apoyó en Marjorie. Sentía que le fallaban las fuerzas. Y el coraje. Habían perdido el barco, a la tripulación. Se sentía culpable. Inútil. Casi se había ahogado en la tormenta. En el fondo, quizás, no era más que una mujer desvalida incapaz de solucionar nada. El frío había tomado su cuerpo. Tiritaba. También lo hacía su corazón, prisionero de la duda, torturado por el fracaso, la perdida. Y el miedo a la muerte.
Pero incluso la muerte ofrecía un bálsamo. Sin dolor, frío o pensamientos dolorosos. Sin soledad. Sin monstruos.
—Vaya con cuidado, señor Whitford. No sabemos que clase de hombre puede ser el farero. Puede que nos considere intrusos —masculló.
Un comentario extraño. Nadie negaría la ayuda a unos náufragos. La cercanía de la muerte le había hecho dudar de los pilares en los que se sustentaba sus creencias de justicia y bondad humana. Valores que ahora se le antojaban pequeños, irrisorios.
—Caminaba como un hombre. Sus ojos rojos eran una puerta al infierno abrasador. Su piel…reptil, anfibio, pez. Caminaba como un hombre…pero no era un hombre.
Su mente sufrió un latigazo. Puede que no fuese una buena agente, pero sabía cuando una corazonada la pasaba por encima.
—Usted es biólogo marino. ¿Va a contarnos por que se embarcó en el County?
Lo miró, el gorro calado y mojado, los cabellos pegados a su rostro, su mirada pálida y hundida, como de ahogada, de muerta. Acusadora. Luego adquirió su expresión neutra habitual.
Se apoyó en Marjorie. Jamás le confesaría a nadie cuanto necesitaba el calor que manaba de ella. Y estaba tan fría como ella. Pero su tacto, su presencia, el abrazo en el que ambas se apoyaban, le daba confort. El agente Blake había asentido a la idea de la ducha. Eso le ayudaría. Le indicó a Marjorie que podían ponerse en marcha. Pero antes llevó su mano por debajo de su chaqueta. El Hierro estaba allí. Aquella arma pesada, grotesca, seguía con ella. Como ella, había sobrevivido a la tormenta. Puede que no tuviera todo lo que un agente debiera tener, pero el tacto de aquel metal pérfido y asesino le dio los suficiente redaños para continuar. Parte de ella parecía haberse quedado en el mar, pero lo importante aún seguía con ella.
El suelo bajo sus pies se sentía más estable, pero el peso del agua y la tormenta seguía hundiéndose en su mente como un ancla imposible de soltar. Alistair Farnsworth, normalmente un hombre de calma inquebrantable, se encontraba atrapado en una lucha interna. Su razón, tan firme como las estructuras de un edificio bien diseñado, comenzaba a mostrar grietas ante lo inexplicable. Los ojos rojos. La piel escamosa. Esa hilera de dientes. “Ilusión óptica. Juego de luces. Miedo colectivo.” Se repetía esas palabras, pero las imágenes persistían, como un eco que no se desvanece.
Mientras observaba a los demás náufragos, empapados, fríos y agotados, trató de recuperar el control de sus pensamientos. “Piensa en lo práctico. Supervivencia primero. Respuestas después.” Respiró hondo y asintió lentamente cuando las mujeres mencionaron las duchas.
—Es una idea sensata. Entrar en calor es prioritario —dijo con tono más firme de lo que se sentía por dentro. Miró a Bobbie y Marjorie con una sombra de preocupación en los ojos— Ustedes dos deberían ir primero. Este frío podría ser fatal si no lo enfrentamos pronto.
Mientras hablaba, notó cómo Bobbie mantenía su mano cerca de su arma. Un recordatorio silencioso de que el peligro podía no haberse quedado atrás, en las profundidades del mar. Se permitió una ligera sonrisa, aunque era más para tranquilizarse a sí mismo que a los demás.
—Alexander —continuó, volviéndose hacia el joven biólogo marino— Tú y yo iremos a la casa del farero. Según el mapa, parece ser el punto más cercano, y esa luz indica que hay alguien allí. Si es quien creo que es, no tendremos problemas.
Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas. ”¿Quién creo que es?” ¿Realmente esperaba encontrar a Cassidy allí? ¿El mismo hombre que lo había arrastrado hasta esta isla, directa o indirectamente? Había planeado su visita como un encuentro casual, algo que le daría respuestas y, tal vez, un cierre. Pero ahora, el simple hecho de pensar en enfrentarse a Cassidy le provocaba una mezcla de ansiedad y resentimiento. Aún así, no podía ignorar la posibilidad de que su viejo amigo supiera algo más sobre lo que acababan de enfrentar.
Mientras seguían el sendero hacia la casa, Alistair invitó a cualquiera de los demás supervivientes a acompañarlos, luego permaneció en silencio unos momentos, su linterna iluminando el estrecho camino de tierra. Finalmente, rompió el silencio, hablando más para aclarar sus pensamientos que para informar.
—El farero de este lugar es un viejo conocido mío. O al menos, eso creo. —Hizo una pausa, apretando los labios antes de continuar— Una de las razones de mi viaje era visitarlo, pero, sinceramente, no esperaba que las circunstancias fueran estas.
Miró a Alexander de reojo, buscando una reacción en el rostro del joven. Luego volvió su atención al camino, dejando que sus pensamientos divagaran por un momento. Cassidy debía tener respuestas, pero eso no explicaba lo que había visto en el barco. La criatura. Esa cosa. Era como si el mundo se estuviera desmoronando, sus pilares lógicos y racionales erosionados por el peso de lo inexplicable.
Cuando llegaron a la puerta de la casa del farero, Alistair levantó la linterna, dejando que el haz de luz iluminara el marco de la puerta entreabierta. La luz cálida del interior prometía refugio, pero también algo más. ¿Seguridad? ¿O más preguntas sin respuesta?
—Sea quien sea que esté ahí dentro, necesitamos ayuda —murmuró, casi para sí mismo.
Empujó la puerta con cuidado, dejando que la luz interior bañara el umbral mientras cruzaban. —¡George! ¿¡Estás ahí!? — Anunció su llegada al ingresar.
No se si había que hacer otra tirada de cordura. Me parece a mi que no, o no se que pasé por alto.
La puerta estaba entre abierta y Alistar supuestamente conociendo al hombre que trabajaba en este lugar grito su nombre mientras empujaba el umbral para poder ver qué pasaba dentro. Yo preocupado de lo que pudiera pasar saque mi arma, estaba atascada pero podría servir para intimidar si alguien intentaba hacer algo que nos pusiera en peligro; miro a Alister y me acomodo a un costado de la puerta.
Los demás hablaban de una extraña criatura que habían visto. ¿Qué demonios decían? Miré a cada uno, esperando ver en sus ojos el signo de la locura. Avanzábamos en grupo hacia la casa, donde la luz interior nos avisaba de que estaba allí el farero. Entrar en calor en breve era prioritario si no queríamos morir congelados.
-"¿De qué extraña criatura habláis?" Les pregunté.
Seguramente fueran alucinaciones producidas por lo sucedido. En un percance así, la gente ve lo que quiere ver. Cuando se secaran y descansaran, lo verían con otros ojos. La mente se derrumba fácilmente en casos como el nuestro, fruto de un naufragio. Seguí a los demás hasta el interior de la vivienda.