Munio se limitó a darle una palmada a César en el hombro cuando terminó y se puso a ensillar a Gómez. Espero unos minutos y cuando el encapuchado se había alejado, se acercó a Eneko.
- Ya te he visto torcer el morro. Si al hombre le hacía gusto 'protegerme', pues más contento tirará - e hizo un gesto con los labios indicando que el tampoco le daba más importancia.
Silbó para que viniese Pérez que andaba persiguiendo a algún bicho por el campo y se mostró preparado a Don Aldano.
Un padrenuestro... un gloria y un avemaría. Ya recé bastante en el colegio...
Alfonso coincidía con los otros que aquél tipo debía ser fraile o monje, por cómo vestía, se expresaba y se movía. Su larga estancia con los monjes de la abadía le hacía pensar así, mas no creía que aquella perspicacia suya fuera algo sorprendente si no que cualquiera con ojos y vida recorrida lo podía haber percibido.
Cuando hubo recogido sus pertenencias, y viendo que aún se estaban desperezando, aprovechó para dar un fugaz paseo en torno al improvisado campamento, por dónde nadie hubiera pisado anteriormente, en busca de alguna planta que les pudieran ser de utilidad para el camino. Quién sabe si más tarde les haría falta un buen ungüento para curar alguna herida o para animar algún espíritu, mezclado con un buen vino claro.
Su paseo, sin embargo, no sirvió más que para crisparle el buen ánimo de la mañana pues no encontró más que hojarasca sin utilidad ni servicio. Casi le pareció entrever algo útil, más para cuando se percató de ello ya era hora de marchar. Con la mueca de la frustración cruzándole el ceño, se unió de nuevo a su Señor y sus compañeros de viaje.
Motivo: Conocimiento vegetal
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 43 (Fracaso)
La noche pasó tranquila, todo lo tranquila que pudo estar, después de una trifulca sin más. El único afortunado fue el pequeño, al parecer un encapuchado quiso darle su bendición por su gran intervención en la discusión.
-"De locos sueltos anda el mundo" pensé al ponerme la armadura.
Tomé algo caliente y me puse de nuevo a las órdenes de mi señor.
Por supuesto, Eneko: partamos -respondió don Aldano-. Señores, queda camino, y el Santo Apóstol nos espera. ¡Andando! -dijo con cierto ánimo-. De nuevo, vuestro señor iba enfundado de abajo arriba: armaduras y ropajes; incluso las manos, a pleno sol (aunque hiciera frío en el reino gallego) embutidas en guantes de carnero por completo.
Alfonso, no encuentras nada de interés.
Seguimos en la siguiente escena.