Partida Rol por web

El estruendo del disparo no bastó para distraer a Miranda de su empeño, que prosiguió en su intento de herir al monstruo con más ahínco todavía, después de que se hubiera referido a ella de tal forma. 

-Stokes.. -una punzada de dolor asaeteó el corazón de Smith al darse cuenta de la muerte de su amigo. Pero el tiempo era preciado cuando la vida de todos, incluída la suya, seguían estando en peligro. Intentó un nuevo disparo del mismo modo que acertó el anterior, podiendo todo su empeño en la herida cada vez más grande del ser inhumano.

-¡¡Vas a pagar por lo que has hecho, bastardo!! -la rabia, el enfado y las ganas de verlo muerto eran cada vez mayores.

Frustrado por la pérdida de su camarada el doctor dejó a un lado su propia moral y ética y tomó su bastón para cargar contra aquel engendro. Lo suyo era salvar vidas, no tomarlas... Tuvo la mala suerte, la desgracia de tropezar a causa de su cojera y cayó a los pies de la deforme criatura. Ésta con una sonrisa de autosuficiencia tomó su rostro y le dedicó unos segundos antes de segar su vida. 

-¡Marchaos, aquí sólo encontraréis muerte y desolación! 

Presa del pánico, el lacónico Alan, viendo como caían sus compañeros sin posibilidar de salir vivos de aquella bestia, retrocede y huye mientras pasa junto a Miranda.

- ¡No hay nada que hacer! ¡Jeff vacíele el cargador! ¡Huyámos! - Parecía que era la única posiblidad para acabar con la criatura. O eso, o salir huyendo.

Miranda observó incapaz de hacer nada al monstruo sesgar la vida del buen doctor, y después al señor Monroe iniciar la huida. Estaba aterrada, quizá más que él, pero dos de sus compañeros habían muerto y ella, aunque guiada por la voluntad de otro, los había atacado. Aquel demonio la había convertido en su cómplice y debía pagar por ello. Con un alarido de rabia y los ojos llenos de lágrimas, continuó lanzando tajos a diestro y siniestro, con la vana esperanza de herir a la criatura. 

Jeff Smith aún tenía la pistola en sus manos. La criatura les estaba venciendo.. Bishop y Stokes ya nunca saldrían de allí, y Miranda trataba de ser certera con su cuchillo. Monroe decidió que lo más inteligente era la huída, cosa sensata aunque poco valiente. Pero la historia no la escriben los muertos.

-¡Miranda, cuidado! ¡Dispararé todo lo que tengo y huiremos, apártese! -le dije a la muchacha. traté de apuntar de nuevo a la cabeza, a donde tanto daño le había hecho. 

La nueva víctima que se cobró aquella criatura hizo que el caos se adueñase de los ocupantes de aquella polvorienta y oscura escena.

Alan Monroe temió por su vida y dejó atrás su curiosidad por lo extraño, una aptitud innata y propia de los parapsicólogos, y emprendió la huida mientras impelía a sus compañeros a hacer lo mismo. El puñado de dólares que les pagaban por resolver aquello no tardó en convertirse un precio demasiado bajo para pagarlo con su propia vida. Nadie sabía que pasó en aquel momento, ni siquiera el propio Monroe al relatar los hechos sabría decirlo… Tal vez la memoria le jugó una mala pasada, tal vez el irracional miedo hizo que se le pasasen por alto pequeños detalles pero al llegar a la altura de la salida se encontró con los escombros que se apilaban en el lugar que había una escalera. En su lugar se encontraba la mesa que la señorita Thornton empleó para descender. No había tiempo por lo que empezó a subirse a la mesa para a continuación salvar el último obstáculo hacia su salvación.

Al otro lado se escuchaban los chillidos salvajes de Miranda quien hizo un encomiable acopio de valor poco propio de su género y se lanzó con cuchillo en mano. La hoja se hundió unos centímetros en el torso de aquella criatura. ¿Por qué otros ataques no tuvieron fortuna y aquel pareció hacer daño?… Es una pregunta que en aquel momento no tuvo tiempo de hacerse. Un grito de su compañero hizo que se echase a un lado.

BANG BANG CLICK

El percutor martilleó el arma indicando que no había más balas que disparar, el resto de las balas aguardaban en el bolsillo del caído detective Stokes, demasiado próximo a aquella deforme encarnación de la Parca.

El ser avanzó sonriente, un paso, otro más, el ángel de la muerte se aproximaba, inexorable. De repente, sin previo aviso tropezó lo que provocó la extrañeza en la pareja que estaban preparados para que su vida fuese segada. Se incorporó con lentitud, en el lugar que se encontraba su pie no había otra cosa si no polvo… Cenizas tal vez…

Su rostro era una mueca de rabia, otro paso más lento con una cojera que recordaba al caído doctor Bishop y otro más. A cada paso se iba haciendo más pequeño mientras el polvo se iba acumulando atrás hasta que desapareció. La pareja quedó únicamente acompañada por los cuerpos yacentes de sus dos camaradas y polvo. Dondequiera que miraran había polvo de aquel ser que estuvo a punto de poner fin a su vida aquella tarde.

Alan se paralizó al oír los disparos. Después de eso, todo se volvió calmado y no escuchó señales de lucha, así que desde su posición, agachó la cabeza para gritar a sus compañeros, o al menos a los que aún seguían con vida, si lo estaban.

- ¡¿Qué ha pasado?! ¡Vamos, salid de ahí! ¡Es peligroso! ¡Decid algo, por favor! - El parapsicólogo temía por su vida, pero aún más por encontrarse solo en aquel momento.

Smith vació el cargador en la repelente cosa que les atacaba. Ya era demasiado lo que estaban aguantando, y se temió lo peor.. Cuando empezó a desintegrarse en polvo.

Por un momento el silencio que reinó en la sala fue tan tranquilizante como evocador de que algo bueno había pasado. El periodista se acercó a su amiga, ayudándola a levantarse.

-Miranda, ya pasó todo.. ¿está usted bien?

Los gritos de Monroe en la lejanía rompieron la tranquilidad. No había visto lo ocurrido, y quizás se temiese lo peor.

-¡Monroe, ya ha pasado1 La criatura ha.. desaparecido. Puede volver tranquilo -le respondió. No era momento de recriminar nada a nadie. Dos muertos yacían a nuestros pies, y lo vivido en ese sótano no era para menos que echar a correr hasta quedar sin aliento. Suerte habían tenido ellos.

Ahora que podía respirar más tranquilo, vió otra mesa al fondo, con papeles. Increíble no haberla visto antes, cuando buscó algún conjuro o libro, pero ni la suerte ni la calma estaban entonces de su lado. Ahora era otra cosa.

Jeff se aseguró de que Miranda estaba bien, y se acercó a la mesa, con curiosidad.

El periodista se acercó a aquella mesa, los papeles se encontraban desordenados como dispuestos al azar sobre aquella superficie. Resaltaban unos garabatos de símbolos extraños y varios dibujos que recordaban a un horóscopo. 

Cogió con cuidado los viejos legajos, intentado comprender qué ponían. Quizás era lo que había mantenido con vida al ser que ahora era cenizas.. En cualquier caso, eran peligrosos y no podían dejarlos allí.

Quizás Monroe, más ducho en asuntos parapsicológicos pudiera saber qué eran.

-¡Monroe, venga aquí! ¿Sabe qué es esto? No creo que debamos dejarlos aquí cuando nos vayamos, otra gente podría usarlos para traer a la vida a algo como.. eso -señaló a los restos de la criatura.

Miranda observó atónita al demonio comenzar la marcha, su valor evaporado de repente. Ya estaba preparada para salir corriendo cuando, de repente, el hombre comenzó a desintegrarse más y más con cada paso que daba, hasta que desapareció. Ella no daba crédito. Le temblaba todo el cuerpo, sobre todo las piernas, por lo que se dejó caer sobre las rodillas y comenzó a sollozar en el suelo, rodeada por los cadáveres de sus compañeros y las cenizas de un monstruo. 

La voz de Jeff, lejana, la trajo de vuelta. 

—E-estoy bien, señor Smith... ¿Y usted? —titubeó, mientras se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano, recorriéndole con la mirada en busca de heridas de algún tipo. No pudo evitar entonces el mirar al detective y a su colega, el doctor Bishop— Oh, Dios Santo... 

Rompió a llorar otra vez, mientras se agachaba para comprobar los cuerpos. El gesto era fruto de la desesperación, pues trabajaba en una morgue y conocía de primera mano lo que la constitución humana podía aguantar. Cerró los párpados a los dos difuntos, y se irguió. En otras circunstancias se habría santiguado, o habría pronunciado unas pocas palabras por ellos a modo de oración, pero de repente todo ello se le antojaba... frívolo. Nunca se había sentido tan sola como en ese momento. Entonces se dio cuenta de que todavía tenía la daga en la mano. La dejó caer, causando un ligero eco metálico que retumbó por la estancia. En cuanto se separó de la empuñadura, se sintió algo mejor. 

El señor Smith hurgaba entre las posesiones del monstruo, y lo que dijo la llenó de amargura. 

—¿Cómo dice? —no lo entendía— ¿Dónde piensa llevar todo esto? Las autoridades se harán cargo...

La preocupación de Miranda no tardó en disiparse al ver cómo al tomar Jeff los legajos, estos se desmenuzaban desintegrándose en polvo y llevándose así los secretos que tal vez poseían.

Cuando los papeles se deshacen en sus manos del mismo modo que lo hizo la criatura Jeff dejó caer el polvo, sacudiéndose con evidente disgusto. No quería ni una mota de eso cerca suyo, si podía evitarlo.

Miró los cuerpos intertes de Stokes y Bishop, ahora ya con calma, y haciéndose a la idea de lo que a ellos les pudo también haber pasado. Cerrando los ojos, los evocó. No era muy dado a la religión, pero deseó su paz allá donde estuviesen. Aunque no los conocía más que desde hace unos días, las vicisitudes del caso los había vuelto muy unidos a todos.

-Miranda, Alan.. será mejor que nos vayamos de aquí. Creo que debemos avisar a la policía, y al señor Butch, el propietario. Ésto ha sido... Jamás pensé en algo así cuando me embarqué en este caso -añadió, suspirando y mirando de nuevo a los cadáveres-. Yo solo quería escribir un artículo sobre la historia de una casa, y me encuentro.. Buff, no hay palabras. Vaya mi homenaje por escrito hacia ellos y ustedes, que sin duda si podemos contarlo al menos nosotros fue con ayuda de todos. Trataré de hacer honor a su recuerdo. El mundo merece saber qué ha pasado aquí.

Recogió su sombrero del suelo, y ayudó a la señorita Thornton a levantarse del suelo.

-¿Nos vamos? -repitió, suavemente. No le gustaba dejar allí los cuerpos de sus amigos, pero la policía se haría cargo de ellos.

No pudo resistirse a coger de allí la barra de hierro que tan útil le había sido, y miró una vez más atrás con melancolía, antes de abandonar la casa definitivamente. Allí había hecho y visto cosas que jamás hubiera pensado. Si volvía a embarcarse en alguna aventura así, ahora sabía que tenía el valor.. Si la suerte le era propicia.

Aquello había sido la experiencia paranormal más intensa jamás experimentada por el historiador. Asintió a las palabras de sus compañeros y chasqueó la lengua cuando vió hacerse añicos aquellos papeles que seguro que contendrían suculenta información sobre lo sucedido, aunque Alan tenía sus propias teorías.

- Lo que ha pasado aquí supera nuestra mortal comprensión. Dos compañeros han caído heroicamente mientras nos ayudaban a acabar con lo que sea que había Poseído el cuerpo de este cadáver. Opino que la secta de la que oímos hablar, tuvo algo que ver en todo este asunto tan turbulento. Aunque creo... - Dijo mirando a las cenizas que hace un momento eran aún papeles legibles. - ... Creo que todo quedará olvidado y desaparecido en el tiempo, como esos papeles.

- Si, señor Smith, deberíamos salir de aquí y avisar a las autoridades... - Fueron sus últimas palabras, en contestación a las de su compañero periodista.