En algún lugar... en lo más interior de Randel.
Cuando aprenderé. Aléjate de las caras bonitas, las cuatro madres de mis hijos deberían haberme servido para no presentarme tan tontamente para este trabajito... no... ni siquiera es un trabajo, en ningún momento me han propuesto retribución alguna.
Ains...
Esta vez me ha ido muy justito... Y aquí tirado, dudo que impresione mucho a la osca elfa, Valindra. Si al menos me hubiera servido para hacerle bajar la guardia y llevármela al huerto...
Mirar la hoja del arma resultaba casi hipnótico. Me sobrepongo y cuelgo la cimitarra de mi cinturón. Seguidamente echo un vistazo a mis compañeros caídos y a la niña. Berék, no tardes mucho...
Ma-má... - murmura Batracio con los ojos cerrados. Algo absurdo ya que no tuvo nunca cariño de su madre, sin embargo es algo primario, un sentimiento interior en el que buscas protegerte cuando te sientes indefenso. Y lo estaba, se encontraba más allá del plano material, entre el mundo onírico y el río estigia, buscando el consuelo y encontrándose consigo mismo.
Mientras, frente a Valindra, el cuerpo de Batracio repetía inconsciente algunos espasmos con sus manos, como si cogiera algo.
Por fin el camino y gracias a los dioses también los guardias. Berék solo se detuvo el tiempo necesario para que lo reconocieran.
-¡Por aquí deprisa! -dijo señalando el camino del bosque por el que acababa de aparecer-. Hemos encontrado a la niña pero también sufrido graves daños, necesitamos ayuda para transportar a los heridos.
Afortunadamente, la noche os dió alguna trégua y los siguientes acontecimientos se dieron de la forma esperada.
Guiados por Berék, los guardias del carruaje encontraron al maltrecho grupo de aventureros y a la niña. Llevados en camillas, varios hombres cargaron con Kano, Batracio y con Randel. No había rastro de la banshee, ni tampoco aparecieron más trasgos. Por si acaso, todos portaron varios fuegos y antorchas para mantener a los monstruos a raya.
Dísteis con vuestros huesos de nuevo en la venta. Eran altas horas de la madrugada y habíais experimentado de primera mano los peligros del reino. Había algo extraño en este lugar, una malicia persistente que retorcía todo hasta darle un toque siniestro.
Los parroquianos enmudecieron al ver entrar a los aventureros, a los escoltas y a la niña. ¿Lo habían conseguido? ¿Habían matado al vampiro, quizás?
Gabrielle abrazó a su hija, la cual parecía pálida como un espectro. Sendas lágrimas corrían por sus mejillas. La llenó con besos y la estrujó tanto que Oriana soltó un quejido incómodo.
- ¡Dioses! Mi hija... La habéis salvado. Mil gracias; mil gracias por todo. - dijo ella a Berék y a Valindra. - No os preocupéis por vuestros compañeros, les ayudaremos. Pero ahora, por favor... Descansad. Os lo habéis merecido, honorables Seidhe. Os debo más que la vida.
Aún quedaban preguntas sin respuesta. Muchas cosas que explicar...
Batracio se destapó. Reconoció la posada del tío Fendrik. La madera de nogal con la que estaba hecha la ventana daba un contraste peculiar a los listones de madera de haya y pinco que Batracio era capaz de reconocer.
Habían tenido la decencia de no quitarle los pantalones y llevaba un vendaje alrededor del abdomen por una puñalada que no recordaba. La tocó... no le dolía. Apretó un poco ¡Ay! sí... eso sí dolía. Miró por las ventanas buscando saber si aún era de noche, o era de día.
Se colocó su túnica por encima de la ropa, como si fuera un batín, y apoyándose en su bastón, bajó las escaleras, necesitaba un poco de agua.
Berék acepto de buen grado los agradecimientos y alabanzas de Gabrielle y los lugareños aunque se cuido bien de no dar demasiados detalles aprovechando lo tarde que era y el lamentable aspecto que presentaban empapados, cubiertos de sangre y heridas. Con quien si que hablo fue con Valindra a quien en un momento de tranquilidad le susurro.
-Creo que antes de acostarnos deberíamos hablar en privado sobre lo que ha pasado esta noche en el bosque.
Algo mas tarde ya en sus habitaciones.
-¿Que opinas de ese ser Valindra? Me pareció que tu sabías a que nos enfrentábamos y debo reconocer que aunque me mantuve firme me heló la sangre. Si el joven Batracio no hubiera hecho, lo que fuese que hizo, creo que estaríamos todos muertos en estos momentos. Le debemos la vida, o al menos así lo veo yo, y por lo que he oído, en este reino, sus habilidades se penan con la orca. Confío en que me ayudarás a convencer al resto del grupo de que cierren la boca.
-Hay una cosa más no entiendo como pudo haber acabado Oriana en las garras de esa cosa. Especialmente sin sufrir ningún daño. Quiero decir, nosotros eramos cinco, estábamos armados y casi no lo contamos. Y la cría aunque aterrorizada esta ilesa ni los trasgos ni la criatura hicieron nada hasta que llegamos. Realmente fue como si nos esperaran -haciendo una pausa rebusca entre sus cosas para sacar una arrugada carta- mira, justo antes de venir a Caernwiira recibí esta nota y se que Batracio también fue "invitado" a venir aquí. ¿Que me dices de ti también te invito alguien o recibiste una extraña misiva como esta?
En la carta que extiende ante Valindra pone:
Tú, viajero,
Tanto si te interesan las riquezas
como si tu tesoro es el saber,
las deudas y lazos que a otros te unen
o acaso buscas conocer tu destino,
encontrarás todo esto y mucho más en la Venta del Tio Fendrik,
la primera noche de la segunda semana tras el plenilunio.
- Lady Gabrielle, a su hija la perseguía una criatura realmente temible. Es un auténtico milagro que hayamos podido salvarla - respondo a Gabrielle en un tono más hosco de lo que pretendía - Pero ya habrá tiempo para hablar y resolver algunas cuestiones, ahora debemos descansar y recuperarnos de nuestras heridas - después sigo a Berék hacia nuestros aposentos, para poder hablar con el semi-elfo en privado.
Ya en un sitio más privado:
- Ese ser... esa Bean'shie... lo que conozco de ella son solo historias, leyendas que se cuentan entre la gente del pueblo - me paro unos segundos para recordar las palabras de los sabios Seldarine. Cuando por fin lo recuerdo se lo cuento a Berék - Son almas atormentadas, espíritus de madres angustiadas que perdieron a un hijo o a un ser querido en vida. Son espíritus, por lo que las armas convencionales son inútiles contra ellas, pero a diferencia de otros espectros que son incapaces de interactuar con el mundo físico, las Bean'shie si pueden. Su pena... es contagiosa, como una enfermedad. Cuando lloran, llenan de angustia y pesar el alma de los mortales e inundan sus mentes con pensamientos suicidas.
Hago una pausa, recordando cómo algunos de nuestros compañeros se quedaron petrificados cuando la banshee apareció y heló sus corazones con su llanto desgarrador - Realmente tuvimos suerte de que el esmirriado fuera capaz de hacer semejante truco de luz. Aquello fue lo que espantó al espectro. Y si, ten por seguro que de mi boca no saldrá una palabra en contra de ese joven hechiero. Imagino que Randel y Kano encontrarán bastante útil a nuestro amigo esmirriado y tampoco lo delatarán. En cuanto al tema de la niña... - Berék tenía razón. Ni el espectro ni los goblins la habían tocado. - Todavía tenemos que hablar con lady Gabrielle. Puede que ahora que tiene a su hija sana y salva se muestre más cooperativa - me encojo de hombros sin saber qué más añadir con respecto a la niña.
Finalmente Berék menciona una "invitación" y saca una carta arrugada. La leo detenidamente y no puedo ocultar una mueca de sorpresa. Rebusco entre mis pertenencias y saco una hoja doblada, se la tiendo al semi-elfo para que pueda leerla. Se trata exactamente de la misma invitación.
- Hay muchas cosas por resolver en este lugar. Los aldeanos hablan de vampiros, un espectro y una banda de goblins andan sueltos, y quién sabe qué más cosas habrá ahí fuera...
- Tenéis razón - dijo una voz a vuestra espalda. - No ha sido del todo sincera con vosotros.
Os dísteis la vuelta. Una figura encapuchada estaba sentada sobre una de las mesillas de noche. Sus facciones estaban parcialmente cubiertas por el capuz; una sonrisa perenne adornaba su rostro. Burlona, casi.
La ventana estaba abierta.
- ¿Pero quién puede reprochárselo, acaso? Su carga no es ligera en absoluto. Lo habéis visto, ¿verdad? Habéis visto lo que se esconde en las entrañas de esta tierra, y lo que atrajo esa niña. - añadió la desconocida. Su voz era indudablemente femenina. Su edad, indeterminada, aunque podría sobrepasar la treintena.
Mi reacción instintiva al escuchar la voz es la de echar mano a la empuñadura de la cimitarra. No llego a desenvainar el arma pero tampoco relajo mi postura. Le lanzo una mirada severa a la extraña figura que se ha colado en nuestra habitación y ha interrumpido nuestra privacidad.
- ¿Quién eres tu? ¿Cómo has conseguido llegar hasta aquí? ¿De qué conoces a Lady Gabrielle y a su hija?
-¡Responde o te sacaremos las preguntas a golpe de espada! -La desconocida, pese a todo, no parecía una amenaza pero Berék se sentía herido por haber sido sorprendido tan fácilmente y sin apenas pensarlo desenvaino amenazadoramente su espada dispuesto a demostrar cualquier cosa que tuviera que demostrar.