Lo único que hizo Sullivan fue encogerse de brazos con gesto avergonzado (aunque no demasiado empático) ante la bronca de la señora Norm. Sallina ya había dicho con muchás más amabilidad de la que él sería capaz lo que tenía que decirse.
En el fondo Glenda tenía razón, pero dado el día que habían tenido tampoco es que le importase demasiado tener a la casera en contra. Ya tenía a la maldita viuda del parroco, que le parecía abstante más peligrosa, aunque como siguiesen así iban a acabar saliendo del pueblo perseguidos con horcas.