Partida Rol por web

Viendo a mis enemigos adentrarse en el bosque y a la imponente figura de Arturo juto a su bandera, me doy cuenta de que el combate ha terminado, al menos para mi.

Detengo mi caballo y regreso, avanzando entre cadáveres y agonizantes. Una alfombra de carne y sangre entre la que resulta imposible distinguir amigos de enemigos.

Sir Galahaut espolea a su caballo directamente contra Gallowein. Un grito salió de su garganta mientras cabalgaba con furia en tu dirección.

Viendo su reacción, no me quedaba ninguna duda... quería morir en el campo de batalla luchando, para no tener una vergüenza a sus espaldas.

Azucé el caballo, y poniendo rectos el brazo y la espada, me lancé directo hacia el con intención de clavársela directamente en la garganta gracias a la fuerza del choque.

Edgar sujeta la bandera con fuerza, sangrando por todos los lados, pero aún así y todo su cuerpo aguanta y las fuerzas no le flaquean. No soltará la bandera, eso lo tenía claro. Solo matándole la soltaría. Con esto en mente, lanza de nuevo un rápido tajo contra sus enemigos... sin saber muy bien que pasa a su alrededor: solo tiene un único pensamiento en mente: aguantar con la bandera en alto.

Sin siquiera resistirse ves como el caballero sonrie, alza la cabeza dejando el cuello completamente desprotegido y suelta las manos de las riendas en el instante en que tu espada siega su vida cortando su cabeza. El caballo frena su paso y el cuerpo del caballero continúa unos metros con noble pose antes de caer.

Pronto los caballeros del rey dan cuenta de los pocos reductos de resistencia y los pajes y escuderos sacan a los heridos del campo de batalla para atenderles. Entre quejidos de dolor y súplicas de ayuda, recorreis el campo de batalla con la mirada buscándoos unos a otros. Vuestras miradas se entristecen al ver a Eliott muerto en el suelo y Waldon todavía de rodillas atravesado por una espada. También Garinter, el paje que os concedió el duque Sir Frederic yace cerca del cuerpo de Elliot, en su intento de sacarlo de la batalla para atender sus heridas.

Os acercais hacia la bandera sujetada por Edgar. Cinco salieron de Camelot escoltando la bandera. Solo tres viven para ver su gloria.

Egar escupe sangre... el combate al parecer había concluido. Sus ojos, vidriosos, le cuestan ver lo que hay a su alrededor. El caballero respira de manera dificultosa y tiene que hacer un gran esfuerzo para mantenerse de pie. Se apoya en su espada para no caer. Esta cansado, muy cansado, pero orgulloso... había logrado mantenerla lejos de sus enemigos. Y eso era un consuelo. 

Poco a poco, va distinguiendo las figuras que se acercan hacia él. Son sus compañeros de viaje. Sus camaradas. Sin embargo, solo tres se acercan a él. ¿Habría caído el resto? Edgar no tiene fuerzas para preguntar.

Cuando mi aférrimo enemigo se lanza sobre mi, y veo su gesto en la cara, me doy cuenta de que se acaba de dar muerte a si mismo en el campo de batalla, no puedo evitar cerrar los ojos en el momento de sesgarle la cabeza.

De igual forma, me giro contento buscando a mis compañeros, y veo lágrimas en los ojos de muchos de los guerreros, entonces, reparo en la figura de Eliott, y luego localizo a Waldon.

Maldita sea, ha sido una victoria para el rey, pero una derrota para muchos hombres buenos.

Busco a mis otros compañeros, para poder juntarme con ellos, espoleo a mi caballo, y voy a ver como se encuentran, ya que aunque yo simplemente tenga que pasar por el herrero a que arregle golpes en mi armadura y escudo, y esperar a recuperarme de algún moratón, veo a Jarrod y Edgar que están heridos.

-Hemos ganado compañeros. -digo casi en un susurro-

En cuanto veo a Edgar y gallowain entre los hombres todavía en pié, levanto la espada de Elliot a modo de saludo, pero mi brazo vuelve a recuperar su posición rápidamente. Estoy demasiado herido, agotado y decepcionado por la huida d emi rival como para celebrar nada. Pero la desaparición de dos de nuestros compañeros es lo que mas me pesa.

Sé que al igual que Elliot y Waldon, muchos otros hombres han caído en ambos bandos, todos ellos defendiendo sus ideales y su honor.

Los heridos que no podían valerse, fueron trasladados en carretas al castillo y  atendidos por médicos, damas y doncellas que se afanaban en sus tareas. De vez en cuando se oía una letanía en latín dicha por el obispo de Salisbury, momento triste, pues todos sabían que otro compañero no había sobrevivido dejado este mundo. 
Los siguientes días transcurrieron de este modo, y aunque Edgar era quién tenía las heridas mas graves, pudieron curarle bien y pronto debido a su buena forma física y las plegarias de los religiosos.

A la semana siguiente el rey proclamó la celebración de una fiesta en honor a todos los valerosos escuderos que participaron en la batalla, instándolos a ponerse sus mejores ropas. 
El castillo volvía a adornarse con cintas y banderines, y la música y danzas recorrían las calles del pueblo una vez más.

Todos aquellos que participasteis en la batalla fuisteis llamados al patio del castillo. Muchos de los heridos fueron traídos en camillas por pajes y otros compañeros. Nadie sabía el por qué ni para qué de la situación y entonces en lo alto de la escalera del portón del castillo apareció Arturo Pendragón junto a Lady Ginebra. Los vítores explotaron y todo el mundo coreaba al Rey y a la Reina que, dejaron unos momentos hasta que las voces y aplausos se fueron calmando. El rey tomó la palabra.

-Nobles y caballeros, escuderos y pajes, Lo que se ha vivido hace una semana es un símbolo de traición, una traición que no tiene nombre.-Las palabras resonaban claras en el patio, nadie osaba hablar.- Pero también un gran acto de valentía y fé. Aquellos hombres quisieron robarle a mi reino y a mi reina-señalando a Ginebra,-la libertad de la que he dotado a mi pueblo. La justicia por la que hombres y mujeres han luchado durante tanto tiempo y sufrido. Pero no os acobardasteis y luchasteis como un solo hombre cuya libertad está puesta en entredicho, con una sola convicción en vuestro corazón y vuestra mente.-Entonces saca la espada Excalibur manteniéndola en alto y una exclamación de asombro llen el ambiente.-Arrodillaos escuderos de Camelot. Como vuestro rey doy fé del acto de caballerosidad, valentía y fé demostrado y os considero hijos de mi reino. Milquinientos llegasteis con esperanzas, quinientos cincuenta os encontrais hoy aquí. Jurad defender por lo que otros lucharon y murieron alzándoos como caballeros de Camelot, valientes y leales a vuestro rey.- 

Aparezco con mis mejores galas en el patio de armas, orgulloso de mi victoria, y de haber podido derrotar a mi archienemigo con al ayuda de dios... y de mi acero, aunque apenado por la perdida de mis compañeros de fatiga, y en silencio escucho el discurso del rey.

Con gran alegría, me arrodillo, y al escuchar la gran sorpresa de ser armado caballero, no puedo dejar de llorar, y en cuanto el rey termina, grito a todo pulmón:

-¡VIVA EL REY, HA SIDO, ES Y SERÁ UN HONOR DEFENDER A LA CORONA!

Soy caballero, no me lo puedo creer, tendré que aprender a comportarme mejor a partir de ahora.

Edgar aparece en el patio con las mejores galas que puede reunir. Las heridas se estaban curando bien y a pesar de que le quedarían cicatrices, lo cierto era que ninguna era grave. 

Escucha las palabras del rey Arturo con atención, y no puede evitar sorprenderse ante las mismas. Un sentimiento de orgullo le recorre el cuerpo al cumplirse un ansiado sueño: sería caballero. Era lo más que podía pedir.

La alegría y el honor de ser nombrado caballero por el propio rey casi se podía palpar en el ambiente. Era tan agradable el momento que ninguno de los presentes hubiera querido jamás que terminara.

Y así, cocluye la historia de unos escuderos que portaron el presente de la reina y dieron su vida por aquello que significaba, llegando a convertirse en valerosos caballeros.

                                                                            FIN