Partida Rol por web

Suelto un bufido.

- No seas Bobo, cabeza de cabra, sólo digo que puede que no se dirigieran a nuestras tierras y nos estemos metiendo en asuntos que no nos conciernen...- no creo que seamos en ombligo del mundo precisamente.

¿Y si lo hacen? No me gustaría que a nuestro regreso hubiera pilas de cabezas de estas criaturas y ninguna la hubiera machacado yo-dijo Urm dándose un golpe en el pecho- Padre, solo señala la dirección y marcharemos.

Observando y escuchando detenidamente a los hermanos como discutían y bromeaban, solo me hizo acordar a Korn y a mí practicando lucha en las montañas con ramas de árboles y gigantes mazas cuando de niños. Los muchachos solo quieren mostrar valentía y coraje. Veo en ellos buenas intenciones. Son buenos muchachos y no cabe duda que podrán dirigir al clan tan bien como su padre. Pero aún les falta la prueba final. No todo en la vida es guerra, luchas, combates, sangre. Deben entender que todo eso esta por debajo de la sabia madre naturaleza.

En un tono más firme y grave digo en voz alta - Muchachos!! Ya dejen de comportarse cual niños. Estos orkos - señalando hacia la masacre librada en la nieve - no pasaban por aquí de gusto. Pudieron haber sido mensajeros y no solo llevaban algo importante - dirijo mi mirada hacia Urm en respuesta a su manifiesto. - Si esto es así deberíamos seguir con nuestro camino de inmediato. Ya ha pasado tiempo y nosotros seguimos aquí. Es muy peligroso. Podríamos ser emboscados. No arriesgaría la vida de un miembro del clan del Hacha de Hielo. Tu - señalando a Corm - eres tan gigante como nosotros. Fuiste criado cual gigantes. Debes entenderlo de una vez!! - termino en un tono de enojo, ya que el pequeño bárbaro es como un hijo para mi.

Ahora, observando el rostro de Korn, sigue mirando hacia el horizonte. Su rostro es de preocupación. Que estaría pasando por su cabeza?? En este momento es cuando más deberíamos estar unidos y apoyar a Korn en el camino correcto. - Korn amigo - mi tono ha dejado de ser grave y profundo - tu decides que hacer. Ya has escuchado. Ahora es tiempo de hablar -

Corm se sorpendió ante las palabras de Romt. No había dicho nada que pudiese originar aquella acusación de no sentirse miembro del clan. ¿Por qué diría aquello? No obstante, aquel hombre a quien Corm quería como un padre parecía leer sus pensamientos. Pero... ¿Por que lo diría? El bárbaro no dijo nada, pero miró a su padre esperando respuestas.

Korn, con la paciencia que le dan más de doscientos años de existencia a sus espaldas, escucha a todos y cada uno de ellos en silencio.

Escucha a su viejo amigo, su hermano, Romt. A sus hijos Urm y Unks, tan diferentes en sus formas de ser como inseparables. A su hijo adoptivo Corm, al que ha criado como propio.

La profunda mirada del anciano Hijo de Orn, negra como la noche, es tan intensa que, poco a poco, acalla todas las conversaciones. Todos quedan en silencio, esperando a las inminentes palabras del Guía del Clan.

Tuve un sueño. Comienza Korn. Un sueño en el que el dios de la montaña, el dios padre de todos nosotros me habló.

La revelación hace que todos ellos enmudezcan, expectantes.

Me dijo que viajásemos a las montañas malditas del norte. Me dijo que debíamos emprender un viaje que nos probaría a todos y cada uno de nosotros.

El anciano guerrero baja la cabeza. Por un momento parece terriblemente cansado.

Me dijo que nada volverá a ser igual después de… me dijo…

La voz del Guía se diluye en el silbido del viento. Pero de pronto alza de nuevo la mirada, feroz, y alza el Hacha de Hielo con un solo brazo, señalando a los orkos caídos.

Esto. Dice con la voz retumbando. Esto es una señal de Orn. Y no podemos ignorarla, o evitarla, aunque puede que hacerlo fuera lo más sabio…

Debemos saber a qué nos enfrentamos. Sentencia Korn. Y ya que no podemos adivinar hacia dónde se dirigía la escuadra, seguiremos su rastro, encontraremos el lugar de donde proceden.

En los ojos de Korn la determinación brilla, casi febril.

Enterrad los cadáveres en la nieve. Borrad toda huella del combate y preparaos para partir.

Vamos a cazar orkos…

Una sonrisa apareció en el rostro de Urm que se apresuró a obedecer a su padre. Aquello era lo que quería escuchar y cazar orkos le parecía la mejor opción. Al fin y al cabo era un cazador.

Enterró un par de cuerpos bajo la nieve, eso junto a las nevadas haría que no los encontrasen salvo que supiesen donde estaban. Y a nadie en su sano juicio se le ocurriría escavar a la intemperie en busca de unos orkos, ni siquiera sus superiores. Cuando hubo terminado, esperó a que sus hermanos tapasen al resto.

-Padre, estamos listos-la sonrisa no había desaparecido de su rostro.

Al decir las palabras y observar la reacción de Corm se vuelve sobre su mirada y dice - Daría mi vida por la tuya - cierro los ojos y con una inmensa profundidad continúo - Espero que nunca más propongas ir solo a explorar. Sé que no podré detenerte pero no soportaría que algo te pasara -

Observo al gran guía del clan desde abajo. Mi mirada apunta hacia su esbelta e imponente figura. Verlo ahí parado sosteniendo el gran Hacha de Hielo con su mano en lo alto y dando rugidos de valor me provoca una profunda admiración. - Así será entonces mi gran hermano Korn - esa era la última voluntad de Orn personalizada en las expresiones de lider del clan -  Enterraremos todos los cuerpos y seguiremos el camino que hubiesen tomado los orkos - 

Miro los rostros de los muchachos y todos dejan escapar una gran sonrisa. Desean demostrar su valentía y fuerza. Es comprensible.

Entierro algunos cuerpos. Acomodo las pesadas pieles que traigo sobre mi cuerpo. Toco mi vaina de cuero y aseguro que la misma esté sujeta al cinturón. Levanto el escudo de acero de la nieve y lo calzo al hombro. Estoy listo para partir en cualquier momento.

Cuando terminan, en el paraje nevado ante ellos no queda rastro del combate ni de los cadáveres de los orkos que ahora están ocultos bajo la nieve. Ante cualquier observador, nada ha sucedido aquí, al menos si se contempla desde cierta distancia.

Korn observa el resultado, satisfecho, y da la orden de partir. De esta manera, todos se ponen en marcha, en dirección oeste, la dirección desde la que llegó la escuadra orka.

Los cinco Hijos de Orn se mueven en línea recta, para dejar el menor rastro posible. Corm avanza adelantado, buscando el mejor camino a seguir. El siguiente es el mismo Korn, seguido del fiel Romt. Los hermanos Unks y Urm cierran el grupo, y se turnan entre sí para borrar las huellas que dejan tras de sí.

No hablan entre ellos. Deben conservar las fuerzas y avanzar todo lo posible por la nieve mientras sea de día. El sol está en todo lo alto, es mediodía, y les queda un largo camino por delante.

El grupo se mueve a paso rápido, animados por la caricia del sol que brilla con fuerza en un cielo azul clarísimo. Un cielo sin nubes, pero en el que si alguien se fijase bien, podría distinguir la silueta de un águila volando en círculos, muy, muy alto…