Partida Rol por web

Tomás empieza a darse cuenta de que contra ellos dos no puede hacer mucho solo. Mientras sigue peleando y defendiéndose, grita con su vozarrón de marinero:

-¡¡¡Auxilio!!! ¡Me atacan! ¡Los ladrones!

Tomás empieza a darse cuenta de que contra ellos dos no puede hacer mucho solo. Mientras sigue peleando y defendiéndose, grita con su vozarrón de marinero:

-¡¡¡Auxilio!!! ¡Me atacan! ¡Los ladrones!

Tomás sigue enfrascado en la lucha con el peregrino quien, pese a no ser un experto en el acero, sí tiene algo de habilidad en el combate y no vende barata su piel. De repente, sorprendiendo tanto a Tomás como a su rival, Hicham aparece por la espalda y se lanza contra el supuesto ladrón, empuñando su espada.

El ataque de Hicham es totalmente inocente, sin ningún peligro ni dificultad para ser evitado, pero consigue ser realmente efectivo, ya que despista de tal manera al peregrino que no ve venir el potente espadazo que aprovecha Tomás para lanzar justo en ese momento. La cuchillada atraviesa con facilidad las protecciones y se clava en mitad del abdómen, donde provoca un tajo ancho y profundo que comienza a sangrar abundantemente.

La cara del peregrino cambia al instante y se pone totalmente blanca y aunque en principio parece que vaya a desplomarse, el hombre se mantiene en pie y consciente. Lo que sí hace es tirar su espada al suelo y llevarse las dos manos a su herida sangrante, mientras pide clemencia a Tomás con la mirada, asumiendo totalmente su derrota.

Una vez el combate parece haber acabado, tanto Hicham como Tomás pueden ver que el otro peregrino ha salido disparado hacia las puertas del monasterio, llevándose por delante al guarda Damián, que se incorpora desde el suelo sin ninguna herida visible. Por otra parte, ambos consiguen ver también a Abraham, cargado hasta su límite físico de rollos de tela y con cara de no tener muy claro qué hacer.

Abraham al ver brotar la sangre se queda bastante pálido de la impresión. Y cuando todos se dan cuenta de su posición y se giran hacia él se queda un poco avergonzado y su rostro empieza a recobrar el color a marchas forzadas.

- "¿Se requieren para algo mis servicios u se arreglan bien vuesas mercedes? Es que estaba aquí llevando mi telas a lugar seguro..."

El pobre mercader intenta no tartamudear mucho y es demasiado breve, lo cual por si mismo ya es bastante raro en él. Se queda un poco indeciso y si no le indican lo contrario se decide a seguir su camino ahora que parece que la situación se ha solucionado.

- "Por cierto, Tomás, iban a cerrar la iglesia y la Condesa y Gonzalo iban a quedarse dentro durante la vigilia nocturna."

Sin hacer caso a nadie, me inclino sobre el peregrino y empiezo a registrarle frenéticamente.

-¡¿Dónde está el cáliz?! ¿Lo tiene tu compañero? ¡Contesta!

Si no lo encuentro, salgo corriendo tras el que se ha escapado.

Hicham se queda mirando extrañado a Abraham y Tomás.

-"¿Y todo esto por un maldito cáliz?"

Mirando al pobre peregrino con algo de pena.

-"Que Dios lo tenga en su gloria...."- y se santigüa con cara compungida.

Hicham se fija y se da cuenta que el peregrino todavia no está muerto, se arrodilla y cortando parte de la camisa del peregrino comienza a auxiliarlo.

-"Aguanta un poco, quizás no ha llegado el momento de reunirte con el creador..."

Tapona el orificio con la tela y se gira.

-"Señor Abraham echeme una mano, no puedo hacerlo solo, tengo que preparar un ungüento y con las manos ocupadas me resulta imposible..."

Abraham duda por un momento, pero al ver que la vida de un hombre está en peligro decide dejar su carga con cuidado junto a la pared y se acerca a donde está Hicham.

- "¿En que puede mi humilde persona ser de utilidad a vuesa merced?"

Y se queda expectante y atento para seguir al pie de la letra las órdenes del curandero, por raras que le parezcan. Si algo no lo entiende lo pregunta hasta tenerlo claro.

Hicham mira a Abraham sonriendo.

-"Bien, aguante este trapo presionando la herida, con fuerza pero sin apretar demasiado, debemos evitar que se desangre, mientras prepararé un ungüento para ayudar a cicatrizar la herida..."

Cuando Abraham se pone a ello, Hicham se pone a sacar frasquitos y un cuenco para preparar la mezcla.

Abraham parece incómodo con la sangre aunque intenta mantener la compostura. Sin duda no está acostumbrado a mancharse de este modo en su quehacer diario. Para él la herida de su querida Bernarda ya era algo bastante trastornante, el ver a una persona gravemente herida, pese a que no tenga muy buen concepto de este individuo en concreto, es bastante perturbador.

Mientras sigue las instrucciones de Hicham al pie de la letra, el comerciante intenta distraerse viendo que es lo que hace el sanador y echando, de hito en hito, un vistazo a sus queridas pertenencias; como si cupiera la posibilidad de que alguien saliera de las sombras corriendo y a la carrera las cogiera y saliera a reunirse con el otro peregrino que fue en dirección a la puerta.

... emite una nota grave y gutural, vibrante y desgarradora, que pone los pelos de punta y sin necesidad de que nadie haga ningún gesto, absolutamente todos los monjes de la iglesia comienzan a cantar una monofonía compleja en latín que llena todos los rincones del templo de tétricas notas llenas de sentimiento.

Finalmente, tal y como se venía presagiando durante todo el día, la oscura noche de San Gabriel se tiñó de sangre. Sangre que corría por el acerado filo de una espada asesina. Sangre que manchaba las manos y las ropas de los hombres de buen corazón. Sangre que se escapaba, como un flujo imparable, de las entrañas del pecador.

Y mientras tanto, desde la iglesia, una tétrica letanía inunda todo el monasterio de notas graves y cargadas de sentimiento que ponen los pelos de punta.

IRR: 45% + Bonus 40%:

No la paso.