Marianne ya imaginaba qué barco pirata había atacado a Keytus antes de que narrara su naufragio en la Isla de los Manantiales. Los del Demonio del Mar eran piratas de los de verdad, auténticos, sanguinarios y despreciables filibusteros. No como Patrice, que se había vuelto un blandengue y un pusilánime. Aún no podía creerse que hubiera desaprovechado la oportunidad de sacar tajada y desplumar a todos aquellos mequetrefes.
¿Había olvidado acaso que era un pirata con ese rollo de explorador de la Compañía?
—¿Tendrá el Lauretta un fondo de cristal y te dedicarás a dar paseos a los mocosos y entretener a las viejecitas? —gruñó con acritud Marianne antes de dirigirse al tipo de detrás de la cortinilla—. Yo me llamo Marianne.
En circunstancias normales habría acompañado su presentación con su título “La Sirena de Athkala” así como una insinuación por si caía un polvete más tarde. Pero Keytus había pillado a Marianne de muy mal humor y como las sirenas de los cuentos marineros enseñaba los dientes cuando se la contrariaba
—Tymora te ha sonreído entonces, estos tipos que te han rescatado suelen atacar a los desconocidos antes de intentar hablar con ellos —señaló con la cabeza a Eunice—. Esa de ahí puede contarte una historia la mar de entretenida sobre por qué es la actitud más sabia. Al menos hasta que le partimos la boca, claro.
Se cruzó de brazos.
—Y sí, tenemos un barco. ¿Qué nos puedes ofrecer tú para ganarte el pasaje? —le preguntó, esperando a que en cualquier momento Patrice le ofreciera pasaje gratis.
Aparentemente estaban en aquella isla para rescatar metafóricos gatitos de los árboles.
- Pues no es mala idea... - Dijo pensando muy seriamente la idea de ponerle un fondo de cristal al Lauretta.
Lo de dar paseos a los mequetrefes o entretener a las viejas no le gustaba nada. Nunca se le habían dado bien los niños y esperaba todavía poder encandilar a alguna mujer que fuera considerada como "vieja". Y es que llevar a una buena mujer con un par de melones bien puercos y un trasero del que agarrarse y dar rienda suelta a sus más bajos instintos con el fondo de mar como testigo era algo que le apetecía. Estaba seguro que de conseguir un barco como el descrito por su sirenita favorita, podía reportarle una ingente cantidad de mujeres a las que conocer a fondo. Podía ser que incluso su pelirroja favorita cayera en sus garras. Sólo los dioses lo sabían.
Keytus observó por un momento a Jack cuando Marianne lo mencionó, y luego al resto del grupo con el que había pasado los últimos dos días. Bueno, a él le parecían supervivientes. ¿Saqueadores? Quizá. Seguramente. Y por experiencia sabía que era mejor atacar primero y preguntar después. Aunque en una isla como aquella, y ante un grupo armado y preparado quizá hubiera sido mejor dialogar primero.
Sonrió a Marianne. - Puedo ofreceros mi arma - dijo señalando el enorme espadón que sobresalía enganchado a su espalda - y mi magia. - Sugirió. Aunque no hizo ademán alguno de lanzar ningún conjuro. No quería que ninguno de los recién llegados se lo tomara como algo ofensivo y se iniciaran las hostilidades. Estaba claro que el grupo de Jack no había dejado mucho margen para la diplomacia.
- Pero la verdad es que no es mi intención abandonar la isla por ahora. Aún tengo mucho que hacer aquí. - Añadió. - Si vais a explorar la isla y no desconfiáis de mí, me gustaría acompañaros. - Lanzó una mirada de nuevo a Jack. - Aquí los amigos no se han alejado mucho de este lugar y yo prefiero explorar la isla entera. -
Chuck observaba las lides verbales entre los humanos. Aquello era agotador, más que una honrada jornada de trabajo en cubierta. Cuando el tal Jack mencionó a sus amigos presos, y dado que parecía que las hostilidades habían finalizado, soltó el pescuezo de la moza, a la cual recompuso brevemente al enderezarla. Luego la palmeó el trasero (por altura más que otra cosa) en dirección a Jack.
- Chuck Masticarrocas, marinero capaz. - Luego miró al joven cuya espada sobresalía por encima de sus hombros. Si sabía manejarla, era un arma pesada, capaz de dar buenos mamporros. Eso agradó a Chuck. Al menos hasta que mencionó su "magia". - Grmblfghhh... Dices que el Demonio del Mar os asaltó. ¿Y cuál era el nombre del barco en que viajabas? - Comprobar la veracidad de las historias era algo que el Enano siempre veía como un objetivo a seguir.
- Esto... un futuro capitán de barco, una sacerdotisa de Sune, un marinero capaz y la bella Marianne... - Comentó Keytus enumerando a los cuatro que podrían ofrecerle un medio para salir de la isla cuando fuera necesario. - Un grupo variopinto, la verdad... - Les reconoció.
Miró al enano y le sonrió asintiendo. Él también tendría dudas de un desconocido, y más teniendo en cuenta lo que le habían contado de Jack y los suyos dado que él no sabía casi nada de ellos. Les debía la vida, pero tampoco podía fiarse al cien por cien de sus palabras.
- El barco en el que daba mis servicios era el Érebor. - Comentó a Chuck.
Luego volvió a contar mentalmente a todos los presentes. - Oídme... Apenas les conozco - dijo señalando al grupo de Jack - pero me recogieron cuando acabé en la playa. Somos pocos y nuestras probabilidades de sobrevivir a esta isla serán mayores si nos juntamos. Quizá sí deberíamos trabajar juntos. - Sugirió, aunque no estaba seguro de cómo reaccionarían ambos bandos a esa idea.
- En eso tiene toda la razón. - Le dijo Patrice al recién conocido. - Una espada extra y unos buenos trucos de magia siempre son bienvenidos a la hora de sobrevivir a una isla hostil como en la que nos encontramos. - Dijo mirando de reojo a Marianne.
La sirena de Athkala parecía reacia a tratar con aquella gente, al menos amistosamente. No es que Patrice fuera una hermanita de la caridad, no. Él era un pirata con aspiraciones a convertirse en corsario, pero para eso necesitaba una tripulación y claro... un barco. Lo del barco era quizás lo principal, aunque con lo que pudiera ganar en aquella isla quizás pudiera hacerse con el Lauretta y aquellos tipos que le estaban acompañando en la isla, podían acabar siendo, con suerte, sus oficiales de abordo.
- Por mi está bien. - Le dijo al señor Raincaller. - ¿Qué decís los demás?
El Enano asintió satisfecho. Érebor y Terror eran los barcos que les precedieron en la exploración del conglomerado de islas; también era posible que Keytus perteneciera a los piratas del Demonio del Mar y por eso conociera el nombre del barco que abordaran, pero eso se podía aclarar.
- Dado que tenemos aquí una gran reunión de personal, creo que sería buena cosa volver a la playa. El Capitán Alistair tendrá el documento firmado de Raincaller, y veremos qué se puede hacer por el resto. ¿Objeciones? -
Sin duda un relato más detallado de las experiencias de Keytus a bordo del Érebor sería un aporte, y una vez en la playa podrían tramitar el asunto de la posible evacuación de esta gente. - Grmblfhgfghhh... Espero que penséis en una buena recompensa para los tontos que os hemos ayudado, Jack. - Una cosa era echar una mano, y otra trabajar gratis, claro.
—Haces magia con tu arma, ¿eh? Eso habrá que verlo —rio Marianne sin humor, más por costumbre que porque sintiera auténtica hilaridad o ganas de verle el arma a Keytus.
No dio su opinión, empero, ni expresó ninguna objeción. Aunque la tuviera, ¿de qué serviría? Parecía que últimamente nadie le hacía ni caso, probablemente porque era una mujer. Malditos machistas. Así había sido toda su puñetera vida.
—¿Qué nos puedes decir del Diablo del Mar? —preguntó en cambio Marianne a Keytus—. ¿Crees que podrían haber desembarcado en la Isla de los Manantiales?
- El Demonio del Mar... - Corrigió sin brusquedad a la muchacha pelirroja. - Diablos y demonios no son lo mismo. - Añadió con una sonrisa. Aunque estaba convencido de que la chica lo sabía.
- Quizá hayan desembarcado, pero a mí me parece que se estaban centrando en atacar a los barcos que se acercaban. Hay más piratas que seguro que ya están en la isla. Quizá estén organizados y unos ataquen en tierra y otros en mar... O quizá sean tan caóticos como es de esperar en unos piratas... No lo sé. - Explicó.
Se encogió de hombros. - Intentamos darles esquinazo pero su barco nos pisó los talones hasta que no hubo más remedio que luchar. Como digo, no creo que tuvieran intenciones de atracar en la isla, sino más bien aprovecharse de los barcos que se acercan a la zona. Aunque deberían tener algún puerto cercano donde paren de tanto en tanto para recoger provisiones. - Dijo reflexionando. Después de todo no podían alimentarse de aire y beber agua de mar.
- Menudo listillo... - Pensó Patrice cuando hizo la diferencia entre "demonios" y "diablos". - Hay dos alternativas: la primera que Marianne deje en ridículo a ese pobre hombre a base de datos y sarcasmo o bien que pase de él como de la mierda. Las dos son buenas opciones para mi futura esposa, pero... ¡por los dioses que opte por la segunda opción! No quiero escuchar una discusión de una hora sobre un tema tan aburrido como ese aunque... - Se le iluminó la cara al bueno de Lefebre. - Si hablamos de diablillas y demonias... - Asintió varias veces. - ¿Demonias? ¿Eso está bien dicho? - Se encogió de hombros y esperó a ver que sucedía. Marianne tenía la oportunidad de darle una lección a ese tipo, solo quedaba descubrir si lo haría o no.
Marianne se sonrió para sus adentros, pero su gesto expresó confusión. Para desmayo de Patrice, la conversación discurrió por unos derroteros completamente inesperados.
—¿Demonios, diablos? ¿No son lo mismo?
Por Panzuriel que era Umberlee que sabía como se llamaba el puñetero barco en el que había surcado el Mar de las Espadas. Pero haberse confundido adrede1 en un detalle tan baladí le acababa de garantizar que nadie sospechara de que tenía algo que ver con ellos.
Keytus se equivocaba, empero, en su suposición. Marianne estaba bastante segura de que el Demonio del Mar había atracado en la Isla de los Manantiales. Un mapa del tesoro, tatuado en la espalda de la segunda de a bordo, le daba toda la seguridad del mundo.
—¿Me explicas la diferencia? —le preguntó Marianne a Keytus, acercándose a una distancia más corta, desviando el tema de conversación ahora que sabía que no sabía gran cosa del paradero de su antigua tripulación.
A su modo, estaba siendo sincera. Su conocimiento acerca de diablos, demonios y yugoloth, de los Nueve Infiernos y del Abismo, o de la Guerra de Sangre, podía caber en un dedal.
1: mentira, he sido yo, el jugador, el que me he confundido xD.
De la actitud hostil mediante la que solicitaba a Keytus qué podía hacer por ellos para ganarse el pasaje, la pelirroja había pasado a un interés y, quizá ingenuidad, algo sospechosos preguntando por las diferencias entre diablos y demonios. La observó con interés preguntándose cuánto habría de fachada o personaje, y cuánto de la persona real. Incluso se preguntó si Marianne sería su nombre verdadero.
Pero él no era quién para juzgar así que...
- Los diablos son legales. Si te dan su palabra la cumplirán, aunque yo me andaría con ojo de los términos exactos de cualquier acuerdo con ellos. Los demonios por contra son caóticos. Los diablos tienen su hogar en el Infierno, y los demonios en el Abismo... son dos planos diferentes. - Explicó. - El mundo de los diablos es un mundo jerárquico y bien organizado. Y aunque pueden parecer parecidos, visualmente o en cuanto a términos de poder... son bastante diferentes en esencia. - Miró alrededor. Fijo que la mayor parte de los presentes se aburrían con aquello así que era hora de cambiar de tema.
- Pero aquí no hay demonios ni diablos, quizá es mejor que nos centremos en los piratas y otros peligros de esta isla. - Sugirió. - Lo que ha comentado vuestro amigo Chuck me parece buena idea. Vuestro capitán seguro que tiene los documentos donde aparece mi nombre. - Dijo asintiendo. - Podréis corroborar mi historia y así nos pondremos en marcha cuanto antes. - Él era el primero que quería saber más acerca de todos los piratas que hubieran puesto un pie en esa isla.
- Pues vamos a ello. - Resolvió Lefebre una vez "el nuevo", dio las explicaciones sobre demonios y diablos.
Lo cierto era que no tenía pensado hacer ningún tipo de trato con ninguna de las dos clases de seres, aunque si en vez de ser un diablo, ésta fuera una diabla la que le propusiera algo, le iba a costar un poco más decir que no. Fuera como fuera, el tal Keytus decía que en esa isla no había ni unos, ni otros y eso resultaría un alivio para el bueno del futuro capitán.
—Un momento, Lefebre. Antes de irnos me gustaría que nuestros nuevos amigos nos aclararan unas cosas de la Isla —pidió Marianne—. En la playa nos encontramos con unos hombres lagarto con escamas de color verde, y otro grupo de escamas azules que abatisteis vosotros. Eunice se refirió a ellos como la tribu de Arva, que se escindieron de los Goa. ¿Qué sabéis de los Goa? ¿Hay alguna diferencia en la coloración las escamas? ¿Qué sabéis de esa sustancia negra con la que se cubren y que se seca tan rápidamente con el sol? Eunice nos dijo que los volvía locos, pero no por qué. Hemos visto que carne rosada en los cadáveres, pero no sabemos si la tintura produce la descamación o se usa sobre ella.
»Luego otro nombre, Svarku. No me queda claro si es el jefe o el nombre la tribu, pero entiendo que estáis enfrentados a ellos porque van detrás del oro y tú lo necesitas para hacer tus joyas.
Le hizo un gesto al enano.
—Tú estás acostumbrado a tratar con materiales raros —dijo, mostrándole a Jack el material parecido a la obsidiana pero con vetas rojas—. ¿Qué sabes de esto que llevaban los hombres lagarto de escamas verdes? ¿Sabéis para qué sirven estas estatuas de monito que hemos encontrado? Es más, ¿tenéis algún modo de identificar objetos mágicos?
-Ah, ¿mi turno de hablar? -preguntó Jack con diversión-. Vamos, sentáos, hablemos y bebamos. Hay que celebrar que estamos todavía vivos.
Se bebió su vaso de ron y volvió a llenarlo. Eunice se había sentado en su catre, Simon se había quitado la armadura de cuero y dejado sus armas a un lado. Adele ni siquiera participaba en la conversación. Parecían todos bastante mustios, excepto Jack, al que no se le acababa ni en entusiasmo ni las palabras. Escuchó las preguntas de Marianne y se dispuso a responder todo lo que sabía.
-No sabemos quién es Svarku, no le hemos visto en persona, pero diría que es una especie de líder uno de los clanes o tribus que gobiernan esta isla. Hasta donde sabemos, existe una facción liderada por Svarku, que tienen algún tipo de parentesco con criaturas de fuego, y tiene su guarida cerca del volcán. No estoy seguro de que le interese el oro, le interesan estas ruinas por otras cosas. Hemos visto a sus esbirros robar piedras calientes del balneario, no sé para qué, y estatuas de mujeres elfas exhuberantes, que seguro que habéis visto por ahí, van todas desnudas...
Se encogió de hombros.
-Los Arva o los Goa, son tribus de hombres lagarto que habitan la isla. Los Arva se separaon de los Goa, no sabemos aún por qué. Se pintan de negro y se vuelven locos, la sustancia negra es como una droga mágica, cuando la llevan son más agresivos y peligrosos, y no distinguen amigos de enemigos. Atacan sin más. La única diferencia entre unos y otros es la pintura. No hemos hablado con ningún Goa, solo con Arvas, no dicen mucho, solo maldicen y mueren rápido. Mencionaron un nombre, Kiru. Pero no sabemos más y no hemos podido identificar su pintura todavía.
Cuando Marianne le mostró el material, Jack lo puso sobre la mesa y lo estuidó.
-Diría que es obsidiana, pero no te lo puedo asegurar; no he visto nada parecido en el tiempo que estoy aquí. Puede que tenga alguna propiedad mágica o sirva para hacer armas. Déjame que lo estudie unos días y podré decirte algo más.
Cuando Marianne le preguntó si podía identificar objetos mágicos, Jack señaló a Eunice.
-Ella puede hacerlo, si se lo pides por favor.
Y le guiñó un ojo.
Habéis descubierto una nueva localización.
Eunice identifica los monitos: son unos monos telefóno. Si se le habla a uno de ellos en la oreja, el otro mono repetirá las mismas palabras en el antiguo idioma élfico de la isla. Funcionan a 1 milla de distancia.
—Interesante —dijo Marianne, frotándose el mentón en tono pensativo antes de volverse a Keytus—. Lo que has dicho tú también, querido, pero esto es más útil aquí y ahora. Ylsa, nena, ¿apuntas todo esto en la guía?
Marianne le dio uno de los monitos a Ylsa, se alejó, y empezó a decirle cochinadas al oído al otro monito. Rio como una cría y memorizó como se decía en el élfico antiguo de la isla todas las guarradas que pudo recordar (y eran unas cuantas).
—También tenemos una varita mágica sin identificar —recordó la hechicera a sus compañeros, evitando a toda costa pedirle por favor nada a Eunice—. Oye Jack, ¿habéis visto en la Isla a los piratas de los que ha hablado Keytus?
Perdonad la interrupción, pero revisando mis notas he visto que había cosas que no entendía y quería preguntar. Ya podemos irnos si queréis.
Las preguntas de Marianne habían sido muy acertadas y aunque las respuestas habían sido bastante vagas, si les ponían en cierto contexto de lo que podían encontrar de ese momento en adelante en aquella condenada isla. Al parecer los conflictos entre miembros de la misma raza no eran ajenos a los lagartos y parecían estar en guerra, lo cual era beneficioso para ellos, pues cuantos más frentes abiertos tuviera el enemigo, menos podían centrarse en ellos.
- Si, ¿qué hay de esos piratas? - Preguntó. - ¿Sabéis dónde amarran su nave y dónde tienen su campamento?
Chuck aún no se fijaba tanto de Jack como para compartir su ron, pero sacó una jarra de un morral y le dió un par de tragos como su tal cosa. Había guardado su esfera Enanil y colgado su escudo al hombro. Era toda la buena voluntad que mostraría, al menos por el momento. La historia de Raincaller sobre los demonios y los diablos le sonaba a karaturense, y como entró, salió de su cerebro.
Cuando fue requerido por la bruja pelirroja, se adelantó gruñendo entre dientes para mostrar los objetos de los que hablaba la mujer. Incluso le dejó a Jack un pedazo de obsidiana. Sí, definitivamente el Enano proyecto de Rompebuches tenía un buen día.
- Grmblfghghg... Todo claro ahora, no cargamos a los Arva, nos cargamos a los Goa, y si se pone por el medio Svarku y sus chicos de fuego, también nos los cargamos. Nos han hecho el favor de reunir los tesoros de la ciudad durante un tiempo, así que será lo más rápido para hacer fortuna. ¿Estamos listos para volver a la playa? Si nos encontramos piratas, nos los cargamos que se me habían pasado... -