Partida Rol por web

Parque de bomberos nº 1, 1:26

Asalto 2

El disparo de Hugo está vez si acertó en el blanco. Por desgracia, el chaleco de tirador contra el que su proyectil se estrelló sólo hizo trastabillar un poco al nómada de la ametralladora, quien se dispuso rápidamente a devolver el fuego. Pero antes, uno de sus compañeros cruzó el patio, varias decenas de metros por detrás, hasta parapetarse tras uno de los coches estacionados en el aparcamiento y disparó sobre el agente Böhm. Éste pudo sentir dos impactos contra el material antibalas que protegía su pierna izquierda, brevemente expuesta al inclinarse para disparar, y un tercero en el lado izquierdo del torso que le causó un dolor punzante seguido de una sensación cálida y viscosa bajo la armadura.

El nómada de la M60 no se quedó atrás y lanzó una nueva ráfaga de fuego automático sobre los patrulleros. Sutton recibió varios impactos en cabeza, torso y brazo derecho, acompañados por la quemazón de los anteriores proyectiles, que parecían apagarse ya enterrados en su carne. Sin embargo, el agente Sutton parecía al borde de sucumbir a sus heridas. Sato también fue alcanzado por dos balas que se alojaron en su torso y pierna izquierda. El dolor punzante, sin embargo, no fue lo peor si no la sensación de que la bala ardía dentro de los músculos. Hugo fue el más "afortunado" pues una de las balas se estrelló contra la pared al tiempo que el agente se encogía y fragmentos de cemento y ladrillo volaban allí donde la bala había impactado. Sin embargo, antes, otros dos proyectiles ya le habían alcanzado. Uno en el torso, a escasos centímetros de donde había recibido uno de los impactos iniciales, y otro en la pierna izquierda.

Asalto 3.

- ¡Joder! - Gritó dolorido y terriblemente asustado Böhm.

Y es que le habían alcanzado. Sentía como su sangre se derramaba bajo sus protecciones y aunque su primer instinto fue el de huir a toda prisa, finalmente se quedó allí a disparar, más por su sentido de la responsabilidad que por otra cosa. Sin dudarlo demasiado agarró su arma, apuntó a la cabeza del nómada y disparó. Esperaba que aquel disparo acabase con su adversario, pues de otra forma lo tendría muy difícil para seguir vivo.

Asalto 3

Las cosas no parecían ir bien. Sutton, que parecía aferrarse a la vida más por pura voluntad que por su capacidad biológica para ello, terminó por desplomarse en el suelo, rodeado por su propia sangre. Sato, a pesar de haber encajado sólo dos disparos, había caido al suelo cuan largo era. El grosor de su armadura no permitía asegurarlo pero Hugo no acertaba a ver movimiento respiratorio en su compañero tendido.

Por encima del ruido de los disparos, la radio en el casco de Hugo crepitó y una voz preocupada sonó cerca de su oreja.

- 1-7 a 1-25. Escuchamos disparos. ¿Todo en orden?¿Necesitáis ayuda? - Hubo una breve pausa, pero no pareció que la comunicación hubiera concluido. - ¿Dónde está ese puerta trasera? Hasta ahora, hemos visto tres accesos pero todos ellos tenían algún tipo de trampa.

Los nómadas no daban cuartel. El que se había parapetado tras un coche trató de disparar de nuevo contra Hugo. Pero algo pasó, porque no hubo fogonazos de disparo y el sujeto se agazapó tras el coche. Sin embargo, el dolor y la sensación de embotamiento que la pérdida de sangre le producía y le nublaba la visión hicieron fallar el disparo de Hugo. Por suerte, el nómada de la ametralladora no disparó esta vez; en su lugar, se peleó con el mecanismo de eyección hasta quedar satisfecho. Mientras Hugo, atontado por el dolor y la pérdida de sangre, se recostaba contra la pared de frío y mojado ladrillo, la quemazón de las balas de ametralladora que le habían alcanzado antes comenzaba a disminuir.

Todo se tornó borroso. Sus heridas sangraban de forma abundante y empezó a verlo todo oscuro. ¿Estaba muriendo? Podía ser. Extrañamente no sintió miedo, sino todo lo contrario. Estaba tranquilo y en paz. 

Asalto 4

De repente, por unos breves segundos, todo pareció quedar en silencio. Quizás los nómadas intuían que los patrulleros habían muerto o agonizaban en silencio y decidieron respetar sus últimos instantes de vida. O puede que sólo fuera la calma que precedía a la tormenta, conforme Hugo podía ver como el tipo de la ametralladora hablaba por su comunicador cuando asomaba su cabeza y la visión que se nublaba antes de despejarse de nuevo le permitía ver.

Asalto 4

Hugo Böhm seguía debatiéndose entre la vida y la muerte tirado en aquel patio interior del parque de bomberos. Por suerte, estaba totalmente inconsciente por el momento y si moría, no se daría cuenta de su penosa situación. Y es que sus dos compañeros habían caído y los refuerzos ya no los esperaba. 

Asalto 5

Y tras la calma llegó la tormenta. Desde la placidez de su semiinconsciencia, el agente Böhm apenas acertó a apretarse más contra el ladrillo a su espalda, mientras una lluvia de balas barría la zona inmediata. Extrañamente, pocos de aquellos proyectiles mordieron la esquina; daba la impresión de que el tirador disparaba al aire.

Asalto 6.

Hugo abrió los ojos. Estaba terriblemente asustado y dolorido. No por nada estaba muriendo. Miró hacia Sato y hacia Sutton. Ellos habían corrido una suerte aún peor que el mismo. 

- ¿Dónde cojones están los refuerzos? - Pensó angustiado. Sólo un milagro le sacaría de ahí con vida y no en una caja y con los pies por delante. 

Böhm no quería morir. Eso lo tenía claro. En las circunstancias en las que se encontraba, lo único que podía conseguir saliendo de su escondite y exponiéndose al los disparos de tres nómadas era eso, morir. 

Pensó en resguardarse, pero así como estaba, ni podía huir, ni podía ponerse a cubierto. Lo único que podía hacer era tratar de matar a sus enemigos. Era matar o morir. No quedaba otra. 

Asalto 6

El disparo de Hugo había fallado su objetivo por muchos centímetros. En ese momento, la radio volvió a emitir.

- ¡Mierda, 1-25!¡Responded! Seguimos oyendo disparos. ¿Cómo llegamos hasta vosotros?

Los nómadas, entre tanto, parecieron envalentonarse; el que se parapetaba tras uno de los coches estacionados se agachó momentáneamente tras el vehículo mientras el que sujetaba la ametralladora echó a andar hacia la esquina. Pero justo en ese momento, instantes antes de que tan mortífera arma se aproximase a la posición del patrullero, algo inesperado ocurrió: varios disparos procedentes de la torre situada en la esquina al oeste de la posición de Hugo le alcanzaron en el brazo derecho. Apenas hubo tiempo para quejarse, pues el nómada artillero se asomó por la esquina, la bocacha amenazante de su arma vuelta hacia el cuerpo del policía a escasos centímetros. Y un fogonazo en ese cañón deslumbró a Hugo mientras el rugido en stacatto de la ametralladora inundaba la noche.