Espero pues por el conde.
- ¡Ah! Herr Hauptmann Stein... ultimamente anda negandonos bastante su grata compania, ¿Donde ha estado todo este tiempo? ¿Acaso alguna tarea que no puede esperar? De momento le recomiendo estos espaghetis - lo pronuncio así, mal. Si fue deliberadamente o causa de un error ni el mismo la sabía - y este vino que es sublime. Se sirvio otra copa y la bebio profusamente, con una gran sonrisa de satisfacción.
Luego dijo muy por lo bajo, aunque todos los comesales lo escucharon...
- Alferez Berger, no pude evitar notar que su uniforme estaba manchado al sentarse a la mesa. Si bien no soy un maniatico del uniforme y de las reglas que rigen su uso creo que debemos estar presentables ante nuestros prestigiosos aliados ¿No le parece? hehehehe... Dijo esto haciendo un gesto complice a Walter y a Senn, como indicandoles que compartia su actual desprecio por los italianos, al menos algunos de ellos. No le importaba mucho que esto se notara o tal ves era efecto del vino y los whiskeys anteriores a la comida.
¿Ahora Walter esta sentado a la mesa no?
Agradezco a la señora Kassel cuando ésta me sirve el plato de pastas más que complacido por estar degustando un plato que identifica a mi tierra.
Me mantengo aparte, en lo posible trato de pasar desapercibido, me parece que aquello es mejor porque aunque las relaciones con los alemanes sean buenas no olvido los reclamos de ese oficial de la SS cuando el tren aún estaba en la estación. Creo que si ese hombre estaba tan enfadado seguramentelo sigue estando y nadie me garantiza que no tenga un arrebato de lo que sea y le de por emprenderlas contra el primero que se cruce en su camino.
No deja de parecerme curioso el que de pronto tanta gente recordara que tenía algo que hacer en su respectivo camarote, en especial cuando eso significaba tener que dejar el plato de comida a medias sino es que derechamente sin tocar.
Me encojo de hombros. Seguro y regresan al rato, pero no se, igual no niego que de no haber salido mis compatriotas el que se hubiera marchado habría sido yo, pero hacerlo ahora sería llamar la atención innecesariamente así que mejor me mantengo en mi lugar.
El Conde salió de su habitación y tras guardar las pastillas en su bolsillo se encontró con aquel empresario.
Señor Alexandro, ¿cómo usted por aquí? Debería estar degustando la comida, pues de lo contrario se va a enfriar en poco tiempo...
Tras el saludo cortés y una leve inclinación de cabeza ambos entraron en el vagón restaurante.
Sí, estoy con vosotros
Mira a los alemanes, y al final se decide a hablar:
- Supongo que si todos se van a Berlín es motivo más que suficiente para que una cantante vaya también. Todo el mundo se está marchando a Berlín. ¿A quién le iba a cantar yo en Italia?- intenta bromear, mirando de reojo a Romina que se ha vuelto a sentar, y tratando de que no se note su tensión interior.
-¿Es usted cantante, señorita? digo dirigiéndome a Sofia-. Sería un placer si nos cantara algo para amenizar este excelente almuerzo, ¿no le parece?
Me pareció de buena educación esperar por usted antes de entrar en el vagón comedor.
Después de todo, si no llega a ser por usted, hubiera olvidado estas malditas pastillas yo también...
Comenta Francesco antes de volver al comedor. Después continúa hablando con un tono distendido
Dígame. Si no es indiscreción ¿qúe le lleva a Berlín?
El capitán, haciendo caso de las palabras de Matog, dice:
-Ciertamente, Herr Matog. Estoy deseando porbar la comida que frau Kassel nos ha preparado.- Le hecha un rápido vistazo al uniforme del alférez, y sonrie. -Es cierto, Berguer, creo que le han condecorado.- Dice mientras rie, de forma discreta. Se prepara para empezar a comer. Se pone la servilleta en el cuello, para evitar mancharse su uniforme negro de oficial, cuando Walter propone un concierto.
-Es verdad, es una buena idea, herr Walter. Siempre y cuando la señorita este dispuesta, por supuesto.- Digo, dedicándole una sonrisa de cortesía a la srta. Macinni
Hein estaba a punto de terminar su plato cuando escucha las palabras de la dama italiana y el interes de sus compañeros en escucharla cantar. Se gira completamente mirando a la mujer.
Seria un placer si nos permitiese disfrutar de su voz... solo una cuestion, ¿en que idioma cantaria?
Mientras la señorita se anima a cantar y el alférez Berger intenta limpiar la manga de su camisa, extiendo aún más la mancha en vez de limpiarla, el tren va reduciendo su velocidad y se detiene. Los ocupantes se miran entre sí.
No se preocupen, debe tratarse de Pietro, el maquinista, habrá parado para comer, normalmente suele parar más tarde, pero quizá con los retrasos tenía hambre.
El señor Alexandro y el Conde Aluciio entran en el vagón restaurante.
Todos juntos
El capitán torna su expresión en fastidio. -Oiga, Herr Kassel, ¿Es que su tren no puede marchar bien? Ya son dos paradas imprevistas.- Ahora Stein mira al acomodador, a lo ojos, pero no dice nada.
Si me disculpa, señor Conde. Una bella señorita me espera, y ya la he hecho esperar más de lo que es recomendable hacer esperar a las mujeres.
Digo. Inmediatamente después me siento en la mesa en la que mi plato y mi acompañante me esperan.
Disculpe, señorita Macinni. Esta es otra de las razones por las cuales odio la rutina. Y a los médicos, que nos persiguen con obligaciones. - Dice mientras le muestra una pastilla, que acaba metiéndose en la boca y ayudando a pasar con un trago largo de agua. - 'Antes de cada comida' - Dice con tono burlesco imitando la voz nasal de un hombre aburrido.
Hago un gesto a Francesco para que espere, mientras respondo a los alemanes.
- Supongo que lo pregunta porque preferiría oirme en alemás. No tengo problema en complacerles, pero primero dejenme terminar la comida. No sé ustedes, pero estoy hambrienta. Después del café, cantaré lo que me pidan señores.
Me vuelvo a Francesco:
- Es usted cruel, pensé que me había abandonado. Se le habrá enfriado el plato de pasta. Lástima estaba maravilloso.
No se preocupe capitán Stein, todos los trenes sufren retrasos en estos tiempos, de hecho los de estas líneas son los que mejos funcionan.
¿Cantar? ¡Oh! Excelente, mi mujer toca la viola, ¿no es cierto cariño? quizá pueda acompañarla...Nosotros estaremos encantados de escucharle señorita Macinni...cariño sirve el segundo plato, voy a llamar a Pietro que parece que se retrasa...
El seños Kassel se acerca al teléfono y empieza a llamar a la locomotora, ahora detenida...intenta repetidas veces llamar al maquinista.
Es extraño, parece que el teléfono funciona, sin embargo no contesta, esto es algo inusual ciertamente.
Su cara refleja preocupación, el alférez Berger se levanta y quita el botón de la guantera de su arma, con la mano apoyada en ella se acerca a una ventana y la abre, asomándose...saca la pistola rápidamente.
¡Está muerto! ¡El maquinista está muerto!
Cambio de escena a ¿Quién mató al maquinista?