Partida Rol por web

La batalla continua mientras el temporal afuera no cesa, de pronto el fuerte viento arranca parte del tejado de la sala del trono comenzando ahora llover encima de vuestras cabezas. A través de las destrozadas cristaleras y el tejado se pueden ver rayos seguidos de sonoros truenos que acompañan lo que queda de combate. Parece que el orgulloso castillo que había sido en otra época ahora se derrumbaba por momentos ante vuestros ojos.

Guiraud concentrado en el combate asesta precisos golpes con sus manos desnudas sobre el brasero destrozando el pie de este, después Tristant hace uso de su sanación divina para recuperar al monje de parte sus heridas. A continuación Celingandir lanza una esfera de fuego que explota en el espectro, la magia continua siendo efectiva pues esto hace retroceder al no muerto mientras gritos cacofónicos resuenan por toda la sala, parece que su imagen comienza a parpadear y a desdibujarse.

Como era de esperar Kaysa se deja llevar por las agudas provocaciones de la Reina comenzando un asalto de furia y rabia usando su gran hacha de doble filo contra el espectro, el primer ataque carece de la precisión necesaria para impactar pero el segundo si lo hace, el arma atraviesa al no muerto dejando caer pequeños jirones por el suelo, en ese momento recuerda que las armas mundanas no son demasiado efectivas contra este tipo de enemigos...

Por último Behar toma medidas para salvaguardar al miembro del grupo que ha impedido por el momento la masacre protegiendo su flanco, después toma una de sus hachas de mano y la arroja contra el brasero con asombrosa precisión, el monje escucha el silbido del arma arrojadiza cerca de su oído derecho dando de pleno en el brasero y destrozándolo por completo.

La Reina observa como uno más de sus siervos es vencido con facilidad y retrocede parpadeante pues su imagen se debilita por momentos, maldiciendo se aleja de la bárbara hasta Farah, después conjura unas palabras en un idioma que ninguno conocéis. La magia surte efecto en los viejos huesos que rodean el trono, las viejas y pesadas armas se levantan con pereza hasta situarse delante de su convocadora en posición defensiva.

MALDITOS VIVOS…, FARAH ES MÍA, ¡¡ALEJAOS DE ELLA!!

Acto seguido el espectro comienza a absorber de nuevo la energía vital de la joven,el espíritu Fara comienza a fluir entre las dos, la muchacha tiembla y en los huesos grita desesperadamente, paralizada ante el horror de estar a las puertas de la muerte.

Finalmente Feanor consigue sobreponerse del conjuro que lo paralizaba, después comienza su carga tratando de esquivar el ataque del monje saltando sobre el sacerdote con espuma en sus mandíbulas, Tristant consigue inclinarse esquivando la embestida, acto seguido ataca con sus fuertes garras al sanador pero este las detiene en seco anteponiendo su guja, las chispas saltan del golpe y Feanor ruge de impotente ira.

El ataque contra Ella no falló: no podía fallar, estando tan cerca. Ella aprendería que los bárbaros como ella son muy peligrosos en las distancias cortas. Dejando de lado por completo la defensa y lanzándose hacia delante, su hacha silbó en el aire y arrancó algunos pedazos de la túnica espectral... pero sin más efecto que ese. Aquel maldito ser era medio espectro, y las armas físicas poco podían hacer. Kaysa rugió de ira. 

La bruja, tras recibir el fuego arcano del elfo, gritó y retrocedió, volviendo con Farah. Kaysa ya iba a salir corriendo hacia ella, mientras golpeaba al espectro al darse la vuelta, pero su golpe fue tan poco efectivo como el otro, y no pudo seguirla, porque en ese momento los huesos se movieron y se formaron frente a ella, protegiendo a su señora. Con crujidos y chirridos y armas oxidadas, los esqueletos la miraron con sus cuencas vacías, listos para luchar. Eso significaba que Farah probablemente estaba perdida, pero también que Kaysa tendría enemigos a los que sí podía golpear. 

Cogiendo la otra poción del cinturón, la abrió con el pulgar y se la tomó de un trago, notando cómo el daño necrótico desaparecía. Tiró el frasco y cogió el hacha con ambas manos. Era hora de mandar a aquellos esqueletos de vuelta a la tumba. 

Al tiempo que el aquel objeto animado caía, empezaba a notar cómo las fuerzas surgían de nuevo en mí. Sorprendido miré a mi alrededor, viendo cómo era Tristant el causante de mis renovadas energías. 

-Gracias compañero.

No pude añadir nada más cuando, de repente, esqueletos empezaron a brotar del suelo. 

-¿¡Estás asustada, bruja!? Ya no hay nada que puedas hacer contra nosotros, ¡estas acorralada!

La magia del elfo era efectiva, y aunque Ella parecía sufrir, también parecía que a Fara no le quedaba mucho. Ella la usaba como fuente de poder, si impedíamos que volviera a acceder a su cuerpo, podríamos derrotarla definitivamente.

Con paso decidido salí corriendo en su dirección. Acabaría con esos esqueletos y separaría a la bruja de aquella pobre niña.

La dura batalla contra la bruja llegaba a su final, gracias a los conjuros arcanos de Celingandir el espectro estaba retrocediendo y protegiéndose tras un muro de esqueletos.

Observando el aspecto de la pobre muchacha el sacerdote estimaba que le quedaban pocos segundos de vida, con lo que se requería actuar con cierta urgencia si queríamos cumplir la misión por la que habíamos sido enviados hasta aquí, salvar a Farah de las manos del mal. Con cierta confianza en que sus compañeros no desfallecerían fue precavido conservando los pocos hechizos que le quedaban y arremetió con su luminosa guja al esqueleto más cercano tratando de ayudar al monje.

¡Ni un paso atrás, hasta la victoria compañeros!

Haciendo acopio de sus últimas fuerzas Celingandir vuelve a concentrarse en destrozar aquel espectro. No le daban ningún miedo los esqueletos que acababan de surgir, lo único que le importaba era salvar a la niña, para ello se concentró en su objetivo y conjurando un arco voltaico lo proyecto entre la bruja y el para tratar de dar el golpe de gracia al maldito no muerto y liberar esta tierra de su indemne influencia.

- Vuelve a la tumba bruja, nada te queda en este mundo, descansa en paz...

El colgante azabache que hallaron en el pueblo no paraba de vibrar e iluminar su pecho, cada vez lo hacía con más intensidad...pero después de investigarlo no sabía que uso podía tener...decidió reflexionar para poder hallar una posible solución.

Tras el levantamiento de no muertos por parte del espectro decidís atacar con todas vuestras fuerzas tratando de atravesar sus defensas y acabar con la Reina. Primero Guiraud acomete contra el esqueleto más próximo asestando poderosos golpes marciales que hacen tambalearse a la maligna criatura, después Tristant que no esquiva el ataque del hombre lobo recibe el abrazo del licántropo causando heridas en el muslo, a continuación carga con su luminosa guja partiendo por la mitad al débil esqueleto, sus huesos caen inertes al suelo.

Después la pequeña y enfurecida Kaysa aprovecha para recuperar el aliento con una de las pociones suministradas por la druida del pueblo. Acto seguido Behar decide pasarse a la ofensiva arremetiendo con su espada larga a dos manos contra el hombre lobo, el tajo abre una herida abierta en su espalda, pero apenas consigue hacerle sangrar.

El débil cuerpo de la pequeña Farah deja de moverse y la energía vital termina de fluir hacia el espectro, la Reina dañada por la magia elemental de Celingandir proyecta un nuevo aspecto que resulta ser el de una Farah adulta y fuerte, con desprecio se deshace del cuerpo inerte de la pequeña arrojándolo hacia el trono.  Después con la mandíbula desencajada y ojos puestos en Celingandir mira fijamente a la brillante joya en su túnica, emitiendo un estridente alarido se apresura a su encuentro.

El toque de la bruja no se hizo esperar necrosando la piel y huesos del mago que lo hacen desplomarse en el suelo, de nada sirvió el escudo de protección que convocó Celingandir para salvaguardar su propia existencia. Los dos esqueletos restantes que obedecen a la Reina atacan, uno falla su golpe al monje pero el otro asesta un golpe crítico clavando su espada en el abdomen del mago caído, la sangre comienza a brotar por la oxidada espada formando un abundante charco a su alrededor…

El hombre lobo en lo que se ha convertido Feanor ataca a Behar con sus garras pero el habilidoso guerrero consigue interponer su espada larga, el acero para el golpe en seco.

La bruja complacida con sus sirvientes se dispone a recoger el abalorio de color azabache del abatido mago...

- ¡Frágiles mortales!, podéis albergar las esperanzas que queráis pero nada impedirá el "renacimiento", ha sido así durante eras y nada cambiará eso. Caeréis UNO A UNO.

La batalla se ponía más cruenta por momentos, y aunque podíamos ver la luz al final del túnel, en un fugaz movimiento pudimos ver cómo Ella y uno de sus esbirros tomaban la vida de uno de los nuestros.

-¡No! ¡Maldito engendro!

Rápido como el viento me acerqué a donde estaban mientras veía cómo extendía sus repugnantes manos hacia el colgante que el elfo poseía. Sin duda aquel artefacto parecía valioso para ella, lo cual podría resultar mortal para nosotros. 

-¡Apártate de él!

Concentrando la poca energía interior que me quedaba, me posicioné al lado de la bruja y, con una ráfaga de golpes, intenté alejarla del cadáver del mago.

El sacerdote observó horrorizado como su compañero era masacrado por los siervos de la Reina, en su interior presentía que este combate no acabaría sin que hubiera ninguna baja, si Pelor lo quería era su momento y no iba a oponerse a su decisión pero deseaba haberlo podido salvar. Si lograban salvar la vida se aseguraría de darle un entierro digno a su compañero Celingandir, que la estrella de Pelor lo guíe en su viaje.

Era momento de reaccionar y sus graves heridas hicieron que una vez más tratara de sanarlas con poder divino.

Entre sonoros truenos el combate continúa, el espectro se disponía a atrapar el colgante del cadáver de Celingandir cuando un golpe de ki la empuja 5 metros hacia uno de los derruidos muros de la sala del trono, el autor no ha sido otro que Guiraud que logra coger el colgante ensangrentado sin mayores problemas debido a la lentitud del siervo no muerto.

Kaysa falla en su arremetida cuando el esqueleto logra desviar el hacha con su escudo. Tristant logra reconstituir parte de su salud y Behar asesta un corte que sesga dos peludos dedos del peludo cánido, este que aulla de dolor trata de devolver el golpe pero sigue fallando ante la asombrosa defensa que hace el guerrero con su escudo.

El espectro tras recuperarse se abalanza sobre guiraud para atrapar el codiciado abalorio, logra causar daños sobre uno de los hombros de Guiraud pero este mantiene el objeto en su poder gracias a su hábil destreza y juego de manos.

Kaysa trató de golpear al esqueleto que le impedía llegar hasta la bruja, pero el no muerto acertó a interponer su viejo escudo y el filo golpeó el refuerzo central, siendo desviado hacia un lado. Kaysa rugió y bloqueó el ataque del esqueleto con el mango del hacha. Pero antes de que pudiera golpearle, los acontecimientos se precipitaron: Ella terminó de extraer la vida de la pobre Farah, y se lanzó contra Celigandir, el único que estaba haciendo verdadero daño al espectro. Con un par de golpes de su terrible magia necrótica, el elfo se derrumbó, y uno de los esqueletos le atravesó en el suelo de parte a parte. 

Kaysa rugió, sin duda su compañero había muerto. Una víctima más que añadir a la ya abultada lista de Ella. Con la sangre hirviendo de rabia, Kaysa se olvidó del esqueleto que tenía delante y cargó contra la bruja, golpeando su cuerpo etéreo con el hacha en un tajo descendente. De nuevo, no hizo todo lo que debería, pero había que acabar con ella y ahora no tenían la magia del elfo de su parte.

De alguna manera conseguí empujar a la reina y obtener el colgante. Todavía no tenía ni idea de lo que hacía, pero si la bruja lo quería no podía ser bueno para nosotros. El colgante, que brillaba sin parar, parecía tener algún tipo de poder.

No pude evitar mirar en ese momento al cuerpo de la joven Farah, derrumbado en junto al trono. Si bien era cierto que el viejo Corby nunca me había caído bien, su hija no tenía nada que ver en todo esto. Farra, al igual que mi pobre hija Sonja, habían sido víctimas de eventos mayores que ellas. Algo en mi interior me decía que, si tenía la más mínima oportunidad de salvarla, tenía que intentarlo. Es por ello que, con el refulgente colgante en la mano me evadí de la reina y corrí hacia la niña.

No sabía si lo que hacía tenía algún sentido, y menos teniendo al espectro de la reina a punto de matarnos a todos, pero aquellos movimientos fueron instintivos y no racionales. Antes de darme cuenta ya estaba junto a la niña, colocándole el colgante.

-Lo siento Farah -susurré mientras el colgante caía en sus hombros- lo siento, Sonja...

Vi como uno de nuestros compañeros era derribado y rematado por uno de esos esqueletos que acababan de surgir, sin poder hacer nada para poder ayudarlo y con la probabilidad de que pronto lo veria en el mundo de las sombras continue atacando a otro que tambie fue un buen compañero.

pero asi es esta vida, no puedes dejar que el sentimentalismo te detenga o nunca podras cumplir las misiones que se te otorgan, con gran pesar segui atacando a la bestia que tenia frente a mi y rogando para que el plan del monje de resultado.

En cuanto Guiraud pone el colgante en el cuello del cadáver de la pequeña Farah, el cuerpo comienza a ascender levitando y dejando atrás el suelo de piedra. La bruja emite angustiosos aullidos tormentosos mientras trata de avanzar a toda velocidad hasta la joven estirando su largo brazo que se torna esquelético y ruinoso.

La piel de Farah comienza a regenerarse hasta recuperar esa tez joven y delicada. De pronto el espectro comienza a ser absorbido por el colgante mientras la reina trata de escapar desesperadamente, el abalorio brilla con más intensidad hasta que la tormenta y la lluvia dejan paso a un destello que os ciega durante unos segundos.

Cuando conseguís ver lo que está ocurriendo, la pequeña Farah aun levitando desciende poco a poco hasta reposar sus descalzos pies sobre el frío suelo de la sala del trono, el colgante destruido en mil pedazos pero en el rostro de la muchacha ambos ojos abiertos irradian una luz blanca como dos faros. Tal es vuestro asombro cuando observáis que la joven vuelve a la normalidad tras cerrarlos, desorientada os mira y dice:

- ¿¿Don...Donde estoy??, ¿¿Papá??, ¿¿Mamá?... (después se derrumba en el suelo).

Una vez Ella es vencida nada queda en el salón, ahora ruinoso, salvo una niña tumbada sobre la fría piedra, los esqueletos guardianes de la Reina yacen en el suelo y el cuerpo vuestro compañero Feanor en forma humana permanece junto a ellos, tratáis de despertarlo pero al ponerlo hacia arriba un gran mordisco infectado y purulento en su costado os hace deducir que tal vez la magia de Ella lo sustentaba con vida...

El castillo parece un lugar totalmente diferente al que creíais conocer. Los muros ahora están derruidos en su mayor parte; la bóveda del techo es inexistente; los tejados, aleros y algunas de las partes superiores de las dependencias no existen; puertas y ventanales están hechas pedazos y un viento frío resuena entre las solitarias columnas y las mudas piedras, allí donde ahora sólo crecen líquenes y hierbas.

El castillo presenta ahora el aspecto de haber estado abandonado desde hace muchos, muchos años. Ya no hay sirvientes, ni peligros ni guardianes. No queda nadie en esta vieja ruina. El tesoro de la reina sigue aún allí, eso sí, tras el trono encontráis cuantiosas riquezas, monedas acuñadas de épocas pasadas, viejos abalorios dorados y plateados, utillaje para rituales de plata.

El bosque, libre del poder de Ella, no es más que un bosquecillo corriente, silencioso e inofensivo... 

Vuestro regreso al pueblo transcurre sin incidentes. Cuando llegáis, cansados y exhaustos, no hay recibimientos, ni abrazos, ni cálidos clamores de júbilo. Al momento os percatarais de que nadie os recuerda. Nadie tiene constancia de los sucesos que allí tuvieron lugar, no conocéis a nadie, ni siquiera queda ninguno de los personajes que allí conocisteis.

Nadie, absolutamente nadie, se acuerda de vosotros ni saben quién fue Ella, Farah, o cualquier otro asunto relacionado con esta historia. Simplemente, parece que esto no ha sucedido, nunca  ha sido un hecho en la historia del lugar.

Pero podéis estar orgullosos pues habéis cambiado el orden de las cosas y las consecuencias se han transmitido hacia el pasado y hacia el futuro. Nadie recordará tampoco a Fara. Su madre, hace tiempo que se marchó a tierras lejanas. Desvalida y huérfana os pide que la acojáis como un miembro más y la entrenéis como una aventurera.

Tras dar los santos sacramentos, un entierro digno a vuestros compañeros y comprar provisiones, proseguís vuestro propio camino, lejos de aquel lugar....Después de todo seguís perteneciendo al Gremio de los Leones Blancos (excepto Guiraud que será libre de unirse) y vuestro destino no es otro que Fallcrest, la gran capital.

Pero Ella volverá, debéis creerlo... Y ahora, muy, muy furiosa, volverá a por todos nosotros...

Epílogo

“En el pueblo de Atwater los granjeros siguieron trabajando como siempre durante el día, pero al anochecer cuchicheaban junto a las chimeneas y por las noches, soñaban… Poco a poco, alimentados por esos cuchicheos y esos sueños, los árboles del bosque crecieron, las zarzas se espesaron y las verdes culebras anidaron en los troncos. Entonces el castillo se reconstruyó a sí mismo, las nubes se enroscaron en sus almenas y torres, y Ella regresó para proteger las casas y los campos de los granjeros, arrebatándoles a cambio a sus hijos; cuando llegaba la hora los enviaba a buscar, y los niños se internaban en el bosque y se perdían. Nunca más volvió a nacer una niña tan hermosa como Fara, Ella, puso buen cuidado en que no volviera a suceder”. 

FIN

Lo que sucedió después de que se le colocara el collar a joven Fara paso resulto muy rápido y confuso, mientras seguía entablando la pelea con Feanor en modo bestia, una poderosa luz proveniente de la niña lleno todo el lugar, se podían escuchar los rugidos de furia y desesperación de "Ella" mientras era convertida en nada, instantes después el mismo Feanor que había dado tanta guerra en la batalla ahora se encontraba tendido a mis pies en su forma humana y sin vida, por un instante creí que yo era el causante de su muerte pero al observar detenidamente su cuerpo se podía decir que murió cuando fuimos atacados en el bosque, con la ayuda de Tristan pude entender que la magia de la bruja era posiblemente lo que controlaba su cuerpo, también estaba el cuerpo de nuestro otro compañero Celingar y ya no había rastro de los esqueletos que eran responsables su muerte, era como si nada hubiera pasado, pero era evidente que los dos cuerpos de nuestro equipo era demostraban que todo era real y no era causa de nuestra imaginación. 

Nunca he esperado el agradecimiento de las personas que he ayudado pero se sentía muy extraño que nadie nos reconociera, ni la familia de la pequeña secuestrada se encontraba en el pueblo, se podría decir que era la primera vez que visitábamos ese lugar pues ya no se parecía en nada al pequeño pueblo temeroso de hablar sobre la bruja ya que ni si quiera sabían de su existencia, cuando estuvimos listos para partir a terminar la misión de nuestro gremio de aventureros la pequeña Fara nos pidió que no la dejáramos en ese pueblo desconocido para ella, ya que irónicamente ahora eran más extraños los habitantes de ese lugar que unos aventureros que no tenía mucho acababa de conocer, personalmente no creo que la vida de aventurero sea la adecuada para una joven y hermosa muchacha pero ella era lo único que me hacía recordar que la muerte de nuestros dos amigos no había sido en vano, además teníamos el botín que obtuvimos del castillo de la bruja, por lo que la joven no sería una carga a la hora de alimentarla, así que sin muchas objeciones partido junto a nosotros a su nueva vida. 

No me considero un hombre sentimental pero me atrevo a decir que la Joven Fara se convirtió en una hija para mí, personalmente la entrene en el arte del combate y estoy seguro que también aprendió muchas cosas de los demás miembros del equipo, hasta la dura y poderosa Barbara del clan del oso gasto largas horas de entrenamiento y enseñanza preocupada por el bienestar de Fara, aunque ella no lo reconozca y solo diga que lo hizo por lastima al ver su pobre desempeño, la vida en el gremio siguió igual, misiones fáciles, misiones difíciles y otras de las que el mundo jamás se enterara o si lo hiciera nunca las creería, pero ¿Acaso no es así la vida de un aventurero? 

Jamás hubiera podido prever las consecuencia que mis acciones tendrían con aquel simple gesto. Ponerle el colgante a la joven Fara no sólo acabó con la bruja, sino que lo cambió todo hasta un punto inimaginable. 

En apenas una fracción de segundo, habíamos pasado de estar al borde de la muerte a cambiar la realidad que nos rodeaba. El castillo, esplendoroso segundos antes, había vuelto a su estado ruinoso. No era algo que me extrañara, pues era el poder de la bruja el que lo mantenía vivo. Lo mismo pasó con el bosque, el cual curado de la magia oscura de la bruja, volvia a su estado natural. Pero al cambio en Atwater  no podía haberlo previsto.

Empecé a sospechar algo conforme nos estábamos acercando. Tejados diferentes a los que recordaba, caras poco familiares. La confusión fue creciendo en mi hasta que me di cuenta lo que habíamos hecho.

-Por todo lo sagrado, hemos cambiado el mismísimo tiempo...

Aquella revelación me llenó de temor y júbilo al mismo tiempo. Temor por haber desencadenados cambios tan grandes en el mundo, pero júbilo por haber desterrado a Ella de la vida de no sólo a los conocidos a los que atormentaba, sino a los que había atormentado antes que a ellos y lo que vendrían en un futuro. ¿Significaba entonces que mi mujer y mi hija seguían vivas, en algún lugar? Era algo que no podía saber, pero el mero hecho de que existiera aquella posibilidad me reconfortaba. 

Pequeñas lágrimas de aceptación corrieron por mis mejillas mientras pasaba junto a la tienda que había sido mi casa en las últimas décadas. En su lugar había una herrería, con un desconocido en su interior que nos miró con ojos curiosos cuando pasamos por su puerta. 

Parecía que ni la joven Fara ni yo teníamos un sitio al que volver y encontramos nuestro lugar junto a Behar y Kaysa. Recorrí el mundo con ellos, esperando en algunos de mis viajes encontrarme con  mis esposa de otro tiempo, o con mi hija que ya no era mía. Pero con el tiempo, hasta ellas se empezaron a disolver de mi mente.

Quizás fuera porque el tiempo todo lo cura, o quizás porque empezaba a apreciar cada vez más a mis compañeros. De una forma u otra, ellos se convirtieron en mi nueva familia, y por primera vez en mucho tiempo, pude rozar de nuevo aquello que comunmente llaman felicidad.