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Empieza la Leyenda

El primer héroe: Kieran "Cicatriz"

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20/07/2015, 16:52
Eliphas Lunarco

Kieran estaba en la ciudad cuando Incanthus volvió. La gran sierpe roja. Una vez había Kieran combatido contra el dragón y casi se llevó una nueva sonrisa. El combate fue encarnizado y toda la compañía de Kieran calló excepto él mismo que sobrevivió por pura suerte. Esta vez será diferente. Había jurado venganza cuando despertó de su inconsciencia. Ahora es su oportunidad.

Él estaba en la posada, debatiendose que hacer mientras recordaba los cadaveres de sus camaradas, o mas bien dos de ellos, ya que de sus doce acompañantes cinco habian sido reducidos a cenizas, tres habian sido carbonizados y otros dos estaban tan destrozados por las garras y colmillos del señor de las cenizas que era imposible reconocerlos. Un recuerdo amargo de como un grupo de trece valientes elfos y no elfos cualquiera sino elfos veteranos curtidos fue masacrado de la forma mas cruel y espantosa imaginable. Recuerdas como el viento se llevaba vuestras flechas y de como se reia de vuestros ataques como si tuvieran la fuerza de una pulga.
Has entrenado sin descanso desde ese dia, superandote a ti mismo de forma impresionante, pero una parte de ti sabe que enfrentarlo solo sería una completa locura que te haria sufrir una muerte estupida e inutil. Cuando estas sumido en tus pensamientos tocan a la puerta de tu habitación. Cuando abres resulta ser Eliphas Lunarco, miembro del Consejo de la Ciudad y viejo amigo tuyo.

- Me alegro de verte, mellon , aunque me gustaria que fuera en circunstancias mas alegres... imagino que sabes porque he venido.

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20/07/2015, 17:06
Kieran "Cicatriz" Cyredneldth

La puerta sonó cuando Kieran estaba dormitando en su habitación de la posada a la que había empezado a llamar hogar. Le dolía la cabeza por haber pasado la noche bebiendo. No. Mejor dicho estaba apunto de explotarle. Pero eso no le impidió darle un trago más a la botella antes de levantarse y convocar a su Energía del Alma. La forma del arma fue la que solía preferir: una espada larga. La habitación no era enorme, pero sí lo suficientemente grande como para poder manejarla con soltura.

Su torso estaba tapado apenas con una camiseta interior sucia y con manchas de alcohol derramadas. Hacia días que no se afeitaba y el pelo comenzaba a picar en su rostro. Era una barba rala, áspera, oscura como su cabello. Y sucia. Sí. Kieran era un elfo, pero hacía días que había descuidado su aspecto y su higiene. Le daba igual. No tenía tiempo para esas minucias. Ni ganas. Había perdido a buenos compañeros a manos de quien ahora parecía que volvía a rondar la ciudad: Incanthus, el dragón rojo.

Había vivido los últimos años combatiendo por dinero, aquí o allí, bajo el estandarte de quién se pudiese permitir su precio. Había estado entrenando durísimo, jurándose a sí mismo que la gran sierpe caería y así vengaría a sus amigos. Se había hecho realmente peligroso y poderoso. Pero lo cierto es que cuando se pensaba que estaba fuerte, la visita de Incanthus le trajo a la memoría recuerdos que había reprimido con mucho esfuerzo. Recuerdos fatales, acompañados de pesadillas que sólo la botella parecía calmar.

Pero allí estaba, de pie, sucio y con resaca, con una espada en una mano y la otra vacía, aunque por un segundo estuvo tentado a llevar la botella. Se acercó a la puerta y, con cuidado, la abrió, listo a ensartar al intruso a nada que hiciese el tonto. Pero allí estaba Eliphas. Su amigo.

Desconvocó su arma a la vez que la bajaba y se volvía a su silla, dejando la puerta abierta como en un gesto implícito de invitación para el elfo. Éste se sentó frente a él, que tenía los pies apoyados en la mesa y la botella ya bien asida. Le dió un trago antes de contestar al consejero.

Sí. Dijo lacónico. Los segundos pasaron y los ojos de Eliphas no se movieron de los suyos, esperando más. Sé que Incanthus está cerca de la ciudad. Confesó con voz cansada. Unos segundos más de silencio. No. No me interesa. Mintió. No esperaba que su mentira fuese creída, pero en su mente, el dolor se mezcló con cierto miedo. No miedo por enfrentarse a la gran sierpe roja, sino miedo a enfrentarse a su juramento, a enfrentarse a su pasado, a ver cara a cara a los compañeros que perdió años ha. No quería volver a eso. Pero le debía algo a Eliphas. Él siempre se portó bien con él, le ayudó en sus momentos más bajos y siempre se preocupó por su bienestar. Pero no podía. No podía.

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20/07/2015, 17:31
Eliphas Lunarco

- Es bastante grave -comenta Eliphas sentandose- Mas grave incluso que el aspecto que me traes compañero, si no te mata un enemigo te matara la bebida. Pero no he venido a hablar de eso, estuve haciendo mis averiguaciones y logre contactar con un viejo amigo dragón. Él me ha confirmado mis temores... cuando se dice que los dragones no son seres mortales es mas literal de lo que imaginamos, cuando llegan a cierta edad trascienden la muerte y se vuelven imposibles de matar, incluso una muerte violenta es solo una solucion temporal. Pueden volver en días, en semanas, en años o incluso pueden tardar siglos, pero la certeza es que tarde o temprano vuelven y muy cabreados.

Tras comunicar la mala noticia se sienta y continua, se le ve casi tan cansado como tu.

- Pero no todo es malo, me han confirmado que pese a llamarsele la Gran Sierpe Roja es un dragón relativamente joven, todavia no es inmortal. El consejo ha optado por deshacerse de Incanthus de una vez por todas, hemos concluido que los ejercitos son inutiles contra un dragón de la talla de Incanthus, pero una pequeña fuerza de elite podría ser efectiva y hemos empezado a reunir los guerreros mas valientes que esten dispuestos a ayudar y... he pensado en ti. Ahora es el momento, si no lo matas hoy, quizas no lo mates nunca.

 

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20/07/2015, 17:41
Kieran "Cicatriz" Cyredneldth

Una oportunidad de oro. Eso le ofrecían a Kieran. O eso pensaba Eliphas. ¿Y a mi qué me importa ya? Pensó Kieran con desgana. ¿Por qué luchar de nuevo en una batalla perdida de antemano? ¿Por qué perder a nuevos compañeros en una lucha perdida? Pero... ¿Y si esta vez era la buena? ¿Y si por fin podría enterrar en su memoria a sus compañeros muertos? No. Pensó de nuevo mientras las imágenes de los otros elfos, veteranos como él en la guerra, eran consumidos por las llamas. Sus gritos de horror aún retumbaban en sus oídos. No puedo... Le dió otro trago a la botella, ignorando la referencia a su estado deplorable por parte de su amigo. ¿Qué le importaba?

¿O no?

Porque era verdad. Una parte de él aún tenía orgullo. Sabía que era su destino. Y al destino no se le puede decir que no para siempre. Se había estado escondiendo. Porque aunque fuese para vengarse, se había escondido. No había mantenido relaciones durante años. Si quería algo, pagaba por ello. Si deseaba compañía, usaba sus trucos para llevarse a una mujer a la cama y largarse antes del alba. No recordaba el nombre de casi ninguna. En muchos casos, ni siquiera se lo preguntaba. ¿Era así como quieres vivir? Le preguntaba con crueldad su parte más orgullosa, aún anclada en el honor del pasado, en la necesidad de recuperar lo que era suyo: su posición en el mundo. Su derecho a ser feliz de nuevo. Quizás.

¿Por qué yo? ¿Por qué un hombre que sólo se está dejando morir por el alcohol? ¿Por qué? Preguntó. Aunque no esperó respuesta. Los ojos de Eliphas mostraban su disconformidad con sus palabras. No aceptaba que se ahogase en su propia condescendencia. No aceptaba que su amigo fuese una sombra de lo que una vez fue. Lo haré. Vamos. Dijo dejando la botella en la mesa. Recogió sus cosas antes de que el consejero Lunarco pudiese reaccionar. Si el destino me quiere ahí, no puedo luchar contra ello. El destino siempre te encuentra. Un suspiro de claridad le pasó por la mente abotargada por el alcohol. Apestaba.