Partida Rol por web

La noche había llegado a Erebor, los enanos acudían en tropel a la taberna, las forjas se apagaban, el sonido de los picos cesaba y la algarabía empezaba.

En aquella taberna, había un viejo enano, que prefería sentarse siempre solo en un rincón apartado del salón,  ese era Gimli, quien con el pasar de los años se había ido volviendo más taciturno, tozudo y temperamental. A diferencia de la mayoría de habitantes de la montaña, quienes seimpre buscaban la compañía de sus congeneres, Gimli solía sentarse sólo frente al fuego fumando su vieja pipa observando el fuego al tiempo que pulía su vieja hacha.

De vez en cuando había alguno que otro mozalbete que se atrevía a importunar a Gimli pidiéndole compartir alguna de sus viejas historias y dependiendo del humor del viejo enano, ese mozalbete podía encontrar exactamente lo que buscaba o terminar con la cabeza partida.

Sin embargo, esta noche era diferente, pues el mismísimo rey bajo la montaña había decidido hacer acto de presencia en aquella taberna y tras cruzar algunas palabras con Gimli, Thorin, Yelmo de piedra se marchó en silencio, al tiempo que una sonrisa se dibujaba en el rostro de Gimli.

Tan pronto Thorin abandonó el lugar, el viejo Gimli se puso de pie y tras apartar a un par de mocosos de su camino se subió a una mesa y con su potente voz solicito a todos los parroquianos que guardaran silencio.

Escúchenme bien gandules buenos para nada, si no quieren que les parta la crisma y les afeite esos cuatro pelos que llaman barbas, será mejor que se callen pues tengo algo importante que decirles. - dijo Gimli, al tiempo que arrojaba su vieja hacha contra la barra.

Acabo de tener una conversación muy interesante con Thorin Yelmo de piedra y me ha dicho que el momento ha llegado, mañana a primera hora un grupo de ustedes será elegido para viajar a Moria y recuperar nuestro hogar ancestral de lo que allí mora.

Pero no se emocionen, pues es muy probable que este viaje sea sólo de ida, pues la consigna es recuperar Moria o morir en el intento y les juro por todo aquello que es sagrado que yo personalmente veré que así sea, aquellos que sean elegidos no podrán volver hasta que Moria esté nuevamente bajo el dominio de nuestra gente pues si lo hacen, o lo intentan seré yo quien personalmente separara sus cabezas de su cuerpos.

Ahora sigan bebiendo si así lo desean, pues puede que sea la última vez que lo hagan. - dijo Gimli mientras bajaba de la mesa y recuperaba su hacha.

Hoy fue una noche interesante despues de horas de trabajo duro en la herreria, fui con unos compañeros a descansar en la cantina, tomar unas cervezas, disfrutar unas historias y pasar la noche tranquilo.

Pero de golpe entro El Rey Bajo la montaña, camina directamente al Maese Gimli y le susurra unas palabras y luego se va, para mi sorpresa y la de todos, Gimli Nos convoca a conquistar Moria. -Por fin? la hora ha llegado! Nuestro reino sera tan glorioso como antes.- Me levanto de mi silla y viendo a Gimli a los ojos le grito -Mañana estare alli y no dude que ire a esa aventura, mi trabajo en la forja es bien reconocido por el rey.-

Hacía pocos minutos que había abandonado la Ciudadela de Erebor, y consecuentemente, mi puesto de guardia. Me sorprendí de sobremanera al reconocer a mi rey, Thorin III, mientras caminaba por las calles. Se dirigía a una de las tabernas más populosas. Ingresó solo, y de igual manera se marchó, apenas un par de minutos más tarde.

Fue entonces cuando escuché la algarabía. Un revuelo se había armado dentro. Atravesé el umbral, no era muy asiduo a aquel sitio, y de inmediato atisbé al reconocido Gimli, con su larga barba y gesto tosco, encaramado a una mesa. Hablaba sobre una aventura, una misión encomendada por el rey: recuperar Moria.

La sola idea resonó en mi alma y sólo pudo devolver, como un espejo pulido, la emoción de un viaje épico, cargado de misterios por descubrir y hazañas por realizar. 

Ya era hora de abandonar la comodidad de Erebor. Estaba cansado de la rutina de la guardia del rey, nada me ataba a él y tenía absolutamente claro que sería su voluntad que yo me incorporase a la expedición. 

-Puedes contar conmigo y mi hacha -dije, alzando un puño al aire en dirección a Gimli-, mañana al amanecer estaré aquí.

Y sin más me retiré, regresando sobre mis pasos hasta el puesto de la guardia que había sido mi hogar durante incontables años. Allí, hablé al Capitán de la Guardia del rey, y solicité una entrevista con Thorin. Estaba seguro que a mi rey no le gustaría que me fuera sin pedirle permiso directamente a él y sin despedirme, claro está.

No copien a Garamil ni a Tolgur, ellos no están en la taberna.

El frío se notaba en los huesos del viejo enano, pero Gwalin parecía no inmutarse por aquel sentimiento. Paseando por la almena, saludaba y comprobaba que sus "mucháchos" estuviesen alerta en sus puestos de vigía. No era su ocupación, pero le gustaba dar ejemplo y que le vieran que él estaba ahí como uno más. Pero hoy no estaba a la guardia, ni siquiera se movía. Solo miraba en la ontananza como si algo le llamara.

Realmente no tenía que estar ahí, pues hace años había otro Capitán que ocupaba el cargo de la guardia de la puerta. Por eso le habían nombrado capitán emérito. Lo de emerito vanía pues Gwalin era mayor incluso entre los longecos enanos como para seguir con esa tarea, pero nadie en su sano juidio quería llevarle la contraria a ese viejo enano gruñon, su hacha había partido más cabezas que toda la guardia junta a su servicio y que la mayoría de los habitantes de la ciudad.

Más de una vez Thorin personalmente le había dicho que hiciera de su consejero, pero Gwalin se enfurecía y le preguntaba que si aun no servía para estar en la guardia...y que si así era, mejor se "quitaba de enmedio".

Era tozudo como solo un enano podía serlo y apasionado y meticuloso en su trabajo como solo un enano podía serlo.

Y entonces ocurrió. Iba a ver una expedición para recuperar Moria. La primera idea que le vino a la cabeza al viejo enano era que por fin se habían buscado una excusa para que dejara la guardia. Luego tras muchas ias y vuetas por la almena, muchas pintas de cerveza en la tarberna y hablar con varias personas, pensó que era la última gran aventura que ese viejo enano podría vivir. Era la aventura que podría marcar el destino de su nombre y el de su familia.

- Debo ir a Moria.

Las palabras salieron seguidas de un caluroso vaho en la fría noche, en lo alto de la almena... y con un hilo de humo mientras hablaba con Gimli en la taberna, compartiendo con éste una excelente hierba de la cuaderna del este.

- Sabes que seré de gran ayuda allí dentro, que no me arrugo y que sabré estár...y si hace falta sé hacer que los demá no se arruguen....bah, qué te voy a contar.Ya me conoces de sobra.

- Bueno, me voy. En un par de horas hay cambio de guardia y quiero ver si ya están preparados los siguientes, si no probarán un poco de mi medicina enguantada. Ya sabes, mejor preparado con tiempo.