Partida Rol por web

A los pies de las grandes murallas de Erebor se vió la figura de un viejo hombre, un humano enjuto quién caminaba ayudado de un bastón, su rostro denotaba una pena y nostalgia como pocas veces se había visto.

Los guardias al notar su presencia intentaron detenerlo, sólo para que el misterioso caminante desapareciera en medio de la bruma.

Ante tan inusual fenómeno, uno de los guardias parecía bastante furioso.

¡Avisad al rey! Ese jodido mago no debe interrumpir la ceremonia de selección de mañana, de lo contrario maese Gimli nos cortará algo más que las barbas.

Si algo interrumpe la expedición a Moria estaremos en líos.

Frarim le dio su armadura y Garamil la aceptó, al cabo de tantísimo tiempo de luto. Se armó pero echó una última mirada melancólica hacia el valle. Recorrieron sus ojos los montes que se abrían a los lados, y el horizonte lejano, y el río y la ciudad de Dale. Y algo le llamó a mirar hacia abajo, desde su sitio tras las almenas.
Vio una figura extraña, alguien que no era enano, ni era elegante en su porte como un elfo, ni orgulloso y alto como los descendientes de los numenoreanos. Un simple hombre, encorvado.
Pero algo captó su atención. Sintióse curioso, casi tanto como lo había sido la primera vez que vio Erebor.

Frarim estaba a su lado, y Garamil le señaló con el mentón al extraño viajero.
-Quiero verle el rostro. Sígueme. -le habló.
No esperó una respuesta, sino que bajó serio hasta el portón y salió afuera. Blandía su arma, listo para defenderse.

Logras llegar al lugar unos segundos antes de que la bruma rodeara al extraño  hombre, notas que lleva una túnica azul y su rostro...

Su rostro está cargado de una congoja tan profunda como el mar, el rostro de aquél hombre es un cuadro viviente de la pena y el dolor, como si algo se hubiera quebrado en su interior ya hace buen tiempo.

Erebor llevaba revuelto cierto tiempo, las vibraciones de la piedra le había advertido de que la calma pronto llegaría a su fin. Groak su fiel amigo llevaba días inquieto, él y su bandada se habían reunido en varias ocasiones intercambiando rumores, chismes y objetos brillantes, muchos predijeron la visita del mago pero ninguno podía ver más allá de sus pequeñas limitaciones. Pero eso no era lo que preocupaba al viejo mírnethron, las alineaciones de las joyas no eran claras y el nerviosismo de Thorin III, Yelmo de Piedra y sus misteriosas reuniones con Gimli no eran buen presagio.

Muchos miraban a ese enano como un héroe de la guerra del anillo, pero el viejo mírnethron no creía que fuera una buena influencia, aquel enano últimamente se había comportado como un pendenciero, ademas Tolgur era de los que no aprobaban su amistad con el hijo de Thranduil, uno de los saqueadores de Erebor, un rey del linaje de los sindar cuya pueblo habían traicionado al antiguo reino enano de Belegost. Todo esto le hacía ponerse en lo peor, pues los males de la mente son insidiosos y tal vez el tiempo de Gimli empezaba a llegar a su fin, en su familia ya había antecedentes sospechosos, por parte de su primo Balín, y lo útimo que deseaba el viejo sanador era tener alguien así susurrando sandeces al oído a su rey.  

Sus meditaciones se vieron interrumpidas por un soldado que entro apurado en su cámara-¡Maese Tolgur! a pasado como aventurasteis, los guardias de la atalaya creen haber visto a alguien entre la bruma-dicho esto el guardia regresó a su puesto mientras el viejo enano se levantaba pesadamente y se dirigía a los pisos superiores.

Desde las almenaras el viento despeinaba la poblaba barba del enano, Roak se arremolinada en su hombro usando la cabeza del enano como escudo para combatir la fuerza del viento. Los ojos de Tolgur se clavaban poderosos en la oscuridad, pero no atisbo a ver nada, suspiro algo cansado mientras sacaba una vieja pipa de su zurrón y la cargaba. Las primeras caladas le ayudaron a serenarse relajando así la tensión de sus anchos hombros, el viento amainaba haciendo así que Roak se sintiera más tranquilo pero al poco dejó el hombro del enano para salir volando a buscar cobijo, al fin y al cabo el pequeño animal no contaba con la legendaria resistencia al frío de los enanos y tras un rato en lo alto de la montaña este empezaba ha hacerse patente.

Justo cuando estaba a punto de retirarse algo le llamo la atención por el rabillo del ojo, parecía que dos enanos se adentraban en la oscuridad, uno de ellos era un gigante entre los suyos y el otro era ese viejo enano al que llamaban la Piedra Viva, alguien que había sangrado y sufrido por el linaje de Durin pero que ahora estaba pagando las consecuencias. Un Tolgur más joven tal vez hubiera sentido pena por él, pero el actual mírnethron no iba a arrebatarle el orgullo a un hermano veterano sintiendo lastima por él, ademas no le paso por alto el detalle de que un mago es un ser muy esquivo y difícil de percibir, sin embargo aquellos dos parecían ir en la dirección correcta. Sonrió para sus adentros y en la soledad de la noche hijo un pequeño gesto de aprobación hacia la agudeza de la Piedra Viva, sin duda aunque su tiempo se acababa seria un enano que daría que hablar...

Como el capitán emerito que era, Gwalin salío raudo al oír la voz de alarma. Se acercaba un mago, o eso es loq ue habían dicho.

Gwalin se encaramó a la muralla y miró hacia abajo. Su semblante impertérrito escritaba la figura.

- No esperaré a que se acerque más- habló más para sí que para que alguien lo escuchase.

- ¡Guardias, atentos al intruso! ¡Bajo a ver quien es! ¡Si me ocurre algo ya sabéis lo que debéis hacer, que para eso os he entrenado yo!- grito a sus compañeros.

El viejo enano salió por una pequeña puerta lateral que se cerró al instante. Pertrechado con su equipo de combate, el enano se acercó al supuesto mago, justo en el memento en el que una bruma se le echó encima. Pero antes pudo ver su rostro. La pena dominaba las facciones de aquel ser y el guerrero tuvo la sensación de que llevaba consigo una carga espiritual más grande que la del propio Gwalin.

- ¡Alto! ¡Quién eres y a qué te traen tus pasos a Erebor!- preguntó el enano sin amedrentarse.

Luego de que el viajero se pierde en la bruma dejando a los gaurdias desconcertados y en estado de alerta, tu hermano te pide que lo sigas.

Ya un poco más lejos del tumulto, Frarim, te mira a los ojos sopesando sus proximas palabras y tras un algunos segundos de silencio, finalmente tu hermano menor habla.

Garamil, escuché una conversación bastante interesante entre dos cuervos de Erebor, al parecer el Rey Thorin planea reconquistar Moria, según dicen recibió un mensaje de los ancestros. El día de mañana se  tendrá lugar  una ceremonia para seleccionar a aquellos que iran a Moria.

Sé que odias las multitudes, pero quiero que vengas, con algo de suerte y podremos emprender juntos esta gloriosa gesta y antes de que me digas que estás viejo para esto, quiero que sepas que hay más fuerza y nobleza en tí que en la de muchos de esos mozalbetes que hoy en día se hacen llamar soldados. Confío en que estaras allí. Ahora hermano voy a beber una buena cerveza y te espero mañana en el salón principal. - dice tu hermano mientras te entrega tu vieja hacha y parte de regreso a la ciudadela.