Partida Rol por web

Caíste a una gran profundidad. Los huesos te dolían a rabiar, como todo el cuerpo. En la soledad del abismo, pudiste visualizar el cadáver de tu amante, de tu esposo y único amor. Entre lágrimas, te arrastraste como buenamente pudiste y conseguiste alcanzarlo. Los sesos esparcidos por el suelo, alimentando a la madre Naturaleza.

Lo abrazaste entre el llanto y el dolor, la amargura y la desesperación. Fue ahí, cuando tu mano notó algo debajo de su chaleco: una nota. La cogiste y la leíste. Iba dedicada a una mujer: Gabrielle Hunt.

Una jodida carta de amor respondiendo a una pregunta de ella sobre si aceptaba ser su amante. 

Al entrar en el Hotel, Gabriel y Rose habían desaparecido por uno de los pasillos, sentisteis un alivio, como si vuestro cuerpo se relajase por completo. Elena corrió en busca de la recepcionista, sin embargo, como era de costumbre, no se encontraba en su puesto de trabajo.

Llegamos al hotel exhaustos, Elena acaba de poder hacer vuelto a perder su pareja. No sabía que estaba pasando, pero había que irse de aquí. 

- Elena ¿como estas? - intento que este distraída para olvidar lo mal que lo estamos pasando. 

¿Donde demonios se han metido estos dos? Creo que debemos marcharnos de aquí. Recuerda lo que vimos en este hotel al llegar. Creo que todos están conpinchados. Vayamonos de aquí, se que es duro dejar a Steve atrás, yo tambien perdiendo a Gabrielle. 

En el fondo Steve me importaba más bien poco, aun recordaba lo poco agradable que estuvo conmigo y Cooper al sufrir lo que sufrimos. 

Yo me iré de aqui Elena, me gustaría que te vinieses conmigo y salvadas tu vida. No quiero ver como más parecemos aquí. 

Dolida, angustiada, no sabía qué demonios pensar en este minuto. -No lo sé, Robert...- Le murmuré cuando me pregunté por como estaba. Escuché sus palabras sobre sus sospechas del resto, de quienes nos encontramos en el bosque, del personal del hotel y de más. La verdad es que todo se veía tan surrealista y había pasado tan rápido que seguía a Robert por inercia.

-Si, creo... Creo que tienes razón. Deberíamos largarnos de aquí cuanto antes- Terminé diciéndole. Luego comencé a buscar con la mirada la puerta principal para irnos de este sitio. -¿Sabes dónde está la salida?-

No se donde está la salida, pero saldremos de aquí a pie. De momento no  me da confianza coger un taxi de la zona. Vamos, marchemos cuanto antes. Nos protegeremos mutuamente. 

Mi idea era abandonar lo antes estas terroríficas vacaciones. Maldigo la hora en la que decidimos venir. 

Sin embargo, una densa niebla blanca apareció en el lugar, impidiéndoos ver por completo, atrapándoos en ella. Os dificultaba el poder respirar, parecía tóxica, sentíais que os faltaba el oxígeno. Os quemaba toda la garganta, el esófago, la tráquea e incluso los pulmones.

Quedasteis totalmente paralizados hasta que os sumergisteis en un profundo sueño.

Y es que, antes de dormir, escuchasteis una risilla familiar: Rose.

-Bienvenidos una vez más a nuestro Hotel.  -Comentaba una voz anciana desde lo alto de las escaleras. Se trataba de la recepcionista quien, con sus brazos abiertos y ajustándose las gafas que se le caían, mostraba una radiante sonrisa de oreja a oreja.

Los huéspedes pasaban por el rellano del hotel de un lado para otro. El hotel había cobrado vida por completo. Sin embargo, parecían vacíos, pues sus miradas carecían de alma; parecían hologramas.

El dueño del hotel os dio la bienvenida, ofreciéndoos una bandeja de canapés. 

-Son toda una delicia exquisita de nuestro país, probad, no os cortéis. También tenemos la opción vegana. -Introdujo un canapé de la opción vegana en la boca de Elena.-, ¿queréis más? Comed, comed. -Le otorgó más canapés al ver como esta se relamía los dedos.

Mientras la ecologista y el viudo Robert probaban los canapés, alguien quiso acaparar toda la atención: Gabriel. Se encontraba en la cúspide de las escaleras con una copa de vino y una cucharilla. 

-¡Damas y caballeros! -exclamó bebiendo ahora que había acaparado la atención de todos los presentes.-, comunicaros quiero que está abierta la nueva sala de mi recién exposición. Rose, ¿sería tan amable de hacer los honores?

La anciana asintió y desde el otro lado del ala de la sala, tiró de una cuerda de seda, dorada, que cubría una lona rojiza. Al deslizarse por completo y caer al suelo, se dejó ver lo que sería la nueva exposición de Gabriel.

Cabezas, corazones, riñones, cabellos enlatados al vacío, se podían visualizar o admirar desde una vitrina. En una de las cápsulas se encontraba la cabeza de Mikel Taylor, en otra, los corazones del matrimonio Jones e, incluso, el útero de Gabriella. En la última, el cuerpo enterizo y destrozado de William Taylor.

-Os presento mi nueva obra: 'El éxtasis de Gabriel'. Y, ahora, seguid degustando los canapés. Dicen que la receta vegana está mejorada con un sabor cien por cien ecológico. Esencia de Steve.