En el Broadstreet te dejaron paso libre en cuanto te vieron llegar, aunque te indicaron que fueras por la puerta de atrás, para no llamar la atención. Cuando diste la vuelta a la manzana, El Conde estaba allí para recibirte, tan desagradable como siempre.
- Espera aquí a que Edward te conceda audiencia.
Duke interrumpió tu rutina en el Broadstreet. Entró en la sala que usabas como salón de audiencias y esperó, pacientemente, a que le concedieras atención. El antiguo soldado se mantuvo inmóvil, como una estatua, esperando. Y de hecho, cualquiera diría que se podría mantener así eternamente, a la espera de una palabra tuya.
Edward se encontraba en ese momento acariciando distraidamente una cítara de su colección, en alguna ocasión hacia vibrar sus cuidadas cuerdas disfrutando del sonido que bien le parecía celestial. Si había algo en lo que se esmeraba en cuidar era su colección de instrumentos antiguos, cuando Duke entró en la sala pidió un segundo con el dedo para terminar un breve pareado musical que abstrajo a Edward a tiempos pretéritos por esos mismos instantes que duraron sus vibraciones. Cuando terminó, miró a su chiquillo.
Dime, Duke, ¿qué ocurre? preguntó con cierto hastío.
- Rachel está aquí. Ha traído a un hombre consigo. Inconsciente. Espera en la puerta de atrás.
Apenas puso algo más de énfasis en el nombre, lo que, para el Príncipe, equivalía casi a que lo escupiera con desprecio. El Sheriff se mantuvo firme, esperando las órdenes de Edward, sin realizar más movimiento que algún parpadeo ocasional.
Edward miró a Duke con los ojos entrecerrados, la verdad es que no esperaba que Rachel trajera consigo a un hombre inconsciente, al Príncipe le resultó curioso saber aquello y mayor curiosidad por saber qué hombre inconsciente traía. Dejó con delicadeza el instrumento musical a su lado, hizo un gesto suave de aceptación hacia el Sheriff.
Hazla pasar. dijo breve, acomodándose sobre su trono de madera.
Uno de los porteros del Broadtreet salió por la puerta trasera del local y le susurró algo a El Conde. Miró a Rachel con algo más de desprecio que anteriormente, y le hizo un gesto para que pasara, junto a su "pasajero".
Te guiaron directamente hasta la corte de Edward, donde el Príncipe te esperaba, sentado en su trono de madera.
Cuando el Duque me invitó "cortésmente" al salón del trono de Edward, le sonreí.
-Tan galante como siempre- le dije antes de cruzar el umbral para encontrarme con el Príncipe. Caminé hacia el trono de piedra, y me detuve a unos dos metros del toreador. Dejé caer el cuerpo de Klondike al suelo, con delicadeza.
-Buenas noches, Edward. Perdona por presentarme de este... modo- miré al anciano y luego al príncipe -, pero creo que lo que te "traigo" puede ser de tu interés...
Le mostré el maletín, avancé un par de pasos y lo dejé frente a él, antes de retroceder a mi posición original.
-Este hombre... es un ghoul. Lo hallé en mi "zona de caza", como si acabara de salir de un incendio, y vi con mis propios ojos cómo regeneraba sus heridas. Me acerqué y le hice un par de preguntas, al principio, por curiosidad, pero luego... digamos que ver cómo guardaba con celo el maletín, la evasiva a mis preguntas y el hecho de que su contenido fuera su "salvoconducto" para abandonar Denver, me hizo sospechar- hice una pausa, observando la reacción de Edward a mis palabras.
-Huyó de mí como alma que lleva el diablo, con una velocidad propia de los tuyos o de los brujah- sonreí con satisfacción -, pero sabes que soy muy buena en lo mío...
Aparté un mechón de mi cabello, reuelto tras la intensa persecución.
-Lo debilité para que no volviera a huir... pero seguía sin soltar prenda, así que lo he traido ante ti. Si he errado en mis sospechas, te pido disculpas, pero mi instinto no suele fallarme. Este "hombre", oculta algo...
El hombre que trae Rachel, inconsciente, magullado, nariz rota, ropa manchada de hollín y sangre seca.
Edward esperaba en su trono de madera, en esta ocasión su actitud inhumana parecía a buen recaudo, mostrando la galante sonrisa con la que te recibió la primera vez. Junto a él descansaba un extraño instrumento musical de cuerda, a todas luces medieval, que había apoyado cuidadosamente junto al trono. Miró con curiosidad al paquete.
Bienvenida de nuevo, querida Rachel. dijo satisfecho por su iniciativa de venir a verle. Cogió el maletín que le ofrecía, la fría expresión del Príncipe no demostró ninguna emoción, camuflada tras su máscara de amabilidad, pero que apareciera un maletín y un tipo le gustaba. Sonrió con sinceridad a la gangrel, pero era una sonrisa de satisfacción. Te lo agradezco, Rachel. Veo que aprecias mi colaboración, como yo aprecio la tuya. Me congratula saberlo. Te escucho.
Miró ahora al tipo que traía con ella, que resultó ser un ghoul, ahí su mirada se volvió oscura y gélida. Aún más mientras escuchaba la narración de Rachel, pero a pesar de ello mantenía una inquietante actitud amable, era lo mínimo que podía mostrar a la vampiresa que podría haber ignorado la posibilidad de traerle ese.. regalo.
Gracias, querida. Tu.. eligió cuidadosamente la palabra, y no era servicio. Ayuda me satisface y me sorprende, me alegra ver que entiendas mi función en la ciudad. Si tu cuidas de lo mío, yo cuidaré de lo tuyo. Pero ahora.. tenemos un invitado muy especial aquí, con nosotros. se levantó casi flotando, con un movimiento etéreo, fantasmal, para acercarse al ghoul.
En pie, sin dignarse a arrodillarse, Edward le miró con desdén y superioridad hiriente. Asintió a las palabras de Rachel, sugiriendo que ese.. parásito.. ocultaba algo. Hizo un gesto severo a Duke, que aguardaba en silencio en un rincón, al margen de la conversación para que despertara al ghoul. Esperó a que despertara con paciencia, sin parpadear.
¿Sabes quién soy yo? le preguntó mirándole a los ojos, maligno. ¿Sabes qué significa para ti estar ante mi presencia y en este lugar? Sí, lo sabes. Un salvoconducto para abandonar mi ciudad. No deberías haberte molestado, odio las alimañas y me presto rápido a despedirlas de Denver. Tienes dos opciones. se paseó con total tranquilidad alrededor, admirando sus tapices. Puedes hablar ahora, decirme lo que sabes, satisfacer mi curiosidad y morir con rapidez e indoloramente. se volvió y le miró, buscando sus ojos con una inhumanidad aterradora, ahí Rachel pudo ver las briznas del monstruo que realmente era Edward.
O puedes ser torturado una y otra vez, largos días de tormento te esperan hasta que hables. Eres un ghoul.. eso quiere decir que durante un mínimo de un mes podrás regenerar tus heridas.. y créeme que aprovecharé ese tiempo hasta el último segundo, esperando a que te regeneres para volver a mutilar tu cuerpo. habló con frialdad y aterradoramente sincero. Te volverás loco por tu necesidad de beber vitae, ¿cómo lo llaman estas noches? ¿Mono? Sí.. un mono de un drogadicto acabado.. y veo que eres viejo.. notarás como te consumes lentamente y envejeces hasta pudrirte.. y cuando estés al límite de tu muerte.. te daré de beber mi sangre para que recuperes tu físico. Entonces.. volveré a torturarte y repetiré el proceso tantas veces hasta que no quede ni un ápice de racionalidad en su cabeza. la voz de Edward se iba volviendo cada vez más dura, contundente, y no apartaba del ghoul una mirada que ni siquiera parpadeaba.
¿Qué? ¿Empezamos?
Editado.
No pude sino enarcar una ceja ante la actitud del príncipe. Toreadores, siempre enmascarando lo que son tras una máscara de "humanidad".
Tras el favor que le había hecho a Edward, algo olía muy mal en Denver y, aquel ghoul, aunque pudiera no estar relacionado, apestaba. Si el principito pensaba que hacía un "servicio a la comunidad", estaba errado. No, yo lo que quería era lavarme las manos y asegurarme de que me dejaran en paz, tanto en lo que se refiere a mi refugio, como a las mascotas de Edward.
Aparté los cabellos de mi rostro, usando los dedos de mi mano para echarlos hacia atrás desde las sienes.
-Ahí tienes tu presente- dije tras escuchar las intenciones del Príncipe para con el anciano -, haz lo que quieras- me encogí de hombros y giré sobre mis talones, dispuesta a salir de allí -. Buenas noches, Edward.
No me apetecía ver la tortura que aquel hombre iba a sufrir. Lo único que quería, era que el ghoul pensara que servía al Príncipe, de modo que mantuviera la boca cerrada respecto a la ubicación de mi guarida, ya que, en su razonamiento, no tendría sentido desvelarle al Edward dónde pasa los días una de sus mascotas, ¿no?
Una parte de mí, sentía lástima por el anciano...
El anciano ghoul, salía y entraba de la inconsciencia intermitentemente, pero mantuvo la suficiente lucidez como para comprender, al menos de manera instintiva y esencial, el amenazador discurso del Príncipe. Su experiencia completó los huecos y lagunas que su estado semi-comatoso había causado.
Intentó hablar, pero un acceso de tos se lo impidió hasta que escupió una flema sanguinolenta a los pies del Príncipe, de manera involuntaria. Pudo susurrar un par de palabras antes de caer de nuevo en la bruma del sueño.
- Thaddeus... Prestor...
Justo cuando estaba en el umbral escuché al anciano mencionar a Prestor. Miré por encima del hombro, sin girarme. El asco y la rabia se veían claramente en mi rostro y en la intensidad de mis ojos verdes, ahora ensombrecidos.
La imagen de la madre y la niña, vinieron a mi mente. La impotencia que sentí entonces, me hizo apretar con fuerza los puños.
-Hice bien en traerte, entonces...- mascullé, apretando los dientes, antes de girar la cabeza de nuevo hacia la puerta y atravesar el umbral.
Edward se inclinó levemente para escuchar las palabras del ghoul, fue un gesto casi teatral, porque el Príncipe podía escuchar hasta el zumbido de una mosca en la sala contigua si se lo proponía. Palmeó la cabeza de Klondike satisfecho, siseando en respuesta, escuchar esos nombres pareció no agradar mucho a Edward.
Es un buen principio. dijo mientras se volvía hacia Rachel, que también había reaccionado a esos nombres. El toreador dejó que se diera unos pasos en dirección a la salida, pero con una sutil sonrisa diabólica que escondió rápidamente tras su máscara glacial, se despidió de la gangrel.
Ahora ya sabes porque soy el monstruo que necesita esta ciudad. dijo lentamente mirando la espalda de Rachel. Porque yo sé cuales son los límites. Si te sirve de consuelo, miré a los ojos de ese bastardo antes de mandar ejecutarlo y le recordé sus crímenes. Lo siento por la niña y la madre, estaban muertas cuando llegué. mintió sin parpadear, pero era una falacia mezclada con la verdad, al fin y al cabo estaban muertas cuando llegó, de un modo u otro.. y que lo sintiera.. lo sentía porque la Mascarada casi había saltado por los aires siendo él el Príncipe. Prestor no volverá a hacer daño a nadie. Y también tienes mi compromiso. Nadie tocará a otro niño del modo que lo ha hecho Prestor en mi ciudad, eso puedo prometértelo.
Cierto era que Edward había perdido hacía mucho tiempo cualquier rastro de empatía, pero aún habían trazas del hombre que fue y los tabúes que toda una vida mortal se le habían adherido al alma. Aunque el Príncipe haría cualquier cosa por mantener su dominio, el orden y evitar cualquier guerra, seguía recordando que había cosas sagradas. Al fin y al cabo, algunos monstruos tienen sus límites.
Edward habló justo antes de que abandonara el lugar. Esta vez no me giré, sólo ralenticé mis pasos hasta detenerme. Cuando el Príncipe terminó su alegato, abandoné la sala del trono y me dirigí hacia la salida, sin decir nada.
Que Prestor hubiera muerto, me reconfortaba, pero la madre y la niña... algo se removió en mi interior, algo que luchaba por quebrar mi semblante estoico... y no podía permitir que eso sucediera. No delante de Edward y sus mascotas.
Pude haberlas salvado... y no lo hice.
Me reprendí a mí misma en mi mente. Era un montruo, igual que Edward, pero sentía cierta debilidad por la vida, sobretodo de una criatura inocente que apenas a empezado a vivir.
Mientras salías, te pareció notar cómo las miradas de los presentes se clavaban en ti. Aún así, no estuviste segura de si era real, o era una ilusión, producto de los sentimientos encontrados que se agolpaban en ti, porque cuando centrabas la vista en alguien, no lo veías mirándote, si no haciendo cualquier otra cosa: tomando una copa, alimentándose del ganado, riéndose con alguien. Todos, excepto El Conde, que te miraba con su desdén característico, de forma fija, sin disimular en absoluto.
Saliste de El Broadstreet sintiendo alivio de dejar de sentir el peso de la gente a tu alrededor, y poder notar de nuevo el aire frío de la noche en tu piel. No tener un techo y cuatro paredes que te encerrasen, rodeada de aquélla multitud, te alivió de una forma que no pudiste llegar a abarcar del todo. Sólo fuiste plenamente consciente de cuánto necesitabas salir de allí cuando te encontraste en la calle, alejándote de la puerta y el bullicio del local.
Una sensación extraña me invadió. Sentí agobio, ansiedad, incluso llegué a creer que todas las miraddas se posaban en mí...
Hasta que no salí del local, hasta que no percibí la brisa nocturna enredarse en mis cabellos y el bullicio de la noche llegando hasta mis oídos, no me sentí libre de aquella asfixiante sensación.
Comencé a pasear por la calle, y la imagen de la mujer y la niña... me perturbaron. Vi sus rotros, sus cuerpos inertes en brazos del cainita. La fragilidad de sus vidas...
Pude haberlas salvado, me dije.
Pude haberme enfrentado a Prestor, haber recatado a la madre y a la niña...
Imaginarme a la madre y a su hija, muertas, sabiendo que estuvo en mi mano salvar sus vidas... era como si una montaña se cayeraa sobre mis hombros. Arrepentimiento, pena... ¿Qué me estaba sucediendo? Para mi "yo" habitual, aquellas personas eran alimento, podía sentir lástima, igual que el ganadero que sacrifica una res para comer, pero... aquella... "culpabilidad", era diferente.
Me dirigí al parque de la universidad. Necesitaba estar alejadada del bullicio y pensar entre las sombras de la vegetación. Me senté en un banco e incliné mi cabeza sobre mis rodillas, con las manos en las sienes y mis dedos enredados en los cabellos de fuego. Cerré los ojos y musité:
-Lo siento...