Entonces el espectáculo parecía comenzar. Los últimos parroquianos y vosotros subíais la copa en favor de cuatro mujerzuelas que subieron al estrado donde estaba el piano, en el mismo sitio que Tillis hizo el anuncio de su oferta de trabajo. Una vez allí, acompañado por otra canción al piano muchísimo más animada (de ritmo más rápido), las mujeres (que eran cuatro y cada una iba maquillad y con traje largo, como de fiesta y con muchos volantes) comenzaron a bailar al son de la música.
Algunos tipos las aplaudían mientras otros dejaban cer su baba cuando éstas lucían descaradamente un escotazo exagerado. Veíais que los vuelos de los vestidos iban y venían con cada nota, y las piernas de las señoritas brincaban elevándose al tacto del dedo con la tecla.
Todo era muy animado, y entonces, en uno de los descansos, el barman se acercó a una de ellas. Le habló al oído y señaló a Thomas. La muchacha asentía mientras aún éste le susurraba al oído, sin pederder de vista al colono. Entonces, ésta sonrió, el barman se fue, y guiñó un ojo a Thomas antes de continuar el espectáculo.
Esa parecía ser Sally, una mujer que rondaba los cuarenta, pero a la vista de éste, de "muy buen ver".
Jim: Si no me dices nada, supondré que pasas la noche viendo el espectáculo.
Thomas: son 5$ en total. Réstatelos (veo que tenías restados 2$, asique te faltan restarte los tres faltantes).
Thomas parece bastante animado. A veces da palmas siguiendo el ritmo de la música del pianista. Otras, jalea a las damas con sonoros gritos “Yeapijei”. Se abanica con el sombrero cuando las bailarinas muestran desvergonzadamente sus piernas. Golpea a Jim mientras le comenta:
-¡¿Has visto eso?!
- Esto es vida ¿eh?
- Eso sí es saber moverse.
Cuando ve que el tabernero habla con una de las bailarinas, y ésta le guiña un ojo, no se cree lo afortunado que es.
- Brrfffff- Le dice a Jim- Esa tal Sally bien merece tres dólares, sí señor.Mañana te contaré si en la cama es igual de revoltosa JAJAJAJA.
Me resto los otros tres dólares //Chupasangres// T_T
Bien, bien, bien, muchacha, ya veo que eres la única que aprecia una buena historia..., verás -y comenzó a contar algo-. Hubo una vez que me encontré trabajando para un granjero que tenía un par de millas en tierra, y muchos ganados. Muchos vaqueros llevaban allí, esto... esto era más arriba, en Colorado, bueno... pues llevaban allí sus ganados a pastar, vacas sobre todo, y pagabaan un precio por pastorear en las tierras del tipo.
El caso es que un día de verano, uno de ellos, que trabajaba conmigo vio venir unos apaches del sur, y todos venían a galope tendido, siendo cinco o séis, y con los brazos en alto mostrando sus hachas... mal pintaba la cosa... ¡mal pintaba! Entonces...
Y siguió contando algunas absurdeces de la historia. Los apaches no querían sino hacer algún negocio con el cacique de la tierra, un intercambio de animales por armas. Lo típico, vaya. Pero Buck lo exageró demasiado para que no se notara la obviedad y el poco peligro que en realidad desentrañaba la historieta.
Luego te siguió contando alguna historia más de su trabajo como vaquero. El hombre no era mal tipo, se veía que era bonchón, pero algo pesado. Tras un rato, marchaste a la cama de puro aburrimiento.
Jim bebe. Mataratas del malo. Nada que ver con el buen bourbon sureño. Pero la vida le había cambiado tras la guerra y los recuerdos del bourbon no le calentaban la garganta.
Finalmente, cuando el espectáculo de bailarinas terminó, ocurrió lo mismo con el turno del barman y el camarero, aunque entró otro hombre tras la barra. El viejo Thomas subió a una de las habitaciones con Sally, y sólo dios sabe qué paso dentro. Lo cierto es que el viejo no saldría hasta por la mañana, antes de la hora que dijo Tillis. Jim, por su parte, se quedó en el bar, disfrutando del último trago pues no le sirvieron más.
Escena cerrada.
Jim, réstate otros dos centavos por el trago.