Flavio y Damian se giran al escucharte.
—Creo que no lo sabía. Sospecho que entró aquí para robar y entonces te vio. Pero sabiendo que aquí hay una elfa es muy probable que planee regresar para acabar contigo. Seguramente con refuerzos.
—Este lugar será peligroso, deberíamos avisar a los sacerdotes de este templo para que tengan cuidado o se vayan. O pueden que no decidan pasarse por aquí asumiendo que la guardia vigilará el lugar por un tiempo. En cualquier caso es mejor ir a otra parte. Conozco un lugar tranquilo y seguro donde podréis continuar con el entrenamiento, aunque no dispondrá de algunas facilidades que sí dispone el templo.
—¿Qué lugar es ese?
—Una cabaña abandonada que hallé en el Bosque de los Perdidos.
—¿Bosque...? Ah, creo que... eh... ¿es el que está al oeste de Pelidia?
Hago una breve pausa, mi cerebro hace ruiditos al intentar recordar por qué parte del reino andamos. Hemos recorrido tanto que sin un mapa me pierdo. Incluso con uno tengo problemas para orientarme. Garcias, Aeria, por no permitirme viajar sola.
—...Maestro Flavio... —pregunto, arqueando las cejas—. ¿Dónde estamos ahora? No me acuerdo ni cómo se llama el pueblo. Perdón.
Los ruiditos que hace mi cerebro son como una computadora leyendo un disco duro viejo.
—Estamos al este de Retiro del Dragón, al norte del Bosque del Llanto Eterno.
—Me temo que será un buen trecho, así que habrá que prepararse para un viaje.
—Ya estoy imaginándome a mi hija quejarse por tener que caminar...
—Siempre puede ir a lomos de Friedrich, no me importa caminar.
—Retiro... Bosque... —voy repitiendo en voz baja, para que me quede todo lo más registrado posible—. ¡Muy bien! ¡Partamos ahora mismo!
—Shio, son las once de la noche. Anabella ronca a pata suelta y yo estoy muerto.
—Ah, eeh... con todo esto olvidé lo tarde que era, perdón —me disculpo con una risa floja—. De verdad, lo siento, trataré de ir a dormir.
Pon salta sobre mi hombro y se posa en mi cabeza, echándose allí.
—¡No! ¡Que recién me lavé el pelo! ¡Quita!
Lo retiro suavemente para sostenerlo en mis brazos.
—Hasta mañana maestro, Damian.
Con una leve inclinación a modo de despedida, me retiro a mi cuarto. Efectivamente, Anabella ya es una con las sábanas.
—Shh... —Le hago guardar silencio a Pon-Pon y me meto en mi cama. El zorrito se acomoda sobre mi pecho.
Y no puedo pegar un ojo.
—Pon... no puedo dormir...
No sé cuánto rato habrá pasado ni cuánto estuve ya mirando el techo, escuchando la respiración de Ana y de Pon-Pon. El animalito despierta con parsimonia cuando le hablo y me mira.
—¿Cómo se les ocurre que podría conciliar el sueño luego de todo lo que ocurrió? La cueva de los contrabandistas fue un paseo por el parque al lado de esto otro.
Le doy mimos en la cabecita con el dedo. Como está bañadito, no me importa tenerlo conmigo ahí.
—Y encima mañana emprendemos viaje. ¿Nos acompañarás? ¿Podremos contar contigo? —Le dedico una gran sonrisa, recordando lo que hizo por mí cuando estuve a punto de morir—. Necesitamos un guardian valiente que nos cuide.
—Pon— responde bajito. Parece que entiende que no conviene despertar a Anabella. Acto seguido se mueve para dedicarte algunos arrumacos y vuelve a quedarse dormido.
A la mañana siguiente empezáis con los preparativos, entre las quejas de Anabella que no pararon hasta que Damian le prometió que podría ir subida a Friedrich todo el tiempo que quisiera.
Os lleva varios días de viaje, la mayoría a través del bosque de los perdidos, hasta que llegáis a una pequeña cabaña de lo más lúgubre y con claras señales de estar abandonada.
En el interior apenas hay espacio para guardar unas pocas cosas y una litera, fuera hay un fogón para cocinar y en la parte de atrás hay una tumba improvisada con piedras pero que se han puesto con bastante mimo. Algo más retirado hay lo que parece un barreño de madera, quizás para bañarse, entre unos árboles.
—Hemos llegado. Éste es el lugar.
—¿Me tomas el pelo? O sea, es pequeña, desvencijada y está en el culo del mundo. ¡Y solo tiene una litera para dos personas como mucho!
—No esperarías un hotel de lujo, ¿verdad, hija? Nosotros dormiremos fuera, improvisaremos alguna tienda de campaña y unos sacos de dormir.
Amanezco bostezando, atándome el pelo y acomodándome el flequillo.
—Ños ñías...
Lavarme la cara no fue suficiente, apenas dormí anoche y ahora soy un zombi. Me lleva toda la mañana espabilar, pero ya soy completamente persona para cerca del mediodía. El resto de los días de viaje transcurren si hechos considerables y ya puedo dormir mejor.
—¡Es fabuloso! —exclamo con los brazos extendidos—. Vamos, Ana, podría ser peor, podríamos no tener nada. Aquí sólo hace falta limpiar y quizás reparar el techo, ¡y eso será un entrenamiento perfecto!
Me doy vuelta como un resorte hacia Flavio cuando habla de acampar:
—¡Los ayudaré a montar una tienda! Luego iré con Pon-Pon a recoger leña. ¿Qué vas a hacer tú, Ana?
—Ah...
Dando unos pasos, doy con la tumba prolijamente elaborada y me quedo mirándola un momento.
—Damian, ¿sabes quién está enterrado aquí? ¿Qué pasó?
—Parece que aquí yace un tal Alakatar Maetyl.
¡Ese nombre te suena! Era un famoso espadachín umbrío que formó parte del Pacto del Dragón original que lucho al lado de Lord Celdric y tu pariente Erion Aldren contra el usurpador Tarold Nariztorcida. Te sorprende mucho saber que está enterrado aquí.
—Madre mía... estamos en la cabaña donde ha vivido sus últimos años un legendario espadachín.
Observas más de cerca su tumba y ves que hay una inscripción que al parecer le dedicaron sus discípulos.
—Así que es cierto el rumor, que tuvo dos discípulos más después de entrenar a ese infame asesino.
Se me iluminan los ojos a medida que me acerco a la tumba, cargada de admiración y de ilusión. Así como estoy, de rodillas frente a las piedras, le dedico una oración a su alma y luego me pongo de pie a dar saltitos.
—¡Esto hace que la cabaña sea todavía más genial! —exclamo emocionada, dando vueltas, como si así fuera a encontrar más cosas molonas en este lugar—. ¡Y... y... y miren si ese señor tan famoso no dejó algo de su legado aquí! Un libro de técnicas o una receta de estofado. ¡Ahora estoy diez veces más motivada!
Sigo dando saltitos, apoyándome en los hombros de Anabella, con el entusiasmo de un niño esperando a abrir su regalo de cumpleaños.
—¡Que Ana vaya a buscar leña! Le hará bien hacer algo de ejercicio.
Y voy corriendo a la cabaña para entrar en ella a husmear.
—Ya me pondré a limpiar aquí. ¿Tenemos con qué? Creo que no trajimos escoba... ¡improvisaré una!
Luego de decir eso, en vez de meterme allí, salgo a buscar algo con qué hacer herramientas y así poder empezar a hacer más habitable este lugar.
Imagino que los que escribieron esa dedicatoria son Nathan y Eloril, ¿no?
¿Sé sobre ellos? Quizás Key me habrá contado en el colegio, aunque creo que entonces ella tampoco los conocía.
Flavio enarca una ceja.
—Dejó un libro indispensable para espadachines, "El Arte del Combate de Alakatar Maetyl"— comenta —Aunque diría que no lo escribió él, pero puede que sí alguno de sus discípulos. Me pregunto si serán unos monstruos como Reiner el Rojo.
Anabella te mira escandalizada.
—¿Hola? O sea, en serio... ¿esperas que vaya a recoger leña sola? Ni en tus sueños.
Cuando te metes a limpiar el lugar descubres que hay una cama más. Allí dentro pueden dormir 3 personas. Damian se acerca para inspeccionar.
—¿Has encontrado algo?
En cuanto entra algo le cae sobre la cabeza. Parece un diario desvencijado.
Imagino que los que escribieron esa dedicatoria son Nathan y Eloril, ¿no?
Sí.
¿Sé sobre ellos? Quizás Key me habrá contado en el colegio, aunque creo que entonces ella tampoco los conocía.
No, no sabes nada de ellos. De hecho nadie sabe quiénes fueron sus dos últimos discípulos.
—Claro que no irás sola, ¡Pon-Pon te acompañará!
Sonrío a Anna a la vez que el zorrito también lo hace y de un saltito se acerca a ella. No puedo estar más feliz y entusiasmada. Bueno, sí puedo, pero ya ahora lo estoy bastante y tengo unas ganas enormes de comenzar a entrenar. Realmente estoy con energías de sobra y no puedo esperar para gastarlas.
—Sí, hay otra cama además de la litera —me giro para responderle a Damian, cuando entonces veo que se le cae algo encima—. ¡Ah!
Y me salen estrellas de los ojos tan pronto le pongo las manos encima a eso.
—¡Es un diario! ¿Y si lo escribió el mismo señor Maetyl? ¿Serán borradores de su libro?
Ah, no, debo tratarlo con cuidado par que no se desmorone. Hago lugar en el suelo, retirando el polvo y la mugre, y me siento ahí para dejar con cuidado el libro y abrirlo para husmearlo. Pero no veo nada, así que lo saco fuera, para intentar leer a la luz del sol.
Damian inspecciona contigo el diario, y en cuanto empiezas a leerlo ves que efectivamente es el diario de Alakatar Maetyl.
En el diario menciona algunos pasajes de su vida, como cuando escapó de Las Profundidades para vivir en la superficie. Te sorprendió lo siguiente que vino, ya que al parecer fue entrenado por Kiara Filofirme, la legendaria princesa zivalia.
Tras varios años relató cómo conoció a Lord Celdric, Erion Aldren y Sean Connolly para formar el Pacto del Dragón con ellos. Más adelante relata lo que hizo después de derrocar a Tarold Nariztorcida y abandonar el Pacto del Dragón. Se dedicó a viajar, y durante sus viajes encontró a un muchacho prometedor al que le enseñó lo que sabía. Sabes que se refiere a Reiner el Rojo, el archifamoso asesino a sueldo. Hay muchos comentarios a lo largo de todo el diario en el que mostraba su pesar por cómo Reiner había caído en la oscuridad por una venganza.
Hay un pasaje en el que menciona que tuvo un romance con una sierva de Las Profundidades, pero tuvo que escapar ya que la casa para la que trabajaba intentó capturarlo.
Llegas a las últimas páginas, que relatan cosas muy interesantes.
Hoy me he llevado una sorpresa. Ha venido a visitar mi humilde cabaña el bueno de Celdric. Vino acompañado por un muchacho joven de un cabello rojo tan vivo como lo tenía él cuando le conocí. Resulta que se trata de su nieto Nathan, y quiere que lo adiestre de forma severa. "Entrénalo como si quisieras matarlo", me dijo. Dudé si aceptar, aún tengo marcado lo que pasó con Reiner y no quiero que este chico acabe como él.
Unas entrada posterior habla precisamente sobre su nuevo discípulo.
Estoy gratamente sorprendido. Nathan no solo parece un chico íntegro y de buen corazón, sino que posee un talento gigantesco. ¡Solo vi algo así en su tatarabuela Kiara! Aprende a pasos agigantados, y me da miedo que termine volviéndose arrogante. Tendré que ponerme serio y hacer caso de forma literal a Celdric. Lo someteré a un entrenamiento infernal.
Las siguientes entradas relatan algunos entrenamientos a los que somete a Nathan. Te horroriza. ¡Comparado con esto, los de Flavio son realmente suaves!
Te detienes con otra entrada.
Hoy ha llegado un misterioso señor, acompañado por un chico de la edad de Nathan. Quiere que lo entrene. No sé cómo diablos ha sabido de mí ni cómo me ha encontrado. Planeaba rechazarlo, pues ya tenía a Nathan a mi cargo y mi enfermedad empieza a hacerme mella. Y eso iba a hacer hasta que mencionó que era el último athariense pura sangre con vida. Me vino a la mente Elonor, un espadachín que conocí en Zival y que resultaba ser un athariense. Y cuando vi la katana que ese señor me enseñó, no tuve ninguna duda. ¡Ese chico debía ser su hijo! ¡Esa katana era de Elonor!
Al final decidí aceptarlo, pero me preocupa que no llegue a llevarse bien con Nathan. Este chico, Eloril Austin parece llamarse, es muy callado y reservado.
Pasas a la siguiente entrada.
Tenía mis dudas al principio, pero estos dos pequeños bastardos no han tardado nada en formar equipo para librarse de mis torturas. Voy a tener que ponerme creativo. Sí, creo que lo arrojaré a los lobos y, disfrazado de uno, les daré el mayor susto de sus vidas.
Las siguientes entradas relatan entrenamientos que pasan de barbaridades y te hacen tragar saliva. Lees la siguiente entrada.
Mierda. ¿Qué diablos hacía aquí esa draña? Ha estado a punto de matar a los chicos. De hecho hirió a Nathan cuando éste protegió a Eloril. Afortunadamente llegué a tiempo, pero esto habría acabado muy mal si ambos no se hubiesen aplicado en el entrenamiento. Estos dos tienen un talento enorme.
Las páginas siguiente se centra en el progreso de ambos, mostrándose orgulloso de cómo mejoran y recordándose que no debe dejar que lo noten. Es importante mostrarse severo.
La enfermedad está avanzando más de lo que esperaba. Ya no puedo seguir el ritmo a los chicos. Rayos, creo que se han dado cuenta y se hacen los torpes para que no me sienta mal. Estúpidos y bondadosos niños, creen que pueden engañarme tan fácilmente para que no me sienta mal.
Las entradas empiezan a ser muy esporádicas y solo menciona lo débil que se siente. Llegas a la última entrada del diario.
Creo que no pasaré de este día. Llevo ya una semana sin poder levantarme de la cama y no paro de toser. Nathan y Eloril están demasiado preocupados por mí. Me siento mal por ellos, no he podido completar su entrenamiento. Pero al menos me he asegurado de que no caerán en la misma oscuridad que Reiner. Cuando vuelvan con la caza les haré saber que estoy muy orgulloso de ellos, y le entregaré a Eloril la katana que un día perteneció a su padre... aunque creo que a él le vendría mejor un estoque.
Bah, no importa. Ellos dos son fuertes, si se lo toman en serio pueden ser verdaderas fuerzas de la naturaleza. Puedo irme tranquilo y descansar en paz. He cumplido con ellos.
Solo espero que no lloren demasiado mi muerte.
Y ahí termina el diario.
—... guau— dice Damian, quien se ha quedado todo el tiempo contigo leyendo ese diario.
Recién al terminar de leer me doy cuenta de que ya es muy entrada la tarde, me he pasado todo el santo día ensimismada con esto. Y sí, sé leer, no soy tan cortita.
—¡Ah! —La voz de Damian me hace dar un respingo y ahí noto que tengo la cara toda llena de lágrimas por leer la última entrada. ¿Llevó ahí todo el rato? ¿Habrá visto todas las caras que puse mientras leía? ¡Me va a hacer morir de vergüenza, cielos!
Me cubro el rostro con el diario para que no me vea los mofletes colorados.
—¿T-tú conoces a estos dos chicos? Según las fechas de las entradas, no parece que sean mucho mayores que yo, quizás tengan tu edad.
Mientras más recuerdo lo que acabo de leer, más se me enciende el corazón, hasta que me levanto de un salto, tan impetuosamente que hago ladrar a Frost y despierto de un susto a Pon-Pon.
—¡Maestro Flavio! —salgo a buscarlo, corriendo hasta donde está—. ¡Maestro Flavio, maestro!
Le acerco el diario, mostrándole donde habla de Nathan y Eloril.
—¡Estos dos eran sus alumnos! ¡Decía que tenían tremendo potencial! Y ahora estamos aquí, en la misma cabaña donde ocurrió todo eso.
Tomo aire, respirando hondo. Me sale un fuego en los ojos que nunca pensé que tuviera, mirando fijamente a Flavio con una expresión firme y decidida.
—¡Quiero esto! ¡Yo también quiero ser como ellos! ¿Crees que tengo ese potencial? No, no me importa, aunque no lo tenga, me esmeraré y trabajaré duro para ser la mejor. No me importa morir entrenando, ya que si perezco significa que no merezco nada. ¡Quiero pasar por lo mismo que pasaron ellos, maestro Flavio! ¡Quiero hacer que mi familia se enorgullezca de tenerme y, sobre todo, luchar por hacer un mundo más bonito! ¡Por favor! ¡Por favor!
Veo que Anabella aparece cerca, caminando, pensando en lo suyo, y rápidamente voy y tomo sus manos en las mías, dando saltos, emocionada.
—¡Ana! ¡Entrena conmigo! ¡Seamos como Nathan y Eloril! ¡Vamos, vamos! ¿Sí?
Ey, te felicito por escribir todo eso, estabas muy inspirado. Te lo estás tomando muy en serio como para ser "sólo una prueba", jaja. ¡Gracias! Te estás pasando un montón, en serio, gracias.
Pero... ¿no le estarás revelando a Shionne demasiada información?
Flavio mira con curiosidad el diario y enarca una ceja.
—Tú estás loca, ¿verdad? Este régimen de entrenamiento es solo apto para monstruos. De todos modos, para esto antes necesitarías una base que no tienes todavía. Denegado— termina tajante, apartando el diario de ti.
Anabella te mira con absoluta pereza y coge en brazos a Pon-Pon.
—Tienes razón, papi, o sea, está loca de remate. Vámonos a otra parte Pon-Pon, no sea que quiera entrenarte a ti también.
Da igual, no es del mismo universo. Y de haber un posible reboot no sería en el mismo universo.
De todos modos, esto ha sido más para que conozcas un poco cómo fueron el entrenamiento espartano de Nathan y Eloril con Alakatar Maetyl (a la altura de las palizas de Lei Fong).
Las lágrimas me van brotando de nuevo a medida que me dejan sola, cada uno a seguir con lo suyo.
—Pu... ¡Pues quiero ser un monstruo entonces! —le grito al aire—. ¡Quiero tener esas bases! ¿Cuánto me falta para aprenderlas? ¿Dónde está todo ese potencial que dices que tengo?
No, seguro lo dice para que no me sienta mal. Seguro apesto y me tiene así, con la ilusión, para que no me ponga triste y abandone. ¡Que se vaya a freír espárragos! ¿Y sabe qué? ¡No me importa! Si no tengo talento de nada, ¡trabajaré durísimo para compensarlo! ¡Me esforzaré extra súper fuerte de más!
Me limpio la cara con el brazo, para después elevar la vista al cielo. Ya se está haciendo de noche, de verdad me pasé todo el estupendo día leyendo aquello, pero me ha servido para aprender algo: en este mundo hay gente bestia. Y así como hay gente bestia buena, como estos dos chicos, también hay gente bestia mala.
Cojo aire hasta llenar los pulmones.
—¡Yo también me convertiré en una fuerza de la naturaleza! —suelto ese grito a los cuatro vientos, hasta que me duele la garganta—. ¡Que lo sepas!
Pero ahora tengo mucha hambre, no he comido nada en todo el día y mi grito es interrumpido por el sonido de mi panza vacía. Eso no puede ser, mi barriguita tiene que estar llena, si no no podré entrenar.
—¡Damian! —salgo a buscarlo—. ¿Qué se puede cazar por aquí? ¿Hay jabalíes? Me comería uno así de grandote —le explico, estirando al máximo los brazos.
¿Es Damian o Damián?
—¿Quieres ser un monstruo en el combate? En ese caso continúa con el entrenamiento. El poder se debe conseguir poco a poco con trabajo y esfuerzo continuo. Saltarse pasos siempre es contraproducente. Además no debes compararte con esos estudiantes, seguramente tenían talentos innatos que los hacen ser excepcionales. Pero no es nada que no se pueda alcanzar con dedicación y esfuerzo, trabajando lo que tienes ahí— dice señalándote el pecho a la altura del corazón, con el dedo.
Anabella se tapa los oídos cuando sueltas esa declaración.
—Sí, por favor. O sea, grita fuerte para que esa momia vuelva a encontrarnos...
Damian se gira cuando lo llamas.
—¿Aquí? Sí, puede haber algún que otro jabalí, pero por esta zona es más fácil encontrar ciervos o conejos. Con suerte algún pavo silvestre. Lo que sí que hay son frutos silvestres de todo tipo.
—¡Sí, maestro Flavio! —respondo con vehemencia, colocándome firme y con los brazos pegados al cuerpo—. ¡Me esforzaré muchísimo! No los voy a alcanzar a ellos, ¡los voy a pasar! ¡Ya vas a ver! ¡Yo también tengo mis talentos! Y el que piense otra cosa, que venga a decírmelo a la cara aquí.
—¡Pues...! ¡Pues...! ¡Pues que venga! —rezongo a Anabella, otra vez gritando—. ¡No le tengo nada de miedo a ese viejo horrible! Ya lo vencí una vez, puedo hacerlo dos veces.
Damian me responde, pero lejos de bajar los brazos, me preparo para salir a buscar algo de todas formas.
—Geh, las frutas son aperitivo, ¡quiero carne! ¡Carne! —Y echo a correr, metiéndome en el bosque—. ¡Jabalíes! ¡Jabalíes gordos! ¿Dónde están? ¡Salgan! ¡Quiero ser su amiga! ¡De ninguna manera me los voy a comer, soy vegetariana!
Vale, me he convertido en Obélix.
Y bueno, esto aquí sirve como ejemplo de cuando el director considera que la tirada no es necesaria. Por trasfondo, Shionne no agarrará nada, que jamás ha hecho esto en su vida.
La cacería no te fue nada bien. Fuiste incapaz de encontrar un solo jabalí y cualquier animal que viste se te escapó antes de que lograras acercarte un poco.
En cambio Damian logró cazar fácilmente un enorme y hermoso pavo silvestre, aunque pudiste ver que podría haber cazado un par más pero ni lo intentó, cosa que te intrigó. Cuando fuiste a preguntarle él te responde con amabilidad.
—Debemos ser respetuosos con la madre naturaleza. Tomar de ella solo lo que necesitamos y agradecer lo que nos da.
Justo cuando dice eso te cae en la cabeza una aceituna que acaba en tus manos.
—Dale las gracias a la madre naturaleza. Acaba de regalarte una aceituna— bromea.